Métodos de interpretación bíblica

Métodos de interpretación bíblica:

La interpretación de la Biblia depende exclusivamente del método que aplique el intérprete en el análisis del texto. El sistema empleado determinará el resultado. Esto explica la razón por la cual haya distintas interpretaciones a un mismo pasaje. José María Martínez en su obra sobre Hermenéutica señala que no es buena la teoría que sugiere que un texto puede tener múltiple/interpretaciones. Un pasaje bíblico tiene un solo significado verdadero y descubrirlo será la tarea del exegeta.

Los Métodos de interpretación bíblicos más utilizados:
A lo largo del tiempo y debido a la influencia de distintos factores, se aplicaron diversos métodos hermenéuticos.

Un autor señala:

La historia de la exposición bíblica, tal como se la descubre en las obras de los grandes exegetas y críticos, nos muestra los diversos métodos que han prevalecido en varios períodos. Indudablemente, al través de los siglos, el sentido común de los lectores ha aceptado el significado obvio de las principales partes de la Biblia; pues, como lo hace notar Stuart: «Desde el primer instante en que un ser humano se dirigió a otro, mediante el uso del lenguaje, hasta la hora actual, las leyes esenciales de la interpretación fueron, -y han continuado siéndolo-, un asunto práctico. La persona a quien se hablaba, siempre ha sido un intérprete en cada caso en que ha oído y entendido lo que se le decía. Por consiguiente, toda la raza humana es, y siempre ha sido, intérprete. Esto es una ley de su naturaleza racional, inteligente y comunicativa». La mayor parte de los métodos de explicación erróneos y absurdos tienen su origen en falsas ideas acerca de la Biblia misma.[1]

Los principales métodos de interpretación son considerados a continuación:
1. El método literalista o letrísta:

Este método ha sido empleado por los maestros judíos y básicamente consiste en explicar la interpretación del texto atribuyéndoles un significado especial a cada letra que lo integra. M. S. Terry lo explica de la siguiente manera:

Por una parte hallamos una reverencia supersticiosa por la letra de la Escritura, lo que induce a escudriñar en busca de tesoros de pensamiento escondidos en cada palabra; por otra parte, los prejuicios y suposiciones hostiles a las Escrituras han engendrado métodos de interpretación que pervierten, -y a menudo contradicen-, las declaraciones mas claras de las Escrituras. Las antiguas exposiciones judaicas del Antiguo Testamento exhiben numerosos métodos absurdos de interpretación. Por ejemplo, las letras de una palabra eran reducidas a su valor numérico; luego se buscaba alguna otra palabra o declaración que contuviera las mismas letras en otro orden, u -otras letras que sumaran el mismo valor numérico y, halladas, se consideraban las dos palabras como equivalentes en significado. El valor numérico de las letras que, en hebreo, componen el nombre «Eliezer», es trescientos dieciocho, igual al número de los siervos de Abraham (Gen. 14: 14) de lo cual se infería que el mayordomo de Abraham, Eliezer, era tan poderoso solo como los otros trescientos. Y así, por medio de ingeniosas manipulaciones, toda forma gramatical rara, todo caso de pleonasmo o de elipsis, o el empleo de cualquier partícula aparentemente superflua, se la hacía contribuir algún significado notable. Es fácil ver que métodos tan caprichosos necesariamente tenían que envolver la exposición de las Escrituras en la mayor confusión.[2]

2. El método Alegórico:
Este método consiste entonces en pasar por alto el significado literal del texto en búsqueda de un contenido espiritual y oculto. Una verdad que se encuentra tras el texto mismo. Para descubrirla hay que tratar de encontrar en todo término un significado simbólico. A modo de ejemplo, presentaré la siguiente explicación de la parábola del buen Samaritano: «Es obvio para los tipólogos que el mesón donde el buen Samaritano aloja al hombre malherido es la iglesia, y que los dos denarios con que paga el coste del inesperado visitante son los dos sacramentos de la Iglesia»[3]. Tal interpretación aunque parezca atractiva carece de fundamento. La inexactitud del método alegórico se explica sugiriendo otra posible interpretación del mismo texto. Alguien podría decir que los dos denarios representan al Espíritu Santo y la Biblia en lugar de los «sacramentos». De esta forma se le puede hacer decir a la Biblia lo que esta en realidad no dice.
Fue un método común entre los griegos que lo aplicaron en la interpretación de los relatos legendarios y poéticos. Esto surgió debido a la divergencia entre dos concepciones distintas del mundo. La provista por la mitología y la provista por la ciencia o filosofía. Tal antagonismo entre una y otra se resolvió apelando a la interpretación alegoríaca de la mitología. Los judíos helenistas, especialmente los de Alejandría, aplicaron este método para la interpretación del Antiguo Testamento. De esta manera pretendían armonizar las enseñanzas de las Escrituras con las creencias filosóficas griegas. El primer representante de esta forma de interpretación bíblica fue Aristobulo que vivió en el siglo II a. C.. El más distinguido de estos intérpretes fue Filón (20 a. C. a 54 d. C.). Intentó demostrar que Moisés poseía todo el saber que los griegos descubrieron mucho más tarde.
Entre los cristianos del siglo I y II se popularizó también este método hermenéutico. También fue en Alejandría donde se lo empleo por primera vez. Se destacaron Clemente y su discípulo Orígenes. Ambos ponderaban el valor de las Escrituras pero creían firmemente que la alegorización proveía del auténtico significado de las Escrituras. Admitían el significado literal de un texto cuando describía algún evento histórico pero aún en estos casos encontraban un valor tipológico y místico.
El método alegórico llegó a predominar hasta las la era de la reforma. Esto facilitó que durante siglos el cristianismo estuviese indefenso ante las muchas herejías que se fueron introduciendo. El criterio prevaleciente hasta entonces es que el pensamiento del autor bíblico era aplicable literalmente en tanto que no chocase con las posturas adoptadas por el magisterio de la iglesia. Bernand Ramm señala que «la maldición del método es que oscurece el verdadero significado de la Palabra de Dios»[4].

