Navidad –
“Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones” Lucas 2: 33
Faltan poquito para que todo el pueblo cristiano celebre el nacimiento de Emmanuel, Dios con nosotros, Jesucristo se hizo hombre para morir como tal y traernos salvación, por eso es una ocasión de gran conmemoración.
Al hacer memoria sobre mis navidades pasadas, mi corazón se conmueve agradecido, porque no son los regalos que recibí lo más importante en mi memoria, ni siquiera la mesa adornada de mamá, el recuerdo más trascendental, Sino los himnos y villancicos que cantábamos con mis hermanos alrededor de la mesa, las oraciones de amor dando gracias por el Salvador o la celebración en la Iglesia con el coro y el compartir con nuestra familia espiritual lo que más amo y recuerdo con mucha gratitud.
Hoy seguimos participando con la Iglesia en la que pastoreamos, estos lindos tiempos de amor, pero como ya no soy una niña estoy más dispuesta a reconocer cuántos creyentes se sienten con expectativa de celebrar a Cristo, ellos, están con el ánimo levantado, la sonrisa de paz y gozo por el Salvador, pero también hay otros que están caídos, quizá no tengan todo lo que esperaban: el pavo de 10 kilos, el panetón más caro o los regalos soñados, entonces una vez más se cumple la Palabra, este niño esta destinado a causar la caída de algunos pero el levantamiento de otros.
Cristo Jesús vino para levantar a aquellos que creen en él, pero es una piedra de tropiezo para los que se olvidan de creer en Dios y piensan sólo en ellos y sus deseos personales.
La Navidad puede ser tropiezo no sólo a los incrédulos, también acarrea infelicidad a los creyentes que olvidan el verdadero sentido espiritual de esta fiesta y cayendo en el río caudaloso del mundo, se dejan llevar mareados por el alboroto de mirar y desear todo lo regio, olvidándose de lo primero que el Señor nos enseñó: dar.
Las deudas apresuradas ocurren en estas fechas porque algunos presionados creen que son necesarias para “pasar una buena navidadâ€, no son más que malas intenciones, que nos llevan aún teniéndolo todo, a la insatisfacción y hasta depresión.
¿Qué es entonces una buena navidad? Es gozarte en Cristo, en su nacimiento, el niño Jesús no ha venido a traer tu desplome, él ha venido a levantarte y darte vida.
Piensa en la gran venida al mundo del Dios hecho Hombre, piensa en el amor que tuvo y tiene por nosotros para dejar la Gloria y venir a darnos perdón y vida.
Si meditas en su Gracia Incalculable dejarás de pensar en ti mismo, en tus compras, en tus afanes, tus anhelos, empezarás a pensar más en ser agradecido, comenzando con el Señor que te salvó, y seguirás dando amor a la Iglesia que te edifica, a tu familia que necesita tener paz y no regalos en cantidad.
Esta fiesta se debe celebrar primero con humildad y verdadera gratitud, luego debes pensar en los demás para darles palabras de aliento y el evangelio de salvación, debes pensar en bendecir a la Iglesia donde te congregas y no esperar que ella te agasaje a ti. No lo olvides es el Nacimiento de Jesús el que celebramos, no la oportunidad para tener lo que el mundo exige como valioso
¿Han visto tus ojos la salvación? Eso es suficiente para dar gracias. Feliz Navidad.
Martha Bardales, http://devocionalescristianos.org
Reflexiones Cristianas – La Palabra Navidad
Un profesor de psicología le dio a sus estudiantes un examen de asociación de palabras.
Les dijo que escribieran lo primero que les viniera a la mente tan pronto como él dijera cada palabra. Por ejemplo, si decía «conversación», podían escribir «teléfono» o «diálogo».
Una de las palabras de ese día causó diversas reacciones y asociaciones sumamente interesantes. La palabra era «Navidad».
Estas fueron algunas de las palabras que asociaron con la Navidad: cohetes, fiesta, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces. Entre todas las asociaciones no hubo ninguna referencia a Jesucristo, ni siquiera a su nacimiento.
La verdad es que muy poco de lo que hacemos hoy día se asocia con lo espiritual. Muy pocas de nuestras actividades tienen alguna relación con lo divino.
Muy pocos de nuestros pensamientos abordan lo religioso.
Hablamos con vehemencia en contra del materialismo.
Nos sorprendemos cuando alguien afirma que es ateo.
