El Juicio De Satanás y Los Ángeles Caídos


El Juicio De Satanás y Los Ángeles Caídos

A.Introduccion:

El destino de los malvados es la separación eterna de Dios, y eterno sufrimiento, conocido con el nombre de muerte segunda. Debido a su terrible naturaleza, es una materia de la cual uno instintivamente retrocede, y sin embargo, es asunto que se debe afrontar, puesto que se trata de una verdad positiva de la revelación divina. De ahí que el Cristo tierno y amoroso advirtió a los hombres con respecto a los sufrimientos del infierno. Lo que dijo con referencia a la esperanza del cielo podría aplicarse muy bien a su enseñanza relativa a la existencia del infierno. «Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho.» Juan 14:2.

El infierno es un lugar de extremo sufrimiento (Apocalipsis 20:10), recuerdo y remordimiento (Lucas 16:19-31), deseos insatisfechos (Lucas 16:24), me­nosprecio (Daniel 12:2), malas compañías (Apocalipsis 21:8), desesperanza (Proverbios 11:7; Mateo 25:41).[1]

B. EL JUICIO DE SATANÁS EN LA CRUZ

El conflicto entre Dios y Satanás comenzó con la caída de Satanás de su estado original de santidad mucho antes que Adán y Eva fueran creados (véase capítulo 22). A través de la historia del hombre, cayeron sobre Satanás varios juicios, incluyendo el juicio del Huerto de Edén que fue infligido a la serpiente y el pronunciamiento de Génesis 3:15 que anunciaba la caída definitiva de Satanás. Allí Satanás fue informado de que la simiente de la mujer «te herirá en la cabeza y tú le herirás el calcañal». Esto se refería al conflicto entre Satanás y Dios que trajo como resultado la crucifixión de Cristo. Aunque Cristo murió en la cruz, fue levantado de entre los muertos, y a esto se refiere el «tú le herirás el calcañal». Por contraste, Satanás sufrió una herida mortal que le significará su derrota total, expresada en la frase «te herirá en la cabeza». Cristo, en su muerte, logró una victoria duradera sobre Satanás.

En Juan 16:11 se hace referencia a esta misma verdad, donde Cristo señala que el Espíritu Santo, cuando venga, convencerá al mundo «de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado». El juicio de Satanás fue pronunciado en la cruz, y Satanás fue declarado culpable de rebelión contra Dios, lo que hizo necesario el sacrificio de Cristo con el fin de salvar a los hombres caídos.

Un incidente anterior en la vida de Cristo también anunció la victoria de Cristo sobre Satanás. Cuando regresaron los setenta que había enviado a predicar, ellos dijeron en Lucas 10:17: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.» Cristo les respondió: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (10:18). Este era un anuncio profético de la derrota final de Satanás.

C. SATANÁS, EXPULSADO DEL CIELO

En el comienzo de la Gran Tribulación, cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de Cristo, según Apocalipsis 12:7-9, ocurre una guerra en el cielo entre Miguel, el jefe de los santos ángeles, y Satanás, descrito como el dragón, y sus ángeles (llamados ángeles caídos). Satanás y los ángeles caídos son derrotados, y «fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él» (Ap. 12:9).

Como se dice en Apocalipsis 12:10, Satanás ha estado incesantemente ocupado en acusar a los hermanos, y «los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». La obra acusadora de Satanás se presenta por primera vez en las Escrituras en el libro de Job, y llega a su fin con el anuncio del juicio definitivo que habrá en su contra. A partir de este punto en el programa profético, aproximadamente cuarenta y dos meses antes de la segunda venida de Cristo (cf. Ap. 12:6), Satanás y los ángeles impíos quedan por fin excluidos del cielo. La derrota de Satanás, que comenzó cuando fue incapaz de tentar exitosamente a Cristo, hecha evidente por la expulsión de demonios realizada por Cristo y sus seguidores y asegurada por la muerte de Cristo en la cruz, ahora se acerca rápidamente a su clímax. Satanás, ya juzgado y declarado culpable, ahora está a punto de ver ejecutado el juicio en su contra.

D. SATANAS, ATADO Y ECHADO EN EL ABISMO

En la segunda venida de Cristo se ejecuta el juicio condenatorio no sólo sobre un mundo blasfemo y sus gobernadores, sino también sobre Satanás y los ángeles caídos. En Apocalipsis 20:1-3 Juan escribe: «Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.»

En esta gráfica visión se registra un nuevo avance en el juicio de Satanás. Juan no solamente ve a Satanás atado y arrojado en el abismo siendo confinado allí, sino que se da también la razón de esta acción. El propósito es que Satanás sea incapaz de engañar a las naciones hasta que se hayan cumplido mil años y haya llegado a su término el reino milenial. Aunque esta verdad se le da a Juan en una visión, la interpretación es clara. Satanás es incapacitado para que no engañe más al mundo como lo hizo desde que Adán y Eva fueron creados.