3. El método Místico:

Esta íntimamente ligado al anterior. M. S. Terry lo explica de la siguiente manera:

En bastante estrecha alianza con la Interpretación Alegórica hallamos a la Mística, según la cual deben buscarse múltiples profundidades y matices de significado en cada palabra de la Biblia. Por lo tanto los interpretes alegóricos, muy naturalmente, caen en muchas cosas que deben clasificarse con las teorías místicas. Clemente de Alejandría sostenía que las leyes d$ Moisés contienen un cuadruplo significado, el natural, el místico, el moral y el profético. Orígenes sostenía que como la naturaleza humana consiste en cuerpo, alma y espíritu, así también las Escrituras tienen un correspondiente triple sentido: el corporal o literal, el psíquico o moral y el espíritu, al que él, más tarde distingue como alegórico, tropológico y anagógico.[5]

Similar al método alegórico pero en este caso le atribuye al texto varias interpretaciones   distintas.

4. Método liberal:
La escuela liberal, influenciada por una corriente filosófica llamada racionalismo, rechazó doctrinas tales como la inspiración e inerrancia de las Escrituras así como todo relato que tiene que ver con lo milagroso. Lógicamente terminaron negando la veracidad de otras doctrinas escenciales tales como el nacimiento virginal del Señor, los milagros que realizó, su muerte y su resurrección. Esto derivó en diversos métodos interpretativos que resumiremos seguidamente:

4.1. El método naturalista:

Los milagros en realidad no fueron tal cosa. Tal explicación no es posible en una época cuando la ciencia ha superado a la superstición. Todo evento milagroso debe ser explicado de otra manera. Observemos por ejemplo la siguiente explicación de la resurrección:

No podemos aceptar la idea de que las apariciones de Jesús, primero a María Magdalena y después a las otras mujeres pueda atribuirse a las alucinaciones; no son atribuibles a estados mentales morbosos. Lloraron la muerte del querido Maestro; no podrían conformarse con la idea de su separación; la tenían presente mental y emocionalmente, y sus palabras seguían resonando en sus oídos. La realidad espiritual de Jesús no se había apartado de ellas; en cierto sentido, el Maestro se hallaba más cerca que nunca. Sólo faltaba que se abrieran los ojos para verle. Las apariciones de Jesús tienen su explicación psicológica: fueron visiones mentales de una realidad espiritual. Fue por medio de una visión mental que el apóstol Pablo conoció a Jeús: «Agradó a Dios – dice – revelar a su Hijo en mí» y, ¡que transformación se operó en su vida!…[6]

Este tipo de razonamiento se denomina «sofisma«. Se trata de una expresión con una apariencia de verdad para ocultar el error. Observemos detenidamente. El autor presente primeramente una verdad aparente: «No podemos aceptar la idea de que las apariciones de Jesús, primero a María Magdalena y después a las otras mujeres pueda atribuirse a las alucinaciones». No obstante, finalmente, termina afirmando lo contrario: «Las apariciones de Jesús tienen su explicación psicológica: fueron visiones mentales de una realidad espiritual». Este esfuerzo argumental fue presentado para negar la veracidad de la resurrección del Señor y a su vez presentar una interpretación natural del evento milagroso acaesido.

Otro ejemplo es la siguiente explicación del milagro de la alimentación a los cinco mil:

El milagro aparente de alimentar a cinco mil personas con cinco panes, se realizó, sencillamente, por el ejemplo que Jesús ordenó a sus discípulos que dieran, de distribuir a los que les rodeaban de las pocas provisiones que tenían. Este ejemplo fue pronto seguido por otros grupas T se halló que había comida más que suficiente para todos. Lázaro no murió realmente; sufrió un desmayo y se le creyó muerto. Jesús sospechó estas cosas y, llegando a la tumba en el momento oportuno, halló confirmada su suposición; y su sabiduría y poder, en este caso, hicieron una impresión profunda y duradera.[7]

4.2. El método moral:
La intepretación moral debe su origen al filosofo Emanuel Kante. M. S. Terry dice: «La prominencia que da a la razón pura y al idealismo mantenido en su sistema metafísico, conducen, naturalmente, a la práctica de hacer inclinar las Escrituras a las exigencias preconcebidas de la razón porque aunque toda la Escritura sea dada por inspiración de Dios, tiene por su valor y propósito prácticos la mejora moral del hombre»[8]. Cuando el intérprete encuentra que el sentido literal e histórico de un pasaje no contiene ninguna lección moral simplemente puede pasarlo por alto.

4.3 El método crítico:
Los teólogos liberales que, como ha sido afirmado, negaron la inspiración de las Escrituras, sostuvieron que los libros de la Biblia son una recopilación de diversas tradiciones religiosas. Moiséss por ejemplo, no escribió el Pentateuco sino que es una colección de diversos documentos denominados J E D P. Esta teoría recibió el nombre «Graf – Wellhausen» en honor a sus creadores. Por supuesto la existencia real de estos documentos nunca se probó. Más tarde esta teoría tendría su influencia en un intento por resolver el denominado problema Sinóptico. Wellhausen, entre los años 1903 a 1905, publicó un estudio sobre los evangelios Sinópticos en el cual decía que solo pequeños fragmentos sobre Jesús eran verdaderos.
Surgieron entre ellos distintas formas de interpretar las Escrituras:

4.4 La desmitologización:
Rudolf Bultmann, defensor de la postura anterior, preocupó explicar la razón por la cual se incluyeron mitos en los evangelios Sinópticos. Para ello dividió el contenido de los evangelios en dos partes. La primera es esencialmente el evangelios cristiano, el kerigma. Lo que hay que creer. La segunda parte es la cosmovisión del siglo primero, de índole mitológica. El Kerigma esta envuelto en un marco mitológico que el hombre moderno no puede aceptar. La labor del teólogo consiste en despojar al Kerigma de su envoltura mítica, es decir desmitologizar el mensaje de los evangelios.
Los mitos incorporados a la historia de Jesús transformaron a «este gran hombre» en un ser divino que se encamó. Sus grandes enseñanzas despertaron tal admiración que lo pintaron como un ser milagroso, que luchaba contra los demonios y los vencía. Pero su vida no podía terminar con su trágica muerte así que se agregaron los mitos concernientes a su resurrección, su ascensión al cielo y la creencia en su pronta venida. Para el autor, el Señor Jesús no era más que un gran hombre. Se trató simplemente de un gran maestro que, por alguna razón, fue juzgado por Pilato y luego crucificado. Esto implica también que no fue concebido por el Espíritu Santo, que no realizó ningún milagro, que murió pero no resucitó, por lo cual no ascendió, no esta sentado a la diestra de Dios y ni volverá. Esto implica negar también las doctrina de la Trinidad, expiación substitutiva y la obra del Espíritu Santo.

