Los Cuernos de Moisés

Los Cuernos de Moisés

Image Hosted by ImageShack.us

El rostro resplandeciente de Moisés

Respondiendo a una pregunta de un comentarista del blog, recordé este caso que había leido, sobre las posibles discrepancias de la biblia y decide investigar un poco mas y armar un relato que me pare interesante:

La escultura de Moisés realizada por Michelangelo Buonarroti y algunas otras obras del renacimiento, muestran a un Moisés barbado y con un par de protuberancias en la frente que claramente parecen un par de cuernos.

Todo parece indicar que el origen de esos apéndices es un error de traducción del idioma Hebreo, específicamente la traducción de Exodus 34:29-30. El texto describe a Moisés descendiendo del Monte Sinaí, con el rostro «emitiendo rayos de luz».

La palabra hebrea «qaran» como verbo equivale a «emitiendo rayos de luz» pero como sustantivo significa «cuerno»

Actualmente sabemos que es un error pero por cientos de años la Biblia Latina describía erróneamente el resplandeciente rostro de Moisés como «quod cornuta esset facies sua»

“Al estar traduciendo San Jerónimo El Antiguo Testamento del hebreo al latin, en el pasaje del Éxodo 34. 29, cuando Moisés desciende del Monte Sinai con las dos tablas del testimonio en su mano, El Éxodo dice que no sabía Moisés, que la piel de su rostro resplandecía con “rayos” de luz. Pero la palabra hebrea “rayos” puede ser asimismo traducida como “cuernos”: karan versus keren. Así que San Jerónimo pensó que nadie, salvo Cristo debía resplandecer con rayos de luz. Así que optó por la acepción secundaria y entonces San Jerónimo aplicó la palabra latina “cornuta” a Moisés y le dió “cuernos”.

Fuente: El Enigma del Cuatro. Ian Caldwell y Dustin Thomason. Ed. Roca 2004 pág.168

Pues esta es la razón por la que Miguel Angel esculpió a Moisés en el siglo XVI de esta manera:

Mientras que por ejemplo el setabense José de Ribera, en el XVIII, representó en una pintura a Moisés con los rayos de luz:

180px-jose_de_ribera_041.jpg

Pues esa es la explicación (bastante graciosa) del porqué de los cuernos en algunas representaciones de Moisés.

El portal de la editorial boker, en un articulo titulado los cuernos de Moises, hablando del antisemitismo de Europa. Esta editorial atribuye este hecho al vacio educativo que allí se vive con respecto al pueblo judío, y comentan que este vacío educativo puede ser ilustrado a través de la mitología popular que se condensa, por ejemplo, en la famosa estatua de Miguel Angel, aquella que representa a Moisés y que exhibe al gran líder del éxodo de Egipto con cuernos en la frente. De cierta manera, estos cuernos pueden considerarse parte integral de la interpretación artística, subjetiva, del gran maestro de Caprese. Los biógrafos relatan que cuando Miguel Angel concluyó su obra, quedó tan profundamente impresionado por la fuerza y energía que provienen de la escultura que agarrando uno de sus martillos, golpeó la rodilla de la estatua y exclamó: ¡habla! Pero tal vez lo hecho por el artista fue atenerse simplemente a una idea, común y prevalente en la Edad Media, que afirmaba que los judíos, cual demonios, tenían cachos en la frente.

Es posible que el origen de esta mitología apócrifa derive de un versículo de la Vulgata (la traducción al latín de la Biblia, que data de fines del siglo IV); el versículo en cuestión está en el Pentateuco, Exodo 34,29: «al descender Moisés… no advirtió que la piel de su rostro ‘brillaba’…», que la Vulgata vierte al latín como: «… quod cornuta esset facies sua…»

(1). El equívoco reside en la traducción de la palabra hebrea «karán» (brillo), que también puede significar cuerno, pero está claro que dentro del contexto en que aparece en el original , alude a la luz reflejada por el rostro de Moisés

(2). Como puede verse, los cuernos atribuidos a Moisés responden a una interpretación errónea de las Sagradas Escrituras, pero que ha contribuido – quizás de manera involuntaria- a alimentar el morbo antes mencionado. Pues, este asunto de los cuernos no termina con Moisés, porque la leyenda se propagó durante siglos, y hasta el día de hoy se sabe de la existencia, en latitudes remotas y algunas no tan remotas, de gente convencida de que los judíos portan cachos sobre sus cabezas.

Además, el cuerno como símbolo es un elemento constitutivo de diversas culturas y mitologías. Numerosas pinturas cavernícolas de una edad prehistórica contienen dibujos de cornamentas, quizás por la connotación de fuerza y majestuosidad que éstas representan. El afamado ídolo Báal de los babilonios, por ejemplo, representado por un toro con formidables pitones, era también adorado por otros pueblos de la región, incluyendo la tierra del Canaán

(3).Más adelante, sin embargo, el cristianismo medieval vinculó los cuernos con los demonios que invadían su pensamiento y lo agobiaban con terror. Es posible que esa asociación tuviera el propósito de negar la realidad de los cornudos dioses romanos, que el cristianismo había vencido y superado. De tal suerte que en numerosos escritos religiosos de la época encontramos referencias a diablillos con cuernos que persiguen a las mujeres con deseos ilícitos.

Está claro que, no obstante la discrepancia de los teólogos y el clero responsable, el judío era visto por gran parte de la sociedad de la época como un asistente del diablo, que tenía el ánimo de interferir o de destruir al cristianismo. Para distinguirlo, obligaron al judío a portar un emblema sobre su vestimenta, que en ocasiones era la imagen de un cuerno rodeado por una rueda amarilla. Así fue en Francia durante la última generación antes de la expulsión de los judíos en 1306. De tal manera que la Estrella de David amarilla, que los alemanes impusieron sobre el pecho de los judíos durante la era nazi fue, únicamente, expresión contemporánea de un atropello que tenía antecedentes históricos.

Como se ve, de esta confluencia de símbolos culturales e históricos divergentes, equívocos o malinterpretados, resulta que, mientras los cuernos que Miguel Angel le colocó al judío Moisés tenían el propósito de atribuirle majestad, poder y grandeza, al mismo tiempo existía la percepción de que el judío era aliado del diablo. ¿Hay acaso una secreta relación entre la renovada fuerza del antisemitismo europeo y la leyenda de los cuernos que todo judío porta sobre su cabeza? Objetivamente, la respuesta probable es negativa. Pero desde un prisma moral, la réplica no se presta a duda: es afirmativa.(EditorialBoker.com)

La Escultura es un arte de símbolos, a fin de cuentas, en particular cuando hay ciertas cosas que no se pueden esculpir de manera naturalista, y se deben recurrir a técnicas un poco más sutiles para apelar a la inteligencia del espectador.

Uno de estos simbolismos son las protuberancias que adornan muchas estatuas antiguas de Moisés. Según una tradición antigua, cuando Moisés hablaba con Dios, salían rayos desde la cabeza del profeta. Como esculpir estos rayos era algo enrevesado, y además se hubiera prestado para la maledicencia («¡miren qué cuernos se gasta Moisés!»), los escultores preferían simplemente ponerle un par de pequeñas protuberancias, y se supone que ellas representaban los rayos en cuestión.

Sin embargo, este toque delicado no fue suficiente, y con el paso del tiempo, los escultores debieron renunciar a esta práctica, precisamente para evitar que la gente tomara esos «rayos» como «cachitos», y dijera que Moisés era un cornudo…

Entre las esculturas que muestran a Moisés con protuberancias, está nada menos que el «Moisés» que Miguel Angel esculpió a comienzos del siglo XVI, y que ilustra este posteo.

Los cuernos de Moisés.

El verbo hebreo “Qaran” (su pronunciación es kaw-ran) puede significar Qal o Hiphil. El primero hace referencia a sacar rayos de luz (brillar o destellar) y el segundo “Hiphil” significa sacar astas o cuernos o ser cornudo. Este verbo aparece hasta cuatro veces en la Biblia.

“Quod cornuta esset facies sua”

(dibujo del Moisés de Miguel Ángel realizado por Gerardo Jofre)

Tres veces aparece en el libro del Éxodo ( Éxodo 34:29, 30 y 35 ) y una vez en el Salmo 69 versículo 31 (versión KJV). El verbo que aparece en el Salmo 69 hace referencia a los cuernos de un novillo, mientras que en el libro del Éxodo, el verbo Qaran refiere a destellar rayos de luz.

Entre los años 382 al 404 d.C San Jerónimo (Eusebius Hieronymus Sophronius) tradujo la Biblia del griego al latín. Hasta entonces los cristianos habían hecho uso de la Septuaginta o Biblia griega de los LXX. No toda la Biblia llegó a ser traducida al latín por San Jerónimo. Los libros de la Sabiduría, el de Baruch, el Eclesiástico y los dos libros de los Macabeos, no llegaron a ser traducidos por él. Sin embargo el libro del Éxodo y los Salmos, si que fueron traducidos. Es más, respecto a los Salmos hizo una segunda revisión, con la ayuda del Hexapla de Orígenes y los textos hebreos, y ésta es la que está incluida en la Vulgata.

Al llegar al capítulo 34 versículo 29, San Jerónimo topó con el verbo hebreo Qaran y en vez de atribuirle el significado original hebreo ( irradiar o destellar luz) adecuado a su contexto, le dio el mismo significado que aparece en el Salmo 69:31. De esta manera podemos leer en latín “Quod cornuta esset facies sua” , es decir, en una traducción literal sería “que su rostro estaba cornudo”. Se ha especulado sobre si esa traducción fue errónea o si por el contrario San Jerónimo lo hizo a propósito por alguna razón teológica.

Si acudimos a la versión griega:

Localizamos el verbo “glorificar” que aparece en la Septuaginta como “dedocastai”, en el sentido de que el rostro de Moisés estaba glorificado y no cornudo.

Curiosamente el verbo hebreo “qaran” es algo similar a la palabra “keras” que significa cuerno en griego, pero como ya hemos visto esa palabra no aparece en Éxodo 34:29 de la versión septuaginta y por otra parte San Pablo en II Corintios 3:7 alude al resplandor del rostro de Moisés en Éxodo 34:29 como algo glorioso, sin hacer alusión a la cornamenta. Teniendo estos datos resulta difícil pensar que San Jerónimo se equivocará al escribir “Quod cornuta esset facies sua”, pues probablemente lo hizo de forma intencionada por alguna razón simbólica o teológica.

Mil años después de San Jerónimo, el Papa Julio II (1505) reclama que regrese a Roma el celebre artista renacentista Michelangelo Buonarroti, más conocido como Miguel Ángel y le encarga una gran estatua de Moisés para su mausoleo en la iglesia romana de San Pietro Vincoli. En 1513 murió el Papa Julio II, pero Miguel Ángel continuo su escultura hasta finalizarla en 1545 y terminó su Moisés, incluyendo sus cuernos, aplicando literalmente la versión vulgata.

Un año después de terminar su Moisés, el 8 de abril de 1546 se celebraba la sesión IV del Concilio de Trento en donde se aprobaba el Decreto sobre la edición y uso de la sagrada escritura y en el cual se designaba la versión vulgata de San Jerónimo, como el único texto bíblico latino auténtico y autorizado.

Cuando se llevaron a cabo en el siglo XVIII las traducciones de la Vulgata al español y otras lenguas, ya incidían en que “la letra quod cornuta esset facies sua no se debe tomar en sentido propio, sino metafórico” y que lo que salía del rostro de Moisés no eran cuernos, sino rayos de luz o un resplandor extraordinario.

(JPEG)

Moisés con cuernos en la obra Aelfric Paraphrase of the Pentateuch and Joshua (año 1.025).

En el anterior articulo «Quod Cornuta esset facies sua» explicaba que parece difícil que San Jerónimo se equivocara en la traducción del pasaje de Éxodo 34:29 y que tal vez el motivo fuera darle algún valor simbólico o teológico.

Lo cierto es que el texto masorético contiene un hebreo ambiguo en la frase que describe el rostro de Moisés tras su conversación con Yahvé. Sabemos que San Jerónimo estudio hebreo bíblico y filología de sus judíos contemporáneos. Jerónimo explico en su comentario al libro de Amos que «cornuta» era una referencia metafórica a «glorificación». En el resto de comentarios, inclusive al libro de Isaías y Ezequiel, así como su Dialogo contra los Pelagianos, San Jerónimo presenta los cuernos de Moisés como una metáfora sobre «fuerza», «poder», «sabiduría» o «conocimiento de Dios». Seria interesante profundizar más en el análisis de esta metáfora, su contexto en el siglo IV y su significado.

En definitiva San Jerónimo se aleja conscientemente de una interpretación literal de «cornudo», por lo que difícilmente se trata de un error de traducción.

Se han publicado interesantes estudios sobre la iconografía de Moisés representado con cuernos que deriva de una interpretación literal de la traducción jeronimiana. Esta peculiar iconografía cristiana de un Moisés cornudo tuvo lugar a partir del siglo XI en Inglaterra y finalizo alrededor del siglo XVII en Europa. La primera plasmación artística de Moisés con cuernos aparece en la obra Aelfric Paraphrase of the Pentateuch and Joshua (1.025 d.C.). A partir de esta obra comienza una representación extremadamente literal de los pasajes Ex.34:29, 34:30 y 34:35. La obra Aelfric Paraphrase of the Pentateuch and Joshua contiene unas cuatrocientas ilustraciones y en varias de ellas aparece Moisés con cuernos. Un hiperliteralismo de la narrativa bíblica que se extenderá durante posteriores siglos a otros países europeos como Austria, Francia, España e Italia.

(JPEG)

Grabado impreso en Venecia del año 1521 donde aparece Moisés con cuernos

Durante el renacimiento se extendió mayormente esta iconografía de Moisés hasta el siglo XVII, época en que ya aparecen escasas representaciones. Así por ejemplo en El Escorial hay un cuadro del siglo XVII donde aparece Moisés con cuernos.

Esta iconografía no se produce directamente por una expresión pictórica de la traducción de San Jerónimo, sino que fueron el resultado de un literalismo exagerado. No puede por consiguiente hablarse de un instigamiento o promoción de esa iconografía por parte de San Jerónimo.

Según Antonio Ruiz de Elvira en su trabajo «Los hermanos de Jesús y la Iconografía de Moisés», distintas causas pueden haber contribuido a eliminar los cuernos de Moisés:

A) San Pablo

B) Santo Tomas de Aquino

C) El miedo al ridículo

San Pablo, como ya mencione en mi anterior articulo, hace referencia a un rostro «glorificado», cuando dice: «et erat glorificata facies eius». Ello ha sido justificado por los comentaristas modernos de la Biblia; por ejemplo Torres Amat.

Santo Tomas de Aquino rechaza en su obra «In Omnes beati Pauli Apostoli epistolas, super 2 Co. III, Lectio II» la interpretación literal de que Moisés llevara cuernos.<< Non intelligendum est eum habuisse cornua ad litteram, sicut quidam eum pingunt, sed dicitur cornutus propter radios qui videbantur esse quasi cornua>>.

El miedo al ridículo, según se aprecia en el Gesenio Manual («Lexicon Manuale Hebraicum et Chaldaicum in Veteris Testamenti Libros…»).

Finalmente los comentaristas bíblicos dejaron a un lado los cuernos de Moisés y con ello su representación artística, pasando los cuernos a ser «rayos de luz» en obras pictóricas del siglo XVIII como el Moisés de José de Ribera.

Gerardo Jofre.


Fuentes:

El Arte y la tentación de Cristo

El Arte y la tentación de Cristo

La tentación de Cristo o Tentaciones de Cristo (en italiano, Tentazione di Cristo) es un fresco realizado por el pintor renacentista italiano Sandro Botticelli. Mide 345,5 cm. de alto y 555 cm. de largo. Fue realizado entre los años 1481 y 1482 en la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano.

