Las tentaciones de Cristo y su impecabilidad
a. Definiciones:
«Impecabilidad = incapaz de pecar, era imposible que Cristo pecara.
Pecabilidad = capaz de pecar, Cristo podría haber pecado (aunque no lo hizo). Existía la posibilidad de que Cristo pecara.» (1)
b. ¿Podría haber pecado Jesús?
«Los que creen en la impecabilidad dirían que no. Jesús no podría haber pecado.
Los que no creen en la impecabilidad dicen que Jesús podría haber pecado (aunque reconocen enfáticamente que Cristo no pecó).
En cuanto a la doctrina de la impecabilidad de Cristo, ambos grupos estarían de acuerdo. Jesucristo fue absolutamente inmaculado. Estamos completamente convencidos que el Señor Jesucristo, el santo Dios-Hombre, no podía pecar Él era absolutamente impecable. Pensemos en este importante enunciado.
¿Por qué algunas personas piensan que Cristo podría haber pecado? Considere Hebreos 4:15. Nuestro benevolente gran Sumo Sacerdote “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” ¿Fue Cristo tentado realmente? ¿Su tentación fue una farsa o fue real? La Biblia deja muy claro en este y en otros pasajes que Cristo fue tentado realmente. Ver también Hebreos 2:18 y Mateo capítulo 4:1-11 (la tentación de Cristo por el diablo).
Los que enseñan que Cristo podría haber pecado están convencidos que la tentación de Cristo fue real (tal como lo enseña la Biblia). Ellos creen que como hombre Jesús fue tentado en todo tal como nosotros, pero sin pecado. Ellos creen que la verdadera tentación implica la posibilidad de pecar. Si fuera imposible pecar, razonan ellos, ¿entonces cómo alguien podría ser realmente tentado?
Ellos pueden usar una ilustración como la siguiente: si estacionas un automóvil muy valioso enfrente de tu casa, guardas las llaves y dices a un joven que no lo mueva, él no podría estar tentado a hacerlo. El no podría hacerlo, aunque quisiera. No está enfrentando una real tentación.
Los que creen en la impecabilidad (que Cristo no podía pecar) responden con su propia ilustración. Considere lo siguiente:
¿Puede un bote a remos conquistar un buque de guerra? Probablemente estaríamos todos de acuerdo en que esto es imposible. Sin embargo, ¿puede un bote a remos atacar a un buque de guerra? SÍ. No tendría mucho sentido, pero se podría hacer. En otras palabras, Cristo puede ser atacado, Él puede ser realmente tentado, aunque es imposible que Él sea vencido.
Supongamos que un fuerte ha sido construido y fortificado de tal manera que no pudiera ser derribado. ¿Puede la gente tratar de atacarlo de todos modos? ¿Es correcto decir que puesto que un ejército no puede ser derrotado, no puede ser atacado? Cuando los hijos de Israel andaban bien con Dios, ellos eran invencibles y no podían ser derrotados, pero ellos podían ser atacados, de hecho lo fueron, y siempre ganaron todas las batallas cuando andaban bien con Dios.» (2)
El Dr. Ricardo Abad, Pastor de La Iglesia de Cristo Ebenezer Ecuador, con fecha 10/10/06, en un foro del portal labibliaweb.com, escribió un comentario con el título “Cristo nunca fue tentado a pecar:”:
« La tentación no tiene poder sobre una Persona perfecta, pero sí lo tiene sobre una persona depravada. En los días de Su carne Jesucristo fue santo, inocente, sin mancha, y apartado de los pecadores (Heb. 7:26). Sugerir que tenía una naturaleza sujeta al pecado no es menos que la blasfemia. Por otra parte, los hombres depravados son capaces de pecar por cuanto tienen una mente lista para recibir una sugerencia malvada. El hombre es tentado cuando es atraído por su propia concupiscencia (Stgo.1:14). La palabra griega para “concupiscencia” es epithumia. Su significado es lujuria, deseo, pasión, o codicia. Una persona es tentada cuando es seducida por su propio anhelo hacia aquello que está prohibido o es ilegal. Nadie que entienda la enseñanza Bíblica respecto a la Persona de Jesucristo puede ni siquiera imaginar que El pudiera desear lo prohibido e ilegal. Esto es lo que Santiago explica cuando dice que “Dios no puede ser tentado por el mal” (Stgo.1:13).
La palabra “tentación” no siempre tiene la misma connotación en todos los pasajes donde se usa. Viene de la palabra griega peirasmos, que quiere decir prueba, examen, o tentación. El sustantivo está relacionado al verbo peiradzo, el cual significa probar, tratar, o tentar. Ambas palabras pueden usarse en un sentido bueno o malo. Por ejemplo, el sustantivo es usado en Santiago 1:2 y 12, y el verbo se utiliza cuatro veces en Santiago 1:13 y 14. En Santiago 1:2 y 12, el sustantivo sería mejor traducido por “prueba”. El cristiano “soporta” una prueba externa, pero debería “resistir” una tentación interna al mal. La distinción, pues, tiene que hacerse entre permanecer firme bajo la prueba y ser enredado por la propia naturaleza pecaminosa de uno. El anterior es externo, y el posterior es interno. Dios probó a Abraham (Heb. 11:17; Gén. 22:1), pero no le tentó, ya que “…Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stgo. 1:13). El significado es que Dios no puede ser solicitado a pecar ni él solicita a nadie a pecar. Por otra parte, Dios sí trata o examina al hombre para probar a él lo que él es realmente (I Pe. 1:6; 4:12; Apoc. 2:2, 10; 3:10). Las pruebas externas provienen de Dios, pero las tentaciones internas surgen de las malas pasiones del hombre depravado.
Dios decretó el pecado, El no solicita ni fuerza a nadie a pecar. Si Dios no hubiera ordenado el pecado, Cristo nunca hubiera sido crucificado por manos de los inicuos (Hch. 2:23). Satanás solicita a la gente a pecar, pero Dios predomina y hace que los actos de maldad de los hombres sirvan para el bien del hombre y la gloria de Dios. Es interesante observar los atributos de Dios que son avanzados por el pecado. La misericordia de Dios perdona al pecado, Su justo juicio castiga al pecado, Su sabiduría ordena al pecado, y Su poder domina al pecado. La fuente del pecado es la depravación del hombre, pero Dios no es el autor de esa depravación.
Aquellos que afirman que Jesucristo tuvo la capacidad de pecar están obligados a admitir que El se hizo menos que Dios en la encarnación. Semejante idea está en oposición directa a la Escritura que dice, “…Dios no puede ser tentado [apeirastos, un adjetivo que significa sin experiencia en la tentación; incapaz de ser tentado] por el mal [kakon, genitivo plural de kakos—de males]…” (Stgo 1:13). Dios nunca puede ser inducido a actuar inconsistentemente con ninguno de Sus atributos de Su carácter. La naturaleza humana del Hijo de Dios en Su encarnación no existió aparte de la Persona Divina. Si Jesucristo tuvo capacidad para pecar, entonces la Persona Divina también la tuvo. Su Santa naturaleza humana santa unida a Su naturaleza Divina elimina cualquier concepto de pecabilidad (Luc.1:35). No puede haber conflicto entre dos naturalezas absolutamente santas. La Biblia dice que Cristo fue “hecho semejante a los hombres” (Fil.2:7), pero nunca se dice que poseyó una “naturaleza pecaminosa” o fue nada más que un simple hombre.
La “concupiscencia” (lujuria, pasión, o codicia) por la cual el hombre es tentado no procede de Dios. Es su propia concupiscencia que es el fruto de la caída. El mal que está en el hombre es de él mismo. En el corazón del hombre están los malos deseos. Están ahí por naturaleza. El Diablo no los introduce. Todo lo que Satanás hace es buscar el punto más vulnerable del hombre y bombardearlo con aquello que éste anhela. Las malas sugestiones admitidas en la mente de uno crecerán en fuerza por causa del deseo malvado que reside en el hombre, a menos que sea resistido por la gracia.
La pregunta ahora es, ¿Halló alguna vez Satanás un punto débil en Jesucristo? Puesto que no había debilidades en El, nunca pudo ser solicitado a hacer nada contrario a Su carácter santo. Por tanto, Jesucristo no pudo ser tentado con el mal (Sigo. 1:13). Debe comprenderse que el mal existe en el hombre mucho antes que éste se manifieste en acciones. Por otra parte, no había maldad en Cristo. No pudo ser tentado con ninguna sugerencia o solicitación del exterior.
Decir que Cristo pudo haber pecado en cuanto a Su naturaleza humana, no en cuanto a la Divina, obliga a uno a concluir que hubo un conflicto entre Sus dos naturalezas. Esto fue imposible ya que Su naturaleza humana fue unida a Su Persona Divina. Luego, nunca hubo conflicto en Cristo como hay en el Cristiano (Ro. 7:15-25).
Varias son las cosas a considerar en cuanto a la solicitación a pecar. Primero, hay la atracción por la sugestión por algo que es deseable. Esto que es deseable es prohibido. Para que el sometido a tentación tenga lo sugerido, debe ignorar un precepto Bíblico. Ahora bien, habiendo sido despertado intelectualmente a las ventajas personales, comienza a racionalizar la sugestión. La sugerencia y el deseo se unen tan fuertemente que la persona pronto se siente justificada a hacer lo que siempre quiso hacer. Cuanto más racionaliza la sugerencia más deseable se vuelve. Nada le queda a la persona así tentada sino sucumbir a lo que previamente existía en su corazón.