4.5 El método teológico-existencial:
Karl Barth es considerado como el teólogo más solido del siglo XX. Se opuso a las conclusiones del liberalismo no obstante mantuvo un concepto deficiente acerca de la inspiración de las Escrituras. El método existencial consiste en la aplicación de la Biblia a las más profundas experiencias de la vida tales como el amor y el odio, la vida y la muerte, el pecado y la gracia, el bien y el mal. Pone por tanto el asento en la aplicación practica de las Escritura despreciando el significado del texto. Su método de interpretación de las Escrituras depende de las necesidades, cultura y época del interprete.

5. El método Dogmático:
La interpretación dogmática es la que ha caracterizado en particular al catolicismo romano. Esto quiere decir que los exegetas romanos están atados al dogma, es decir, a la doctrina aceptada por la iglesia. El gran problema que el Catolicismo Romano es como explicar las diferencias notables que existen entre sus creencias y prácticas y las enseñanzas bíblicas. El cardenal Newman ideó una teoría denominada «evolución dogmática». Sostiene que las instituciones cristianas existieron solamente en germen durante la edad apostólica, y que se desarrollaron completamente en el período de los llamados «Padres de la Iglesia». Sus enseñanzas son un auténtico e indispensable suplemento de las Escrituras. Esto significa que el Nuevo Testamento no es la única fuente de autoridad. Un autor lo ha expresado de la siguiente manera: «La iglesia de los primeros seis siglos, y no la del Nuevo Testamento, es para ellos la verdadera iglesia de Cristo»[9]
George Salmón describe ésta hipótesis del siguiente modo: «… Cristo no había encomendado a su iglesia sino ciertas semillas y gérmenes de la verdad y que éstos estaban destinados a desarrollarse después en formas más definidas; de consiguiente, no fue la intención de nuestro Señor que la enseñanza de la iglesia fuera siempre la misma; sino que fuese continuamente mejorando, bajo la dirección del Espíritu Santo[10]
La iglesia Católico Romana es, por propia definición, la única interprete eficaz y veraz de las Escrituras. Esto significa que la Iglesia romana es infalible. No obstante, no resulta sencillo demostrar semejante pretensión ante claros y notorios yerros. Fue el cardenal Newman quien presentó una ingeniosa solución a este inconveniente. Él señalaba que cuando éramos niños aceptábamos la autoridad de nuestros mayores. Una vez que crecimos examinamos algunas cosas e inclusive las rechazamos. No obstante, ningún razonamiento posterior tiene la misma fuerza que las enseñanzas de la niñez. El niño acepta las enseñanzas de los adultos porque confía en sus conocimientos y habilidad. Del mismo modo el católico Romano debe aceptar la enseñanza emanada de la Iglesia. Como ha señalado José Grau, semejante pretensión significa usurpar las función del Espíritu Santo. Juan Calvino, el reformador, decía:

Ha habido en nuestros tiempos grandes debates sobre la eficacia del ministerio, queriendo unos ensalzar demasiado su dignidad; pretendiendo otros en vano atribuir al hombre mortal lo que es propio del Espíritu Santo, diciendo que los ministros y doctores penetran los entendimientos y los corazones para corregir la ceguera y la dureza que hay en ellos. Vamos, pues, a tratar aquí y decidir esta cuestión.
Los que alegan tanto unos como otros, fácilmente podrá esclarecerse considerando con diligencia los pasajes en que Dios, que es el autor de la predicación, aplica su Espíritu a ella, y promete que no quedará sin ningún fruto.[11]

Recordemos esto, la Biblia es infalible en los asuntos que tienen que ver con la fe y la practica. Ninguna persona o institución puede atreverse a ocupar tal posición.

6. El método Gramático – Histórico:
M. S. Terry, hablando de este método dice:

Distinguiéndose de todos los métodos de interpretación mencionados podemos referirnos el Histórico-Gramático como el método que más se recomienda al criterio y a la conciencia de los estudiantes cristianos. Su principio fundamental consiste en conseguir de las Escrituras mismas el significado preciso que los escritores quisieron dar. Ese método aplica a los libros sagrados los mismos principios, el mismo proceso gramatical y el mismo proceso de sentido común y de razón que aplicamos a otros libros. El exegeta histórico-gramático dotado de convenientes cualidades intelectuales, educacionales y morales, aceptará las demandas de la Biblia sin prejuicios o prevenciones; y sin ambición alguna de demostrarlas como verdaderas o falsas investigará el lenguaje y tendencias de cada libro con toda independencia y sin temor de ninguna clase; se posesionará del idioma del escritor, del dialecto especial que hablaba, así como de su estilo y manera peculiar de expresión; averiguará las circunstancias en que escribió, las maneras y costumbres de su época y el motivo u objeto que tuvo en vista al escribir. Tiene el derecho de suponer que ningún autor en su sano juicio será, a sabiendas, inconsecuente consigo mismo ni tratará de extraviar o de engañar a sus lectores.[12]

Por su parte, José María Martínez, dice que este método supera a todos los anteriores. Con su título se indica que el intérprete intentará determinar con la mayor precisión posible lo que el pasaje bíblico pretende explicar. En cuanto a los antecedentes de este método el último autor mencionado señala la escuela de Antioquía en el siblo IV d. C. Los reformadores serían quienes revitalizarían este método.

Conclución:

Por tanto de aquí en más estudiaremos a fondo este método hermenéutico.