En 1481, el Papa Sixto IV llamó a Botticelli, así como a otros artistas prominentes florentinos y umbríos, como Pietro Perugino, Domenico Ghirlandaio y Cosimo Rosselli; a ellos se añadieron después Luca Signorelli y Bartolomeo della Gatta. La tarea que se les encomendó fue elaborar frescos en las paredes de la Capilla Sixtina. El papa proporcionó el programa iconográfico: la supremacía del papado. Se pretendía pintar las dos paredes, una frente a otra, la comparación de las vidas de Moisés y Cristo, incluyendo las prefiguraciones del Nuevo Testamento en el Antiguo. Además, en el registro superior, en todo el perímetro, estaban pintados una larga serie de papas. Para realizar la obra, los pintores tuvieron que aceptar unas convenciones representativas comunes a todos, de manera que la obra final resultara homogénea: usaban la misma escala de dimensiones, la misma estructura rítmica y representación paisajística, una sola gama cromática con adornos de oro que hiciera resplandecer las pinturas con la iluminación de las antorchas y las velas. Aunque Giorgio Vasari sostenía que Sandro Botticelli pintó todo el conjunto, lo cierto es que pintó tres historias en los frescos. Además, se cree que proporcionó los dibujos de once papas y quizá intervino directamente en la pintura de algunos. Las composiciones son complejas y difíciles, con reelaboraciones neoplatónicas de temas clásicos en la iconografía cristiana.

En este episodio se representan las tentaciones de Cristo narradas por los Evangelios, en concreto en Mateo 4, 1-11. Sobre este cuadro se lee: «TEMPTATIO IESU CHRISTI LATORIS EVANGELICAE LEGIS». El esquema compositivo es distinto del que puede verse en las Pruebas de Moisés y en el Castigo de los rebeldes, pues el relato se articula a través de tres acciones situadas en diferentes lugares altos y además, en la parte posterior o segundo plano de la pintura. Se lee de izquierda a derecha:

  1. En la parte alta, al fondo, Jesucristo encuentra al demonio, bajo la apariencia de un eremita o un peregrino, quien le invita a transformar en pan las piedras y así comer después de cuarenta días de ayuno.
  2. En el centro, sobre un edificio, Satanás tienta a Jesús, diciéndole: «Si tú eres hijo de Dios, arrójate». El demonio está sobre lo alto del frontón de un templo y reta a Jesús a lanzarse al vuelo y ser salvado por los ángeles. El templo está inspirado en el hospital del Santo Espíritu, construcción de Sixto IV próxima al Vaticano.
  3. A la derecha vuelve a tentarlo ofreciéndole toda la magnificencia del mundo. Cristo lo rechaza y hace caer al demonio desnudo desde una roca. La ropa de eremita se desprende y aparece el demonio, con garras, cola, y orejas de animal. Detrás de la figura de Cristo hay unos ángeles ante una mesa, preparando la Eucaristía.

El primer plano de la composición no contiene Tentaciones de Cristo, sino ve un rito de sacrificio, interpretado como oferta del leproso después de ser sanado por Cristo. En esta escena puede identificarse al sumo sacerdote con Moisés, visto que en la pared de enfrente están las escenas de su vida, y el joven con Cristo, que será él mismo sacrificado para redimir a toda la Humanidad.

Dado que tenía por objeto la decoración de estancias papales, cabe pensar que muchos de los retratados son prelados y familiares del papa, pues los rostros no siguen el mismo modelo, sino que están individualizados, como auténticos retratos. También hay alusiones directas al pontífice: a su nombre, Francesco della Rovere, aluden los robles pintados, y a su símbolo heráldico el traje azul oscuro con hojas de encina de oro que lleva el joven que, situado a la izquierda, de perfil, se levanta de un asiento de mármol.

Las figuras pintadas por Botticelli son escultóricas. Contribuye al modelado de las mismas el uso que hace de la luz. En cuanto a los colores que emplea en la pintura, son variados, pero en conjunto un poco apagados por la técnica al fresco.

Otros frescos de Botticelli en la Capilla Sixtina son:


Fuente:

http://www.supercable.es/~miguelor/tentaciones.htm

Análisis de algunas objeciones a las Tentaciones de Cristo

Análisis de algunas objeciones a las Tentaciones de Cristo

¿Convino que Cristo fuese tentado?

La tentación de San Antonio, por Martin Schöngauer.

La tentación de San Antonio, por Martin Schöngauer.

I. Objeciones por las que parece que no convenía que Cristo fuera tentado:

1. Tentar equivale a someter a prueba. Esto no se hace más que acerca de algo desconocido. Ahora bien, la virtud de Cristo era conocida incluso por los demonios, pues en Luc 4:41 se lee que no dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era el Cristo. Luego parece que no convino que Cristo fuese tentado.

2. Cristo había venido para destruir las obras del diablo, como está escrito en I Jn 3:8: Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo. Pero no es propio del mismo sujeto destruir las obras de alguien y a la vez ser víctima de las mismas. Y, por este motivo, parece haber sido un despropósito el que Cristo tolerase ser tentado por el diablo.

3. hay una triple tentación, a saber: la de la carne, la del mundo, y la del diablo. Pero Cristo no fue tentado por la carne ni por el mundo. Luego tampoco debió serlo por el diablo.

Contra esto: está lo que se narra en Mat. 4:1: Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

Respuesta: Cristo quiso ser tentado:

Primero, para proporcionarnos auxilio contra las tentaciones. Por esto dice Gregorio en una Homilía : No era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, él que había venido para ser muerto; para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que aniquiló nuestra muerte con la propia.

Segundo, para nuestra precaución, a fin de que nadie, por santo que sea, se tenga por seguro e inmune a la tentación. Por lo que también él quiso ser tentado después del bautismo, porque, como dice Hilario, Super Matth., las tentaciones del diablo se ceban espacialísimamente en los santos, porque no hay victoria que más apetezca que la lograda sobre los mismos. De ahí que también en Eclo 2:1 se diga: Hijo, si vienes a servir al Señor, mantente firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la tentación.

Tercero, para ejemplo; esto es, para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones del diablo. Por esto escribe Agustín en IV De Trin., que Cristo se ofreció al diablo para ser tentado, a fin de ser el mediador para superar sus tentaciones, no sólo con la ayuda, sino también con el ejemplo.

Cuarto, para infundir en nosotros la confianza en su misericordia. Por esto se dice en Heb 4,15: No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaqueras, pues fue tentado en todo, a semejanza nuestra, menos en el pecado.

A las objeciones:

1. Como escribe Agustín, en IX De Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto cuanto El quiso; no en cuanto es la vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su virtud, por los cuales podían lograr alguna conjetura de que Cristo era el Hijo de Dios. Pero como, por otra parte, veían en él ciertas señales de flaqueza humana, no conocían con certeza que era el Hijo de Dios. Y por este motivo quiso (el diablo) tentarlo. Esto es lo que se da a entender en Mat 4:2-3, donde se dice que, después que tuvo hambre, se le acercó el tentador, porque, como comenta Hilario, el diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo de no haber descubierto en él, mediante la flaquera del hambre, la condición humana. Y esto mismo es manifestado por el modo de tentarle, cuando le dijo: Si eres Hijo de Dios.. Gregorio comenta esta frase diciendo: ¿Qué significa este exordio de la conversación sino que conocía que el Hijo de Dios. había de venir, pero que no pensaba que hubiera venido por medio de la debilidad del cuerpo?

2. Cristo vino a destruir las obras del diablo, no usando de su poder, sino más bien padeciendo de él y de sus miembros, para, de este modo, vencer al diablo con la justicia, no con el imperio, como explica Agustín en XIII De Trin. : El diablo hubo de ser vencido, no por el poder de Dios, sino por la justicia. De ahí que en las tentaciones de Cristo debe considerarse lo que hizo él por su propia voluntad y lo que padeció del diablo. Y el ofrecerse al tentador fue obra de su propia voluntad. Por esto se dice en Mat 4,1: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para que fuese tentado por el diablo. Lo cual, dice Gregorio, debe entenderse del Espíritu Santo, es a saber: para que su Espíritu lo condujese allí donde le encontraría el espíritu maligno para tentarle. Pero toleró al diablo que lo tomara, (y lo llevara) ya sobre el alero del templo, de un monte muy alto. Y no es de admirar, como añade el mismo Gregorio, que permitiese ser llevado por el diablo a un monte el que consintió ser crucificado por los miembros de aquél. Pero el ser llevado por el diablo no debe entenderse como algo ineludible, sino porque, como escribe Orígenes, In Lúe., le seguía a la tentación como el atleta que avanza libremente.

3. Como escribe el Apóstol (Heb 4,15), Cristo quiso ser tentado en todo menos en el pecado. Ahora bien, la tentación que proviene del enemigo puede carecer de pecado, porque se realiza sólo por sugestión exterior. En cambio, la tentación que procede de la carne no puede darse sin pecado, porque tal tentación se realiza por medio del deleite y la concupiscencia; y como dice Agustín, algún pecado hay cuando la carne desea contra el espíritu. Y, por este motivo, Cristo quiso ser tentado por el enemigo, pero no por la carne.

II. ¿Cristo debió ser tentado en el desierto?

El Monasterio griego-ortodoxo del Quarantal, en la montaña del desierto de Judea, frente a Jericó.

Objeciones por las que parece que Cristo no debió ser tentado en el desierto.

1.Cristo quiso ser tentado para ejemplo nuestro, como acabamos de decir (a.l). Ahora bien, el ejemplo debe proponerse de modo manifiesto a quienes se trata de instruir por medio de él. Luego no debió ser tentado en el desierto.

2. Dice el Crisóstomo In Matth. : El diablo insta a la tentación principalmente cuando ve a los solitarios. Por esto también, al principio, tentó a la mujer cuando la encontró sin la compañía del mando. Y en este aspecto parece que, mediante la ida al desierto para ser tentado, se expuso a la tentación. Por consiguiente, siendo su tentación un ejemplo para nosotros, parece que también los demás deben lanzarse a las tentaciones para soportarlas. Esto, sin embargo, parece ser peligroso, pues más bien debemos evitar las ocasiones de la tentación.

3. En Mat. 4:5 se narra la segunda tentación de Cristo, cuando el diablo llevó a Cristo a la Ciudad Santa, y le puso sobre el alero del Templo, que ciertamente no estaba en el desierto. Luego no fue tentado solamente en el desierto.

Contra esto: está lo que se dice en Marcos.

“Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:2-4)

“por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sin de toda palabra de Dios.”

imágen del Monte de las Tentaciones

Respondo: Como hemos manifestado (a.l ad 2), Cristo, por su propia voluntad, se presentó al diablo para ser tentado, lo mismo que también, por su propia voluntad, se ofreció a sus miembros para que le matasen; de otra manera, el diablo no se hubiera atrevido a acercarse a él. El diablo solicita más bien al que se encuentra solo, porque, como se dice en Ecl 4:12, si alguien prevalece contra uno, dos le hacen frente. Y ésa es la explicación de que Cristo se retirase al desierto, como a un campo de batalla, con el fin de ser tentado allí por el diablo. Por lo cual dice Ambrosio In Luc. que Cristo era impulsado deliberadamente al desierto para provocar al diablo. Pues si aquél, es decir, el diablo, no hubiera combatido, éste, a saber, Cristo, no hubiera venado. Pero añade además otras razones, diciendo: Cristo hizo esto misteriosamente, con el fin de liberar del destierro a Adán, el cual había sido arrojado del paraíso al desierto (cf. Gen 3:23); (y) ejemplarmente, para manifestarnos que el diablo tiene envidia de los que tienden a lo más perfecto.

A las objeciones:

1. Cristo es propuesto a todos como ejemplo por medio de la fe, según aquellas palabras de Heb 12:2: Fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús. Pero la fe, como se dice en Rom 10:17, viene de la audición, no de la visión; antes bien, en Jn 20:29 se lee: Bienaventurados los que no vieron y creyeron. Y por esta razón, para que la tentación de Cristo nos sirviera de ejemplo, no se requería que fuese vista por los hombres, sino que bastó con que fuese contada a los mismos.

2. La ocasión de la tentación es doble. Una, que proviene del hombre; por ejemplo, cuando alguien busca el pecado, no evitando las ocasiones de pecar. Y tal ocasión de tentación debe de ser evitada, como se le dijo a Lot en Gen 19:17: No te detengas en toda la región alrededor de Sodoma.

La otra ocasión de tentación procede del diablo, que siempre tiene envidia de los que tienden a la perfección, como dice Ambrosio. Y tal ocasión de tentación no es necesario evitarla. Por esto dice el Crisóstomo, In Matth, que no sólo Cristo fue conducido al desierto por el Espíritu, sino también todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No les satisface estar ociosos; pero el Espíritu Santo les impele a emprender alguna obra grande; esto, para el diablo equivale a estar en el desierto, porque allí no existe la injusticia, en la que el diablo se deleita. Toda obra buena es también desierto para la carne y el mundo, porque no se conforma con los deseos de la carne y el mundo. Y dar al diablo esta clase de ocasión de tentaciones no es peligroso, porque es mayor la ayuda del Espíritu Santo, autor de toda obra perfecta, que el ataque del diablo envidioso.

3. Algunos sostienen que todas las tentaciones tuvieron lugar en el desierto. De ellos, algunos dicen que Cristo no fue conducido realmente a la Ciudad Santa, sino sólo en visión imaginaria. Otros opinan que se llama desierto a la propia Ciudad Santa, es decir, a Jerusalén, porque estaba abandonada de Dios. Pero no es necesario nada de esto, porque Mar 1:13 dice que era tentado en el desierto por el diablo, pero no dice que lo fuera solamente en el desierto.

III. ¿La tentación de Cristo debió producirse después del ayuno?

Objeciones por las que parece que la tentación de Cristo no debió tener lugar después del ayuno.

1. Antes se dijo (q.40 a.2) que a Cristo no le convenía un comportamiento austero. Ahora bien, parece haber sido muestra de una austeridad suprema el no haber comido nada durante cuarenta días y cuarenta noches, pues así se entiende la frase de Mat 4:2: Ayunó cuarenta días y cuarenta noches, es a saber, porque en aquellos días no tomó alimento alguno, como dice Gregorio. Luego no parece que un ayuno de esta clase debiera preceder a la tentación.

2. En Mar 1:13 se dice que permaneció en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás. Pero ayunó cuarenta días y cuarenta noches. Luego parece que fue tentado por el diablo no después del ayuno, sino mientras ayunaba.

3. Sólo una vez se lee que Cristo ayunó. Ahora bien, no fue tentado por el diablo una sola vez, pues en Luc 4:13 se dice que, acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. Por consiguiente, como no precedió el ayuno a la segunda tentación, así tampoco debió preceder a la primera.

Contra esto: está lo que se dice en Mat. 4:2-3: Habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre; y entonces se acercó a él el tentador.

Templo de Salomón

Respuesta: Cristo quiso ser tentado a propósito después del ayuno.

1. Para ejemplo. Porque, siendo perentorio para todos defenderse contra las tentaciones, como queda dicho (a.l), al haber ayunado El antes de la tentación futura, nos enseñó que necesitamos armarnos con el ayuno contra las tentaciones. De ahí que el Apóstol enumere el ayuno entre las armas de la justicia, en I Cor 6:5-7.

2. Para mostrar que el diablo ataca incluso a los que ayunan para tentarlos, lo mismo que lo hace con los que se dedican a obras buenas. Y por eso, como Cristo es tentado después del bautismo, así lo es después del ayuno. Por lo cual escribe el Crisóstomo In Matth. : Para que aprendas cuan gran bien es el ayuno, y la calidad de escudo que reviste contra el diablo, y cómo, después del bautismo, es necesario entregarse al ayuno y no a la lascivia, ayunó Cristo, no porque necesitase del ayuno, sino para instruirnos a nosotros.