Nos enojamos cuando alguna persona ridiculiza las cosas religiosas. Sin embargo, guardamos muy poca relación con lo espiritual. Claro que de cuando en cuando vamos a la iglesia, quizás una vez al mes o hasta una vez a la semana. Pero muchas veces lo hacemos para salir de una exigencia social.
Desde luego que buscamos a Dios en los momentos de tragedia, pero esto también viene a ser un acto de último recurso, cuando no nos queda otra esperanza en la vida. Mientras tenemos buena salud y disfrutamos de popularidad, mientras nuestros amigos nos acogen y todo nos va bien, no buscamos seriamente a Dios.
Así que aquellas asociaciones con la palabra «Navidad» revelan algo que se expresa en todas las facetas de nuestra vida.
Si aquel profesor les hubiera dicho la palabra que pusimos como ejemplo, «conversación», habría escogido una de las palabras que más debiéramos asociar con la Navidad. Porque a los ojos de Dios, lejos de representar cohetes, fiestas, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces, la Navidad fue el principio de un nuevo diálogo que entabló Él con nosotros.
Esa primera Nochebuena, Dios el Padre, mediante el nacimiento de su Hijo Jesucristo, reparó la línea de comunicación con nosotros que se había cortado a fin de que pudiéramos restablecer con Él la comunión que habíamos perdido. De modo que ahora todos podemos tener comunión íntima y constante con Dios.
Él está esperando que respondamos a la llamada celestial que nos hizo por medio de su Hijo. Pues es mediante esa conversación que restablecemos la conexión y mostramos que comprendemos el verdadero sentido de la Navidad.
Carlos Rey.
Fuente:conciencia.net
Este día es una oportunidad para reflexionar sobre el más grande amor demostrado hacia la humanidad. El amor eterno de Dios.
“De tal manera amó Dios a este mundo, que envió a su único Hijo, Jesucristo, para que todo aquel que en él crea no se pierda, más tenga vida eterna” Juan 3:16.
En general, la Navidad toma la encarnación del Verbo de Dios en la parte más descomprometida e infantil. Es un niño quien ha nacido. Y un niño no dice cosas serias. Este Niño Dios no ha dicho todavía “Sed perfectos”, ni “sepulcros blanqueados”, ni “vende tus bienes y sígueme” ni “Yo soy la Verdad y la Luz”. Todavía está callado este niño. Y nos aprovechamos de su silencio para comprarle el Amor barato, a precio de villancicos y panderetas.
En el día de la Encarnación todos vuelven la vista hacia Belén, como en día de sol radiante se refugian todos a la sombra del alero. Los más complicados Góngoras hacen versillos de claveles y auroras, con melodía pastoril. Los más escolásticos y abstractos Calderones, escriben para la fiesta diálogos de Mengas y Pascuales. San Juan de la Cruz, que ha volcado hasta los umbrales del divino desposorio, en una Nochebuena sale de su celda como un loquillo de atar, meciendo al Niño en sus brazos, bailando y cantando una cancioncilla de amores aldeanos:
“Si amores me han de matar ¡agora tienen lugar!»
En esa Nochebuena no intuimos el tremendo compromiso que adquirimos los humanos. Como es un Niño el que nos ha nacido, no percibimos la Ley y el Compromiso serio, que nos trae debajo de su débil brazo. En torno a un niño todo parece ser cosa de juego y de algarabía. ¿También con el Niño Dios?
No; no puede ser la Navidad subterfugio y evasiva de la Encarnación. No es la fiesta de un derretimiento pueril y pasajero. Es la fiesta de un exigente amor varonil y total.
Vienen ya de camino Magos de Oriente que le van a quitar al portal todo el aspecto de fiesta de familia. Los magos no son ya pastores con cantarcillos, con requesón, manteca y vino. Son sabios y poderosos y científicos y extranjeros que vienen aleccionados por la astronomía. No vienen a pactar una noche de tregua de trinchera a trinchera: vienen a exigir las últimas consecuencias de la Paz prometida a todos los hombres. Vienen a hacer de Belén, la aldea de la Encarnación, la primera ciudad plenamente internacional del planeta. Vienen a ver si realmente ha nacido un rey que traiga la verdadera paz, la justicia auténtica y el amor sin componendas.
¿Hemos entendido esto del todo?…¿A qué nos compromete la Encarnación del Hijo de Dios? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy la Encarnación?