No se puede negar que el Diablo hizo algunas ofertas a Cristo en el desierto. Tampoco se puede negar que el Hijo eterno sabía desde la eternidad cada detalle de las ofertas hechos por el Diablo. Pero es nada menos que blasfemia pensar que el Hijo de Dios quiso algo de lo que le ofreció el Diablo. Algunos líderes religiosos están tan llenos de iniquidad que afirman que la naturaleza humana de Jesucristo fue tan rebelde y caída como la suya propia. La Biblia enseña que la naturaleza humana está corrompida desde la cabeza a los pies (Isa. 1:6), pero esto es una señal de ceguera espiritual imaginar que la naturaleza humana de Cristo estaba manchada por la depravación. La naturaleza humana de Cristo es llamada el “santo ser” (Luc. 1:35).
Jesucristo experimentó solamente la parte dolorosa de peirasmos; mientras que el hombre experimenta ambos el sufrimiento y las partes pecaminosas de la tentación. La sugestión no puede hacer nada sin la concupiscencia (el deseo). Cristo no tuvo concupiscencia, por tanto, no sufrió la parte pecaminosa de la tentación. Lo que internamente tienta el corazón debe proceder del interior de uno mismo: “…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Stgo. 1:14). Concupiscencia y seducción operan juntas. La palabra griega para “seducido,” de este versículo 14, es deleadzo, cuyo significado es coger en un trampa, atraer, atrapar con cebo, o seducir. Así pues, se puede decir que uno es seducido al pecar cuando es atrapado por su propia pasión. Esto quiere decir que hay algo en el hombre depravado que es atraído (exelko, sacar; metafóricamente deslizarse, saltar) por el señuelo de algo perteneciente a la tentación. Tanto “atraído” (exelkomenos) como “seducido” (deleadzomenos) son presente pasivos participios. La voz pasiva indica el sujeto sobre el que se ha obrado. Pero en Santiago 1:15, el apóstol sigue diciendo: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado.” La palabra griega para concebido es sullabousa, segundo aoristo activo participio de sullambano, el cual quiere decir agarrar, aprehender, concebir, o quedarse embarazado. Esto significa que cuando la sugestión es aceptada por el asentimiento de la voluntad, el pecado es dado a luz. Santiago está empleando el lenguaje del embarazo y del parto. Igual que un niño está vivo antes del actual momento del alumbramiento, el pecado no comienza a ser pecaminoso sólo cuando se manifiesta en una acción externa. Jesucristo tuvo de una voluntad depravada para dar lugar a cualquier sugerencia malévola. Así que, no pudo haber ninguna concepción, que demuestra que Jesucristo no fue pecable.
Cuando uno entiende el uso Bíblico de la tentación, no tendrá problema con “la así llamada tentación de Cristo.” Jesucristo no fue tentado, aunque sí “probado” para manifestar a la humanidad quien es El—Dios encarnado. Tentación es el hecho de tentar. La tentación, algo que tienta, induce o seduce. Esto es el hecho o estado de ser tentado, especialmente al mal. Por otra parte, “prueba” es el medio de determinar la calidad o autenticidad de algo, un medio de examen. Esto es la prueba de la calidad de algo. Jesucristo afirmó Su propia impecabilidad al decir, “…viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Jn. 14:30). La razón por la que Satanás no tenía nada en el Verbo encarnado fue porque Jesucristo “no conoció pecado” (II Cor. 5:21) y “no hay pecado en él” (I Jn. 3:5). Por esto, El “no hizo pecado” (I Pe. 2:22).”
Otro comentarista, llamado Sebastián, con fecha 19/10/06, le respondió lo siguiente:
«Don Ricardo Abad: creo que sus explicaciones para enfatizar sus ideas fue muy largo, mejor lo hubiera resumido con lo ultimo que escribió “la así llamada tentación de Cristo.” Jesucristo no fue tentado, aunque sí “probado” para manifestar a la humanidad quien es El—Dios encarnado. En esto estoy de acuerdo y no tan solo yo si no que todos los creyentes, aunque usemos los términos “tentación” o “probar” de igual manera entendemos en nuestras conciencias lo que queremos decir. Decir que Cristo tenia las ansias de pecar o que tenia el pecado dormido en su ser es totalmente absurdo. Pero lo que creo es que Jesús pudo haber pecado pero no lo hizo, porque Adán tampoco tenia pecado en su nacimiento y aun así no resistió la prueba o “la tentación” y por ende fue destituido del paraíso. Cristo fue el segundo Adán no para procreación si no para salvación
Esto dice la Escritura: “El primer hombre, Adán, fue materia con vida.” En cambio, el último Adán es espíritu que da vida. (I Cor 15)
Al ser un segundo Adán tuvo la misma concepción que el primero ( no tener pecado) pero como el primero cayo así también pudo haber caído el segundo por que tenían el mismo cuerpo, un cuerpo no celestial, Cristo en la tierra no tenia un cuerpo glorificado si no que tenia un cuerpo ordinario en el buen sentido de la palabra y por eso el diablo se la jugo el todo por el todo para derrotar a Dios en la carne, era su gran oportunidad , Dios lo estaba confrontado en el terreno que siempre había ganado el diablo “la carne” era como que si el diablo estuviera jugado de local, en su propia cancha
“Aunque era de naturaleza divina, no se aferró al hecho de ser igual a Dios, sino que renunció a lo que le era propio y tomó naturaleza de siervo. Nació como un hombre, y al presentarse como hombre se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte,hasta la muerte en la cruz. “
Y esta es la gran derrota y vergüenza del diablo y sus demonios que Cristo los venció en la carne sujetándose sola y únicamente en la fuerza del hombre que fue, no hubo poder divino que lo sujetara ni en la prueba, ni en el sufrimiento en la cruz. Por eso, Dios lo exaltó al más alto honor y le dio el más excelente de todos los nombres, para que al nombre de Jesús caigan de rodillas
lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; Ro. 8;6 a buen entendedor, pocas palabras. Así Jesús como venció estando en la misma condición que la de nosotros también nosotros podemos vencer y poder decir algún día “ser imitadores de mi, como yo de Cristo”, esto es lo que dijo Pablo apóstol. ¿Fue una desfachatez ponerse como ejemplo o ciertamente vivía como Cristo?
Otro comentarista llamado PON también le respondió. Su aporte fue el siguiente:
“Estoy de acuerdo en que Jesús es santo. que no peco, no hubo mancha en el pero también creo que Jesús siendo Dios , se hizo hombre, y como todo hombre tuvo en su humanidad, en su carne, necesidades y aflicciones, sentimientos, alegrías, tristezas, vamos todo lo que un ser humano puede experimentar.
En el evangelio de Juan, en el capitulo 1:14 dice la palabra «y aquel verbo fue hecho carne……»
Entonces Jesús no estaba exento de pecar!, por su naturaleza humana, y esto lo podemos ver en «entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mat. 4:1)
Ser santo no significa que no es tentado, sino que no cayó en la tentación del pecado
La tentación no solo son pecados de inmoralidad sexual sino todo lo que va en contra de la palabra de Dios.
Decir que Jesús no fue tentado, es negar la humanidad de Cristo. es echar abajo la enseñanza que nos dejo cuando dice «…yo he vencido al mundo..»
Tengamos cuidado cuando aplicamos un concepto de Dios y de su palabra en base a nuestros pensamientos. la palabra de Dios es clara para basar nuestros conocimientos de Dios en ella. Dios les bendiga en gran manera.”
El Dr. Ricardo Abad, con fecha 02/11/06, volvió a realizar un aporte teológico con la siguiente reflexión, ahora con el título: “Cristo fue probado aparte del pecado”
«Durante la controversia Arriana del siglo IV, dos palabras griegas fueron llevadas ante el mundo religioso. Se trataba de homoousion, la misma en sustancia, y homoiousion, de sustancia parecida. La única diferencia entre las dos palabras consiste en un carácter griego, “i” (iota), pero que gran diferencia le hizo en el concepto Bíblico de la Persona de Jesucristo. El Arrianismo, una doctrina herética enseñada por Ario, fue la doctrina que Jesucristo no fue de la misma sustancia, esencia o naturaleza con Dios el Padre. Atanasio, por otra parte, declaró que Jesucristo fue de la misma sustancia con el Padre.
Atanasio declaró durante 47 años la homoousion de Cristo. Se le arrojó al destierro cinco veces. Sus enemigos le difamaron y lo amenazaron de muerte. A pesar de todo persistió en declarar la homoousion de Cristo es “el mismo en sustancia, igual en poder y gloria,” a costa de tener su púlpito arruinado. Constantino el Grande se interesó tanto por la controversia que autorizó un concilio para que se considerara la cuestión de la Persona de Cristo. De aquí que un sínodo convino en Alejandría para analizar el arrianismo. Ario fue condenado y expulsado por cerca de 100 pastores y obispos.
En el siglo XX tenemos otra controversia sobre la Persona de Cristo. Esta también involucra dos palabras, impecabilidad y pecabilidad. Impecabilidad quiere decir que Cristo no pudo pecar, y pecabilidad quiere decir que El pudo pecar. Algunos “miembros de la iglesia” (religiosos) mal informados pueden sentir que la controversia no es tan seria como para causar divisiones. Sin embargo, los elegidos de Dios, quienes han sido guiados por el Espíritu de regeneración a aceptar al Salvador impecable, mediante una verdadera experiencia de conversión, son responsables de denunciar la herejía de la pecabilidad. De hecho, ellos, como Atanasio en la antigüedad, no pueden permanecer callados cuando la Persona de su Salvador está siendo cuestionada.
La pecabilidad se relaciona con la tentabilidad. Esto quiere decir que un hombre es tentado a pecado externo por un pecado interior. El pecado interior es el fruto de la depravación. La meta de la tentación es persuadir al hombre a manifestar exteriormente el pecado interior y conducirlo a la culpa de su pecado interno y externo ante los demás. Nadie puede ser tentado a pecar sin una predisposición pecaminosa. Así, la diferencia entre pecado y tentación es revelada.