3 Porque al ayuno siguió el hambre, que dio al diablo audacia para acometerlo, como ya se ha dicho (a.l ad 1). Cuando el Señor tuvo hambre, como dice Hilario In Matth , no fue porque la necesidad se desligase ocultamente sobre él, sino porque abandonó su condición de hombre a su propia naturaleza. El diablo no debía ser vencido por Dios, sino por la carne. De donde, como escribe el Crisóstomo, en el ayuno no fue más allá que Moisés y Elías, a fin de que no apareciese como increíble su encarnación.

El�as.
El profeta Elías

A las objeciones:

1. No convino a Cristo un estilo de vida más austera, con el fin de manifestarse humilde a quienes predicó. Nadie, efectivamente, debe asumir el oficio de la predicación sin haber sido antes purificado y perfeccionado en la virtud, como se dice de Cristo en Hch.1:1: Jesús comenzó a obrar y enseñar. Y ésta es la razón de que Cristo emprendiese una vida austera después del bautismo, para enseñar que los demás deben ejercer el ministerio de la predicación después de haber domado la carne, conforme a aquellas palabras del Apóstol: Castigo y esclavizo mi cuerpo; no sea que, habiendo predicado a los demás, resulte reprobado yo mismo (I Cor. 9:27).

2. La frase de Marcos 1:13 puede entenderse de modo que estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, en los cuales ciertamente ayunó; y lo que sigue: era tentado por Satanás, debe interpretarse no como referido a aquellos cuarenta días y cuarenta noches, sino como después de ellos, porque Mat 4:2 dice que, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre, de lo que el tentador tomó ocasión para acercarse a él. De donde también lo que sigue (Mar 1:13): y los ángeles le servían, es manifiesto que debe entenderse de forma consecutiva, por lo que se dice en Mat 4:11: Entonces le dejó el ,diablo es a saber, después de la tentación, y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían. Lo que intercala Marcos (1:13), estaba entre las fieras, se orienta, según el Crisóstomo, a indicar cómo era el desierto, porque, ciertamente, era inaccesible a los hombres y estaba lleno de fieras.

No obstante, según la exposición de Beda, el Señor fue tentado durante los cuarenta días y las cuarenta noches. Pero esto no debe entenderse de las tentaciones visibles, narradas por Mateo y por Lucas, que sucedieron después del ayuno, sino de algunas otras que, tal vez, sufrió Cristo por aquel tiempo de parte del diablo.

3. Como escribe Ambrosio, el diablo se apartó de Cristo por algún tiempo, ya que después vino, no para tentar, sino para combatir sin reboco, en tiempo de la pasión. Y, con todo, durante ese ataque, parece que tentó a Cristo de tristeza y de odio al prójimo, como en el desierto lo había tentado del placer de la gula y del desprecio de Dios mediante la idolatría.

IV. ¿Fueron convenientes el modo y el orden de la tentación?

Objeciones por las que parece que no fueron convenientes ni el modo ni el orden de la tentación.

1. La tentación del diablo induce al pecado. Ahora bien, si Cristo hubiese remediado su hambre corporal convirtiendo las piedras en panes, no hubiera pecado, como tampoco pecó al multiplicar los panes —que no fue menor milagro-para remediar a las turbas hambrientas (Mat 14,15). Luego parece que tal tentación no existió.

2. ningún tentador persuade oportunamente lo contrario de lo que intenta. Pero el diablo, al colocar a Cristo sobre el alero del templo, se proponía tentarle de soberbia o de vanagloria. Luego, desacertadamente, le persuade a que se tire abajo, por ser eso contrario a la soberbia o vanagloria, que busca siempre el subir.

3. la tentación oportuna es la que se centra en un pecado. Pero en la tentación del monte le invitó a dos pecados, a saber: la codicia y la idolatría. Luego parece que el modo de la tentación no fue el oportuno.

4. las tentaciones se orientan hacia los pecados. Ahora bien, los pecados capitales son siete, como se expuso en la Segunda Parte (1-2 q.84 a.4). Y, en este caso, la tentación se centra en tres, a saber: gula, vanagloria y codicia. Luego no parece una tentación suficiente.

5. Después de la victoria sobre todos los vicios, le queda al hombre la tentación de la soberbia y la vanagloria, porqueJesus la soberbia pone asechanzas incluso a las buenas obras, para que se desmoronen, como dice Agustín. Luego Mateo (4:85) dispone incorrectamente la tentación de codicia en el monte al colocarla en último lugar, y en medio la tentación de vanagloria en el templo; sobre todo cuando Lucas las ordena en orden inverso.

6. Jerónimo, In Matth., dice que el propósito de Cristo fue vencer al diablo con la humildad, no con el poder. Luego no debió rechazarle reprendiéndole con imperio: Retírate, Satanás (Mat. 4:10; cf. Mar 8:33).

7. Da la impresión de que la narración del Evangelio contiene algo incierto, pues parece imposible que Cristo fuese colocado sobre el alero del templo sin ser visto por otros. Ni existe monte alguno tan alto que permita ver desde él todo el mundo, de manera que desde el mismo pudieran ser mostrados a Cristo todos los reinos del mundo. Por consiguiente, parece que la tentación de Cristo ha sido descrita indebidamente.

Contra esto: está la autoridad de la Escritura (Mat 4:1; Lc 4:1).

Respuesta: La tentación que viene del enemigo se produce a modo de sugestión, como dice Gregorio. Pero la sugestión no puede hacerse a todos de la misma manera, sino que a cada uno se le sugiere algo entre las cosas que constituyen sus aficiones. Y, por este motivo, el diablo no tienta desde un principio al hombre espiritual con pecados graves, sino que comienza poco a poco con los leves, para llevarlo luego a los más graves. De donde Gregorio, en XXXI Moral., comentando las palabras de Job 39,25 —Huele de lejos la batalla, las arengas de los jefes y el alarido del ejército —, escribe: Se dice justamente que los jefes arengan y que el ejército emite alaridos, porque los primeros vicios se desligan en la mente engañada bajo cierta apariencia de razón; pero los innumerables que luego se siguen, arrastrando al alma a toda clase de locuras, confunden como con un bestial alarido.

Y este procedimiento es el que siguió el diablo en la tentación del primer hombre. Pues, en primer lugar, solicitó su mente con la comida de la fruta prohibida, diciendo en Gen 3,1: ¿Por qué os ha mandado Dios que no comieseis de todos los árboles del paraíso? Luego lo tentó de vanagloria, cuando dijo: Se abrirán vuestros ojos. Finalmente llevó la tentación hasta la extrema soberbia, al decir: Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.

Y este mismo orden guardó también con Cristo. Porque, primero, le tentó con lo que apetecen los hombres por muy espirituales que sean, a saber: con la sustentación de la vida corporal mediante el alimento. En segundo lugar, pasó a aquello en que, a veces, caen los varones espirituales, esto es, en hacer algunas cosas por ostentación, proceder que se encuadra en la vanagloria. Por último, llevó la tentación a lo que ya no es propio de los varones espirituales, sino de los carnales, es decir, a desear las riquezas y la gloria del mundo hasta el desprecio de Dios. Y ésta es la razón de que, en las dos primeras tentaciones, dijese: Si eres el Hijo de Dios; pero sin decirlo en la tercera, que no puede convenir a los varones espirituales, que son hijos de Dios por adopción, como les convienen las dos primeras.

Cristo hizo frente a estas tentaciones con testimonios de la ley, no con el poder de su virtud, a fin de que, de ese modo, honrase más al hombre y castigase en mayor grado al enemigo, como si el enemigo del género humano fuese vencido no por Dios, sino por el hombre, como dice el Papa León.

Esquema del Templo de Herodes

A las objeciones:

1. No es pecado de gula servirse de lo necesario para el sustento; pero sí puede serlo cuando el hombre hace algo desordenado por el deseo de tal sustento. Y es desordenado el que uno, cuando puede disponer de recursos humanos, quiera procurarse el alimento milagrosamente sólo para sustentar el cuerpo. Por lo que el Señor proporcionó milagrosamente el maná a los hijos de Israel en el desierto, donde no podían conseguir alimento de otro modo (cf. Ex. 16). Y, de la misma manera, Cristo alimentó milagrosamente a las turbas en el desierto, donde tampoco podían conseguir alimentos. Pero Cristo podía proveerse de otro modo para saciar su hambre sin recurrir a los milagros, como lo hizo Juan Bautista, tal como se lee en Mat 3:4; o desplazándose a lugares vecinos. Por esto pensaba el diablo que Cristo pecaría si, siendo puro hombre, intentase hacer milagros para satisfacer su hambre.

2. No es raro que, mediante la humillación exterior, busque uno la gloria que redunda en los bienes espirituales. Por esto dice Agustín en el libro De sermone Domini in monte: Es necesario advertir que la jactancia puede darse no sólo en el esplendor y la pompa de las cosas corpóreas, sino también en la suciedad mugrienta. Y, para significar esto, el diablo trató de persuadir a Cristo para que, a fin de lograr la gloria espiritual, se lanzase corporalmente al suelo.

3. Apetecer las riquezas y los honores es pecado cuando se los desea desordenadamente. Esto es evidente sobre todo cuando el hombre comete algo deshonesto para conseguirlos. Y por esto el diablo no se contentó con invitarle a la codicia de las riquezas y los honores, sino que trató de inducir a Cristo a que, por el logro de esos bienes, le adorase, lo que es mayor crimen y va contra Dios. Y no dijo solamente: Si me adoras, sino que añadió: si postrándote (Mat 4:9); porque, como dice Ambrosio, la ambición tiene este peligro familiar: Que, para dominar a los demás, antes se somete a servidumbre; y se doblega obsequiosamente para alcanzar el honor; y, queriendo sublimarse, se abate aún más.

Y, del mismo modo, también en las tentaciones precedentes trató de inducirle, por el apetito de un pecado, a otro pecado, por ejemplo: con el deseo de la comida trató de inducirlo a la vanidad de realizar un milagro injustificado; y por la codicia de la gloria intentó llevarlo a tentar a Dios precipitándose.

4. Como escribe Ambrosio In Lúe. : La Escritura no hubiera dicho que, acabada toda la tentación, el diablo se apartó de él, si en las tres tentaciones mencionadas no se encontrase la materia de todos los pecados. Porque las causas de las tentaciones lo son de las concupiscencias, a saber: la delectación de la carne, la esperanza de la gloria y la ambición del poder.

5. Como escribe Agustín en el libro De consensu Evang., es incierto lo que acaeció en primer lugar: Si primero le fueron presentados los reinos de la tierra, y después fue colocado sobre el alero del Templo; o si esto fue lo primero, y lo otro lo segundo. Sin embargo, esto no hace al caso, siendo claro que sucedieron todas estas cosas. Parece que los evangelistas han seguido un orden distinto, porque, a veces, de la vanagloria se cae en la codicia, y a veces sucede al revés.

6. Cristo, cuando soportó la injuria de la tentación al decirle el diablo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo (Mat. 4,6; cf. Lc 4,9), ni se turbó ni increpó al diablo. En cambio, cuando el diablo usurpó para sí el honor de Dios, diciendo: Todo esto te daré si, postrándote, me adoras (Mat. 4:9; cf. Lc 4:7), se irritó y lo echó, diciendo: Apártate, Satanás; para que, por su ejemplo, aprendamos nosotros a soportar con magnanimidad nuestras injurias, y a no aguantar, ni de oídas, las injurias contra Dios.

7. Como explica el Crisóstomo, el diablo llevó a Cristo (al alero del templo) de tal modo que fuese visto por todos; pero El, sin saberlo el diablo, actuaba de tal manera que no fuera visto por nadie.

La Puerta Dorada, en el Muro de Jerusalén:

Foto tomada en el Huerto de Getsemaní. Al fondo está la Muralla de Jerusalén, y hacia la izquierda la Puerta Dorada, cerrada a cal y canto, como había profetizado la Biblia que ocurriría después de la entrada del Mesías (Ezequiel 44)… ¡y por esa puerta entró Jesús el Domingo de Ramos!.

Muro de las Lamentaciones ( en inglés, «Wailing Wall» o «Western Wall»): Es el lugar más sagrado para los Judíos. Lo que resta del Templo de Herodes, donde Jesús iba. Lo destruyeron los Romanos el año 70, como había profetizado Daniel que ocurriría después de la venida del Mesías: Se destruirá el templo, el altar, desaparecerá el sacrificio, los sacerdotes… (Daniel 8:11, 9:27, 11:31, 12:11, Osea 3:4, Amos 7:9). Los Judíos ponen papeles con oraciones entre las piedras. Una de estas piedras mide 4 metros y pesa 628 toneladas, ¡la más larga jamás empleada en la construcción de un edificio!, no la pueden levantar ni los buldogs modernos, la más larga de las Pirámides de Egipto mide 2 metros. El «Muro de las Lamentaciones» es el que está entre las dos escalinatas de subida al Templo, y delante, la Plaza del Muro actual.

Y la frase: Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria (Mat. 4:8), no debe entenderse como si viese los mismos reinos, ciudades o pueblos, o el oro o la plata, sino que el diablo indicaba a Cristo con el dedo las regiones en que estaban situados cada reino y cada ciudad, y le exponía de palabra los honores y el estado de cada reino O, según Orígenes, le mostró cómo reinaba él en el mundo mediante los diversos vicios.

Fuente:

  1. ¿Convino que Cristo fuese tentado?, CUESTIÓN 41 Sobre la tentación de Cristo,Suma TeológicaIIIa (Tertia)

¿Cómo resistió al diablo el Señor Jesús?

¿Cómo resistió al diablo el Señor Jesús?

El relato narrado de la Tentación y un análisis de los acontecimientos acontecidos

¿Cómo RESISTIÓ al diablo el Señor Jesús?

«Los evangelios sinópticos, después del bautismo de Jesús nos hablan de las tentaciones (Mar 1:12-13). Nos muestran las actitudes que pueden hacer fracasar el proyecto de «sociedad alternativa» (el Reino de Dios) que nos propone Jesús. Jesús no cederá ante ninguna, pero estas quedarán como una seria advertencia para todos sus seguidores, los hombres que quieran comprometerse en la línea de Jesús tendrán necesariamente evitar caer en ellas.

El Malo: «Si eres hijo de Dios, haz que estas piedras se transformen en pan»:

Jesús: «No sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que sale de la boca de Dios»:

¿Que propone el Malo?: que Jesús haga uso de sus cualidades y de sus poderes en beneficio propio, olvidando el plan de Dios. Es el ateísmo práctico, usar tus cualidades para tu exclusivo beneficio. Es una tentación muy peligrosa para algunas comunidades cristianas, muy bien «dotadas», que pueden usar sus riquezas y prestigio, en su propio beneficio y no lo ponen al servicio de los demás. :

¿Qué responde Jesús?: ¡Ojo! No se trata solamente de comer, hay establecido un «plan» divino; no solo de pan vive el hombre, sino que hay que tener en cuenta lo que Dios diga también. Ya demostró Jesús en el episodio de los panes y los peces que el hambre no se satisface con «milagritos», sino compartiendo los alimentos (panes y peces), que es la manera de que la sociedad no pase hambre y penurias. El designio de Dios, su plan divino, es que los hombres compartan las riquezas y los recursos de la Tierra y que ninguno pase hambre ni fatiga. El pan que lleva al hombre a su plenitud, es el pan que se da, es decir, la entrega de uno mismo a los demás (Mar 14:22). La respuesta de Jesús a la primera tentación muestra que Dios es la garantía del desarrollo pleno del hombre. Cualquier comunidad humana que no tenga ese objetivo prioritario, se puede decir que ha caído en esa tentación.

El Malo: «Tiráte abajo, porque está escrito que los ángeles cuidarán de ti, te cogerán en volandas y tu pié no tropezará contra ninguna piedra».