Notas
1.M. S. Terry, op. cit. pag. 6-7
2. M. S. Terry, op.cit. pag. 7.
3. Stephen Neill, La interpretación del Nuevo Testamento, Ediciones península, 1967, pag.313. 4. Bernard Ramm, cit. por José María Martínez, op. cit. pag. 73.
5. M. S. Terry, op. cit. pag. 8
6.Enrique C. Balloch, Mirando a Jesús, Editorial la Aurora, Buenos Aires 1977, pag. 410.
7. M. S. Terry, op. cit. pag. 11-12.
8.
9 H. Harvey, La iglesia, su forma de gobierno y sus ordenanzas, Buenos Aires, Casa Bautista de Publicaciones, 1911, pag.3.
10 Geroge Salmón, La Infalibilidad de la Iglesia, Buenos Aires, Editorial La Reforma, 1923, pag.45.
11 Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, Libro IV, Cap. I, párrafo 6, Editoral Feliré, 1986, pags. 809-810.
12 M. S. Teny, op. cit. pag. 14

El origen de la vida según la teoría de la evolución (II)

14 Ago 2008

El origen de la vida según la teoría de la evolución (II)

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Para ahondar sobre las leyes de la termodinámica opuestas a la teoría de la evolución, cito la obraEvolución, Termodinámica y Entropía de Henry Morris, citada por el apologista Harold Hill:

La primera ley [de la Termodinámica] es en sí misma, un poderoso testimonio contra la evolución, ya que entraña una condición básica de estabilidad en el universo… Sin embargo, es la segunda ley la que da por tierra con la teoría de la evolución. Existe un proceso universal de cambio, y existe un cambio direccional, pero no es un cambio positivo hacia delante… Toda transformación de energía que ocurre naturalmente se acompaña en alguna parte, por una pérdida en la disponibilidad de energía para la futura ejecución de la obra. [Algunos evolucionista intentan invalidar el argumento creacionista que se apoya en la primera y segunda ley de la termodinámica arguyendo que los principios no son aplicables. Claro, las leyes son aplicables cuando les conviene]

En este caso la entropía puede expresarse matemáticamente en términos de un total e irreversible flujo de calor. Expresa cuantitativamente la cantidad de energía en un proceso de conversión de energía que se torna inaprovechable para un futuro trabajo. Para que pueda realizarse un trabajo, la energía disponible debe ‘fluir’ de un nivel superior a un nivel inferior. Cuando alcanza su más bajo nivel de energía aún existe, pero ha perdido su capacidad de realizar un trabajo. El calor fluye naturalmente cuando lo hace de un cuerpo caliente a un cuerpo frío, pero no a la inversa, es decir, de un cuerpo frío a un cuerpo caliente.

Por esta razón -agrega Morris- ningún proceso puede ser ciento por ciento eficiente, con toda la energía disponible convertida en trabajo. Una parte se gasta para evitar la fricción y será degradada en energía de calor no recuperable, que finalmente será irradiada al espacio y dispersada. Por la misma razón es imposible que exista una máquina de movimiento perpetuo autopropulsado.

Y si, como acabamos de ver, todo el universo físico es energía en alguna forma, y puesto que en todo proceso se torna inaprovechable cierta energía, resulta obvio que en esta última instancia toda la energía en el universo será energía inaprovechable, si los procesos actuales se mantienen sin modificación por un período suficientemente prolongado. Cuando ocurra es de presumir que todas las diversas formas de energía en el universo se habrían convertido gradualmente… en energía calórica uniformemente (es decir, sin orden ni concierto) dispersa. Todo estará a la misma baja temperatura. No habrá ‘diferenciales’ de niveles energéticos, de ahí que no habrá tampoco ‘gradientes’ de energía para inducir su flujo. Será imposible realizar ningún trabajo y el universo alcanzará lo que los físicos denominan su ‘muerte calórica’ final.

Así, pues, la segunda ley prueba, con la certeza con que la ciencia puede probar [casi] cualquier cosa [del mundo físico], que el universo tuvo un comienzo [como lo ha demostrado la teoría de la Gran Explosión]. De manera similar, la primera ley demuestra que el universo no pudo empezar por sí solo [igual lo ha demostrado la teoría de la Gran Explosión]. La cantidad total de energía del universo es una constante, pero la cantidad de energía asequible está disminuyendo. Por tanto, al retroceder en el tiempo, la energía asequible o aprovechable hubiera sido progresivamente mayor hasta que, finalmente, alcanzaríamos el punto inicial, donde la energía disponible era igual a la energía total. Imposible retroceder más en el tiempo que ese momento. Y es en este punto que tanto la energía como el tiempo iniciaron su existencia. Y ya que la energía no puede crearse a sí misma, la conclusión más científica y más lógica [a pesar de la creencia en universidades y laboratorios de que ninguna hipótesis o teoría que conduzca a Dios y lo sobrenatural puede ser considerada científica] a la que podemos arribar es que: ‘En el principio creó Dios los cielos y la Tierra [Génesis 1: 1]’. (13) (Usado con permiso) (Las negritas son mías)

Morris pone al descubierto lo que científicos fanáticos del materialismo afirman a ultranza todavía en el siglo XXI en cuanto a la teoría de la evolución. Para ellos no importa que leyes científicas no soporten sus deseos materialistas. Basta tener un deseo, aunque sea acientífico e irracional. El físico Edward Kolb lo expresa de esta manera: “Lo más fácil para la ciencia [natural] es encontrar lo que usted busca”. Y san Pablo nos exhorta evitar “las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia [conocimiento]”. (1ra Timoteo 6: 20)

Más, Dios tampoco necesitó que la “evolución” lo ayudara a crear el universo, la Tierra y la vida inteligente. Hay gentes que aseguran creer en Dios (entre ellos ministros y grupos religiosos), pero enseñan que la “evolución” ayudó a Dios a crear el universo y al humano. ¡La gran flauta! El dios de ellos está limitado. Ese no es el Dios que revela la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis. Ese no es Dios, sino un dios, un ídolo. Ese es el dios de los que como Hawking preguntan infantilmente quién creó a Dios. El Dios de la Biblia tiene existencia propia. No depende de fuerzas o energías externas para existir ni pide permiso a las leyes físicas que Él creó para moverse en el universo físico, pues Él trasciende lo físico por ser inmaterial y sobrenatural. Si no lo entiendo, es debido a mi finitud craneal. Si no lo quiero aceptar y creer, es un problema de incredulidad; mas ninguno de esos inconvenientes míos desvirtúan las verdades teologales acerca de Dios. Ojo, ¿si no entendemos al Jesús de los evangelios, que se hizo hombre finito, cómo pretendemos entender al infinito Dios de los cielos, Padre de Jesús que creó el universo y la vida inteligente en la Tierra? Por lo visto, algo anda mal en muchos.