La Biblia define al pecado como trasgresión de la ley (I Jn. 3:4). El hombre está sometido a ciertos deseos que le son esenciales en su naturaleza humana. Sin embargo, estos deseos tienen que ser gratificados según las maneras designadas por Dios. Adán falló en hacer esto. Por tanto, cayó él y con él toda su posteridad. Tentación es atracción externa. Esta sugiere a la depravación interna las ventajas de sucumbir a la atracción exterior. Así, la debilidad interior del hombre es influida por algún objeto de su deseo natural. Sin la restricción del temor de Dios (Jer. 32:40), el hombre se someterá a cumplir su malvado deseo interno.
Aquellos que aceptan la doctrina de la pecabilidad de Cristo dicen que la imposibilidad de Cristo de pecar destruiría el significado total de la tentación en la vida de Cristo. Opinan que aunque Cristo fue sin pecado, no estuvo libre de la susceptibilidad de la tentación. Además, afirman que el área de prueba y la posibilidad de caer residían en Su humanidad. Concluyen que puesto que era realmente humano, pudo haber elegido equivocadamente.
Los maestros de la pecabilidad han buscado explicar la tentación de Cristo en Hebreos 4:15 — “…fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” — de la siguiente manera: Imaginemos un padre que, en días de gran pobreza, tiene la oportunidad de coger algún dinero de otra persona. No es culpable de robar tal dinero, pero el pensar en el hambre de su familia le hace sentir la tentación. Además, imagine un cristiano sentenciado a morir si no renuncia a Jesucristo. El amor por la vida le hará sentir la tentación. Así que es concebible que aunque Cristo fue sin pecado, El no fue sin susceptibilidad a la tentación.
Esta explicación anterior es falsa, y debe considerarse la verdad de Hebreos 4:15. Las debilidades (astheneiais, dativo plural de astheneia, debilidad), no se refieren al pecado. Se refieren a la fragilidad de la naturaleza humana. La naturaleza humana de Cristo estaba sometida a limitaciones y pruebas, con la única excepción de que no pudo tener ningún conocimiento experimental del pecado. El no poseyó una naturaleza humana pecaminosa. Su naturaleza humana fue hecha sólo en semejanza de la naturaleza pecaminosa (Rom. 8:3). La concepción y nacimiento de Cristo protegieron Su naturaleza humana de ser contaminada por la depravación. “Según nuestra semejanza” es la traducción de kath homoioteta, ablativo singular de homoiotes, que significa en manera similar, no en manera idéntica que somos tentados. Esta forma de la palabra griega para “semejanza” únicamente se usa aquí y en Hebreos 7:15. Allí es traducido “si a semejanza [parecido] de Melquisedec.”
Hay una verdad más profunda que “pero sin pecado” o “sin cometer pecado.” La palabra griega choris es un adjetivo que quiere decir, aparte de, sin, en una base distinta, o independiente de. La interpretación más común de choris hamartias es “sin ceder al pecado,” pero tiene un significado más fuerte. En la afirmación de Cristo, “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7), la palabra griega para “sin pecado” es anamartatos (que sólo se usa en este pasaje), cuyo significado es sin pecado o libre de culpa. En este caso, significa el quien no ha cometido pecado. Sin embargo, choris tiene un significado más fuerte que anamartatos. La palabra griega choris es usada como un adjetivo con el ablativo de separación en todos los textos excepto Juan 20:7. Allí se usa como un adverbio. Cristo fue completamente separado del pecado porque en El no hubo pecado que ser incitado por la tentación. El Señor Jesús no pecó porque El no pudo pecar. Fue impecable. Por tanto permaneció incontaminado en un mundo de pecado.
La impecabilidad es unida a la santidad. Está opuesta en relación directa a pecabilidad, la cual se relaciona a la tentabilidad. Mientras que ningún ser humano está por encima de la posibilidad de la tentación, por causa de su depravación interna, Cristo no tuvo esa depravación interna contra la cual luchar. Su voluntad humana siempre estuvo subordinada a Su voluntad Divina. Cristo siempre agradó al Padre (Juan 8:29). La santidad de Cristo estuvo en igualdad a la del Padre. La santidad, que es el atributo principal de Dios, es mencionada con más frecuencia que el resto de los atributos.
En conclusión, los siguientes argumentos son contra la herejía de la pecabilidad de Cristo. Si Cristo pudo haber pecado, El habría sido capaz de pecar solamente por una oposición completamente libre de Su voluntad a la Divina. Sin embargo, eso fue imposible. El dirigente poseedor de la voluntad humana fue el Logos Divino. Luego, Dios tendría que haber apostatado de Sí Mismo, lo cual es absurdo. Argumentar que la voluntad humana de Cristo debe ser libre para escoger o no pudo haber ganado la victoria moral es hacer Su voluntad mutable. Una voluntad perfectamente libre está determinada a actuar de acuerdo a su carácter. La voluntad de Cristo no pudo obrar contrariamente a Su carácter. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26). Por otra parte, el pecador no puede obrar contrariamente a su carácter: “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia y son hijos de maldición” (II Pe. 2:14). Ahora, pues, ¿quién será tan atrevido a decir que Cristo fue pecable? La incapacidad interior para pecar en Jesucristo resultó del hecho de que el “Yo” de la naturaleza humana de Cristo es el Logos Divino. Así que, no es un ser humano sino un ser Divino quien es responsable por los hechos realizados mediante la voluntad Divina.“
El Dr. Ricardo Abad, con fecha 25/11/06, realizo otra reflexión bajo el nombre “Jesucristo es la persona única”:
“La verdad respecto a Jesucristo es infinita. Esta Persona única fue concebida en el vientre de María treinta años antes de la confesión de Pedro: “…Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). Así pues, El fue concebido en el vientre de la virgen antes que El fue concebido en la mente de Pedro. Sin embargo, Su concepción en la mente es tan necesaria para la salvación como Su concepción en la virgen. El Espíritu Santo es el Autor de ambas concepciones, en el vientre y en la mente.
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Luc. 1:35).
El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es (Mat. 1:18-20).
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mat. 16:17).
Ya que el Espíritu Santo no pudo concebir en el seno de la virgen una Persona pecable, El tampoco puede concebir un Cristo pecable en la mente de la persona quien El regenera. Todo lo que Dios hace es perfecto. Por tanto, la pecabilidad está fuera de lugar en la obra de Dios. Aquellos que creen en la pecabilidad están obligados a negar la concepción milagrosa en el seno de María, la virgen. Más todavía, están forzados a negar que la salvación es completamente de Dios. Ellos deben reconocer que el hombre no tuvo solamente algo que hacer con la naturaleza humana de Cristo, pero él tiene también algo que hacer con la concepción en la mente humana.
Objeciones a la impecabilidad del Cristo único serán contestadas.
Los oponentes de la impecabilidad de Jesucristo dicen que la humanidad de Jesús no fue diferente de la humanidad de Adán antes de la caída. Afirman que la diferencia vino solamente por la caída del primer Adán y la victoria del segundo Adán.
La humanidad de ambos Adán y Jesucristo no pueden ser aprehendidas aparte de sus personas. Adán fue una persona mutable; Cristo es la Persona inmutable. Adán fue una persona pecable; Cristo es la Persona impecable. La pecabilidad de Adán le dio la capacidad de pecar; por eso cayó. La impecabilidad de Cristo hizo imposible que pecara; por eso, nunca fue tentado de pecar. No hay capacidad de pecar en la perfección infinita. Luego, hubo una diferencia definida entre las naturalezas de Adán y Cristo.
El eterno Hijo de Dios fue responsable por todo lo que sería hecho mediante la instrumentalidad de la naturaleza humana asumida. Así, todo lo realizado por la instrumentalidad de la naturaleza asumida es atribuido a la Persona única del Dios-Hombre. Ya que la naturaleza Divina es el fundamento de la Persona de Cristo, cualquiera que diga que Cristo pudo pecar dice que Dios pudo pecar. La culpa no pudo ser restringido a la naturaleza humana pero abarcaba la totalidad de la Persona teoantrópica. Decir que la naturaleza humana de Cristo pudo haber pecado sin por ello involucrar al Dios-Hombre es sin sentido. No hay tal cosa como naturaleza caída. La palabra “caída” se aplica no a la naturaleza sino a la Persona. La naturaleza humana de Cristo es incontaminada, pero que Su naturaleza estuvo caída debe ser siempre disputada.
Una vista no usual de la impecabilidad es que la naturaleza Divina de Cristo controló Su naturaleza humana. Así que Cristo tuvo una naturaleza humana pecable, pero El fue una Persona impecable. Aunque esta vista afirma la impecabilidad de Cristo, las afirmaciones acerca de la naturaleza humana de Cristo son antibíblicas.” » (3)
c. Consideremos ahora dos de los argumentos más comunes que se usan para la impecabilidad:
1. Jesús es Dios y Dios no puede pecar, por lo tanto, Jesús no podía pecar
Decir que Dios, Aquel que es el más santo de todos, podría pecar es impensable. Si Dios pudiera pecar, dejaría de ser santo (y la santidad es uno de Sus atributos fundamentales), sí, dejaría de ser Dios. Decir que Dios podría pecar es tan blasfemo como decir que Dios podría mentir o que Dios podría quebrantar Su promesa o que Dios podría negarse a Sí Mismo o que Dios podría ser infiel o que Dios podría fallar. ¡Perezca ese pensamiento!