Jesús: «No tentarás al Señor tu Dios».

¿Qué propone el Malo?: Por un lado le pide a Jesús que manifieste públicamente su poder y prestigio, que todos vean lo que es capaz de hacer; es la tentación del «qué dirán», del «relumbrar», del «figurar», de la «apariencia», tentación en la que pueden caer muchos grupos cristianas. Por otro lado también es una proposición para irresponsables: «Aquí no pasa nada», «Dios es muy bueno y se encarga de todo»; «los ángeles te llevarán en volandas», es un diálogo un tanto infantil.

¿Cómo falló Pedro en resistir al diablo?    

Veamos dos ejemplos:

1.- Mateo 16:21 al 23

 2.- Lucas 22:31-32, 39-46; 54-62

Nos propone a un Dios que infantiliza al hombre. Nos invita esta tentación a dejarlo todo en manos de Dios, renunciando a la reflexión y a la propia responsabilidad. En el fondo se trata del «fanatismo» religioso, del la «providencia divina» a ultranza que lleva a la anulación del hombre. Esa actitud lo que intenta es poner a prueba a Dios (no tentarás al Señor tu Dios) exigiéndole que intervenga en situaciones comprometidas que han sido creadas por la irresponsabilidad del hombre. Pero para Jesús el hombre es siempre el responsable tanto de su historia personal como de la historia del mundo. La tentación que toma pié del AT (Sal 91:11s), muestra el peligro de una interpretación literalista de frases aisladas y sin tener el cuenta el contexto y la intención del autor. Apelando a la Escritura también se puede traicionar el proyecto de Dios. La tentación nos propone además la idea de propagar el Reino por medio de señales espectaculares que aureolen la postura del Mesías. Con la garantía divina se impondría el reconocimiento y la adhesión incondicional de todos los hombres, pero con esto, Dios habría impedido nuestra «libertad de opción».

¿Qué responde Jesús?: Jesús siempre rechazará esta tentación de dar señales prodigiosas (Mar 8:11-13) y como condición para creer en él (Mar 15:29-32). Nos dice Jesús, con ese «No tentarás…», que el plan de Dios para el hombre sigue siendo el mismo: el Señor, siempre está junto a nosotros, pero lo que cuenta no es lo que hace él, sino lo que hacemos con él. Dios no trabaja sin el hombre, y el hombre no puede construir sin Dios: «Sin mí no podéis hacer nada». La comunidad colabora con Dios, pero es responsable de sus actos, por eso no debe caer en ese providencialismo infantil, ni ser un grupo de «relumbrones».

El Malo: «Todo esto te daré si me rindes homenaje»:

Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a El sólo prestarás servicio»

¿Qué propone el Malo?: Darle toda la gloria, o lo que es lo mismo, la riqueza y el poder religioso, político y económico, etc. Todos se postrarán ante él, se asegurará el triunfo, el dinero y el esplendor humano; será aceptado por todos y sólo con una condición: «que me rindas homenaje». El «Malo» sabe muy bien que el poder es lo más tentador, pues crea en el hombre esa ambición de más poder y ese deseo de dominio. Es mucho más radical. Es la renuncia completa y descarada al compromiso mesiánico. La tentación consiste en el dominio universal en todos los aspectos. El texto identifica la ambición de poder con el homenaje a Satanás; este se convierte así en el símbolo mismo del poder, que facilita la ambición del hombre y lo aparta definitivamente de Dios. Todo el que incite a obtener ese poder encarna a Satanás; como el caso de Pedro cuando se opone a la entrega de Jesús (Mat. 16:22s). Es una tentación muy atrayente; el hombre se deja arrastrar por el esplendor del poder. Quien tiene poder tiene el éxito asegurado. Quien propone realizar la «sociedad alternativa» (el Reino de Dios) basándose en el dominio, el esplendor y la riqueza es un mentiroso, pues impide el proyecto de Dios de «plenitud humana». Todo poder que oprima al hombre limitando o anulando su libertad es enemigo del hombre y de Dios. Donde exista este poder, no importa quién lo detente; el plan de Dios fracasa.

¿Qué responde Jesús?: Con su «vete, Satanás…», Jesús nos dice que, intentar propagar el Reino de Dios por medio del dinero, del prestigio, del dominio o del poder, es servir a Satanás y está en contra del proyecto de Dios para el hombre. Es una concepción, para las comunidades cristianas, que se opone radicalmente a los que creen que el Reino de Dios se propaga con el dominio o la preeminencia que proporcionan el dinero y el poder. El verdadero enemigo del hombre es el propio hombre, que promociona o consiente las ideas o sistemas políticos, económicos o religiosos que impiden su crecimiento y desarrollo como persona. Por eso Jesús nos descubre la verdadera identidad del Malo: el «Malo» es el poder. El Malo no puede tolerar una comunidad que niegue los valores de la sociedad injusta, por eso siempre intenta seducirla con ese «poder», para que adopte o por lo menos «pase por alto» esos valores.» 

2  Pedro 3:16-18

En su última epístola, Pedro anima a todos los creyentes a afirmarse en la Palabra de Dios y a someterse al Dios de la Palabra:

CRECER EN LA GRACIA:

Humillarse BAJO Dios y darse cuenta que ÉL lo es todo y que uno es nada. No soy rival para Satanás, pero mi gran Dios sí lo es. Por lo tanto, yo debo someterme a ÉL y tomar el lugar que me corresponde BAJO Su Señorío.

 

 

 

La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido al Tentador en beneficio nuestro: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» [Hb 4,15 .].

Por tentación se entiende toda aquella sugestión interior que, procediendo de causas tanto internas como externas, incita al hombre a pecar.

Las tentaciones actúan en el hombre de tres maneras:

1) engañando al entendimiento con falsas ilusiones, haciéndole ver, p. ej., la muerte como muy lejana, la salvación muy fácil, a Dios más compasivo que justiciero, etc.;

2) debilitando a la voluntad, haciéndola floja a base de caer en la comodidad, en la negligencia, etc.;

3) instigando a los sentidos internos, principalmente la imaginación, con pensamientos de sensualidad, de soberbia, de odio, etc.

Las tentaciones son pecado no cuando las sentimos, sino sólo cuando voluntariamente las consentimos (Catecismo, nn. 1264, 1426, 2515).

Es importante comprender con claridad que la tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca obliga a la voluntad, que permanece siempre dueña de su libre albedrío. Ninguna fuerza interna o externa puede obligar al hombre a pecar.

Por tanto, siempre podemos vencer las tentaciones, ya que ninguna de ellas es superior a nuestras fuerzas: Fiel es Dios que no permitir que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho (I Cor. 10, 13).

Dios no quiere nuestras tentaciones, pero las permite, ya para humillarnos, haciéndonos ver la necesidad que tenemos de su gracia, ya para fortalecernos con la lucha, ya para que adquiramos m‚ritos para el cielo.

Los medios para vencer las tentaciones están siempre al alcance de la mano:

1) los medios sobrenaturales, que son los más importantes: la lectura de la biblia,la oración, la alabanza (cantar a Dios) y congregarse periodicamente

2) la mortificación de nuestros sentidos, que fortalece la voluntad para que pueda resistir en el momento de la tentación;

3) evitar la ociosidad, pues la tentación parece que espera el primer momento de ocio para insinuarse;

4) huir de las ocasiones de pecado, dado que nunca es lícito exponerse voluntariamente a peligro próximo de pecar: supondría conceder poca importancia a la probable ofensa a Dios y tiene, por tanto, razón de verdadero pecado. No tengas la cobardía de ser `valiente»: ¡huye!.  

 

El Diablo Huye

 

CRECER EN EL CONOCIMIENTO:

Crecer en el conocimiento de Cristo y de Su Palabra y afirmarme en ella. Entonces Satanás no tendrá otra opción sino huir. No tuerzas ni corrompas las Escrituras como aquellos hombres malvados que Pedro describe en 2 Pedro 3:16-17.

 

 

 

  

Fuente:

 

Análisis de la Tentación de Cristo de acuerdo a la Cristología de Justino Mártir

Análisis de la Tentación de Cristo de acuerdo a la Cristología de Justino Mártir (1)

San Justino Mártir (c. 100/114 – 162/168) fue uno de los primeros apologistas cristianos.

«El diablo escuchó la voz del Padre en el Jordán: tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy (Sal 2:7); y, de resultas, se acercó a tentar a Jesús’. Es el misterio que ahora abordamos: un análisis de la escena (2:1) precederá a su colocación en el conjunto de la vida del Salvador (2.2).

«En aquel tiempo el Espíritu impulsó a Jesús hacia el desierto. Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo tentado por Satanás, y los ángeles le servían. Y después de haber sido Juan llevado a la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: “Ya se cumplió el plazo señalado, y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mar. 1:12-15).

Leer el resto…

Negación del evento histórico de la tentación de Cristo como un hecho real

Negación del evento histórico de la tentación como un hecho real

«Hay que aprender a morir aquí y ahora para aprender a vivir aquí y ahora. Morir significa despedirse de ideas, convicciones y puntos de vistas queridos; solamente los que son capaces de aceptar la muerte cambiarán. Los que no están dispuesto a ello, no pueden aprender un camino esotérico(místico – contemplativo)».
Willigis Jäger

tentacion-de-jesus

En un sermón del Padre Castellani para tiempos de Cuaresma titulado Ayuno y Tentaciones de Cristo, El sacerdote predicó en el año 2006 que «”Hoy hay sacerdotes que niegan las Tentaciones”. Luego él sigue en su sermón comentando: “Tengo el resumen de un artículo publicado con toda clase de aprobaciones en la «Revista Eclesiástica» de Lima, que me mandó mi amigo el Padre jesuita Florentino Alcañiz: niega la realidad de las Tentaciones de Cristo y afirma que son una «dramatización» para expresar la eterna lucha del bien y del mal. Niega también que haya endemoniados y afirma que todos los «endemoniados» del Evangelio fueron enfermos y nada más. ¿Y cómo Cristo los dio por endemoniados, e incluso habló con los demonios? Ah, ésa es otra «dramatización», para significar la existencia del mal en el mundo. Después, como si esto fuese poco, se mete con la Madre de Jesucristo y dice que la aparición del Ángel Gabriel es un cuento ridículo… y que eso es otra dramatización del «monólogo interior» de María Santísima… o sea, que la Virgen se preguntó ella misma y se respondió ella misma: -¿Quieres ser La madre de Jesús? -Sí quiero, cómo no. Entonces, los milagros de Cristo podrían ser todos «dramatizaciones» -Perfectamente, cómo no -Entonces, Reverendo, ¿en qué se funda su fe? -Se funda en la razón -Hace mucho tiempo que no tienes ni pizca de fe -ni pizca de razón- diría tu Padre San Ignacio de Loyola.

Me hace acordar lo que le sucedió a un paisano mío de Reconquista, que se le paró al lado un turista en auto y dijo: -Oiga amigo ¿éste es el camino que va a Reconquista? –Sí señor. El otro puso en marcha el auto y el paisano le gritó: -¡Epa, párese! -¿Qué hay? -Este es el camino de Reconquista… pero si quiere llegar a Reconquista, pegue media vuelta y agarre pal otro lao, dirección contraria. Así este Profesor de Escritura, anda por la Sagrada Escritura, pero en dirección contraria: cree que anda entrando y anda saliendo.”

Luego continúa su sermón diciendo que

“Las Tentaciones de Cristo son reales y verdaderas. No diré que sean fáciles: son la mar de raras. Algunos intérpretes (Durand, y también en cierto modo San Jerónimo y San Juan Crisóstomo) dicen que es natural, Cristo siendo Dios no podía ser tentado como nosotros los hombres. Pero Cristo no fue tentado como Dios, es imposible… y su natura de hombre es esencialmente la misma que la mía.

Mejor dijo el gran místico alemán del siglo XIII Maestro Eckhart: que las tentaciones de Cristo fueron las mismas que las nuestras. ¿Cómo se entiende eso?

La materia de nuestras tentaciones es diferente… en realidad es diferente en cada hombre… pero el fondo (o sea lo que llaman los tomistas «la forma», que no significa figura sino la estructura esencial de cada cosa, el «alma» como si dijéramos) ésa es la misma. El esquema general es el mismo.»(1)

En otro portal católico también se niega la veracidad del relato:

«La historicidad de un episodio concreto en la vida de Jesús, en el cual habría sido tentado por Satanás durante una estancia en el desierto, es muy poco probable.

Los relatos evangélicos de las tentaciones son un eco de las numerosas veces en que la fe de Jesús fue puesta a prueba.

Su función en las narraciones evangélicas corresponde a la necesidad cultural de entender el comienzo de la misión de Jesús como un rito de paso.

Presuponen una forma de conceptualizar la experiencia humana del mal muy distinta a la nuestra.

[…] Parece evidente que los relatos de las tentaciones no reproducen un acontecimiento histórico. Sin embargo, podrían reflejar una experiencia histórica relativamente frecuente en la vida de Jesús. En diversos momentos de su vida Jesús fue puesto a prueba por sus adversarios (Mar 8:11; 10:2; 12:15 par.) y hasta sus mismos discípulos se convirtieron para él en una encarnación de Satanás (Mar 8:33 par.). Podemos afirmar que la tentación fue una constante en la vida de Jesús, y que la tradición posterior relacionó esta experiencia con su filiación, pues lo que estas tentaciones ponían a prueba, en última instancia, era su condición de hijo.

[…]El contexto cultural en el que se escribieron los relatos de las tentaciones se manifiesta a dos niveles distintos. Por una parte, lo vemos reflejado en la función que dicho relato tiene dentro de la biografía de Jesús narrada por los evangelistas. Por otra, se concreta en las representaciones utilizadas para hacer concebible los efectos del mal en el mundo y en las personas.

La posición que el relato de las tentaciones tiene en los evangelios, después de la teofanía del bautismo, en la que Jesús es declarado hijo de Dios, y justo antes de que el narrador señale el comienzo de su misión, es un indicio de que tiene, dentro de la biografía de Jesús, misma la función antropológica que los ritos de paso.

Los ritos de paso existen en todas las culturas y con ellos se pretende facilitar, propiciar, ratificar y señalar los cambios más relevantes en el itinerario vital de los individuos. En casi todos los pueblos existen ritos de paso asociados con la incorporación de un recién nacido a la familia o a la comunidad (imposición del nombre, bautismo etc.), con el paso de la adolescencia a la edad adulta, con la formación de una nueva unidad familiar, con la muerte. Pero también se dan ritos de pasos especiales, casi siempre menos estructurados que los anteriores, para personas con vocaciones o misiones especiales.

Última Cena, de Ghirlandaio, h. 1480, fresco, en el refectorio del Convento de San Marcos, Florencia

Son muy conocidas las vocaciones de los profetas veterotestamentarios o la búsqueda de experiencias espirituales en la soledad o mediante la ascesis, típicas, sobre todo, de la espiritualidad oriental. En estos procesos rituales el individuo se separa temporalmente de la sociedad, se desconecta de los asuntos de la vida cotidiana centrando toda su atención en el cambio que se opera en su persona, cambio que le dispondrá para reincorporarse en la sociedad con un nuevo papel o una nueva misión.

En los ritos o experiencias de paso el individuo tiene casi siempre que enfrentarse con distintos peligros o pruebas, que deberá superar con el fin de mostrarse a sí mismo y a los demás que está preparado para su nueva función. Si el paso tiene carácter religioso o espiritual, suele recibir ayuda de la divinidad en forma de poderes extraordinarios o de enseñanza.

En las tentaciones de Jesús encontramos todos los ingredientes de este tipo de experiencia – el retiro en el desierto, la guía del Espíritu, la puesta a prueba por Satanás y la victoria que le acredita para salir al mundo y dar comienzo a su misión.