Mi Dios hizo los cielos y la Tierra y todo lo demás en seis días calendario. ¿Imposible? ¡Sí! Para mí lo es. Para Él es como tomarse un vaso de agua helada. ¿Sabes qué? Dios pudo hacer el universo en cuestión de milésimas de segundo pero lo hizo en seis días porque es Dios de orden.

Por supuesto, hay quienes tratan de explicar que la segunda ley de la termodinámica…

No se aplica al problema, pues la Tierra es un sistema “abierto” [ahora sí es abierto porque le conviene]. La termodinámica se desarrolló usando sistemas mecánicos y químicos a los que se les impidió ganar o perder energía con relación al mundo exterior. [No me digas] La Tierra recibe energía del Sol todo el tiempo y por eso se afirma que la evolución química de la vida pudo ocurrir. [Esto es una creencia imposible de demostrar en el laboratorio. ¿De dónde salieron o quién creó la Tierra y el Sol? ¿De dónde rayos salieron los químicos de la sopita pre-biótica? Ya vimos que la vida no surge de la materia inerte ni de la nada absoluta. Y, en el hipotético y remoto caso de que surgiera, sería un tipo de vida primitivo, no la vida compleja conocida hoy]

La revista Time, al criticar la posición creacionista con respecto a esta ley, dice: ‘En 1977, Ilya Prigogine, profesor ruso de la Universidad Libre de Bruselas, ganó el premio Nobel de Química, al probar que la segunda ley de la termodinámica no se aplica a sistemas ‘abiertos’ tales como las criaturas vivas pueden adquirir energía nueva. Las plantas crecen sanas por la asimilación de energía solar, aunque el Sol, la fuente de la energía del sistema solar, se está consumiendo lentamente’.

La obra de Prigogine se aplica solamente a los sistemas vivos en su estructura actual. La fotosíntesis es el proceso por el cual la planta captura la energía solar y la almacena en forma de enlaces químicos. Cuando comemos las plantas, nuestro cuerpo utiliza la energía acumulada para crecer más y para mantener el tipo de estructura corporal actual. El cloroplasto es el motor que recoge la energía solar y la orienta hacia un trabajo útil. La combustión de gasolina en sí no produce trabajo útil a menos que haya un mecanismo que dirija la energía con tal fin, como el motor de un automóvil.

Sin embargo, al referirnos al origen químico que tiene la vida, estamos hablando de un tiempo anterior a la formación del cloroplasto; antes que hubiera un mecanismo que fuera capaz de capturar, almacenar y dirigir la energía procedente del Sol hacia la fabricación de los compuestos químicos complejos. No importa si la Tierra es un sistema ‘abierto’ o ‘cerrado’, puesto que, sin el mecanismo director de la energía, la evolución química de la vida no puede usar la energía solar.

Así que, en cuanto a las sustancias químicas, bien podría estar en un sistema cerrado, rodeado de energía solar, pero sin un sistema para usarla. Es como estar en una balsa en el océano y sin agua fresca y potable. Hay agua en todas partes, pero no se puede tomar. [Y si la tomas te mueres]

George Wald afirma:
‘Lo que pedimos aquí es la síntesis de moléculas orgánicas sin esa máquina. Creo que éste es el problema más duro que confrontamos; el eslabón más débil de nuestro argumento en la actualidad. De ningún modo creo que sea desastroso, pero necesita de fenómenos y fuerzas, algunos de los cuales sólo se entienden parcialmente ahora y otros probablemente todavía estén por descubrirse’.

Aunque sea un sistema ‘abierto’, McDowell asegura que Prigogine tenía sus dudas acerca del origen de la vida. Y lo cita:

‘El caso es que en un sistema no aislado existe la posibilidad de formación de estructuras ordenadas de baja entropía a temperaturas suficientemente bajas. Este principio ordenador es responsable de la aparición de estructuras como los cristales, y también los fenómenos de fase’.

‘Lamentablemente este principio no puede explicar la formación de las estructuras biológicas. La probabilidad de que, a temperaturas ordinarias, un número macroscópico de moléculas se reúna para hacer surgir las estructuras altamente ordenadas y las funciones coordinadas que caracterizan a los seres vivos, es infinitesimal. La idea de la génesis espontánea de la vida en la forma actual es por consiguiente muy improbable, aun a la escala de los millares de millones de años durante los cuales ocurrió la pre-biótica’. (Las negritas son añadidas)

McDowell agrega:
Con esto quiere decir [Prigogine] que espera que sus estudios puedan algún día llevar a la solución del problema del origen de la vida a partir de la no-vida. Pero reconoce que estamos muy lejos de tal solución. Demostró que en ciertos sistemas líquidos, un ambiente muy ‘disipador’ podría generar cierto tipo de ‘estructura’ en una esquina de ese ambiente (como las burbujas de una cafetera que se caliente rápidamente. Sin embargo, esto se ha sabido por mucho tiempo y de ninguna manera prueba que los sistemas vivos puedan surgir de los sistemas no-vivos al colocarlos en un medio de energía de disipación rápida. [Ya esto lo vimos en los experimentos de Pasteur et al]

El verdadero conflicto entre la evolución y la segunda ley de la termodinámica (tanto en los sistemas abiertos como en los cerrados) está muy lejos de ser resueltos. Aunque fuera resuelto en el futuro el modelo de la evolución todavía no sería tan bueno como el de la creación. Esto es, la teoría de la evolución tal vez podría algún día ‘explicar’ la segunda ley de la termodinámica en su propio contexto, pero es la teoría creacionista la que predice. (14) (Usado con permiso)

Sobre los ejemplos de Prigogine de las gotas de lluvia y copos de nieve que intentan explicar orden a partir del caos, el astrofísico Hugh Ross afirma que los ejemplos en cuestión “exhiben incrementos de orden pero sin incrementos significativos en el contenido de información. Los procesos naturales solos nopueden explicar el nivel excepcionalmente alto de diseño [real] y de contenido de información en los organismos vivos o en la estructura del universo que hace que la vida sea posible”. (15) (La negrita es mía)

En realidad, la idea de que el orden puede surgir del caos fue propuesta primero por el filósofo escéptico Hume, y revivida por el científico filosófico Prigogine en su obra El orden a partir del caos (Order out of Chaos).