Los que argumentan que Cristo podría haber pecado, pueden usar el siguiente razonamiento: Jesús era Dios y Dios no puede pecar; por lo tanto, Jesús no podría haber pecado. Pero considere lo siguiente: Jesús era Dios y Dios nunca se adormecerá ni dormirá (Salmo 121:4), por lo tanto, Jesús no podía adormecerse ni dormir. Pero, como hombre, Jesús sí durmió. Jesús era Dios y Dios nunca se cansa; por lo tanto, Jesús nunca se cansó (Isaías 40:28). Pero, Jesús estuvo cansado (Juan 4:6). Jesús era Dios y Dios no puede ser tentado (Santiago 1:13), por lo tanto, Jesús no podía ser tentado. Pero la Biblia dice que el Hombre Cristo Jesús fue tentado (Hebreos 4:15). Jesús es Dios y Dios no puede morir (Él es el Único Inmortal, Aquel que vive siempre); por lo tanto, Jesús no podía morir. Pero Jesús murió (Juan 19:33). Es un hecho que Jesús, al hacerse hombre, hizo ciertas cosas que Dios no puede hacer.
Debemos observar que dormir o estar cansado es muy diferente que pecar (transgredir los mandamientos de Dios). Es cierto que la encarnación hizo posible que Dios muriera para procurar salvación para nuestra raza pecaminosa, pero no hizo posible que Él pecara. Es cierto que hay ciertas cosas que el Dios-Hombre pudo hacer (debido a su naturaleza humana) que Dios no puede hacer, pero pecar no es una de ellas.
2. Jesús no tenía una naturaleza pecaminosa, por lo tanto él no podía pecar
Los que enseñan que Cristo podría haber pecado, podrían aludir al hecho que Adán no tenía una naturaleza pecaminosa, pero Adán podía pecar y lo hizo. Esta enseñanza refleja una falta de comprensión de que la humanidad de Adán no era una humanidad santa, como la de nuestro Señor, sino simplemente inocente; y que Adán no tomó, como el Hijo de Dios, santa humanidad en unión con Su divina Persona. El inocente Adán estaba en peligro de pecar y pasando el tiempo, el pecó, pero el santo Hijo de Dios nunca estuvo en peligro de pecar.
Los que niegan la impecabilidad de Cristo también pueden aludir a Satanás y a la tentación de Cristo (ver Mat. 4:1-11). Satanás no pierde el tiempo tratando de tentar a Dios el Padre o a Dios el Espíritu Santo, pero cuando Dios se hizo hombre, Él fue tentado por el diablo. Satanás trató de hacer que Cristo pecara. Si Cristo hubiese hecho lo que Satanás quería que Él hiciera, Él habría pecado. Por ejemplo, si Cristo se hubiese inclinado y hubiese adorado al diablo (ni lo pensemos), eso habría sido pecado. Lo mismo es cierto para las otras dos tentaciones. Así es que, al menos en cierto sentido, parece que Satanás creía en la pecabilidad de Cristo—al menos esperaba que Cristo pudiera pecar, quería que Él pecara, e hizo todo lo posible por hacerlo pecar. Si Cristo hubiese seguido las sugerencias de Satanás, ÉL habría pecado.
Si Satanás creyó o no en la impecabilidad de Cristo, no es importante. El orgullo del corazón de Satanás lo engañó (compare con Abdías 3) y nuestra teología no debe basarse en el pensamiento nebuloso de este ser caído. Como ha señalado James Ventilado, “Muchos de los engañadores de Satanás, anticristos, incautos (II Jn 7:11) están cegados al exponer tan vil doctrina concerniente a la Persona de Cristo. En cuanto a la serpiente antigua, el diablo mismo, ¿importa realmente lo que creyera al respecto – si acaso creyó que el Santo de Dios podía pecar o si simplemente trató de hacer lo imposible?”
Es difícil para nosotros entender la tentación de Cristo. Cuando nosotros somos tentados a pecar, no sólo somos tentados desde afuera (por Satanás, por el mundo), sino también somos tentados desde adentro debido a nuestra naturaleza pecadora, vil, corrupta, podrida que hemos heredado de Adán. Hay una parte en nosotros que se deleita en hacer mal y se regocija en actuar independientemente de Dios. El corazón creyente anhela ese día futuro, el día de nuestra redención final, cuando seamos libres de la corrupción interna del pecado que mora en nosotros. ¡Cuán diferente fue la experiencia de Cristo! Como dijo William Kelly, “Como en Cristo había una total ausencia de ego y como ÉL odiaba en todo aspecto el mal y lo rechazaba, sólo hubo para ÉL sufrimiento. El efecto de la tentación en la humanidad caída no es sufrimiento, sino placer, si es que podemos llamar placer lo que es gratificante para nuestra naturaleza pecaminosa. Cristo nada supo de esto, ni en Su Persona ni en Su experiencia. Él no tenía problemas con la carne ni inclinaciones internas al pecado: Él no conoció pecado”.
d. Conclusión:
Cristo no pecó (1 Pedro 2:22)
Cristo no conoció pecado (2 Corintios 5:21)
Cristo era totalmente sin pecado (Hebreos 4:15)
Cristo el santo Hijo de Dios no podía pecar.
Esa posibilidad no existió.
e. Un Asunto Práctico
¿Cómo venció Cristo a Satanás? ¿Ganó la victoria por Sus poderes sobrenaturales como el Hijo de Dios? ¿Confió en Su divina omnipotencia para hacer huir al diablo? ¿Usó de Sus poderes divinos para derrotar al diablo? Esto no es lo que la Biblia enseña. El Señor enfrentó a Satanás como Hombre. La tentación de Cristo fue una maravillosa demostración de que el hombre, andando en el Espíritu, y usando y confiando en la Palabra de Dios, es más que un rival para Satanás. Esta demostración da gran consuelo al corazón del creyente a medida que estudiamos y meditamos en los métodos que nuestro Señor usó para derrotar a Satanás.
f. Consideremos nuevamente algunos de los argumentos expuestos anteriormente:
1. Cristo era Dios, y por lo tanto, no podía pecar
“Pero si la razón de ser victorioso sobre el pecado se debía a que era Dios, esto no es de ayuda para mí. Ciertamente, yo no soy Dios.”
2. Cristo no tenía una naturaleza pecaminosa, y por eso no podía pecar
“Pero yo tengo una naturaleza corrupta, vil y pecaminosa. Si Él fue victorioso porque no tenía una naturaleza pecaminosa, ¿qué esperanza hay para mí? ¿Significa que estoy destinado a la derrota porque estoy apestado por el pecado que mora en mí?”
Si Cristo, como Hombre perfecto, pudo ganar la victoria, esto debe animar a todo creyente. Nosotros también podemos ser victoriosos al seguir Su ejemplo.
C. H. Mackintosh ha escrito lo siguiente acerca de la manera en que Cristo venció las tentaciones.
Sí; bendito sea su nombre, y allí estaba para el hombre; allí estaba para enseñar al hombre cómo debía hacer frente al enemigo en todas sus variadas tentaciones; allí estaba para mostrar al hombre cómo debe vivir. Ni por un momento podemos suponer que nuestro adorable Señor se opuso al adversario como siendo Dios sobre todas las cosas. En verdad, era Dios, pero si hubiese afrontado el conflicto sólo como tal, no hubiese podido proporcionar un ejemplo para nosotros. Además, hubiese sido innecesario demostrarnos que Dios podía vencer y ahuyentar a una criatura que sus manos habían formado. Pero ver a Aquél que en todos conceptos era hombre, y con todas las circunstancias de la humanidad, exceptuando el pecado; verle allí en debilidad, hambriento, en medio de las consecuencias de la caída del hombre, y hallarle triunfando completamente sobre el terrible enemigo, es esto lo que nos llena de ánimo, de consuelo, de fuerza y valor.
¿Y cómo triunfó? Esta es una cuestión grande e sobremanera importante para nosotros, cuestión que exige la más profunda atención de todo miembro de la iglesia de Dios; una cuestión cuya magnitud e importancia sería completamente imposible exagerar. ¿De qué modo, pues, venció a Satanás, en el desierto, el Hombre Cristo Jesús? Simplemente por la Palabra de Dios. Lo venció obrando no como Dios Omnipotente; sino como Hombre humilde, dependiente y obediente. Tenemos ante nosotros el magnífico espectáculo de un hombre que se mantiene firme en presencia del diablo, confundiéndole completamente con ninguna arma fuera de la Palabra de Dios. No fue por el despliegue de poder divino, ya que ello no hubiese podido ser un ejemplo para nosotros; fue sencillamente con la Palabra de Dios en su corazón y en sus labios que el segundo Hombre confundió al terrible enemigo de Dios y del hombre.
Y nótese bien que nuestro bendito Señor no discute con Satanás. No recurre a la exposición de hechos relacionados con Sí mismo, hechos que el enemigo conocía bien. ÉL no le dice por ejemplo: “Yo sé que soy el Hijo de Dios; los cielos que se abrieron, el Espíritu que descendió, la voz del Padre, todo ha dado testimonio al hecho de ser yo el Hijo de Dios.” No; esto no hubiese servido; no hubiera ni podría haber sido ejemplo. El único punto especial a que nos conviene atender y aprender es que nuestro Gran Modelo, enfrente de todas las tentaciones del enemigo, usó tan sólo el arma que también está a nuestro alcance, esto es: la sencilla, preciosa Palabra escrita de Dios. (Estudios sobre el libro del Deuteronomio)
Olvidando por el momento las consideraciones relativas a la deidad y a la naturaleza divina de Cristo, es de ayuda reflexionar sobre el hecho de que aún como hombre Cristo no podía pecar. ¿Por qué no? ¿Cuál era el secreto de su invencibilidad?
1. Como Hombre, Cristo siempre estaba lleno del Espíritu (ver Luc.4:1). ÉL siempre anduvo en completa dependencia de Su Padre celestial. Y la Biblia enseña que cuando un hombre anda en el Espíritu, nunca (doble negación en griego) satisfará los deseos de la carne (Gál. 5.16). Cristo lleno del Espíritu no podía pecar. El creyente lleno del Espíritu también es invencible.