La presentación vívida de Satanás atado durante mil años —lo que dura el reinado de Cristo— es otra evidencia importante de que el reino milenial todavía es futuro y que no debe ser identificado con ningún reinado presente de Dios. En las Escrituras es muy obvio que Satanás ahora no está atado, como se vio en el estudio previo de Satanás (véase el capítulo 23). Cualquier cumplimiento literal de Apocalipsis 19 – 20 exige que ocurra primero la venida de Cristo e inmediatamente después sea atado Satanás. En Apocalipsis 20 se menciona seis veces el período de mil años, señalando los acontecimientos que la preceden y los que la suceden. El encadenamiento de Satanás ocurre, muy claramente, antes del comienzo de los mil años.

Aunque nada se dice en este pasaje acerca de los ángeles caídos, se puede suponer que en este punto también son confinados, así como también fueron expulsados del cielo junto con Satanás cuarenta y dos meses antes. En ningún pasaje milenial se habla de actividad satánica hasta el mismo fin, cuando Satanás es desatado por un poco de tiempo.

E. EL JUICIO FINAL DE SATANÁS

Apocalipsis 20:7 dice: «Cuando mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión.» El versículo siguiente declara que «saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar». Conducidos por Satanás, muestran ahora su verdadero color una multitud de personas que habían profesado sólo exteriormente seguir a Cristo. Estos son hijos nacidos en el milenio, forzados por las circunstancias a profesar fe en Cristo, pero realmente jamás habían tenido el nuevo nacimiento. Ahora, en abierta rebelión, «rodean el campamento de los santos y la ciudad amada», Jerusalén. Su suerte es un juicio inmediato y, según Apocalipsis 20:9, «de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió».

Según el versículo 10, inmediatamente después, «el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos». Esta es la condenación final de Satanás, porque su destino es el fuego eterno preparado por Dios para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41).

Los ángeles caídos también son juzgados, porque siguieron la rebelión original de Satanás contra Dios (Is. 14:12-17; Ez. 28:12-19). Según 2 Pedro 2:4, «Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio». El infierno aquí se refiere al Tártaro, lugar de castigo eterno, y no’ al Hades, donde van los muertos impíos antes de ser, arrojados en el lago de fuego (Ap. 20:13, 14).

El juicio de los ángeles también se menciona en Judas 6, donde se hace la siguiente revelación: «Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.» Cuando esta afirmación se pone al lado de otros pasajes que se refieren a la caída y el juicio de Satanás y los ángeles impíos, se ve claramente que —aunque Satanás y algunos de los ángeles tienen una cierta medida de libertad y debido a ello conduce a una guerra incesante contra los santos ángeles y el pueblo de Dios sobre la tierra— hay ángeles que están encadenados y no tienen libertad. Sin embargo, todos están destinados para el juicio del gran día, refiriéndose al juicio de Satanás y todos los ángeles caídos que ocurrirá al final del reino milenial.

Aunque en la providencia de Dios Satanás y los ángeles caídos han ejercido gran poder e influencia en el mundo y se han opuesto incesantemente a Dios, su derrota final es cierta y el juicio eterno la seguirá. Sin embargo, los cristianos afligidos por Satanás, como Job en el Antiguo Testamento, pueden descansar en el hecho de que su victoria final está asegurada y que los enemigos de Dios serán juzgados a su debido tiempo. El hecho de que la bestia y el falso profeta hayan sido echados en el lago de fuego al iniciarse el milenio y aún estén allí cuando éste termina, demuestra que el castigo es sin fin. Las Escrituras enseñan claramente que hay sólo dos resultados finales en los juicios, uno la eterna bienaventuranza del cielo y el otro el tormento sin fin en el lago de fuego.[2]

F.Puntos de vista falsos

1.Universalismo.

Según este punto de vista, todos serán finalmente salvos. El que Dios es demasiado amoroso como para excluir a nadie del cielo parece ser su alegato. La teoría se contradice por pasajes tales como Romanos 6:23; Lucas 16:19-31,Juan 3:36 y otras. Es, en realidad, una misericordia el que Dios excluya a los pecadores del cielo, puesto que un pecador contaminado se sentiría tan infeliz en el cielo, como un creyente en el infierno.

2. Restauración.

Según este punto de vista, el castigo en el infierno no es eterno, sino un acontecimiento transitorio para el fin de purificar al pecador y capacitarlo pnra el cielo. Si este fuera el caso, el fuego del infierno tendría más poder o eficacia que la sangre de Cristo. Además, la experiencia nos enseña que el cantillo en sí mismo no es regenerativo; puede restringir, pero no transfor­mar.