Que la prueba de Jesús consista precisamente en un combate con Satanás o el diablo indica que estamos ante testimonios de una cultura en la que el mal es frecuentemente concebido en formas personificadas, y anticipa, también, la importancia que la lucha contra esas formas de mal va ha tener en el ministerio de Jesús. Como veremos en un tema posterior, una de las actividades más características de dicho ministerio serán los exorcismos, es decir, la recuperación de personas poseídas por espíritus impuros y su reintegración en la sociedad o en el grupo.

Esta actividad corresponde a una visión del mundo, compartida por Jesús y la gente que le rodeaba, según la cual el mal ha invadido la creación e intenta dominarla a través de seres intermedios de carácter demoníaco capaces de poseer a las personas, enfermarlas, tentarlas o enloquecerlas. Jesús entiende que Dios está ahora recuperando su poder sobre el mundo y que en sus propios exorcismos se manifiesta de forma concreta la venida de su Reinado (Lc 11, 20: si yo expulso los demonios con el poder de Dios es que el reinado de Dios ha llegado a vosotros).

Encontramos, en el evangelio de Lucas, un testimonio muy primitivo y muy directo de toda esta constelación de ideas relacionadas con la experiencia humana del mal. Cuando sus discípulos vuelven llenos de alegría debido al éxito que han tenido sus exorcismos, Jesús dice: “He visto a Satanás cayendo del cielo como un rayo” (Luc 10, 19).

Si leemos el relato de las tentaciones sobre este trasfondo de ideas, entenderemos por qué parecía necesario a una mentalidad de la época que en su proceso de preparación para la misión – en su experiencia o rito de paso – Jesús se hubiera enfrentado ya con Satanás y hubiera aprendido a salir victorioso de sus ataques. » (2)

Al final de su sermón, el padre Castellani dice algo que es verdad, aunque suena algo gracioso « ”El Diablo da bien de comer y da mal de cenar, dice el español”. Luego el sacerdote católico continúa diciendo “Al final del Padre Nuestro pedimos a Dios nos libre del Mal -o nos libre del Diablo- como traducen los ingleses («the Evil One») y los alemanes; y los brasileros. No podemos saber qué palabra aramea dijo Cristo, pues no nos ha quedado el Evangelio arameo de San Mateo -si es que existió. En griego y en latín, la última palabra del Padre Nuestro puede traducirse «de todo mal» o «del Malo»; porque ese ablativo que hay allí: «a malo» y «Apò poneeroû» puede venir de un nominativo masculino o bien neutro. Es lo mismo de todos modos: que nos libre del pecado o del Diablo que es el que induce y se aprovecha del pecado.»(3)

« Debemos aprender algo de esta tentación de Jesús. Nadie se escapa del tentador, todos podemos ser tentados por esta criatura. Satanás es muy astuto, a veces usa la Biblia para sus engaños. Satanás siempre tiene un plan de acción para atacarnos. Nadie por sí solo puede enfrentarse a él.

Hemos visto que Jesús estaba blindado con la palabra. Simplemente Jesús se mantuvo en la palabra, no cuestionó, no respondió a los ofrecimientos del diablo, no expuso sus puntos de vistas, sólo utilizó lo que ya estaba escrito, utilizó las palabras que su Padre le dio a Moisés unos 1500 años atrás.


Jesús validó el contenido del Antiguo Testamento, nada había cambiado, la palabra que fue buena para Moisés era buena para combatir al diablo.


Hoy debemos tener cuidado con lo que predicamos. «No todo lo que brilla es oro», no todo lo que se predica proviene de Dios. Hoy hay muchos que ignoran el Antiguo Testamento, que ignoran las enseñanzas que Dios le dio al pueblo e Israel y que Jesús las hizo buena para los gentiles. Satanás es astuto, tiene muchos recursos para persuadir, para engañar. Es capaz de hacer que la mentira se vea como la verdad y la verdad se vea como mentira.Nadie duda que Dios bendice a sus siervos, Dios mismo nos dice que el conoce nuestras necesidades. Jamás nos faltará algo si tenemos fe en su palabra, si vivimos de acuerdo con su palabra, si hacemos su voluntad, si somos obedientes.


Satanás anda suelto como león rugiente, salió herido de esa batalla que perdió ante el Hijo de Dios, está furioso, le queda poco tiempo. En Ezequiel Dios prometió que lo destruiría para siempre y Juan vio su destrucción en el libro de Apocalipsis.

Pero Satanás y sus demonios siguen con nosotros, siguen trayendo desgracias a la humanidad. La única fuerza que lo detiene el la Iglesia de Jesucristo y la presencia del Espíritu Santo. La Biblia afirma: «Resistid al diablo y huirá de vosotros».


Eso fue lo que hizo en el desierto, salió huyendo, derrotado. Entonces Jesús levantó su rostro y vio a miles de ángeles que le servían, que le adoraban. Satanás fue al desierto con la idea de que Cristo lo adorara, pero Jesús le dijo:»Tú eres el que tiene que adorar y servir a tu Dios. Esas palabras quemaron la mente del diablo, quien tuvo que salir huyendo al ver que su plan había fracasado. Nosotros nada tenemos que probarle al mundo, no tenemos que hacer un esfuerzo mental para probar que Dios existe, pues nuestra comunión con Dios está sostenida por la fe. No hay una fuerza más grande en este planeta que la fe, Sin fe es imposible agradar a Dios. Dios creó a la familia como un símbolo de lo que sería su iglesia. Así que debemos hacer de nuestros hogares en un lugar que agrade a Dios. Debemos dejar un espacio especial para nuestro Creador, cuando lo hacemos podemos sentir su presencia, su paz, su amor.[…] Jesús venció al diablo en el desierto. Fue una derrota aplastante. Fue una historia que me fascina. […] Vemos en el desierto a un Satanás soberbio, altivo, engreído. Vemos a un Satanás confiado en su habilidad de atrapar a las personas con sus preguntas. Y vemos a un Jesús que se preparó muy bien para el encuentro.


Jesús fue consistente en el uso del libro de Deuteronomio. Jesús no hizo uso de razonamiento lógico, no debatió con Satanás sobre los planteamientos, no reaccionó a sus ofrecimientos. Jesús se limitó a responder: ¡Escrito está! Jesús se dedicó a darle una respuesta que ya estaba en las Escrituras.


A veces nosotros queremos convencer a alguien de que Dios existe, de que Jesús era lo que él decía que era, hasta discutimos tratando de imponer una respuesta. No nos damos cuenta que esa persona que hace esos planteamientos es un instrumento del diablo que lo utiliza para sembrar la duda y debilitar nuestra fe.


Jesús no tenía que probarle a Satanás que él era el Hijo de Dios, Jesús no tenía que poner a prueba lo que decía el Salmo 91. Jesús no tenía que probarle a Satanás nada. Así que Cristo no perdió el tiempo en darle una respuesta.

Nosotros no tenemos que probar nada. Nosotros vivimos por fe y no importa cuántos argumento podamos expresar el necio seguirá siendo necio. A mí si alguien me dice que no cree en Dios, yo no le digo nada, simplemente le digo lo que dijo el salmista David: «Dijo el necio en su corazón, no hay Dios». Eso no lo digo yo, sino que, ¡escrito está!
Satanás volverá a utilizar ese estilo de tentación, volverá a utilizar su estilo de preguntar, pero ahora él no irá personalmente, sino que utilizará a uno de los ladrones que estaban con Jesús en la cruz.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. (Luc 23:39)


El diablo no se respetaba a sí mismo y trató de hacer lo que hizo en el desierto. Allá en el desierto Jesús le respondió. Pero aquí Jesús ni caso le hizo. Dios uso al otro ladrón para que le respondiera al diablo.


Jesús había ganado una batalla en el desierto, pero le faltaba ganar la guerra. Muy pronto, al finalizar sus tres años y medio del ministerio, entonces el Hijo de Dios ganaría la gran batalla.Jesús murió en la cruz, luego resucitó al tercer día y posteriormente ascendió al Tercer Cielo en donde se encuentra esperando el gran día en que toda la humanidad podrá comprender que él era el que decía que era: El Hijo de Dios.


Y le veremos venir con gloria y poder. Y le veremos como lo que siempre ha sido: El Soberano de las naciones. El Rey de reyes y el Señor de señores.» (4)

Fuente:

  1. http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=4847
  2. Pág.1024 Nuevo comentario bíblico siglo XXI Autor Siglo Veintiuno, Publicado en 1999, Editorial Mundo Hispano»
  3. http://ar.geocities.com/misa_tridentina/t_cuaresma/sermon.html
  4. http://escuadronesdelafe.galeon.com/aficiones1409048.html

Las tentaciones de Cristo y su impecabilidad

Las tentaciones de Cristo y su impecabilidad

a. Definiciones:

«Impecabilidad = incapaz de pecar, era imposible que Cristo pecara.

Pecabilidad = capaz de pecar, Cristo podría haber pecado (aunque no lo hizo). Existía la posibilidad de que Cristo pecara.» (1)

b. ¿Podría haber pecado Jesús?

«Los que creen en la impecabilidad dirían que no. Jesús no podría haber pecado.

Los que no creen en la impecabilidad dicen que Jesús podría haber pecado (aunque reconocen enfáticamente que Cristo no pecó).

En cuanto a la doctrina de la impecabilidad de Cristo, ambos grupos estarían de acuerdo. Jesucristo fue absolutamente inmaculado. Estamos completamente convencidos que el Señor Jesucristo, el santo Dios-Hombre, no podía pecar Él era absolutamente impecable. Pensemos en este importante enunciado.

¿Por qué algunas personas piensan que Cristo podría haber pecado? Considere Hebreos 4:15. Nuestro benevolente gran Sumo Sacerdote “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” ¿Fue Cristo tentado realmente? ¿Su tentación fue una farsa o fue real? La Biblia deja muy claro en este y en otros pasajes que Cristo fue tentado realmente. Ver también Hebreos 2:18 y Mateo capítulo 4:1-11 (la tentación de Cristo por el diablo).

Los que enseñan que Cristo podría haber pecado están convencidos que la tentación de Cristo fue real (tal como lo enseña la Biblia). Ellos creen que como hombre Jesús fue tentado en todo tal como nosotros, pero sin pecado. Ellos creen que la verdadera tentación implica la posibilidad de pecar. Si fuera imposible pecar, razonan ellos, ¿entonces cómo alguien podría ser realmente tentado?

Ellos pueden usar una ilustración como la siguiente: si estacionas un automóvil muy valioso enfrente de tu casa, guardas las llaves y dices a un joven que no lo mueva, él no podría estar tentado a hacerlo. El no podría hacerlo, aunque quisiera. No está enfrentando una real tentación.

Los que creen en la impecabilidad (que Cristo no podía pecar) responden con su propia ilustración. Considere lo siguiente:

¿Puede un bote a remos conquistar un buque de guerra? Probablemente estaríamos todos de acuerdo en que esto es imposible. Sin embargo, ¿puede un bote a remos atacar a un buque de guerra? SÍ. No tendría mucho sentido, pero se podría hacer. En otras palabras, Cristo puede ser atacado, Él puede ser realmente tentado, aunque es imposible que Él sea vencido.

Supongamos que un fuerte ha sido construido y fortificado de tal manera que no pudiera ser derribado. ¿Puede la gente tratar de atacarlo de todos modos? ¿Es correcto decir que puesto que un ejército no puede ser derrotado, no puede ser atacado? Cuando los hijos de Israel andaban bien con Dios, ellos eran invencibles y no podían ser derrotados, pero ellos podían ser atacados, de hecho lo fueron, y siempre ganaron todas las batallas cuando andaban bien con Dios.» (2)

El Dr. Ricardo Abad, Pastor de La Iglesia de Cristo Ebenezer Ecuador, con fecha 10/10/06, en un foro del portal labibliaweb.com, escribió un comentario con el título “Cristo nunca fue tentado a pecar:”:

« La tentación no tiene poder sobre una Persona perfecta, pero sí lo tiene sobre una persona depravada. En los días de Su carne Jesucristo fue santo, inocente, sin mancha, y apartado de los pecadores (Heb. 7:26). Sugerir que tenía una naturaleza sujeta al pecado no es menos que la blasfemia. Por otra parte, los hombres depravados son capaces de pecar por cuanto tienen una mente lista para recibir una sugerencia malvada. El hombre es tentado cuando es atraído por su propia concupiscencia (Stgo.1:14). La palabra griega para “concupiscencia” es epithumia. Su significado es lujuria, deseo, pasión, o codicia. Una persona es tentada cuando es seducida por su propio anhelo hacia aquello que está prohibido o es ilegal. Nadie que entienda la enseñanza Bíblica respecto a la Persona de Jesucristo puede ni siquiera imaginar que El pudiera desear lo prohibido e ilegal. Esto es lo que Santiago explica cuando dice que “Dios no puede ser tentado por el mal” (Stgo.1:13).

La palabra “tentación” no siempre tiene la misma connotación en todos los pasajes donde se usa. Viene de la palabra griega peirasmos, que quiere decir prueba, examen, o tentación. El sustantivo está relacionado al verbo peiradzo, el cual significa probar, tratar, o tentar. Ambas palabras pueden usarse en un sentido bueno o malo. Por ejemplo, el sustantivo es usado en Santiago 1:2 y 12, y el verbo se utiliza cuatro veces en Santiago 1:13 y 14. En Santiago 1:2 y 12, el sustantivo sería mejor traducido por “prueba”. El cristiano “soporta” una prueba externa, pero debería “resistir” una tentación interna al mal. La distinción, pues, tiene que hacerse entre permanecer firme bajo la prueba y ser enredado por la propia naturaleza pecaminosa de uno. El anterior es externo, y el posterior es interno. Dios probó a Abraham (Heb. 11:17; Gén. 22:1), pero no le tentó, ya que “…Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stgo. 1:13). El significado es que Dios no puede ser solicitado a pecar ni él solicita a nadie a pecar. Por otra parte, Dios sí trata o examina al hombre para probar a él lo que él es realmente (I Pe. 1:6; 4:12; Apoc. 2:2, 10; 3:10). Las pruebas externas provienen de Dios, pero las tentaciones internas surgen de las malas pasiones del hombre depravado.

Dios decretó el pecado, El no solicita ni fuerza a nadie a pecar. Si Dios no hubiera ordenado el pecado, Cristo nunca hubiera sido crucificado por manos de los inicuos (Hch. 2:23). Satanás solicita a la gente a pecar, pero Dios predomina y hace que los actos de maldad de los hombres sirvan para el bien del hombre y la gloria de Dios. Es interesante observar los atributos de Dios que son avanzados por el pecado. La misericordia de Dios perdona al pecado, Su justo juicio castiga al pecado, Su sabiduría ordena al pecado, y Su poder domina al pecado. La fuente del pecado es la depravación del hombre, pero Dios no es el autor de esa depravación.

 

Aquellos que afirman que Jesucristo tuvo la capacidad de pecar están obligados a admitir que El se hizo menos que Dios en la encarnación. Semejante idea está en oposición directa a la Escritura que dice, “…Dios no puede ser tentado [apeirastos, un adjetivo que significa sin experiencia en la tentación; incapaz de ser tentado] por el mal [kakon, genitivo plural de kakos—de males]…” (Stgo 1:13). Dios nunca puede ser inducido a actuar inconsistentemente con ninguno de Sus atributos de Su carácter. La naturaleza humana del Hijo de Dios en Su encarnación no existió aparte de la Persona Divina. Si Jesucristo tuvo capacidad para pecar, entonces la Persona Divina también la tuvo. Su Santa naturaleza humana santa unida a Su naturaleza Divina elimina cualquier concepto de pecabilidad (Luc.1:35). No puede haber conflicto entre dos naturalezas absolutamente santas. La Biblia dice que Cristo fue “hecho semejante a los hombres” (Fil.2:7), pero nunca se dice que poseyó una “naturaleza pecaminosa” o fue nada más que un simple hombre.