2. Como Hombre, Cristo siempre estuvo firme sobre la Palabra de Dios. Siempre decía: “escrito está”. El diablo tiene que alejarse de aquellos que están asentados firmes sobre la Palabra. Si el “postrer Adán” hubiese estado en el lugar del “primer Adán” podemos casi predecir cómo hubiera Él respondido cuando Eva le ofreció el fruto: “Vete Satanás. Porque escrito está…” Los que aplican constante y correctamente la Palabra de Dios en cada situación, son invencibles.
3. Como Hombre, Cristo siempre tuvo puesta toda Su armadura (Efesios 6:10-18). No había ninguna posibilidad de que el enemigo lo pudiera agarrar. Esta misma armadura está a nuestra disposición.
4. Como Hombre, Cristo siempre estaba alerta ante las tentaciones:
Él siempre puso en práctica Marcos 14:38 (aunque el santo Hijo de Dios no era débil en la carne como nosotros). Siempre se “sometió” y “resistió” (ver Santiago 4:7). Satanás siempre deseaba atraparlo, pero el Señor nunca le dio ocasión u oportunidad. Es nuestro gozo y privilegio someternos y resistir de igual manera.
5. Si Israel, cuando estaba bien con Dios, nunca perdía una batalla, cuánto más invencible sería Cristo que siempre estaba bien con Dios.
En Cristo tenemos toda provisión para vencer en cada batalla que enfrentamos. “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (II Cor. 2:14).» (4)
«Santo Tomás dedica la pregunta 41 de la III Parte de la Summa Theologica al estudio de las tentaciones de Cristo en el desierto.
Aquino considera este evento como un importante papel en el plan divino de salvación. Por un lado, la certeza de las tentaciones de Cristo es incuestionable, ya que la Sagrada Escritura lo hace muy claro (cf. Mat. 4:1-11; Mar 1:12-13; Luc. 4:1-23). Sin embargo, Aquino quiere defender su viabilidad. Por otro lado, el hecho de que Cristo era libre
Desde el «fomes peccati» significa que Él no Saint Thomas experiencia lo llama «duración carnis». Por lo tanto, la cuestión radica en la relación entre Cristo y la impecabilidad del Señor» (5)
Tentaciones.
«La única tentación que Jesús podría haber experimentado es la «duración ab hoste» (del mundo y el diablo).
Cristo está sujeto a este tipo de tentación como todos los causados por el hombre por sugerencia, la persuasión o la presentación de un objeto deseable Visible o invisible. Santo Tomás muestra cómo Satanás «persuade» a Cristo en cada una de estas tentaciones, tratando ara lograr la complicidad del apetito sensible. Aquino también muestra cómo en cada una de las tres tentaciones es la cuestión de los diferentes tipos de pecado. Las tentaciones de Cristo nos indican su profunda solidaridad con el pecador
Jesús fue tentado. Es una afirmación estremecedora, que parece en neto contraste con la realidad divino-humana de Cristo, el Verbo Encarnado. Por otro lado, sabemos por Revelación que nuestros primeros padres fueron sometidos a una prueba antes del pecado original. Este «probar» o «tentar» iba a demostrar la calidad de la libertad humana, capaz de elegir voluntariamente cumplir o no la voluntad de Dios.
Los Evangelios sinópticos nos narran que Cristo quiso también estar` sometido a la tentación del diablo. Podemos afirmar entonces que la tentación forma parte del diseño salvífico del Padre de enviar su Hijo al mundo para destruir la obra del demonio.
Se trata, en efecto, de un acontecimiento que viene considerado por los teólogos como uno de los principales misterios de la vida del Verbo Encarnado. A lo largo de los siglos se ha profundizado en él desde un punto de vista exegético y espiritual, dejando más en un segundo plano su estudio cristológico-soteriológico
En este trabajo intentaremos mostrar la perspectiva cristológica que ofrece Santo Tomás al misterio de las tentaciones de Cristo en el desierto. Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿qué cosa puede decir sobre esta temática la cristología del Doctor Angélico al teólogo cristiano del tercer milenio? [..]
Santo Tomás dedica la cuestión 41 de la III Pars de la Summa Theologiae al estudio del misterio de las tentaciones de Cristo en el desierto. En razón de la unión hipostática, Cristo era esencialmente impecable y carecía del fomes peccati, es decir, del desorden introducido en el hombre por el pecado original. La pregunta teológica que surge entonces es acerca de la realidad de la tentación de Cristo, de la manera en que el Hijo de Dios hecho hombre ha podido realmente padecer la tentación. A lo largo de este trabajo veremos el modo en que el Aquinate busca responder con coherencia teológica a la pregunta planteada.
Dentro de la III Pars de la Summa Theologiae, la cuestión 41 se encuentra en la sección donde el Angélico desarrolla el progressus de la vida de Cristo en este mundo que abarca desde las qq. 40 a 45. Lafont opina que en este apartado Santo Tomás no pretende, por lo demás, hacer un comentario al Evangelio hablando estrictamente, sino que lo que le interesa son los aspectos de la vida humana de Cristo, esenciales para manifestar su Persona y su misión5. Desde el primer artículo de esta sección encontramos —como destaca Lafont— los temas principales de la cristología del Angélico: Cristo vino al mundo primeramente para manifestar la verdad, para librar a los hombres del pecado y para que por Él tengamos acceso a Dios. El Evangelio tiene por objeto manifestarnos esta realidad de Cristo a través de una vida humana concreta, de la que el Angélico quiere considerar las etapas características: tras las consideraciones generales sobre la manera de vivir del Señor en este mundo, se pregunta sobre la tentación de Cristo, sobre su doctrina, sobre sus milagros y finalmente sobre la Transfiguración
Una vez contextualizada la cuestión 41, pasemos ahora a desarrollar el tema que nos ocupa: cómo el Hijo de Dios ha podido sufrir la tentación.
Lo primero que Santo Tomás busca responder al iniciar el estudio de este misterio de la vida de Cristo es la razón de su conveniencia. De entrada el Angélico pone de relieve el valor soteriológico que revela este misterio: “Cristo quiso ser tentado: primero, para darnos auxilio contra las tentaciones. Por lo que dice San Gregorio: «no era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, puesto que vino para ser muerto, para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, como venció nuestra muerte con la muerta suya”
Santo Tomás no reduce la Redención del género humano a la Pasión y Muerte de Cruz, sino que ve en todo el obrar de Cristo la eficiencia salvífica: todos los acta et passa Christi in carne tienen valor de redención. Se podría decir que las tentaciones de Cristo son «instrumento» de salvación, capaces de tener un influjo activo de la gracia —del «auxilio»— por parte de Dios. Aportan algo propio a la salvación: la gracia para no dejarnos caer en la tentación
Ahora bien, al preguntarse sobre la realidad de la tentación de Cristo, sobre qué tipo de tentación ha experimentado Cristo, Santo Tomás excluye absolutamente la tentación a la carne, aquella que viene del interior del hombre
No pretendemos tratar el tema de la eficiencia de los misterios de la vida de Cristo porque nos excederíamos en la extensión del desarrollo del argumento que nos ocupa. Por otro lado, en el presente estudio nos centramos en el aspecto cristológico, es decir, en el modo en que Cristo pudo ser tentado, y no en el soteriológico.
“El Aquinate se sirve de la distinción dada por Alejandro de Hales, Hugo de San Víctor y Pedro Lombardo, entre tentatio a b hoste —que es exterior— y tentatio a carne — que surge del desorden interior—.pecado original— no puede darse sin pecado. La tentación que viene del interior implica un movimiento desordenado y pecaminoso del apetito sensible, que emancipado del imperio de la razón, tiende de manera autónoma al «mal que se presenta bajo apariencia de bien». Dicha inclinación desordenada del apetito sensible busca tentar o inducir a la razón y a la voluntad a consentir. En razón de su impecabilidad, Cristo permaneció inmune a este tipo de tentaciones.
El Aquinate deduce entonces que el único tipo de tentación que Cristo ha podido sufrir es la tentatio ab hoste o del enemigo, que viene del mundo y del demonio. Dice Santo Tomás: “Aunque Cristo no tuvo que luchar interiormente contra el fomes peccati, luchó en cambio exteriormente contra el mundo y el diablo”
Este tipo de tentación puede acaecer sin pecado, porque se verifica por sola sugestión exterior
Ahora bien, este modo de tentación por vía de sugestión exterior, el Aquinate lo toma de la distinción dada por San Gregorio Magno, que diferencia un triple grado en la tentación: por vía de sugestión, por vía de delectación y por vía de consentimiento.
Dice Santo Tomás: «La primera —la sugestión— procede del exterior (ab extrinseco), y puede darse sin pecado. La segunda —la delectación— viene del interior (abintrinseco), y aquí comienza a darse el pecado, que llega a su perfección por medio del consentimiento. Sólo el primer grado pudo darse en Cristo, no los restantes”, concluye Santo Tomás.
¿Qué implica para Cristo sufrir la tentación ab extrinseco o ab hoste y por vía de sugestión? ¿Se puede decir que fue verdadera tentación?
Para responder debemos acudir a las Quaestiones disputatae De Malo, donde Santo Tomás trata de manera precisa y clara sobre el primer grado de tentación: la sugestión exterior. Al preguntarse sobre la causa del pecado, se interroga sobre la parte que posee el demonio en el pecado del hombre. Descarta absolutamente la idea de que el diablo pueda ser la causa del pecado como aquel que mueve directamente la voluntad humana, pero admite que puede ser el que la persuada (per modum persuadentis). “El demonio es la causa del pecado» escribe también el Aquinate en la Summa Theologiae «sólo en cuanto que persuade a obrar o en cuanto que propone un objeto apetecible».
Esta persuasión puede cumplirse de una doble manera:
a) visible: el demonio se aparece bajo forma sensible, como por ejemplo cuando tienta a Adán en el paraíso o a Cristo en el desierto;
b) invisible: el diablo se presenta como proposición posible a los sentidos internos. Así lo explica el Santo: “Toda la operación interior del demonio se ejerce sobre la fantasía y el apetito sensitivo, moviendo los cuales puede inducirnos a pecado, bien presentando a la imaginación alguna forma imaginaria, bien estimulando el apetito sensitivo a alguna pasión”
Ambas operaciones entenebrecen la razón para que consienta al pecado. Este es el modo en que el demonio induce interiormente a pecar.