Los maestros de esta escuela afirman que la palabra eterno en el idioma griego significa que durará por una edad, pero no eternamente. Pero de acuerdo con Mateo 25:41, si el castigo de los malvados tiene fin, también lo tendrá la felicidad de los justos.

Al cuestionamiento de si el infierno es eterno o no, los ortodoxos orientales lo explican de esta manera:

El cuerpo será semejante al cuerpo de Cristo resucitado: sin pesantez y sin impenetrabilidad. Ya en esta vida, la ascesis conduce gradualmente al estado de pre-resurrección. San Pablo habla del arte de verse el rostro descubierto, y el juicio es la visión total del hombre entero. San Isaac habla asimismo del juicio por el amor que todo lo abrasa. “Los pecadores no están privados del amor divino”, pero su lejanía de la fuente, su pobreza, el vacío de su corazón que es incapaz de responder al amor de Dios, les acarrean acerbos sufrimientos puesto que, tras la revelación de Dios, será imposible no amar ya a Cristo.

El evangelio emplea la imagen de la separación de las ovejas y los carneros. No existen santos perfectos, como tampoco existen pecadores en quienes no haya por lo menos algunas parcelas buenas, y este hecho, según el padre Sergei Bulgakov, nos permite conjeturar una interiorización de la noción de juicio: ya no sería una separación entre los hombres, sino en el interior de todo hombre. Así pues, las palabras sobre la destrucción, el aniquilamiento, la segunda muerte no se referirían a los seres humanos, sino a sus elementos demoníacos. Tal sería el sentido del fuego: antes purificación y curación que castigo. La amputación no es la desaparición del hombre, sino el sufrimiento de su disminución. En justicia, todos los hombres deben ir al infierno, pero también en todos ellos hay parcelas de paraíso y de infierno. La espada divina penetra en las profundidades humanas y en ellas opera una separación: así se evidencia que lo dado por Dios como don no fue recibido y actualizado. Este vacío constituye la esencia del sufrimiento infernal: el amor no realizado, la trágica no-conformidad entre la imagen y la semejanza. La complejidad de la mezcla del bien y del mal durante la vida terrestre hace inoperante toda noción jurídica, y eso nos sitúa ante al mayor misterio de la sabiduría divina. ¿Es eterno el infierno? En primer lugar, la eternidad no es la medida del tiempo y, sobre todo, no es el infinito malo, la ausencia de fin. La eternidad es el tiempo divino, es una determinación cualitativa, y así podemos decir que son distintas las eternidades del paraíso y del infierno. Es imposible concebir la eternidad como forma vacía, independiente de su contenido. Si, en el tiempo actual, panta rei, todo fluye, todo pasa, en el siglo futuro, por el contrario, la vida continuará en el sentido del crecimiento: nada pasará para desaparecer, ya que todo será enteramente positivo, digno de permanecer eternamente.

La concepción corriente de los sufrimientos eternos no es más que una opinión escolar, una teología simplista (de naturaleza penitencial), que echa en olvido la profundidad de unos textos como Juan 3, 17 y 12, 47. ¿Acaso es imaginable que, junto a la eternidad del reino, Dios prepare la eternidad del infierno, la cual, en cierto sentido, sería un fracaso del plan divino, una victoria incluso parcial del mal? San Pablo en 1 Cor 15, 55 parece afirmar lo contrario. Si san Agustín reprobaba a los “misericordes”, es porque se alzaba contra el libertinismo y el sentimentalismo. Por otra parte, el argumento pedagógico del miedo, no sólo es inoperante en la actualidad, sino que incluso puede emparejar el cristianismo con el Islam. El temblor ante las cosas santas salva al mundo de su insulsez, pero el amor perfecto ahuyenta todo temor (1 Jn 4, 18).

Podríamos decir que el infierno no existe en la eternidad, ni siquiera en el tiempo como medida, sino en su interioridad subjetiva sin fondo y fantomática. El quinto concilio ecuménico no examinó la cuestión de la duración de los sufrimientos infernales. El emperador Justiniano (que, en este caso, parecía uno de los “justos” de la historia de Jonás, a quienes decepcionó que el castigo no alcanzara a los culpables), propuso su doctrina personal al patriarca Mino en el año 543. El patriarca elaboró unas tesis contra el neo-origenismo y el papa Vigilio las confirmó. Más tarde fueron erróneamente atribuidas al quinto concilio ecuménico. Pero esta doctrina no es más que una opinión personal, y la doctrina opuesta -de los Padres Capadocios (San Gregorio Niseno, San Gregorio Nacianceno…)- nunca ha sido condenada.