¿Entenderemos todos lo que allí, en Belén, se juega? ¿Nació en cada uno de nosotros, ese Niño Dios?Navidad no son las luces de colores, ni las guirnaldas que adornan las puertas y ventanas de las casas, ni las avenidas engalanadas, ni los árboles decorados con cintas y bolas brillantes, ni la pólvora que ilumina y truena.
Navidad no son los almacenes en oferta. Navidad no son los regalos que demos y recibimos, ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni las fiestas que celebramos. Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los Reyes Magos que traen regalos. Navidad no son las comidas especiales. Navidad no es ni siquiera el pesebre que construimos, ni la novena que rezamos, ni los villancicos que cantamos alegres.
Navidad es Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y nos pide un rincón de nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es tremendamente importante, pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar nuestra dignidad humana como la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso, Navidad es tremendamente exigente porque Dios pide a gritos un hueco limpio en nuestra alma para nacer un año más. ¿Se lo daremos?
Navidad es una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es tremendamente importante a la luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una mujer del género humano le diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo. Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.
Navidad es un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente importante ser niño, y niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en el almacomo hizo María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños, y no abofetear a los niños, y no insultar a los niños.
Navidad son ángeles que cantan y traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por eso es tremendamente importante ser constructores de paz y no fautores de guerras.
Navidad son pastores que se acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es tremendamente importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si tenemos que dar preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes, ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es el Reino de los cielos.
Navidad es esa estrella en mi camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que caminar por desiertos polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa estrella. La Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos signos que Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el claroscuro de la fe.
Navidad es anticipo de la cena del Señor, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio, pobreza; y las de María: pureza, fe, generosidady las de José: fe, confianza y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que consuela, que anima y que sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen. Belén es tierra del pan y ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos celebrando en este año dedicado a la Eucaristía.
Navidad es ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al humilde y sencillo de corazón.
Navidad es una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos ciega por tanta luz y disipa toda nuestras zonas oscuras. Meterse en el portal de Belén es comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y purificadora.
Navidad es esperanza para los que no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo que nos lanza a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar el sentido último de nuestra vida humana.
Navidad es entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. Podemos pensar en el dolor de María, quien nos ofreció en cierta forma, a su hijo Jesús,el Hijo de Dios. Por eso, quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.
Navidad es alegría para los tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es solidaridad con los pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en Belén?
Ya desde el pesebre pende la cruz. Es más, el pesebre de Belén y la cruz del Calvario están íntimamente relacionados, profundamente unidos entre sí. El pesebre anuncia la cruz y la cruz es resultado y producto, fruto y consecuencia del pesebre. Jesús nace en el pesebre de Belén para morir en la cruz del Calvario. El niño débil e indefenso del pesebre de Belén, es el hombre débil e indefenso que muere clavado en la cruz.
El niño que nace en el pesebre de Belén, en medio de la más absoluta pobreza, en el silencio y la soledad del campo, en la humildad de un sitio destinado para los animales, es el hombre que muere crucificado como un blasfemo, como un criminal, en la cruz destinada para los esclavos, acompañado por dos malhechores.
En su nacimiento, Jesús acepta de una vez y para siempre la voluntad de Dios, y en el Calvario consuma y realiza plenamente ese proyecto del Padre.
¡Qué unidos están Belén y Calvario!
El pesebre es humildad; la cruz es humillación. El pesebre es pobreza; la cruz es desprendimiento de todo, vaciamiento de sí mismo. El pesebre es aceptación de la voluntad del Padre; la cruz es abandono en las manos del Padre. El pesebre es silencio y soledad; la cruz es silencio de Dios, soledad interior, abandono de los amigos. El pesebre es fragilidad, pequeñez, desamparo; la cruz es sacrificio, don de sí mismo, entrega, dolor y sufrimiento.
Ahora sí hemos vislumbrado un poco más el misterio de Belén, el misterio de la Navidad, el misterio de este Dios Encarnado.
¿Castañuelas, panderetas y zambombas? ¡Bien! Pero no olvidemos el compromiso serio de este Dios Encarnadopues en cuanto comience a hablar nos va a pedir: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Entonces nos darán ganas de tirar a una esquina la pandereta, las castañuelas y comenzar a escuchar a ese Dios Encarnado que por amor a nosotros toma la iniciativa de venir a este mundo, para enseñarnos el camino del bien, del amor, de la paz y de la verdadera justicia.