Santo Tomás reconoce que estas maneras que tiene el demonio de persuadir las aplicó al tentar a Cristo en el desierto: se le apareció bajo forma sensible y le presentó a sus sentidos internos formas imaginarias buscando estimular su apetito sensible
La primera tentación —seguimos la narración del Evangelio de San Lucas— Satanás apela al apetito sensible de Cristo, presentándole a sus sentidos internos la imagen de un objeto apetecible como es el convertir las piedras en pan: «si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».
De este modo, el diablo esperaba inducir a Cristo —hambriento puesto que llevaba cuarenta días de ayuno— a consentir en lo que Aquino llama «deleite de la carne» (carnis oblectatio).
Las otras dos tentaciones también buscan implicar el apetito sensible de Cristo.
La segunda tentación de Cristo
“te daré el poder y la gloria del mundo»
Trata de persuadir la «concupiscencia de los ojos» (concupiscentia oculorum) o el deseo codicioso de poseer placenteramente dinero y cosas materiales.
La tercera tentación —«si eres Hijo de Dios, arrójate desde aquí porque escrito está: dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te protejan y te lleven en sus manos»— apela a la «soberbia de vida» (superbiam vitae) o el desordenado deseo de grandeza De este modo, Cristo padeció sobre sí verdadera y humanamente la presión del tentador. Con total dominio de su apetito sensible y reconociendo el desorden natural de lo presentado por el diablo, Cristo rechaza con su voluntad humana las tentaciones
A quien se plantea la «incompatibilidad» en Cristo de que pueda padecer la tentación y poseer a la vez la visión beatífica, Torrell argumenta que se puede aplicar lo mismo que explica Santo Tomás sobre la Pasión: mientras que Cristo era viador, la gloria de lo más profundo del alma no redundaba ni en la parte inferior del alma ni en el cuerpo; y viceversa, lo padecido en la parte inferior de su Humanidad no privaba (G. AYBAR, Las tentaciones de Cristo y su impecabilidad según Santo Tomás p. 8)
Como destaca Gondreau, Santo Tomás atribuye un gran valor soteriológico al rechazo de estas tentaciones, ya que, siguiendo a San Ambrosio, el Teólogo dominico ve en ellas la materia de todo tipo de pecado. En este misterio de la vida del Verbo Encarnado se ve cómo Cristo rechaza el pecado en su totalidad y nos manifiesta, a la vez, su profunda solidaridad con el hombre pecador:
“porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que siendo (Cristo) como nosotros, ha sido tentado en todo, excepto en el pecado” (Heb 4:15) » (6)
La Impecabilidad De Cristo
Cristo «el Hijo de Dios se hizo hombre (Jn 1:14). Él fue tan humano como nosotros, con una importante diferencia: Él era un Hombre perfecto, mientras que nosotros somos hombres pecadores. Él era perfectamente justo, santo y sin pecado. Él fue la única excepción de Romanos 3:10 (ninguno de nosotros es justo, pero Él lo fue). Él fue la única excepción de Romanos 3:12 (ninguno de nosotros es bueno, pero Él lo fue). Él fue la única excepción de Romanos 3:23 (ninguno de nosotros es sin pecado, pero Él lo era).
Es muy difícil para nosotros entender que haya un hombre sin pecado. ¿Has conocido a alguien así? Comemos con gente pecadora, vivimos con gente pecadora, vamos al colegio con gente pecadora, y conversamos con gente pecadora. Es muy difícil imaginar cómo es un hombre sin pecado – alguien que nunca tiene un mal pensamiento, alguien que nunca se enoja indebidamente, alguien que nunca miente, alguien que nunca es egoísta, y alguien que nunca piensa, dice o hace algo malo. Jamás hemos visto a alguien así, y sin embargo, hubo un hombre perfecto que una vez caminó sobre la tierra, el hombre Jesucristo.
¿Cómo sabemos que Jesucristo era un hombre sin pecado? ¿Cómo sabemos que Él jamás cometió un acto pecaminoso en toda Su vida? ¿Cómo sabemos que Él no hizo ningún mal, no dijo nada malo y nunca pensó mal? ¿Cómo sabemos que Él fue perfecto, santo y justo?» (7)
El Testimonio De Sus Amigos
« ¿Fue Jesús realmente sin pecado? Preguntemos a quienes lo conocieron mejor.
Tomemos a Pedro. El fue uno de los doce discípulos. Estuvo con el Señor por varios años. El vivió con Jesús, habló con Jesús, viajó con Jesús, y comió con Jesús. Si alguien conoció a Jesús, ese fue Pedro. El tuvo toda oportunidad para observar al Señor, observar cómo vivía, y escuchar las cosas que ÉL decía. Si alguna vez Jesús hubiese estado de mal humor o se hubiese enojado, Pedro lo habría sabido. Si Jesús hubiese tenido defectos como lo otros hombres, Pedro lo hubiese notado. ¿No es verdad que los miembros de nuestra familia y aquellos que mejor nos conocen son los que están más conscientes de nuestras faltas y fracasos? Si hubo alguien que supo cómo vivió Jesús, ese fue Pedro.
¿Qué dijo Pedro de Jesús? ¿Acaso dijo, “Jesús fue un gran Hombre de Dios, pero Él tenía algunas pequeñas fallas. Él fue el mejor Hombre que jamás vivió, pero Él no era perfecto”?
Pedro es quien escribió el libro de I Pedro. En I Pedro 2:22 Pedro dice que Jesús “no hizo pecado ni se halló engaño en Su boca.” ¡Qué declaración tan sorprendente! Pedro jamás vio al Señor cometer un pecado y nunca escuchó que el Señor dijera algo equivocado. Podemos estar seguros que Pedro vio al Señor hacer muchas cosas y escuchó al Señor decir muchas cosas, pero Pedro pudo decir, “él no pecó”.
En I Pedro 1:19, Cristo es descrito como “un Cordero sin mancha y sin arruga” ¡Jesucristo es el perfecto Cordero de Dios! En los tiempos del Antiguo Testamento, cuando los hijos de Israel presentaban un animal en sacrificio, éste tenía que ser sin defecto (ver Levítico 1:3,10; Éxodo 12:5). La impecabilidad era importante, porque estos animales estaban representando la perfección del Hijo del Hombre que se ofrecería a Sí Mismo como el sacrificio perfecto (Hebreos 9:14). ¡ÉL era el Salvador sin pecado que murió para salvar a hombres pecadores!
Pedro tiene más que decir. En 1 Pedro 3:18, leemos que Cristo sufrió una vez por los pecados, el Justo (Jesús) por los injustos (nosotros), para que Él (el Justo) pudiera llevarnos a nosotros (los injustos) a Dios. Cristo, el Justo, murió por los hombres injustos (pecadores). Aquel que es sin pecado, murió por aquellos que tienen pecado. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!
En Hechos 3:14, Pedro está predicando a un grupo de judíos. Notemos cómo describe a Jesús:”Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo” De acuerdo con Pedro, Jesús era santo (completamente apartado y separado de todo lo que fuera pecado) y justo.
Por lo tanto, de acuerdo con un hombre que conoció muy bien al Señor, Jesús no pecó; ÉL nunca pecó con Sus labios, ÉL era justo y santo y era el Cordero de Dios perfecto, sin mancha y sin contaminación.
Juan fue otro de los discípulos del Señor. De muchas maneras, él estuvo aún más cerca del Señor que Pedro. El fue el discípulo que se reclinó en el regazo de Jesús (ver Juan 13:23). Si hubo alguien que realmente conoció al Señor, ese fue Juan.
¿Qué dijo Juan acerca de Jesús? En 1 Juan 3:5 leemos, “Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él”. ¡No hay pecado en él! En Él no hay ni un solo pecado. ¿Quién dijo eso? Un hombre que conoció muy bien a Jesús. » (8)
El Testimonio de sus enemigos
«Alguien podría decir, “No es justo preguntar a los amigos de Jesús sobre la clase de vida que Él llevó. Pueden haber dicho cosas buenas e Él para proteger Su reputación, o quizás ellos quisieron decir cosas que le hicieran aparecer como justo, aunque sabían que en realidad no lo era.” Bien, para estar seguros sobre esta materia, preguntemos a algunas personas que no eran Sus amigos.
Tomemos a Judas, el hombre que traicionó a Jesús. En Mateo 27:4 Judas dijo, “He entregado sangre inocente”. Judas sabía que él era culpable (“he pecado”), pero que Jesús era inocente (Él nunca pecó).
Considere a Pilato, que fue el juez ante quien estuvo Jesús. ¿Cuál fue el veredicto de Pilato en cuanto a Jesús? ¿Decidió que Jesús era una persona culpable o que era una persona justa (Mateo 27:24)? “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.” Cuando Pilato examinó a Jesús, ¿encontró alguna falta en este Hombre (Juan 19:4)? “Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.”. También la esposa de Pilato supo algo de Jesús por un sueño que tuvo. ¿Qué clase de Hombre pensó ella que era Jesús (Mateo 27:19)? Justo.
Ecce Homo, obra de Antonio Ciseri donde puede verse a Poncio Pilato presentando a un azotado Jesús de Nazareth ante el pueblo de Jerusalén.