Al final, Satanás se verá privado del mundo, objeto de su concupiscencia, y, al mismo tiempo, se verá limitado a su propio ser; pero éste no es ilimitado. El satanismo puro se agota cuando el sujeto se halla carente de objeto. Por el contrario, el corazón de la Iglesia -el corazón de la Teotokos- no tiene límites. San Isaac habla del corazón ardiente de amor hasta por los reptiles, incluso por los demonios. La expiación se extiende a todo el plan de la creación divina. La segunda muerte se refiere a los principios del mal, que se han desarrollado en el espacio y el tiempo: a su término, se angostan y desaparecen para siempre. Si la libertad ha permitido una deterioración pasajera, el balance final está entre las manos de Dios.

Pavel Evdokimov. “La mujer y la Salvación del mundo” Ediciones Ariel. Barcelona. 1970.

La palabra apocatástasis (salvación de todos) aparece en el Nuevo Testamento y concretamente en Hechos 3,20 ss.: «para cuando vengan por disposición del Señor los tiempos de consolación y envíe al mismo Jesucristo que os ha sido anunciado, el cual debe ciertamente mantenerse en el cielo hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (apokatastáseos pánton) de que antiguamente Dios habló por boca de sus santos profetas». Dicha perícopa pertenece al sermón de San Pedro a los judíos en el que se acentúa la esperanza mesiánica de una nueva creación; todas las cosas serán renovadas y reinará un orden perfecto y definitivo conforme al plan de Dios.

Pero no somos ingenuos, sabemos perfectamente que también hay elementos antiapocatástasis en la literatura paulina que se pueden interpretar al revés.

¿Cómo resolvió Oriente esta contradicción?

Fácil, con la plegaria por la apocatástasis. Es decir, no se da por hecha la apocatástasis, no es segura, pero es una petición insistente del pueblo ortodoxo, una demanda al Señor que lo más probable es que se cumpla. La pedimos al Señor.

Embellece al que la pide, y lo más probable es que se cumpla (si la pedimos con todas nuestras fuerzas).

Y, sobre todo, al cumplirse, el plan de Dios se cumple por completo, sin imperfecciones. Se elude así ese viejo esquema gnóstico que cree en dos principios igual de poderosos (el bien y el mal). Si no hubiera apocatástasis, la tesis gnóstica sería válida. El bien coexistiría con el error eterno, con el mal eterno. Eso no es cristiano, ¿no? En el cristianismo el bien acaba al final con todo mal, acaba con todo error.» [4]

El doctor Maclaren hace el comentario siguiente:

Aceptando con reverencia las palabras de Cristo, como expresión de amor perfecto e infalible sabiduría, el que esto escribe teme que, en la discusión con respecto a la duración del castigo, la verdad solemne relativa a la realidad de la retribución futura se oscurezca o debilite, y el hombre arguya con respecto al «temor del Señor», hasta dejar de experimentar sentimiento altluno con respecto a dicha retribución.

El hábito tiende a fijarse. El carácter tiende a adquirir permanencia final. Dios no obligará al hombre a salvarse en el futuro, como no lo obliga en la actualidad.

Segunda oportunidad.

Según esta teoría, todos tendrán una segunda oportunidad, para aceptar la salvación, entre la muerte y la resurrección. Sin embargo, las Sagradas Escrituras enseñan que a la muerte queda fijado el destino del hombre (Hebreos 9:27). Además, si la gente piensa que se le presentará una segunda oportunidad, ¿cuántos aceptarán la primera oportunidad, o la aprovecharán? Y si descuidan la primera oportunidad, de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana, estarán más débiles para aceptar la segunda.

Aniquilación.

Los que propugnan esa teoría dicen que la Biblia enseña que los impíos perecerán, y que esto prueba que el castigo final consistirá en la aniquilación. Eso no puede ser cierto, porque si perecer significa ser aniquilado, entonces el hijo pródigo fue aniquilado antes de regresar a su padre, siendo que cuando comenzó a arrepentirse, dijo: «¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!» (Lucas 15:17)

Y nos dice también la Biblia que el mundo antediluviano pereció anegado en agua (2 Pe 3:6). Y,sin embargo,el mundo todavía continúaexistiendo (Sal. 78:45;Heb 2:14;Sal 31:10)

Estos textos prueban de modo concluyente que las palabras «destruir» y «consumir» no sifgnifican aniquilación.El vocablo «destrucción» significa dañar o perjudicar una cosa de tal manera que venga a ser inservible.

notas

1.Myer Pearlman, Teologia Biblica y sistematica,pag. 282,ed. Vida, ed en ingl. 1958,trad. en esp. 1992

2. Lewis Sperry Chafer,El Juicio De Satanás y Los Ángeles Caídos,seminariobierto.com

3. Teologia Biblica y sistematica,pag.282-284,op. cit

4.http://rastacalcedonico.wordpress.com/2009/02/26/el-infierno-es-eterno-o-no/

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