La “concupiscencia” (lujuria, pasión, o codicia) por la cual el hombre es tentado no procede de Dios. Es su propia concupiscencia que es el fruto de la caída. El mal que está en el hombre es de él mismo. En el corazón del hombre están los malos deseos. Están ahí por naturaleza. El Diablo no los introduce. Todo lo que Satanás hace es buscar el punto más vulnerable del hombre y bombardearlo con aquello que éste anhela. Las malas sugestiones admitidas en la mente de uno crecerán en fuerza por causa del deseo malvado que reside en el hombre, a menos que sea resistido por la gracia.

La pregunta ahora es, ¿Halló alguna vez Satanás un punto débil en Jesucristo? Puesto que no había debilidades en El, nunca pudo ser solicitado a hacer nada contrario a Su carácter santo. Por tanto, Jesucristo no pudo ser tentado con el mal (Sigo. 1:13). Debe comprenderse que el mal existe en el hombre mucho antes que éste se manifieste en acciones. Por otra parte, no había maldad en Cristo. No pudo ser tentado con ninguna sugerencia o solicitación del exterior.

Decir que Cristo pudo haber pecado en cuanto a Su naturaleza humana, no en cuanto a la Divina, obliga a uno a concluir que hubo un conflicto entre Sus dos naturalezas. Esto fue imposible ya que Su naturaleza humana fue unida a Su Persona Divina. Luego, nunca hubo conflicto en Cristo como hay en el Cristiano (Ro. 7:15-25).

 

Varias son las cosas a considerar en cuanto a la solicitación a pecar. Primero, hay la atracción por la sugestión por algo que es deseable. Esto que es deseable es prohibido. Para que el sometido a tentación tenga lo sugerido, debe ignorar un precepto Bíblico. Ahora bien, habiendo sido despertado intelectualmente a las ventajas personales, comienza a racionalizar la sugestión. La sugerencia y el deseo se unen tan fuertemente que la persona pronto se siente justificada a hacer lo que siempre quiso hacer. Cuanto más racionaliza la sugerencia más deseable se vuelve. Nada le queda a la persona así tentada sino sucumbir a lo que previamente existía en su corazón.

 

No se puede negar que el Diablo hizo algunas ofertas a Cristo en el desierto. Tampoco se puede negar que el Hijo eterno sabía desde la eternidad cada detalle de las ofertas hechos por el Diablo. Pero es nada menos que blasfemia pensar que el Hijo de Dios quiso algo de lo que le ofreció el Diablo. Algunos líderes religiosos están tan llenos de iniquidad que afirman que la naturaleza humana de Jesucristo fue tan rebelde y caída como la suya propia. La Biblia enseña que la naturaleza humana está corrompida desde la cabeza a los pies (Isa. 1:6), pero esto es una señal de ceguera espiritual imaginar que la naturaleza humana de Cristo estaba manchada por la depravación. La naturaleza humana de Cristo es llamada el “santo ser” (Luc. 1:35).

 

Jesucristo experimentó solamente la parte dolorosa de peirasmos; mientras que el hombre experimenta ambos el sufrimiento y las partes pecaminosas de la tentación. La sugestión no puede hacer nada sin la concupiscencia (el deseo). Cristo no tuvo concupiscencia, por tanto, no sufrió la parte pecaminosa de la tentación. Lo que internamente tienta el corazón debe proceder del interior de uno mismo: “…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Stgo. 1:14). Concupiscencia y seducción operan juntas. La palabra griega para “seducido,” de este versículo 14, es deleadzo, cuyo significado es coger en un trampa, atraer, atrapar con cebo, o seducir. Así pues, se puede decir que uno es seducido al pecar cuando es atrapado por su propia pasión. Esto quiere decir que hay algo en el hombre depravado que es atraído (exelko, sacar; metafóricamente deslizarse, saltar) por el señuelo de algo perteneciente a la tentación. Tanto “atraído” (exelkomenos) como “seducido” (deleadzomenos) son presente pasivos participios. La voz pasiva indica el sujeto sobre el que se ha obrado. Pero en Santiago 1:15, el apóstol sigue diciendo: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado.” La palabra griega para concebido es sullabousa, segundo aoristo activo participio de sullambano, el cual quiere decir agarrar, aprehender, concebir, o quedarse embarazado. Esto significa que cuando la sugestión es aceptada por el asentimiento de la voluntad, el pecado es dado a luz. Santiago está empleando el lenguaje del embarazo y del parto. Igual que un niño está vivo antes del actual momento del alumbramiento, el pecado no comienza a ser pecaminoso sólo cuando se manifiesta en una acción externa. Jesucristo tuvo de una voluntad depravada para dar lugar a cualquier sugerencia malévola. Así que, no pudo haber ninguna concepción, que demuestra que Jesucristo no fue pecable.


Cuando uno entiende el uso Bíblico de la tentación, no tendrá problema con “la así llamada tentación de Cristo.” Jesucristo no fue tentado, aunque sí “probado” para manifestar a la humanidad quien es El—Dios encarnado. Tentación es el hecho de tentar. La tentación, algo que tienta, induce o seduce. Esto es el hecho o estado de ser tentado, especialmente al mal. Por otra parte, “prueba” es el medio de determinar la calidad o autenticidad de algo, un medio de examen. Esto es la prueba de la calidad de algo. Jesucristo afirmó Su propia impecabilidad al decir, “…viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Jn. 14:30). La razón por la que Satanás no tenía nada en el Verbo encarnado fue porque Jesucristo “no conoció pecado” (II Cor. 5:21) y “no hay pecado en él” (I Jn. 3:5). Por esto, El “no hizo pecado” (I Pe. 2:22).”

Otro comentarista, llamado Sebastián, con fecha 19/10/06, le respondió lo siguiente:

«Don Ricardo Abad: creo que sus explicaciones para enfatizar sus ideas fue muy largo, mejor lo hubiera resumido con lo ultimo que escribió “la así llamada tentación de Cristo.” Jesucristo no fue tentado, aunque sí “probado” para manifestar a la humanidad quien es El—Dios encarnado. En esto estoy de acuerdo y no tan solo yo si no que todos los creyentes, aunque usemos los términos “tentación” o “probar” de igual manera entendemos en nuestras conciencias lo que queremos decir. Decir que Cristo tenia las ansias de pecar o que tenia el pecado dormido en su ser es totalmente absurdo. Pero lo que creo es que Jesús pudo haber pecado pero no lo hizo, porque Adán tampoco tenia pecado en su nacimiento y aun así no resistió la prueba o “la tentación” y por ende fue destituido del paraíso. Cristo fue el segundo Adán no para procreación si no para salvación

 

Esto dice la Escritura: “El primer hombre, Adán, fue materia con vida.” En cambio, el último Adán es espíritu que da vida. (I Cor 15)

 

Al ser un segundo Adán tuvo la misma concepción que el primero ( no tener pecado) pero como el primero cayo así también pudo haber caído el segundo por que tenían el mismo cuerpo, un cuerpo no celestial, Cristo en la tierra no tenia un cuerpo glorificado si no que tenia un cuerpo ordinario en el buen sentido de la palabra y por eso el diablo se la jugo el todo por el todo para derrotar a Dios en la carne, era su gran oportunidad , Dios lo estaba confrontado en el terreno que siempre había ganado el diablo “la carne” era como que si el diablo estuviera jugado de local, en su propia cancha

 

“Aunque era de naturaleza divina, no se aferró al hecho de ser igual a Dios, sino que renunció a lo que le era propio y tomó naturaleza de siervo. Nació como un hombre, y al presentarse como hombre se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte,hasta la muerte en la cruz. “

Y esta es la gran derrota y vergüenza del diablo y sus demonios que Cristo los venció en la carne sujetándose sola y únicamente en la fuerza del hombre que fue, no hubo poder divino que lo sujetara ni en la prueba, ni en el sufrimiento en la cruz. Por eso, Dios lo exaltó al más alto honor y le dio el más excelente de todos los nombres, para que al nombre de Jesús caigan de rodillas

 

 

lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; Ro. 8;6 a buen entendedor, pocas palabras. Así Jesús como venció estando en la misma condición que la de nosotros también nosotros podemos vencer y poder decir algún día “ser imitadores de mi, como yo de Cristo”, esto es lo que dijo Pablo apóstol. ¿Fue una desfachatez ponerse como ejemplo o ciertamente vivía como Cristo?

 

Jesus es tentado por el diablo

Otro comentarista llamado PON también le respondió. Su aporte fue el siguiente:

“Estoy de acuerdo en que Jesús es santo. que no peco, no hubo mancha en el pero también creo que Jesús siendo Dios , se hizo hombre, y como todo hombre tuvo en su humanidad, en su carne, necesidades y aflicciones, sentimientos, alegrías, tristezas, vamos todo lo que un ser humano puede experimentar.

En el evangelio de Juan, en el capitulo 1:14 dice la palabra «y aquel verbo fue hecho carne……»

 

Entonces Jesús no estaba exento de pecar!, por su naturaleza humana, y esto lo podemos ver en «entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mat. 4:1)

Ser santo no significa que no es tentado, sino que no cayó en la tentación del pecado

La tentación no solo son pecados de inmoralidad sexual sino todo lo que va en contra de la palabra de Dios.

Decir que Jesús no fue tentado, es negar la humanidad de Cristo. es echar abajo la enseñanza que nos dejo cuando dice «…yo he vencido al mundo..»

Tengamos cuidado cuando aplicamos un concepto de Dios y de su palabra en base a nuestros pensamientos. la palabra de Dios es clara para basar nuestros conocimientos de Dios en ella. Dios les bendiga en gran manera.”

El Dr. Ricardo Abad, con fecha 02/11/06, volvió a realizar un aporte teológico con la siguiente reflexión, ahora con el título: “Cristo fue probado aparte del pecado”

«Durante la controversia Arriana del siglo IV, dos palabras griegas fueron llevadas ante el mundo religioso. Se trataba de homoousion, la misma en sustancia, y homoiousion, de sustancia parecida. La única diferencia entre las dos palabras consiste en un carácter griego, “i” (iota), pero que gran diferencia le hizo en el concepto Bíblico de la Persona de Jesucristo. El Arrianismo, una doctrina herética enseñada por Ario, fue la doctrina que Jesucristo no fue de la misma sustancia, esencia o naturaleza con Dios el Padre. Atanasio, por otra parte, declaró que Jesucristo fue de la misma sustancia con el Padre.

 

Atanasio declaró durante 47 años la homoousion de Cristo. Se le arrojó al destierro cinco veces. Sus enemigos le difamaron y lo amenazaron de muerte. A pesar de todo persistió en declarar la homoousion de Cristo es “el mismo en sustancia, igual en poder y gloria,” a costa de tener su púlpito arruinado. Constantino el Grande se interesó tanto por la controversia que autorizó un concilio para que se considerara la cuestión de la Persona de Cristo. De aquí que un sínodo convino en Alejandría para analizar el arrianismo. Ario fue condenado y expulsado por cerca de 100 pastores y obispos.

 

En el siglo XX tenemos otra controversia sobre la Persona de Cristo. Esta también involucra dos palabras, impecabilidad y pecabilidad. Impecabilidad quiere decir que Cristo no pudo pecar, y pecabilidad quiere decir que El pudo pecar. Algunos “miembros de la iglesia” (religiosos) mal informados pueden sentir que la controversia no es tan seria como para causar divisiones. Sin embargo, los elegidos de Dios, quienes han sido guiados por el Espíritu de regeneración a aceptar al Salvador impecable, mediante una verdadera experiencia de conversión, son responsables de denunciar la herejía de la pecabilidad. De hecho, ellos, como Atanasio en la antigüedad, no pueden permanecer callados cuando la Persona de su Salvador está siendo cuestionada.

 

La pecabilidad se relaciona con la tentabilidad. Esto quiere decir que un hombre es tentado a pecado externo por un pecado interior. El pecado interior es el fruto de la depravación. La meta de la tentación es persuadir al hombre a manifestar exteriormente el pecado interior y conducirlo a la culpa de su pecado interno y externo ante los demás. Nadie puede ser tentado a pecar sin una predisposición pecaminosa. Así, la diferencia entre pecado y tentación es revelada.

 

La Biblia define al pecado como trasgresión de la ley (I Jn. 3:4). El hombre está sometido a ciertos deseos que le son esenciales en su naturaleza humana. Sin embargo, estos deseos tienen que ser gratificados según las maneras designadas por Dios. Adán falló en hacer esto. Por tanto, cayó él y con él toda su posteridad. Tentación es atracción externa. Esta sugiere a la depravación interna las ventajas de sucumbir a la atracción exterior. Así, la debilidad interior del hombre es influida por algún objeto de su deseo natural. Sin la restricción del temor de Dios (Jer. 32:40), el hombre se someterá a cumplir su malvado deseo interno.

 

Aquellos que aceptan la doctrina de la pecabilidad de Cristo dicen que la imposibilidad de Cristo de pecar destruiría el significado total de la tentación en la vida de Cristo. Opinan que aunque Cristo fue sin pecado, no estuvo libre de la susceptibilidad de la tentación. Además, afirman que el área de prueba y la posibilidad de caer residían en Su humanidad. Concluyen que puesto que era realmente humano, pudo haber elegido equivocadamente.

 

Los maestros de la pecabilidad han buscado explicar la tentación de Cristo en Hebreos 4:15 — “…fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” — de la siguiente manera: Imaginemos un padre que, en días de gran pobreza, tiene la oportunidad de coger algún dinero de otra persona. No es culpable de robar tal dinero, pero el pensar en el hambre de su familia le hace sentir la tentación. Además, imagine un cristiano sentenciado a morir si no renuncia a Jesucristo. El amor por la vida le hará sentir la tentación. Así que es concebible que aunque Cristo fue sin pecado, El no fue sin susceptibilidad a la tentación.

 

Esta explicación anterior es falsa, y debe considerarse la verdad de Hebreos 4:15. Las debilidades (astheneiais, dativo plural de astheneia, debilidad), no se refieren al pecado. Se refieren a la fragilidad de la naturaleza humana. La naturaleza humana de Cristo estaba sometida a limitaciones y pruebas, con la única excepción de que no pudo tener ningún conocimiento experimental del pecado. El no poseyó una naturaleza humana pecaminosa. Su naturaleza humana fue hecha sólo en semejanza de la naturaleza pecaminosa (Rom. 8:3). La concepción y nacimiento de Cristo protegieron Su naturaleza humana de ser contaminada por la depravación. “Según nuestra semejanza” es la traducción de kath homoioteta, ablativo singular de homoiotes, que significa en manera similar, no en manera idéntica que somos tentados. Esta forma de la palabra griega para “semejanza” únicamente se usa aquí y en Hebreos 7:15. Allí es traducido “si a semejanza [parecido] de Melquisedec.”

 

Hay una verdad más profunda que “pero sin pecado” o “sin cometer pecado.” La palabra griega choris es un adjetivo que quiere decir, aparte de, sin, en una base distinta, o independiente de. La interpretación más común de choris hamartias es “sin ceder al pecado,” pero tiene un significado más fuerte. En la afirmación de Cristo, “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7), la palabra griega para “sin pecado” es anamartatos (que sólo se usa en este pasaje), cuyo significado es sin pecado o libre de culpa. En este caso, significa el quien no ha cometido pecado. Sin embargo, choris tiene un significado más fuerte que anamartatos. La palabra griega choris es usada como un adjetivo con el ablativo de separación en todos los textos excepto Juan 20:7. Allí se usa como un adverbio. Cristo fue completamente separado del pecado porque en El no hubo pecado que ser incitado por la tentación. El Señor Jesús no pecó porque El no pudo pecar. Fue impecable. Por tanto permaneció incontaminado en un mundo de pecado.