Catholic.net
Una de las críticas que se levanta contra la validez histórica de Jesús, Su crucifixión, y resurrección, es que posteriormente a la época de Jesús, la leyenda, de alguna forma, se infiltró en las historias acerca de Él y corrompieron los registros verdaderos de Su vida. Si esto es así, y si podemos encontrar información más temprana relacionada a los eventos fundamentales de la crucifixión de Cristo, entonces, menos probable serían el error y la leyenda evitando su filtración dentro de la historia y haciendo estos eventos más creíbles.
1ª Corintios 15:3-5 es considerada por muchos eruditos como un credo extremadamente reciente de la iglesia Cristiana primitiva. Un credo es una declaración de creencia y en éste, vemos que el apóstol Pablo dice que él ha recibido esta información:
“Por que yo les entregué a ustedes primeramente lo que yo también recibí, de que Cristo murió por nuestros pecados de acuerdo a las Escrituras,4 y de que Él fue enterrado, y de que Él fue levantado al tercer día de acuerdo a las Escrituras, 5y de que se le apareció a Cefas, después a los doce.” (1ª Corintios 15:3-5, NASB).
Si la Crucifixión fue en el año 30 D.C., la conversión de Pablo fue tan temprana como en el 34 D.C., y su primera reunión en Jerusalén fue alrededor del año 37 D.C. Podemos ver entonces que el tiempo entre el evento de la crucifixión de Cristo y el de Pablo recibiendo la información acerca de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (en Jerusalén) sería dentro de un período de siete años (de cinco si usamos las fechas más tempranas). Este es un período muy corto de tiempo y no es lo suficientemente largo como para que una leyenda se filtrara y corrompiera la historia. Esto es especialmente importante debido a que los apóstoles estaban vivos, hablaron con Pablo y fueron ellos los testigos oculares de la muerte, sepultura y posteriores apariciones de Cristo resucitado. Pablo mismo había visto al Señor Jesús antes de Su muerte y después de Su resurrección (Hechos 9). El registro de Pablo coincide con el registro de los otros Apóstoles siendo escrito por Pablo en 1ª Corintios 15 alrededor del año 54.
Así que debido a que 1ª Corintios fue escrita temprano—como en el año 54 D.C. —esto significaría que desde el evento (muerte, sepultura y resurrección de Cristo) hasta el momento de ser escrito, paso un período de tiempo muy corto: 24 años. Recuerde además que para la época había muchos Cristianos alrededor que pudieron haber corregido los escritos de Pablo si él hubiera estado en un error. Pero no tenemos registro de nadie que haya hecho algún tipo de corrección o retos en cuanto a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo: ni de Romanos, Judíos u otros Cristianos.
Debemos anotar aquí que algunos críticos de la Biblia claman que no existe evidencia extra bíblica de la existencia de Cristo (lo cual no es verdad), y que por lo tanto, Él no existió. Pero la espada corta en ambos sentidos. Si ellos pueden decir que los eventos de Jesús no son reales debido a que no existe evidencia extra bíblica que los mencione, entonces podemos también decir que como no existen registros extra bíblicos refutando la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, entonces, estos eventos tienen que ser verdaderos. En otras palabras: la falta de escritos extra bíblicos no prueba de que Cristo no vivió y claro está, que tampoco murió. Aún más, Pablo corrobora los registros de los evangelios (Él escribió antes que los evangelios fueran escritos) y verificó muchas cosas:
Jesús nació como Judío (Gálatas 4:4), Jesús fue traicionado (1ª Corintios 11:23) y Jesús fue crucificado (Gálatas 3:1; 1ª Corintios 2:2; Filipenses 2:8), Jesús fue sepultado y levantado nuevamente (1ª Corintios 15:4; Romanos 6:4).