Otro científico crítico de la tesis de Prigogine es el bioquímico Michael J. Behe, que afirma:

Así como la selección natural explica algunas cosas, la autoorganización [propuesta por Prigogine] explica ciertas cosas también. La controversia surge cuando se utilizan para explicar cosas complejas o para explicar todo [tal como hacen los reduccionistas materialistas]. Es verdad que si quitas el tapón de tu tina de baño, el agua forma un pequeño remolino. Eso es autoorganización: el agua se mueve de una manera organizada en la que no se encontraba antes. Los tornados se organizan a sí mismos. Si combinas sustancias químicas de cierta manera, lo que obtienes es un sistema que actúa como un reloj. Se volverá azul; cinco segundos después, incoloro; y oscilará entre uno y otro. Por tanto, es claro que existe algo como la autoorganización.

La pregunta es la siguiente: ¿Puede eso explicar fenómenos más complejos? ¿Puede explicar el código genético? Los científicos que tratan de resolver el acertijo del origen de la vida han explorado las propiedades autoorganizativas durante décadas. Sin embargo, hoy están más confundidos acerca del origen de la vida que hace cincuenta años. No han logrado proveer ninguna explicación [razonable; mucho menos científica] para la forma en la que la autoorganización podría dar cuenta de algo tan complejo como el primer organismo primitivo vivo. (16)

Ya lo dijimos, los que se oponen al diseño real en el universo y la vida inteligente faltan a las ciencias naturales puesto que la mayor parte de sus postulados o teorías son indemostrables en el laboratorio. En pocas palabras, solo filosofan. Pero quienes lo ignoran o no lo quieren ver creen a pie juntillas todo lo que estos señores dicen o escriben.

Las publicaciones de grupos anticreacionistas como el National Center for Science Education afirman dogmática y reiteradamente que la ciencia natural está “basada en lo empírico y es necesariamente materialista; los milagros no deben ser permitidos”, y “cualquier teoría con un fundamento sobrenatural no es científica”. ¿Te das cuenta del dogmatismo pérfido de estos señores? Ojo, estos no son fanáticos religiosos de culto sectario, sino gentes de las ciencias naturales. Como dice mi abuela, “en todas partes se cuecen habas”.

¿Sabes qué? Si la declaración de que la ciencia natural está “basada en lo empírico […]” fuese aplicada a la teoría de la evolución, no pasaría la prueba científica pues casi ninguna de sus creencias puede ser probada empíricamente. De ahí que algunos filósofos de la ciencia hayan aseverado que la teoría de la evolución es un programa metafísico de investigación en lugar de la presumida etiqueta de científica que sus creyentes le han adherido.

Pues bien, debido a que los argumentos de diseño real de los creacionistas y lo que narra la Bibliacomprenden intervención sobrenatural, deben ser ignorados justificadamente porque “no pueden ser considerados científicos”. ¿Será que quienes creen que las historias bíblicas se tambalean con solo aplicarles raciocinio tienen razón? Quien así habla es partidario del racionalismo cientificista. En esa misma línea, me topé con esta otra joya cientificista y presumida: “la teología cristiana cuenta historias bonitas, pero estas no tienen el valor de hechos y tampoco el de verdades”. ¿Qué tal? Para empezar, la teología cristiana no cuenta nada. Solo estudia, investiga e interpreta los hechos del Evangelio. Es la Historia -en este caso religiosa- la que registra los hechos evangélicos. O no se dan cuenta cómo escriben o no saben lo que escriben. Más, ¿cómo es posible que la Biblia cuente o registre historias que no tengan ningún valor de hechos y verdades? Hemos escudriñado que todo hecho realmente histórico tiene un valor intrínseco, mas si se trata de valores eternos y universales como los del Evangelio. Pregunto: ¿Es historia o historieta lo que narra la Biblia? Hasta el día de hoy, la arqueología e historia en su afán de saber si la Biblia dice la verdad únicamente han confirmado mucho de lo que ella asegura. En ningún momento han podido rebatir nada ni han hallado inexactitudes históricas ni geográficas. Pues bien, si algo ha ocurrido en tiempo y espacio reales es un hecho innegable; que se interprete de múltiples maneras o yo no lo quiera reconocer como verdad o aplicar a mi vida es harina de otro costal. Los fanáticos racionalistas y los cientificistas están convencidos de que los hechos registrados en la Biblia carecen de valor científico por “no” cumplir con los requisitos del método científico naturalista. ¡Error! Mil veces ¡error! Ya observamos que toda verdad no puede ser demostrada por tal método por sus propias limitaciones y por la trascendencia de hechos inmateriales. Hay quines creen que la fe cristiana se fundamenta en suposiciones, mitos, supersticiones… Ignoran que está cimentada en ¡hechos! En sucesos reales ocurridos en lugar y tiempo reales. Hay quienes para no creer o justificar su rechazo al Evangelioinventan argumentos que ni ellos entienden.

Ya lo he asegurado antes, los que tienen criterios cargados creen que -por religiosa- toda narración bíblica o verdad teológica tiene que ser necesariamente falsa. No entienden que la realidad de la verdad no depende del portador ni del carácter religioso de la verdad, sino de su esencia. Si su naturaleza es real, tiene coherencia con los hechos de la realidad empírica. Eso sucede con los hechos narrados por el Evangelio.

Al comentar acerca de la posición naturalista en cuanto a Dios y los milagros, el científico cristiano Hugh Ross escribe:

Afirmar que la ciencia [naturalista] y la teología [científica] son mutuamente excluyentes puede ser conveniente para los materialistas que no están dispuestos a defender su filosofía, pero es insostenible. La ciencia [convencional] raramente es religiosamente neutral. Del mismo modo, la fe religiosa raramente es científicamente neutral. Tanto la ciencia [naturalista] como la teología [científica] tratan frecuentemente con causa y efecto y con procesos de desarrollo en el mundo natural. Tanto la ciencia [naturalista] como la teología [científica] tratan con el origen del universo, del sistema solar, de la vida y de la humanidad.