La impecabilidad es unida a la santidad. Está opuesta en relación directa a pecabilidad, la cual se relaciona a la tentabilidad. Mientras que ningún ser humano está por encima de la posibilidad de la tentación, por causa de su depravación interna, Cristo no tuvo esa depravación interna contra la cual luchar. Su voluntad humana siempre estuvo subordinada a Su voluntad Divina. Cristo siempre agradó al Padre (Juan 8:29). La santidad de Cristo estuvo en igualdad a la del Padre. La santidad, que es el atributo principal de Dios, es mencionada con más frecuencia que el resto de los atributos.

 

En conclusión, los siguientes argumentos son contra la herejía de la pecabilidad de Cristo. Si Cristo pudo haber pecado, El habría sido capaz de pecar solamente por una oposición completamente libre de Su voluntad a la Divina. Sin embargo, eso fue imposible. El dirigente poseedor de la voluntad humana fue el Logos Divino. Luego, Dios tendría que haber apostatado de Sí Mismo, lo cual es absurdo. Argumentar que la voluntad humana de Cristo debe ser libre para escoger o no pudo haber ganado la victoria moral es hacer Su voluntad mutable. Una voluntad perfectamente libre está determinada a actuar de acuerdo a su carácter. La voluntad de Cristo no pudo obrar contrariamente a Su carácter. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26). Por otra parte, el pecador no puede obrar contrariamente a su carácter: “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia y son hijos de maldición” (II Pe. 2:14). Ahora, pues, ¿quién será tan atrevido a decir que Cristo fue pecable? La incapacidad interior para pecar en Jesucristo resultó del hecho de que el “Yo” de la naturaleza humana de Cristo es el Logos Divino. Así que, no es un ser humano sino un ser Divino quien es responsable por los hechos realizados mediante la voluntad Divina.“

 

El Dr. Ricardo Abad, con fecha 25/11/06, realizo otra reflexión bajo el nombre “Jesucristo es la persona única”:

“La verdad respecto a Jesucristo es infinita. Esta Persona única fue concebida en el vientre de María treinta años antes de la confesión de Pedro: “…Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). Así pues, El fue concebido en el vientre de la virgen antes que El fue concebido en la mente de Pedro. Sin embargo, Su concepción en la mente es tan necesaria para la salvación como Su concepción en la virgen. El Espíritu Santo es el Autor de ambas concepciones, en el vientre y en la mente.

Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Luc. 1:35).

El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es (Mat. 1:18-20).

 

Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mat. 16:17).

Ya que el Espíritu Santo no pudo concebir en el seno de la virgen una Persona pecable, El tampoco puede concebir un Cristo pecable en la mente de la persona quien El regenera. Todo lo que Dios hace es perfecto. Por tanto, la pecabilidad está fuera de lugar en la obra de Dios. Aquellos que creen en la pecabilidad están obligados a negar la concepción milagrosa en el seno de María, la virgen. Más todavía, están forzados a negar que la salvación es completamente de Dios. Ellos deben reconocer que el hombre no tuvo solamente algo que hacer con la naturaleza humana de Cristo, pero él tiene también algo que hacer con la concepción en la mente humana.

 

Objeciones a la impecabilidad del Cristo único serán contestadas.

Los oponentes de la impecabilidad de Jesucristo dicen que la humanidad de Jesús no fue diferente de la humanidad de Adán antes de la caída. Afirman que la diferencia vino solamente por la caída del primer Adán y la victoria del segundo Adán.

La humanidad de ambos Adán y Jesucristo no pueden ser aprehendidas aparte de sus personas. Adán fue una persona mutable; Cristo es la Persona inmutable. Adán fue una persona pecable; Cristo es la Persona impecable. La pecabilidad de Adán le dio la capacidad de pecar; por eso cayó. La impecabilidad de Cristo hizo imposible que pecara; por eso, nunca fue tentado de pecar. No hay capacidad de pecar en la perfección infinita. Luego, hubo una diferencia definida entre las naturalezas de Adán y Cristo.

El eterno Hijo de Dios fue responsable por todo lo que sería hecho mediante la instrumentalidad de la naturaleza humana asumida. Así, todo lo realizado por la instrumentalidad de la naturaleza asumida es atribuido a la Persona única del Dios-Hombre. Ya que la naturaleza Divina es el fundamento de la Persona de Cristo, cualquiera que diga que Cristo pudo pecar dice que Dios pudo pecar. La culpa no pudo ser restringido a la naturaleza humana pero abarcaba la totalidad de la Persona teoantrópica. Decir que la naturaleza humana de Cristo pudo haber pecado sin por ello involucrar al Dios-Hombre es sin sentido. No hay tal cosa como naturaleza caída. La palabra “caída” se aplica no a la naturaleza sino a la Persona. La naturaleza humana de Cristo es incontaminada, pero que Su naturaleza estuvo caída debe ser siempre disputada.

Una vista no usual de la impecabilidad es que la naturaleza Divina de Cristo controló Su naturaleza humana. Así que Cristo tuvo una naturaleza humana pecable, pero El fue una Persona impecable. Aunque esta vista afirma la impecabilidad de Cristo, las afirmaciones acerca de la naturaleza humana de Cristo son antibíblicas.” » (3)

c. Consideremos ahora dos de los argumentos más comunes que se usan para la impecabilidad:

1. Jesús es Dios y Dios no puede pecar, por lo tanto, Jesús no podía pecar

Decir que Dios, Aquel que es el más santo de todos, podría pecar es impensable. Si Dios pudiera pecar, dejaría de ser santo (y la santidad es uno de Sus atributos fundamentales), sí, dejaría de ser Dios. Decir que Dios podría pecar es tan blasfemo como decir que Dios podría mentir o que Dios podría quebrantar Su promesa o que Dios podría negarse a Sí Mismo o que Dios podría ser infiel o que Dios podría fallar. ¡Perezca ese pensamiento!

Los que argumentan que Cristo podría haber pecado, pueden usar el siguiente razonamiento: Jesús era Dios y Dios no puede pecar; por lo tanto, Jesús no podría haber pecado. Pero considere lo siguiente: Jesús era Dios y Dios nunca se adormecerá ni dormirá (Salmo 121:4), por lo tanto, Jesús no podía adormecerse ni dormir. Pero, como hombre, Jesús sí durmió. Jesús era Dios y Dios nunca se cansa; por lo tanto, Jesús nunca se cansó (Isaías 40:28). Pero, Jesús estuvo cansado (Juan 4:6). Jesús era Dios y Dios no puede ser tentado (Santiago 1:13), por lo tanto, Jesús no podía ser tentado. Pero la Biblia dice que el Hombre Cristo Jesús fue tentado (Hebreos 4:15). Jesús es Dios y Dios no puede morir (Él es el Único Inmortal, Aquel que vive siempre); por lo tanto, Jesús no podía morir. Pero Jesús murió (Juan 19:33). Es un hecho que Jesús, al hacerse hombre, hizo ciertas cosas que Dios no puede hacer.

Debemos observar que dormir o estar cansado es muy diferente que pecar (transgredir los mandamientos de Dios). Es cierto que la encarnación hizo posible que Dios muriera para procurar salvación para nuestra raza pecaminosa, pero no hizo posible que Él pecara. Es cierto que hay ciertas cosas que el Dios-Hombre pudo hacer (debido a su naturaleza humana) que Dios no puede hacer, pero pecar no es una de ellas.

2. Jesús no tenía una naturaleza pecaminosa, por lo tanto él no podía pecar

Los que enseñan que Cristo podría haber pecado, podrían aludir al hecho que Adán no tenía una naturaleza pecaminosa, pero Adán podía pecar y lo hizo. Esta enseñanza refleja una falta de comprensión de que la humanidad de Adán no era una humanidad santa, como la de nuestro Señor, sino simplemente inocente; y que Adán no tomó, como el Hijo de Dios, santa humanidad en unión con Su divina Persona. El inocente Adán estaba en peligro de pecar y pasando el tiempo, el pecó, pero el santo Hijo de Dios nunca estuvo en peligro de pecar.

Los que niegan la impecabilidad de Cristo también pueden aludir a Satanás y a la tentación de Cristo (ver Mat. 4:1-11). Satanás no pierde el tiempo tratando de tentar a Dios el Padre o a Dios el Espíritu Santo, pero cuando Dios se hizo hombre, Él fue tentado por el diablo. Satanás trató de hacer que Cristo pecara. Si Cristo hubiese hecho lo que Satanás quería que Él hiciera, Él habría pecado. Por ejemplo, si Cristo se hubiese inclinado y hubiese adorado al diablo (ni lo pensemos), eso habría sido pecado. Lo mismo es cierto para las otras dos tentaciones. Así es que, al menos en cierto sentido, parece que Satanás creía en la pecabilidad de Cristo—al menos esperaba que Cristo pudiera pecar, quería que Él pecara, e hizo todo lo posible por hacerlo pecar. Si Cristo hubiese seguido las sugerencias de Satanás, ÉL habría pecado.

Si Satanás creyó o no en la impecabilidad de Cristo, no es importante. El orgullo del corazón de Satanás lo engañó (compare con Abdías 3) y nuestra teología no debe basarse en el pensamiento nebuloso de este ser caído. Como ha señalado James Ventilado, “Muchos de los engañadores de Satanás, anticristos, incautos (II Jn 7:11) están cegados al exponer tan vil doctrina concerniente a la Persona de Cristo. En cuanto a la serpiente antigua, el diablo mismo, ¿importa realmente lo que creyera al respecto – si acaso creyó que el Santo de Dios podía pecar o si simplemente trató de hacer lo imposible?”

Es difícil para nosotros entender la tentación de Cristo. Cuando nosotros somos tentados a pecar, no sólo somos tentados desde afuera (por Satanás, por el mundo), sino también somos tentados desde adentro debido a nuestra naturaleza pecadora, vil, corrupta, podrida que hemos heredado de Adán. Hay una parte en nosotros que se deleita en hacer mal y se regocija en actuar independientemente de Dios. El corazón creyente anhela ese día futuro, el día de nuestra redención final, cuando seamos libres de la corrupción interna del pecado que mora en nosotros. ¡Cuán diferente fue la experiencia de Cristo! Como dijo William Kelly, “Como en Cristo había una total ausencia de ego y como ÉL odiaba en todo aspecto el mal y lo rechazaba, sólo hubo para ÉL sufrimiento. El efecto de la tentación en la humanidad caída no es sufrimiento, sino placer, si es que podemos llamar placer lo que es gratificante para nuestra naturaleza pecaminosa. Cristo nada supo de esto, ni en Su Persona ni en Su experiencia. Él no tenía problemas con la carne ni inclinaciones internas al pecado: Él no conoció pecado”.

d. Conclusión:

Cristo no pecó (1 Pedro 2:22)

Cristo no conoció pecado (2 Corintios 5:21)

Cristo era totalmente sin pecado (Hebreos 4:15)

Cristo el santo Hijo de Dios no podía pecar.

Esa posibilidad no existió.

e. Un Asunto Práctico

¿Cómo venció Cristo a Satanás? ¿Ganó la victoria por Sus poderes sobrenaturales como el Hijo de Dios? ¿Confió en Su divina omnipotencia para hacer huir al diablo? ¿Usó de Sus poderes divinos para derrotar al diablo? Esto no es lo que la Biblia enseña. El Señor enfrentó a Satanás como Hombre. La tentación de Cristo fue una maravillosa demostración de que el hombre, andando en el Espíritu, y usando y confiando en la Palabra de Dios, es más que un rival para Satanás. Esta demostración da gran consuelo al corazón del creyente a medida que estudiamos y meditamos en los métodos que nuestro Señor usó para derrotar a Satanás.

f. Consideremos nuevamente algunos de los argumentos expuestos anteriormente:

1. Cristo era Dios, y por lo tanto, no podía pecar

“Pero si la razón de ser victorioso sobre el pecado se debía a que era Dios, esto no es de ayuda para mí. Ciertamente, yo no soy Dios.”

2. Cristo no tenía una naturaleza pecaminosa, y por eso no podía pecar

“Pero yo tengo una naturaleza corrupta, vil y pecaminosa. Si Él fue victorioso porque no tenía una naturaleza pecaminosa, ¿qué esperanza hay para mí? ¿Significa que estoy destinado a la derrota porque estoy apestado por el pecado que mora en mí?”

Si Cristo, como Hombre perfecto, pudo ganar la victoria, esto debe animar a todo creyente. Nosotros también podemos ser victoriosos al seguir Su ejemplo.

C. H. Mackintosh ha escrito lo siguiente acerca de la manera en que Cristo venció las tentaciones.

Sí; bendito sea su nombre, y allí estaba para el hombre; allí estaba para enseñar al hombre cómo debía hacer frente al enemigo en todas sus variadas tentaciones; allí estaba para mostrar al hombre cómo debe vivir. Ni por un momento podemos suponer que nuestro adorable Señor se opuso al adversario como siendo Dios sobre todas las cosas. En verdad, era Dios, pero si hubiese afrontado el conflicto sólo como tal, no hubiese podido proporcionar un ejemplo para nosotros. Además, hubiese sido innecesario demostrarnos que Dios podía vencer y ahuyentar a una criatura que sus manos habían formado. Pero ver a Aquél que en todos conceptos era hombre, y con todas las circunstancias de la humanidad, exceptuando el pecado; verle allí en debilidad, hambriento, en medio de las consecuencias de la caída del hombre, y hallarle triunfando completamente sobre el terrible enemigo, es esto lo que nos llena de ánimo, de consuelo, de fuerza y valor.

¿Y cómo triunfó? Esta es una cuestión grande e sobremanera importante para nosotros, cuestión que exige la más profunda atención de todo miembro de la iglesia de Dios; una cuestión cuya magnitud e importancia sería completamente imposible exagerar. ¿De qué modo, pues, venció a Satanás, en el desierto, el Hombre Cristo Jesús? Simplemente por la Palabra de Dios. Lo venció obrando no como Dios Omnipotente; sino como Hombre humilde, dependiente y obediente. Tenemos ante nosotros el magnífico espectáculo de un hombre que se mantiene firme en presencia del diablo, confundiéndole completamente con ninguna arma fuera de la Palabra de Dios. No fue por el despliegue de poder divino, ya que ello no hubiese podido ser un ejemplo para nosotros; fue sencillamente con la Palabra de Dios en su corazón y en sus labios que el segundo Hombre confundió al terrible enemigo de Dios y del hombre.

Y nótese bien que nuestro bendito Señor no discute con Satanás. No recurre a la exposición de hechos relacionados con Sí mismo, hechos que el enemigo conocía bien. ÉL no le dice por ejemplo: “Yo sé que soy el Hijo de Dios; los cielos que se abrieron, el Espíritu que descendió, la voz del Padre, todo ha dado testimonio al hecho de ser yo el Hijo de Dios.” No; esto no hubiese servido; no hubiera ni podría haber sido ejemplo. El único punto especial a que nos conviene atender y aprender es que nuestro Gran Modelo, enfrente de todas las tentaciones del enemigo, usó tan sólo el arma que también está a nuestro alcance, esto es: la sencilla, preciosa Palabra escrita de Dios. (Estudios sobre el libro del Deuteronomio)

Olvidando por el momento las consideraciones relativas a la deidad y a la naturaleza divina de Cristo, es de ayuda reflexionar sobre el hecho de que aún como hombre Cristo no podía pecar. ¿Por qué no? ¿Cuál era el secreto de su invencibilidad?

1. Como Hombre, Cristo siempre estaba lleno del Espíritu (ver Luc.4:1). ÉL siempre anduvo en completa dependencia de Su Padre celestial. Y la Biblia enseña que cuando un hombre anda en el Espíritu, nunca (doble negación en griego) satisfará los deseos de la carne (Gál. 5.16). Cristo lleno del Espíritu no podía pecar. El creyente lleno del Espíritu también es invencible.