Consideremos al criminal que murió junto a Jesús. Éste hombre se había burlado de Jesús (Mateo 27:44), pero mientras observaba a Jesús muriendo, algo le sucedió que le hizo cambiar de parecer. A veces puedes aprender mucho acerca de una persona observándola morir. Este criminal observó a Jesús en las últimas horas de Su vida. ¿Qué pensó este hombre de Jesús (Lucas 23:41)? El dijo, “este hombre ningún mal hizo”. En otras palabras, él estaba diciendo, “yo estoy recibiendo lo que merezco porque soy un criminal culpable que merece morir, pero este hombre no merece morir, porque ÉL no ha cometido ningún crimen y no ha hecho nada malo.” Había otro hombre observando morir a Jesús. ¿Qué pensó él de Jesús (Mateo 27:54)? Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
¡Hasta los demonios saben qué clase de persona era Jesús! En Lucas 4:33-34, un demonio inmundo e impío gritó y dijo,”Yo te conozco quién eres, el Hijo de Dios.”
Los enemigos del Señor habrían estado felices de encontrar algún pecado en Su vida. Siempre estaban tratando de encontrar algo de lo cual culparlo, pero no podían encontrar nada. ¡ÉL era impecable! Era como si alguien quisiera golpear a su enemigo en la cabeza con una sartén, pero al tratar de hacerlo, se encontrara con que la sartén no tiene mango para asirla. Jesús no daba un mango a sus enemigos. No había pecado o falta en Su vida que ellos pudieran haber usado en Su contra.
Un día Jesús desafió a Sus enemigos. Él dijo, “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46). “¿Quién de vosotros puede encontrarme culpable de pecado?” ¡Ninguno dijo una palabra! Comparar Juan 8:7-11. Más adelante, cuando Jesús fue arrestado y llevado a juicio, Sus enemigos tuvieron gran dificultad para encontrar personas que testificaran en Su contra (ver Mateo 26:59-60). Nadie quería hablar de los crímenes que había cometido, puesto que ¡Él no había cometido ninguno!» (9)
El Testimonio De Jesús Mismo
«A menudo yo puedo ocultar mis faltas ante a los demás, pero no puedo ocultarlos ante mí mismo. Otros pueden no saber que estoy pensando cosas malas, pero yo sí lo se. Otros pueden no ver lo que hago en la privacidad de mi alcoba, pero yo conozco todos mis pecados. Otros pueden pensar que estamos viviendo correctamente y bien, pero nosotros sabemos la verdad acerca de nosotros. ¿Qué dijo Jesús de Sí mismo? ¿Acaso dijo, “Todos creen que no tengo pecados, pero si sólo pudieran conocerme mejor, se darían cuenta que yo también tengo problemas con el pecado”? No, Jesús nunca dijo algo como eso. En realidad, dijo todo lo contrario.
En Juan 8:29, Jesús hizo una sorprendente declaración. Él dijo, “Yo siempre hago lo que le (al Padre) agrada”. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir eso? Quizás podríamos decir,”a veces hago las cosas que Le agradan”, pero Jesús dijo “siempre”. Jamás hubo un momento en que Jesús no haya complacido a Dios el Padre. » (10)
El Testimonio de Dios El Padre
«Jesús dijo que ÉL siempre hacía aquellas cosas que agradaban al Padre. ¿Estaba de acuerdo el Padre con esta declaración? En Mateo 3:17, en el bautismo de Jesús, el Padre habló desde el cielo y dijo, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”
Jesús tenía como 30 años cuando fueron dichas estas palabras. Dios nos dice muy poco en la Biblia acerca de esos primeros 30 años. ¿Cómo fue la infancia de Jesús? ¿Cómo fue Su adolescencia? ¿Qué de Su juventud? Se dice muy poco. Jesús enfrentó muchas tentaciones creciendo en esa corrupta ciudad de Nazaret. ¿Pecó alguna vez? ÉL creció en compañía de hermanos y hermanas pecadores. ¿Alguna vez discutió o peleó con ellos? ¿Cuál fue el veredicto del Dios santo cuando se completaron esos primeros 30 años? Cuando el Padre pasó revista a los primeros 30 años de la vida de Jesús, ¡Él estaba complacido! Como niño, como adolescente, como joven, Jesús hizo siempre hizo solamente las cosas que agradaban al Padre. » (11)
El testimonio de Dios el Espíritu Santo
«El Espíritu Santo es el verdadero Autor de la Biblia. ÉL es Aquel que movió de tal manera a los escritores de la Biblia para que escribiesen sólo lo que Dios quería que escribieran (ver 2 Pedro 1:21). Veamos a lo que el Espíritu Santo guió a los escritores de la Biblia a decir sobre la impecabilidad de Cristo:
«»Mientras El aún hablaba, una nube de luz los cubrió y he aquí una voz desde la nube que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a El oíd». Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: «levantaos y no temáis», y alzando ellos los ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo. Mateo 17:5-8 «
1. Isaías 53:9. Este versículo nos dice que Jesús (el Mesías) actuó bien (Sin Mancha) y habló bien (sin engaño).
2. 2 Corintios 5:21. Jesús no conoció el pecado. ¡Qué diferente es Jesús de nosotros! Nosotros conocemos el pecado (y lo hemos practicado personalmente) demasiado bien, pero nuestro bendito Señor no tuvo absolutamente ninguna relación personal con el pecado.
3. Hebreos 4:15. Jesús fue sin pecado. ÉL fue realmente tentado, pero ÉL siempre venció la tentación.
4. Hebreos 7:26. Nuestro Gran Sumo Sacerdote es descrito como santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores. Nosotros estamos manchados con el pecado, pero nuestro impecable Señor no. Jesús estuvo con pecadores, comió con pecadores y aún tocó a pecadores, pero Él era completamente apartado de los pecadores. Él estaba con ellos, pero Él no era como ellos.
5. Lucas 1:35. El niño que nacería de María es descrito aquí por el Espíritu Santo como “el Santo Ser. Jesús fue el único hombre que no nació con una naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa es transferida de padre a hijo, y Jesús fue el único hombre que no tuvo un padre pecador, de modo que no heredó la naturaleza pecaminosa de Adán. Él fue el Santo de Dios. » (12)
Jesús fue todo lo que un hombre debiera ser
«Cuando Dios creó al hombre, ¿qué propósito tenía Dios para el hombre? Dios creó a Adán, pero Adán fue arruinado por el pecado y nunca llegó a ser todo lo que Dios quería que fuese. Aún el hombre más grande y piadoso que haya vivido ha fallado en ser todo lo que Dios quería que fuese. Noé se embriagó, Moisés tuvo sus fallas, David tuvo sus altos y bajos y aún cometió adulterio. De algún modo nos desilusionamos de las vidas de los más grandes hombres.
¿Cómo es el hombre ideal? El hombre Jesucristo es y fue todo lo que un hombre debiera ser. Podemos aprender de Moisés y Josué y Daniel y Pedro y Pablo, pero de algún modo nos desilusionaremos de sus faltas e imperfecciones. Si miramos al hombre Jesucristo, ¡jamás nos desilusionaremos! ¡ÉL es todo lo que un hombre debiera ser! ¡Él es el ejemplo perfecto de hombre!»(13)
Tal como Él anduvo, así deberíamos andar nosotros
«En 1 Juan 2:6, encontramos algo sorprendente. La Biblia dice que la persona que permanece en Cristo, debe andar como Él anduvo ¿Cómo anduvo Jesucristo? Él anduvo en santidad. Él anduvo por la senda de la rectitud y no por la senda del pecado. Hemos de andar como Él anduvo. Hemos de vivir como Él vivió. Él es nuestro ejemplo perfecto.
¿Cómo puede un pecador vivir y caminar como el impecable Cristo? Esto es imposible. Ningún hombre puede hacerlo. Sin embargo, mientras confiamos en Dios, ÉL puede hacer posible lo imposible. El Señor Jesús quiere vivir Su vida perfecta en nosotros. ÉL nos ha dado el Espíritu Santo para hacerlo posible.
Cuando Jesús caminó en esta tierra, Él nos mostró cómo debía caminar el hombre. Jesús estaba siempre lleno del Espíritu Santo. Jesús siempre anduvo en completa dependencia de Dios. Nosotros también deberíamos andar de esta manera. Por cuanto Jesús, como hombre, pudo y logró triunfar sobre cada tentación que cruzó Su camino, también lo podemos nosotros. Porque Jesús tuvo victoria sobre el pecado, también podemos nosotros. Porque Él fue un triunfador, también podemos serlo nosotros.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis” (1 Jn 2:1). Jesús no pecó. Dios nos ha dado Su preciosa Palabra para que no pequemos, y si hubiéremos pecado, sabemos que tenemos un Salvador fiel en el cielo que sabe lo que es ser tentado (Hebreos 4:15) y que conoce lo que es la tentación y el pecado. En el próximo capítulo buscaremos entender mejor lo que es realmente el pecado.»(14)
Cristo Triunfante Sobre Tentación
«La Escritura es muy rica. Leyendo solamente un texto hay muchas cosas que podemos aprender. Y la tentación de Cristo es un pasaje que ofrece muchas lecciones. No hay lugar considerarlas todas. Si no está apartando tiempo los domingos para estudiar un rato, le exhorto que comience hoy mismo a aprovechar de este día para buscar a Dios no solamente en la iglesia, sino también en privado. Y si no está ya leyendo algún libro teológico o investigando algún texto bíblico, le recomiendo que aparte tiempo este domingo en la tarde para meditar un rato en la tentación de Cristo.