Cuando se trata de las causas -agrega Ross-, los procesos de desarrollo y los orígenes, existen siempre dos posibilidades naturales: natural o sobrenatural. Insistir dogmáticamente que nunca deben considerarse respuestas sobrenaturales equivale a decir que todos los seres humanos sigan una sola religión, la del materialismo ateo. Encuentro irónico que, en nombre de la libertad religiosa, ciertos proponentes de la educación científica insisten en librar a nuestras instituciones de enseñanza e investigación de cualquier fe que se atreva a competir con la suya. (17)

Las palabras de Ross son profundamente acertadas. Los cientificistas quieren que la fe en Dios se quite para poner su dios y su patrón. Desdeñan las creencias religiosas pero propugnan las creencias en su religión materialista y atea. Actúan como la canción que dice: “Quítate tú pa’ poneme yo”.

En cuanto a las teorías disipativas de Prigogine, debe señalarse que han sido más famosas entre el hombre de a pie que entre sus colegas. En la segunda mitad de los ochenta, al físico ruso se lo comparó con Newton, mas sus colegas especializados en el estudio del caos que conocen bien la obra de Prigogine no compartían esa opinión.

El periodista especializado en temas científicos John Horgan escribe así de Prigogine:

[Sus] colegas lo acusan de ser arrogante y darse autobombo. Sostienen que ha hecho muy pocas, por no decir que ninguna, contribuciones a la ciencia; que no ha hecho más que recrear experimentos ajenos y largar filosofías al respecto; y que, de todos los premios Nobel que hasta ahora han sido, él es el que menos lo ha merecido. (18)

Como en todas las profesiones, también en ciencias naturales hay gente soberbia y envidiosa. No sé si es el caso de Prigogine y de sus colegas. Pero Horgan, reconocido en el periodismo científico, asegura que es cierto. ¿Acaso has notado que en unas profesiones más que en otras abundan la arrogancia, la omnisapiencia y la autosuficiencia? Tengo la impresión de que ciertos profesionales creen ser superiores o que saben más que los demás mortales.

Por otra parte, no olvidemos que en círculos de las ciencias naturales hay paradigmas creídos y aceptados porque un grupo de científicos con anterioridad lo acogió y propugnó, pasando por alto el más puro pensamiento crítico propio de quien se caracteriza por manejarse con genuina facultad de renovación capaz de generar nuevas ideas y avances reales, no meras copias y postulados mohosos, lejos del verdadero espíritu científico. De esta manera, el conocimiento científico siempre estará sesgado hacia un conjunto de teorías dominantes adoradas como vacas sagradas que rara vez suelen cuestionarse, entendiéndose dicho cuestionamiento como sacrificarlas en el altar de la verdad. (Ha sido dicho que la biología no ha avanzado debidamente por las desfasadas ideas darvinistas muy arraigadas en la mayor parte de biólogos, que obstinados en supuestos y prejuicios naturalistas ateos desembocan en callejones sin salida que entorpecen el avance del conocimiento de la verdad)

El George Wald que menciona McDowell ganó en 1967 el Nobel de la Paz en el área de las ciencias naturales, y es el mismo que escribió:

En cuanto al origen de la vida en esta Tierra, solo hay dos posibilidades: creación o generación espontánea (evolución). No hay una tercera forma. La generación espontánea [creía que podía surgir vida animal y vegetal de forma espontánea, a partir de la materia inerte] fue refutada hace [más de] 100 años, pero eso nos lleva únicamente a otra conclusión: la creación sobrenatural. Esta no podemos aceptarla por razones filosóficas (motivos personales); por tanto, escogemos creer lo imposible: que la vida surgió espontáneamente por casualidad. (19) (Las negritas son mías)

Como diría Condorito antes de irse de espaldas, “¡Exijo una explicación!”. ¡Plop! Sabido es que el grueso del pensamiento de muchos científicos naturalistas decanta por el fanatismo racionalista, materialista y reduccionista de Wald. No creen por falta de evidencias, sino que no creen a pesar de las evidencias reales. Prefieren creer -lo dijimos- los postulados irracionales y anticientíficos de la teoría de la evolución. Bueno, para algunos que la palabra creer causa irritación o piensan que creer es suicidio intelectual digámoslo así: No aceptan los hechos por falta de evidencia, sino que los rechazan a pesar de las evidencias.

Expresiones como las de Wald las pudiera uno esperar y hasta entender de un profano de las ciencias naturales, mas no de un científico; mucho menos del ganador del Nobel en esas ciencias. Viéndolo bien, no es raro puesto que muchos científicos naturalistas al contemplar el universo y la vida son más filósofos que hombres de ciencia. No olvidemos que ellos no son máquinas, aunque algunos lo crean. Tienen creencias, ideologías e intereses. También resentimientos y prejuicios antirreligiosos.

Semejante actitud irracional es muy común hoy entre los evolucionistas y neoevolucionistas. Cuando la teoría no cuadra o es inconsistente con los hechos comprobados por los más recientes descubrimientos, el procedimiento a seguir es obviar los obstáculos, no mencionarlos nunca y proseguir como si la hipótesis transformista fuera una genialidad.

Al cuestionarle la supuesta sopa originaria de la vida y la explicación de cómo, según él, se generó la vida inteligente, un ¡teísta! me respondió que “los elementos están allí”. A lo que repliqué (dejándome llevar por su paralogismo) que no cuestionaba los “elementos”, sino el producto; la “aparición” de la vida que conforme a su especulación había surgido de la combinación fortuita de elementos “simples” a un ente tan complejo como el ser humano.

Ahora bien, ¿de qué “elementos” presentes en la supuesta sopa pre-biótica hablaba mi dialogante? ¿Será los que según los creyentes evolucionistas fueron los ingredientes fundamentales para la génesis de la vida? A eso se refería. Pero resulta que dichos elementos tampoco estaban allí. ¡Cuánta libertad se toman los evolucionistas filosofando en nombre de las ciencias naturales! Cuando alguien espera que algo suceda, puede pasar por alto las cosas más obvias.