Pablo, obviamente consideró a Jesús como una figura histórica no como una leyenda o un mito. Pablo fue además, un hombre de gran integridad el cual sufrió mucho por su fe. Él no era la clase de persona que simplemente creía en historias o leyendas. Él era después de todo, un Judío devoto (un Fariseo) y un gran perseguidor de la Iglesia. Algo muy profundo tuvo que haberle sucedido para que cambiara su posición, abandonando la fe y tradición Judía, para sufrir posteriormente persecuciones, palizas, prisiones, etc. El acontecimiento que más probablemente encaja en todo esto es el de que Jesús murió, fue sepultado y se levantó de entre la muerte y se le apareció a Pablo exactamente de la forma como Lucas lo describe en Hechos 9. [39]
Una de las críticas que se levanta contra la validez histórica de Jesús, Su crucifixión, y resurrección, es que posteriormente a la época de Jesús, la leyenda, de alguna forma, se infiltró en las historias acerca de Él y corrompieron los registros verdaderos de Su vida. Si esto es así, y si podemos encontrar información más temprana relacionada a los eventos fundamentales de la crucifixión de Cristo, entonces, menos probable serían el error y la leyenda evitando su filtración dentro de la historia y haciendo estos eventos más creíbles.1ª Corintios 15:3-5 es considerada por muchos eruditos como un credo extremadamente reciente de la iglesia Cristiana primitiva. Un credo es una declaración de creencia y en éste, vemos que el apóstol Pablo dice que él ha recibido esta información:“Por que yo les entregué a ustedes primeramente lo que yo también recibí, de que Cristo murió por nuestros pecados de acuerdo a las Escrituras,4 y de que Él fue enterrado, y de que Él fue levantado al tercer día de acuerdo a las Escrituras, 5y de que se le apareció a Cefas, después a los doce.” (1ª Corintios 15:3-5, NASB).
Si la Crucifixión fue en el año 30 D.C., la conversión de Pablo fue tan temprana como en el 34 D.C., y su primera reunión en Jerusalén fue alrededor del año 37 D.C. Podemos ver entonces que el tiempo entre el evento de la crucifixión de Cristo y el de Pablo recibiendo la información acerca de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (en Jerusalén) sería dentro de un período de siete años (de cinco si usamos las fechas más tempranas). Este es un período muy corto de tiempo y no es lo suficientemente largo como para que una leyenda se filtrara y corrompiera la historia. Esto es especialmente importante debido a que los apóstoles estaban vivos, hablaron con Pablo y fueron ellos los testigos oculares de la muerte, sepultura y posteriores apariciones de Cristo resucitado. Pablo mismo había visto al Señor Jesús antes de Su muerte y después de Su resurrección (Hechos 9). El registro de Pablo coincide con el registro de los otros Apóstoles siendo escrito por Pablo en 1ª Corintios 15 alrededor del año 54.
Así que debido a que 1ª Corintios fue escrita temprano—como en el año 54 D.C. —esto significaría que desde el evento (muerte, sepultura y resurrección de Cristo) hasta el momento de ser escrito, paso un período de tiempo muy corto: 24 años. Recuerde además que para la época había muchos Cristianos alrededor que pudieron haber corregido los escritos de Pablo si él hubiera estado en un error. Pero no tenemos registro de nadie que haya hecho algún tipo de corrección o retos en cuanto a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo: ni de Romanos, Judíos u otros Cristianos.
Debemos anotar aquí que algunos críticos de la Biblia claman que no existe evidencia extra bíblica de la existencia de Cristo (lo cual no es verdad), y que por lo tanto, Él no existió. Pero la espada corta en ambos sentidos. Si ellos pueden decir que los eventos de Jesús no son reales debido a que no existe evidencia extra bíblica que los mencione, entonces podemos también decir que como no existen registros extra bíblicos refutando la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, entonces, estos eventos tienen que ser verdaderos. En otras palabras: la falta de escritos extra bíblicos no prueba de que Cristo no vivió y claro está, que tampoco murió. Aún más, Pablo corrobora los registros de los evangelios (Él escribió antes que los evangelios fueran escritos) y verificó muchas cosas:
Jesús nació como Judío (Gálatas 4:4), Jesús fue traicionado (1ª Corintios 11:23) y Jesús fue crucificado (Gálatas 3:1; 1ª Corintios 2:2; Filipenses 2:8), Jesús fue sepultado y levantado nuevamente (1ª Corintios 15:4; Romanos 6:4).
Pablo, obviamente consideró a Jesús como una figura histórica no como una leyenda o un mito. Pablo fue además, un hombre de gran integridad el cual sufrió mucho por su fe. Él no era la clase de persona que simplemente creía en historias o leyendas. Él era después de todo, un Judío devoto (un Fariseo) y un gran perseguidor de la Iglesia. Algo muy profundo tuvo que haberle sucedido para que cambiara su posición, abandonando la fe y tradición Judía, para sufrir posteriormente persecuciones, palizas, prisiones, etc. El acontecimiento que más probablemente encaja en todo esto es el de que Jesús murió, fue sepultado y se levantó de entre la muerte y se le apareció a Pablo exactamente de la forma como Lucas lo describe en Hechos 9.
Fuente:
http://www.miapic.com/1-Corintios-15-3-4-un-credo-temprano
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