De este evento podríamos aprender acerca del diablo, de la tentación, de la variedad de la experiencia que tendremos en la vida cristiana. Si nos enfocamos en Cristo como el centro de este evento, todavía hay dos maneras de considerarlo. Podríamos pensar en Cristo como nuestro ejemplo, y aprender acerca de como vencer la tentación. Eso sería muy valioso, pero se tendrá que dejar para otro momento, porque hay algo más fundamental. No digo que cualquiera de las otras cosas no es importante. Tenemos que saber cómo vivir la vida cristiana. Pero hay algo que viene antes: hay algo que tiene que preceder ese tipo de estudio. Hay iglesias que dan sermones acerca de 7 pasos para mejorar la oración, 3 pasos para agradar a Dios, 19 pasos para obtener un matrimonio mejor, 156 pasos para descubrir la voluntad de Dios, etc., etc. Pero eso no es como somos transformados. Aunque un estudio como esa podría ser bíblico (y nuevamente les recomiendo mucho que mediten acerca de esta tentación de Cristo, y que investiguen el ejemplo que nos da Cristo de como vencer la tentación) no cambia a la gente. La ley de Dios no nos transforma: el evangelio, Cristo, nos transforma. Ciertamente, nos transforma para que conformemos a la ley; pero la ley en sí es débil. Si predico la ley, lo que Dios exige, semana tras semana, no avanzará la iglesia: no se transformará. La ley nos exige que hagamos algo; pero no podemos. Es el evangelio que nos anuncia que Cristo ha hecho por nosotros que nos transforma. La ley es útil; la ley es buena; la ley es inspirada por Dios; pero la ley no transforma. Cristo transforma: por lo tanto, me parece que antes de estudiar a la tentación de Cristo, tomándolo como modelo para saber nosotros como vencer la tentación, es necesario estudiar la tentación de Cristo, tomándolo como el anuncia de la victoria de Cristo sobre las artimañas del diablo.
Para hacer esto vamos a tener que regresar al jardín de Edén, y la primera tentación. Hacemos esto porque hay dos hombres en la historia del mundo; hay dos Adanes, como Pablo nos explica en Romanos 5 y 1a de Corintios 15. Y la historia depende de esos dos hombres. Mi historia personal depende de ellos. Si yo estoy unido a Adán me espera la muerte; si yo estoy unido a Cristo, el postrer Adán, me espera la vida. Y hay elementos en el texto que sugieren que esta tentación de Cristo fue una tentación en su carácter de Mesías, del ungido, del segundo Adán.
La tentación ocurre después de que Cristo es aprobado por el Padre y ungido por el Espíritu en su bautismo. Lo próximo que sucede es que Cristo es llevado al desierto por el Espíritu, el Espíritu que vino sobre él para capacitarlo para su trabajo mesiánico; y el Espíritu lo lleva al desierto precisamente para ser tentado por el diablo.
También se sugiere que las tentaciones de Cristo le vienen como nuestro Mesías, como nuestra cabeza, por el hecho de que al menos dos de las tentaciones se dirigen a expectativas mesiánicas. El diablo lo lleva al pináculo del templo, y le dice que se eche de allí: los judíos pensaban que el Mesías se manifestaría de ese punto del templo. Las promesas de Dios al Mesías eran que heredaría toda la tierra; y el diablo le dice a Cristo que le dará todas las naciones, si Cristo le adora.
Además, podríamos considerar el hecho que Lucas pone la genealogía de Jesús entre su relato del bautismo y su relato de la tentación. En el bautismo Jesús es identificado cómo el Hijo de Dios. En su genealogía es identificado como hijo de Adán. Ahora Lucas ya había dejado claro que Cristo no es hijo de Adán así como lo son los demás: ya había narrado que Jesús nació de una virgen. Lucas también identifica a Adán como hijo de Dios (Lucas 3:38). Entonces hay dos hijos de Dios; Cristo y Adán. Pero a la vez que Cristo es Hijo de Dios es hijo de Adán, aunque hijo especial. No es el Hijo de Dios, obviamente, de la misma manera que lo fue Adán. Pero es interesante que Adán y Cristo no solamente comparten una naturaleza humana, también comparten que Dios hizo esa naturaleza humana de una manera especial. Creo que se está asumiendo la doctrina de los adanes.
Ahora el primer Adán fue tentado, y cayó. El postrer Adán fue tentado y no cayó. Cuando el hombre cayó, tuvo muchas ventajas: vivía en el paraíso, tenía suficiente para todas sus necesidades, y tuvo compañerismo. En la tentación de Jesús, él estaba solo, en un desierto, y ayunando por cuarenta días. Además, la tentación de Jesús fue muy prolongada. A pesar de la diferencia en las circunstancias, Eva y Adán cayeron, y Cristo triunfó.
El punto básico de la tentación, de las solicitaciones del diablo, tienen que ver con si escucharemos a la palabra de Dios o a las sugerencias del diablo. El diablo aprovecha de nuestra condición para que sus ideas parezcan razonables, y nosotros seamos llevados a olvidar, ignorar o torcer la palabra de Dios. Adán y Eva escucharon más al diablo que a Dios; y siempre que caemos, hacemos lo mismo. Damos más autoridad a nuestros deseos, a nuestros impulsos, a nuestra debilidad que a la palabra de Dios.
A lo mejor se acordarán que existieron tres elementos en la tentación de Eva. Ella vio que el árbol era bueno para comer; que era agradable a los ojos; y que era codiciable para alcanzar la sabiduría, y comió. Esto muchas veces se ha relacionado con lo que dice Juan acerca del mundo: Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo (1a de Juan 2:16). Y hay tres tentaciones principales que vienen a Cristo. Había sido tentado por todos los cuarenta días. Al final de ese tiempo, el diablo le trae las tres tentaciones que se nos relatan. No sabemos si son representativas de lo que el diablo había estado haciendo o si son las tentaciones especiales, máximas, que el pudo inventar. Pero son tentaciones significativas, porque se relatan detalladamente. Ahora la primera tuvo que ver con la comida; la segunda que relata Lucas (Mateo es quien nos da el orden cronológico de estas tentaciones) tuvo que ver con el deseo de lo agradable, y la tercera (según el orden de Lucas) con la vanagloria.
Cristo venció todo lo que el diablo lanzó: rehusó todo lo que ofreció. Se aferró a la palabra de Dios en vez de escuchar las solicitaciones del diablo. El triunfó.
Entonces puede ser una cabeza, un Adán, diferente. Del primer Adán nos viene la condenación y la corrupción, es decir, el pecado original. Pero del postrer Adán, de Cristo nos viene vida y victoria. Si hubiera caído, no tendríamos salvación o esperanza.
Actuó en este caso como nuestra cabeza, nuestro representante. Por su obediencia somos constituidos justos.
Entonces hay perdón para nosotros por todas las veces que hemos caído en tentación.
Y también hay poder: este hecho es un anuncio que es posible ser tentado, con todo tipo de desventaja, con toda la furia y paciencia y sutileza del diablo, y no pecar.» (15)
Niko Kazantzakis
El sacerdote Jesuita Hermann Rodríguez Osorio , en una nota basada en su homilía del Primer domingo del Tiempo de Cuaresma, predicada el 25 de Febrero de 2007, titulada “(…) El Espíritu Santo lo llevó al desierto”, cuenta acerca de Niko Kazantzakis, novelista griego, quien «escribió hace algunos años un libro que tituló La última tentación, novela que fue llevada a la pantalla en 1988 por el famoso director cinematográfico, Martin Scorsese, con el título de La última tentación de Cristo. Tanto la novela, como la película, muy polémica por cierto, presentan a Jesús siendo tentado a lo largo de toda su vida, haciendo énfasis en la última tentación, que propiamente no fue casarse con María Magdalena, como casi todo el mundo interpreta de una manera superficial, sino negarse a morir en la cruz. En este sentido, podemos decir que la oración en el huerto de Getsemaní, tal como nos la presentan los evangelistas, fue un momento crucial de tentación, casi a las puertas de su pasión: “Padre mío, para ti todo es posible: líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu” (Mar. 14:36). Por otra parte, no podemos negar que algunas de las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz y que recordamos de manara particular en la Semana Santa, son reflejo de esta realidad que atravesó toda su vida. Es lo que el mismo Lucas expresa al final de este pasaje con esta afirmación: “Cuando ya el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de él por algún tiempo”.
Todo esto significa que Jesús fue tentado muchas veces y de muy diversas formas. San Lucas nos presenta aquí los deseos de aprovechar sus capacidades para su propio beneficio: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan”; deseos de tener poder: “Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo”; y, por último, deseos de tener fama, haciendo cosas espectaculares para llamar la atención: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropiece con piedra alguna”.
Llama la atención el uso que hace Jesús de la Escritura para defenderse de la tentación; tanto es así, que el tentador recurre a la autoridad del Salmo 91 (versículo 12) para presentar la última tentación de esta serie. Pero Jesús vuelve a defenderse citando otro texto de la misma Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” (Deut. 6:16). Nuestra vida, como la de Jesús, no es una fotografía. Las tentaciones del egoísmo, del poder y de la fama, para no señalar sino las que aparecen aquí mencionadas, están siempre presentes. El Señor nos invita a recurrir a su Palabra para contrarrestar la fuerza del mal en nuestro interior. Sabiendo, por lo demás, que se trata de una realidad que no ocupa solo un momento de nuestra vida, sino que la atraviesa de principio a fin.» (16)
Fuente:
1. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
2. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
3. http://foros.labibliaweb.com/archive/index.php/t-1419.html
4. (Notas de pie Nº 153-154 de pág. 280, Los misterios de la vida de Cristo en Justino Mártir, Autor José Granados, Publicado en 2005, Editrice Pontificia Università Gregoriana).”
5. (Notas de pie Nº 155 de pág. 280, Los misterios de la vida de Cristo en Justino Mártir, Autor José Granados, Publicado en 2005, Editrice Pontificia Università Gregoriana).”
6. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/lifeoc/c4.htm
7. http://www.supercable.es/~miguelor/tentaciones.htm
8. http://hjg.com.ar/sumat/d/c41.html#a4
9. http://es.wikipedia.org/wiki/La_tentaci%C3%B3n_de_Cristo
10. http://www.e-aquinas.net/pdf/aybar.pdf
11. http://www.e-aquinas.net/pdf/aybar.pdf
12. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
13. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
14. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
15. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
16. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm
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