La actitud irracional de Wald y de otros hace recordar una anécdota que McDowell cuenta de J. W. Montgomery:

Hace muchos años hubo un hombre que pensó que estaba muerto. Su esposa y amigos, muy preocupados, lo enviaron al amistoso siquiatra del barrio. El siquiatra estaba determinado a curarlo convenciéndolo de un hecho que contradecía su creencia de que estaba muerto. El siquiatra decidió usar la simple verdad de que los muertos no sangran. Hizo que su paciente leyera de medicina, que asistiera a autopsias, etc. Después de semanas de esfuerzo, el paciente dijo finalmente: ‘¡Muy bien, muy bien! Ya me convenciste. Los muertos no sangran’. De inmediato, el siquiatra lo pinchó con una aguja, y el hombre sangró. El hombre miró cómo sangraba con un rostro pálido, y exclamó: ‘¡Dios mío! ¡Después de todo los muertos sí sangran!’. (20)

Montgomery comenta al respecto algo ya mencionado:

Esta parábola ilustra que si nos aferramos a presuposiciones falsas con suficiente tenacidad, los hechos no tendrán ninguna importancia. [Pasar por alto los hechos con tal de seguir en nuestra creencia es simple y llanamente deshonestidad intelectual] Usted será capaz de crear un mundo suyo, totalmente desligado de la realidad y totalmente incapacitado para ser tocado por la realidad. Los filósofos llaman a esta condición solipsismo, la siquiatría la llama autismo sicótico, y los abogados la llamarán locura. Tal condición equivale a la muerte, pues se rompe la conexión con el mundo de los vivos. El hombre de la parábola no sólo pensaba que estaba muerto, sino que, en sentido real, estaba muerto porque los hechos no tenían ningún significado para él. (21)

Dos comentarios al respecto:

1) En el ensayo La actitud es clave para resolver conflictos hago hincapié en que lo determinante noes qué piensa la gente que soy, sino lo que considero yo que soy. Si creo ser Bolívar; seré Bolívar. (Hay mandatarios que creen ser Bolívar, o que sus creencias recogen el pensamiento bolivariano, pero en verdad son la antítesis del Libertador) Si pienso que soy un gusano; lo seré y mi autoestima estará por los suelos. Mas si creo ser alguien importante (por ser criatura de Dios lo soy), digno de lo mejor que la vida me pueda ofrecer, viviré como tal. Todo depende de quién creo que soy. La mente ordena; todo mi ser obedece. “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es el hombre”, escribió Salomón. (Proverbios 23: 7) Viktor E. Frankl asevera que “el hombre se determina a sí mismo”. (A propósito de “pensamiento en su corazón”, ciertos estudios insinúan la existencia de neuronas en el corazón; si eso se demostrara, se confirmaría lo que la Biblia revela al afirmar que el corazón “habla”, “piensa”, “medita”, “clama”. Esas investigaciones aseguran que tenemos un “pequeño cerebro en el corazón”. “Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’”. [Salmos 53: 1] Es decir, el corazón del necio (heb. loco) dice y piensa que Dios no existe; y, si existe, es “malévolo” por no extirpar el mal. ¿Qué te parece cómo la Biblia asegura algo, la ciencia teológica lo acoge e interpreta y las ciencias naturales lo confirman? Wermer Keller diría, “Y… laBiblia tenía razón”.)

2) Ya manifesté que hay intelectuales y pensadores seculares y religiosos muy deshonestos intelectualmente. Lo son por desechar los hechos que están frente a sus ojos con tal de mantener una posición filosófica, religiosa o “científica” menos comprometedora.

Ahora bien, ¿por qué muchos científicos naturalistas no aceptan públicamente el creacionismo? Lo primero que toca recordar es que a los científicos convencionales se les enseña que ninguna hipótesis o teoría que conduzca a Dios y lo sobrenatural es científica. Por consiguiente, ninguna evidencia por muy contundente que sea es válida, pues la existencia de Dios o lo sobrenatural no es tema de discusión; ya está decidido: “Dios no existe; por ende, los milagros no ocurren”. “No creo en divinidades ni en milagros pues es igual que creer en el Chupacabras o la Tulivieja”, dirá alguno fanático racionalista o cientificista.

Dawkins antes de entablar conversación con alguien sobre las religiones convencionales y la religión darvinista pregunta si su interlocutor cree en Dios; si le respondes que “sí”, te da la espalda y te deja hablando solo. ¿Qué te parece? Para este proselitista y creyente del ateísmo filosófico Dios es un tema ya resuelto por él y su “ciencia”; por tanto, sin discusión. Para él y los que creen igual que él, Dios y lo sobrenatural son “un capítulo cerrado”. Su razón para negar a Dios y lo sobrenatural les quita el entendimiento de tal modo que no pueden sostener una conversación honesta y de altura con alguien que piense diferente a ellos. Quien no pueda mantener una conversación abierta y respetuosa con alguien que le lleve la contraria en realidad es un niño emocional. (Algunos lo catalogan despectivamente de “enanismo intelectual”. Soy incapaz de referirme a alguien en esos términos. Si lo hiciera, el enano emocional sería yo) Algún conflicto hay en su Niño interior por mucho que lo niegue. No creo en el refrán que reza que “de política y religión no se discute”. Si los ánimos no se saben manejar o canalizar en puntos cómo estos y otros controvertidos temas, ¿qué tipo de inteligencia emocional tenemos? Te confieso que aprendo más de la gente que no cree lo mismo que yo y cuestiona que de la que dice estar de acuerdo conmigo. Pues los primeros al argumentar e intentar rebatirme me dan la valiosa oportunidad de conocer sus creencias y prepararme para refutarlos. Por tal razón, en los agradecimientos de mi primer libro El origen del sufrimiento… doy gracias a los allí citados que no piensan igual que yo.

Nota: Tomado de nuestro libro El origen de la vida: ¿según cuál creencia? Todos los derechos de autor están protegidos por leyes internacionales. Segunda de Tres entregas