2. Como Hombre, Cristo siempre estuvo firme sobre la Palabra de Dios. Siempre decía: “escrito está”. El diablo tiene que alejarse de aquellos que están asentados firmes sobre la Palabra. Si el “postrer Adán” hubiese estado en el lugar del “primer Adán” podemos casi predecir cómo hubiera Él respondido cuando Eva le ofreció el fruto: “Vete Satanás. Porque escrito está…” Los que aplican constante y correctamente la Palabra de Dios en cada situación, son invencibles.

3. Como Hombre, Cristo siempre tuvo puesta toda Su armadura (Efesios 6:10-18). No había ninguna posibilidad de que el enemigo lo pudiera agarrar. Esta misma armadura está a nuestra disposición.

4. Como Hombre, Cristo siempre estaba alerta ante las tentaciones:

Él siempre puso en práctica Marcos 14:38 (aunque el santo Hijo de Dios no era débil en la carne como nosotros). Siempre se “sometió” y “resistió” (ver Santiago 4:7). Satanás siempre deseaba atraparlo, pero el Señor nunca le dio ocasión u oportunidad. Es nuestro gozo y privilegio someternos y resistir de igual manera.

5. Si Israel, cuando estaba bien con Dios, nunca perdía una batalla, cuánto más invencible sería Cristo que siempre estaba bien con Dios.

En Cristo tenemos toda provisión para vencer en cada batalla que enfrentamos. “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (II Cor. 2:14).» (4)

«Santo Tomás dedica la pregunta 41 de la III Parte de la Summa Theologica al estudio de las tentaciones de Cristo en el desierto.

Aquino considera este evento como un importante papel en el plan divino de salvación. Por un lado, la certeza de las tentaciones de Cristo es incuestionable, ya que la Sagrada Escritura lo hace muy claro (cf. Mat. 4:1-11; Mar 1:12-13; Luc. 4:1-23). Sin embargo, Aquino quiere defender su viabilidad. Por otro lado, el hecho de que Cristo era libre

Desde el «fomes peccati» significa que Él no Saint Thomas experiencia lo llama «duración carnis». Por lo tanto, la cuestión radica en la relación entre Cristo y la impecabilidad del Señor» (5)

Tentaciones.

«La única tentación que Jesús podría haber experimentado es la «duración ab hoste» (del mundo y el diablo).

Cristo está sujeto a este tipo de tentación como todos los causados por el hombre por sugerencia, la persuasión o la presentación de un objeto deseable Visible o invisible. Santo Tomás muestra cómo Satanás «persuade» a Cristo en cada una de estas tentaciones, tratando ara lograr la complicidad del apetito sensible. Aquino también muestra cómo en cada una de las tres tentaciones es la cuestión de los diferentes tipos de pecado. Las tentaciones de Cristo nos indican su profunda solidaridad con el pecador

Jesús fue tentado. Es una afirmación estremecedora, que parece en neto contraste con la realidad divino-humana de Cristo, el Verbo Encarnado. Por otro lado, sabemos por Revelación que nuestros primeros padres fueron sometidos a una prueba antes del pecado original. Este «probar» o «tentar» iba a demostrar la calidad de la libertad humana, capaz de elegir voluntariamente cumplir o no la voluntad de Dios.

Los Evangelios sinópticos nos narran que Cristo quiso también estar` sometido a la tentación del diablo. Podemos afirmar entonces que la tentación forma parte del diseño salvífico del Padre de enviar su Hijo al mundo para destruir la obra del demonio.

Se trata, en efecto, de un acontecimiento que viene considerado por los teólogos como uno de los principales misterios de la vida del Verbo Encarnado. A lo largo de los siglos se ha profundizado en él desde un punto de vista exegético y espiritual, dejando más en un segundo plano su estudio cristológico-soteriológico

En este trabajo intentaremos mostrar la perspectiva cristológica que ofrece Santo Tomás al misterio de las tentaciones de Cristo en el desierto. Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿qué cosa puede decir sobre esta temática la cristología del Doctor Angélico al teólogo cristiano del tercer milenio? [..]

Santo Tomás dedica la cuestión 41 de la III Pars de la Summa Theologiae al estudio del misterio de las tentaciones de Cristo en el desierto. En razón de la unión hipostática, Cristo era esencialmente impecable y carecía del fomes peccati, es decir, del desorden introducido en el hombre por el pecado original. La pregunta teológica que surge entonces es acerca de la realidad de la tentación de Cristo, de la manera en que el Hijo de Dios hecho hombre ha podido realmente padecer la tentación. A lo largo de este trabajo veremos el modo en que el Aquinate busca responder con coherencia teológica a la pregunta planteada.

Dentro de la III Pars de la Summa Theologiae, la cuestión 41 se encuentra en la sección donde el Angélico desarrolla el progressus de la vida de Cristo en este mundo que abarca desde las qq. 40 a 45. Lafont opina que en este apartado Santo Tomás no pretende, por lo demás, hacer un comentario al Evangelio hablando estrictamente, sino que lo que le interesa son los aspectos de la vida humana de Cristo, esenciales para manifestar su Persona y su misión5. Desde el primer artículo de esta sección encontramos —como destaca Lafont— los temas principales de la cristología del Angélico: Cristo vino al mundo primeramente para manifestar la verdad, para librar a los hombres del pecado y para que por Él tengamos acceso a Dios. El Evangelio tiene por objeto manifestarnos esta realidad de Cristo a través de una vida humana concreta, de la que el Angélico quiere considerar las etapas características: tras las consideraciones generales sobre la manera de vivir del Señor en este mundo, se pregunta sobre la tentación de Cristo, sobre su doctrina, sobre sus milagros y finalmente sobre la Transfiguración

Una vez contextualizada la cuestión 41, pasemos ahora a desarrollar el tema que nos ocupa: cómo el Hijo de Dios ha podido sufrir la tentación.

Lo primero que Santo Tomás busca responder al iniciar el estudio de este misterio de la vida de Cristo es la razón de su conveniencia. De entrada el Angélico pone de relieve el valor soteriológico que revela este misterio: “Cristo quiso ser tentado: primero, para darnos auxilio contra las tentaciones. Por lo que dice San Gregorio: «no era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, puesto que vino para ser muerto, para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, como venció nuestra muerte con la muerta suya”

Santo Tomás no reduce la Redención del género humano a la Pasión y Muerte de Cruz, sino que ve en todo el obrar de Cristo la eficiencia salvífica: todos los acta et passa Christi in carne tienen valor de redención. Se podría decir que las tentaciones de Cristo son «instrumento» de salvación, capaces de tener un influjo activo de la gracia —del «auxilio»— por parte de Dios. Aportan algo propio a la salvación: la gracia para no dejarnos caer en la tentación

Ahora bien, al preguntarse sobre la realidad de la tentación de Cristo, sobre qué tipo de tentación ha experimentado Cristo, Santo Tomás excluye absolutamente la tentación a la carne, aquella que viene del interior del hombre

No pretendemos tratar el tema de la eficiencia de los misterios de la vida de Cristo porque nos excederíamos en la extensión del desarrollo del argumento que nos ocupa. Por otro lado, en el presente estudio nos centramos en el aspecto cristológico, es decir, en el modo en que Cristo pudo ser tentado, y no en el soteriológico.

“El Aquinate se sirve de la distinción dada por Alejandro de Hales, Hugo de San Víctor y Pedro Lombardo, entre tentatio a b hoste —que es exterior— y tentatio a carne — que surge del desorden interior—.pecado original— no puede darse sin pecado. La tentación que viene del interior implica un movimiento desordenado y pecaminoso del apetito sensible, que emancipado del imperio de la razón, tiende de manera autónoma al «mal que se presenta bajo apariencia de bien». Dicha inclinación desordenada del apetito sensible busca tentar o inducir a la razón y a la voluntad a consentir. En razón de su impecabilidad, Cristo permaneció inmune a este tipo de tentaciones.

El Aquinate deduce entonces que el único tipo de tentación que Cristo ha podido sufrir es la tentatio ab hoste o del enemigo, que viene del mundo y del demonio. Dice Santo Tomás: “Aunque Cristo no tuvo que luchar interiormente contra el fomes peccati, luchó en cambio exteriormente contra el mundo y el diablo”

Este tipo de tentación puede acaecer sin pecado, porque se verifica por sola sugestión exterior

Ahora bien, este modo de tentación por vía de sugestión exterior, el Aquinate lo toma de la distinción dada por San Gregorio Magno, que diferencia un triple grado en la tentación: por vía de sugestión, por vía de delectación y por vía de consentimiento.

Dice Santo Tomás: «La primera —la sugestión— procede del exterior (ab extrinseco), y puede darse sin pecado. La segunda —la delectación— viene del interior (abintrinseco), y aquí comienza a darse el pecado, que llega a su perfección por medio del consentimiento. Sólo el primer grado pudo darse en Cristo, no los restantes”, concluye Santo Tomás.

¿Qué implica para Cristo sufrir la tentación ab extrinseco o ab hoste y por vía de sugestión? ¿Se puede decir que fue verdadera tentación?

Para responder debemos acudir a las Quaestiones disputatae De Malo, donde Santo Tomás trata de manera precisa y clara sobre el primer grado de tentación: la sugestión exterior. Al preguntarse sobre la causa del pecado, se interroga sobre la parte que posee el demonio en el pecado del hombre. Descarta absolutamente la idea de que el diablo pueda ser la causa del pecado como aquel que mueve directamente la voluntad humana, pero admite que puede ser el que la persuada (per modum persuadentis). “El demonio es la causa del pecado» escribe también el Aquinate en la Summa Theologiae «sólo en cuanto que persuade a obrar o en cuanto que propone un objeto apetecible».

Esta persuasión puede cumplirse de una doble manera:

a) visible: el demonio se aparece bajo forma sensible, como por ejemplo cuando tienta a Adán en el paraíso o a Cristo en el desierto;

b) invisible: el diablo se presenta como proposición posible a los sentidos internos. Así lo explica el Santo: “Toda la operación interior del demonio se ejerce sobre la fantasía y el apetito sensitivo, moviendo los cuales puede inducirnos a pecado, bien presentando a la imaginación alguna forma imaginaria, bien estimulando el apetito sensitivo a alguna pasión”

Ambas operaciones entenebrecen la razón para que consienta al pecado. Este es el modo en que el demonio induce interiormente a pecar.

Santo Tomás reconoce que estas maneras que tiene el demonio de persuadir las aplicó al tentar a Cristo en el desierto: se le apareció bajo forma sensible y le presentó a sus sentidos internos formas imaginarias buscando estimular su apetito sensible

La primera tentación —seguimos la narración del Evangelio de San Lucas— Satanás apela al apetito sensible de Cristo, presentándole a sus sentidos internos la imagen de un objeto apetecible como es el convertir las piedras en pan: «si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».

De este modo, el diablo esperaba inducir a Cristo —hambriento puesto que llevaba cuarenta días de ayuno— a consentir en lo que Aquino llama «deleite de la carne» (carnis oblectatio).

Las otras dos tentaciones también buscan implicar el apetito sensible de Cristo.

La segunda tentación de Cristo

“te daré el poder y la gloria del mundo»

Trata de persuadir la «concupiscencia de los ojos» (concupiscentia oculorum) o el deseo codicioso de poseer placenteramente dinero y cosas materiales.

La tercera tentación —«si eres Hijo de Dios, arrójate desde aquí porque escrito está: dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te protejan y te lleven en sus manos»— apela a la «soberbia de vida» (superbiam vitae) o el desordenado deseo de grandeza De este modo, Cristo padeció sobre sí verdadera y humanamente la presión del tentador. Con total dominio de su apetito sensible y reconociendo el desorden natural de lo presentado por el diablo, Cristo rechaza con su voluntad humana las tentaciones

A quien se plantea la «incompatibilidad» en Cristo de que pueda padecer la tentación y poseer a la vez la visión beatífica, Torrell argumenta que se puede aplicar lo mismo que explica Santo Tomás sobre la Pasión: mientras que Cristo era viador, la gloria de lo más profundo del alma no redundaba ni en la parte inferior del alma ni en el cuerpo; y viceversa, lo padecido en la parte inferior de su Humanidad no privaba (G. AYBAR, Las tentaciones de Cristo y su impecabilidad según Santo Tomás p. 8)

Como destaca Gondreau, Santo Tomás atribuye un gran valor soteriológico al rechazo de estas tentaciones, ya que, siguiendo a San Ambrosio, el Teólogo dominico ve en ellas la materia de todo tipo de pecado. En este misterio de la vida del Verbo Encarnado se ve cómo Cristo rechaza el pecado en su totalidad y nos manifiesta, a la vez, su profunda solidaridad con el hombre pecador:

“porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que siendo (Cristo) como nosotros, ha sido tentado en todo, excepto en el pecado” (Heb 4:15) » (6)

La Impecabilidad De Cristo

Cristo «el Hijo de Dios se hizo hombre (Jn 1:14). Él fue tan humano como nosotros, con una importante diferencia: Él era un Hombre perfecto, mientras que nosotros somos hombres pecadores. Él era perfectamente justo, santo y sin pecado. Él fue la única excepción de Romanos 3:10 (ninguno de nosotros es justo, pero Él lo fue). Él fue la única excepción de Romanos 3:12 (ninguno de nosotros es bueno, pero Él lo fue). Él fue la única excepción de Romanos 3:23 (ninguno de nosotros es sin pecado, pero Él lo era).

Es muy difícil para nosotros entender que haya un hombre sin pecado. ¿Has conocido a alguien así? Comemos con gente pecadora, vivimos con gente pecadora, vamos al colegio con gente pecadora, y conversamos con gente pecadora. Es muy difícil imaginar cómo es un hombre sin pecado – alguien que nunca tiene un mal pensamiento, alguien que nunca se enoja indebidamente, alguien que nunca miente, alguien que nunca es egoísta, y alguien que nunca piensa, dice o hace algo malo. Jamás hemos visto a alguien así, y sin embargo, hubo un hombre perfecto que una vez caminó sobre la tierra, el hombre Jesucristo.

¿Cómo sabemos que Jesucristo era un hombre sin pecado? ¿Cómo sabemos que Él  jamás cometió un acto pecaminoso en toda Su vida? ¿Cómo sabemos que Él no hizo ningún mal, no dijo nada malo y nunca pensó mal? ¿Cómo sabemos que Él fue perfecto, santo y justo?» (7)

El Testimonio De Sus Amigos

« ¿Fue Jesús realmente sin pecado? Preguntemos a quienes lo conocieron mejor.

Tomemos a Pedro. El fue uno de los doce discípulos. Estuvo con el Señor por varios años. El vivió con Jesús, habló con Jesús, viajó con Jesús, y comió con Jesús. Si alguien conoció a Jesús, ese fue Pedro. El tuvo toda oportunidad para observar al Señor, observar cómo vivía, y escuchar las cosas que ÉL decía. Si alguna vez Jesús hubiese estado de mal humor o se hubiese enojado, Pedro lo habría sabido. Si Jesús hubiese tenido defectos como lo otros hombres, Pedro lo hubiese notado. ¿No es verdad que los miembros de nuestra familia y aquellos que mejor nos conocen son los que están más conscientes de nuestras faltas y fracasos? Si hubo alguien que supo cómo vivió Jesús, ese fue Pedro.

¿Qué dijo Pedro de Jesús? ¿Acaso dijo, “Jesús fue un gran Hombre de Dios, pero Él tenía algunas pequeñas fallas. Él fue el mejor Hombre que jamás vivió, pero Él no era perfecto”?

Pedro es quien escribió el libro de I Pedro. En I Pedro 2:22 Pedro dice que Jesús “no hizo pecado ni se halló engaño en Su boca.” ¡Qué declaración tan sorprendente! Pedro jamás vio al Señor cometer un pecado y nunca escuchó que el Señor dijera algo equivocado. Podemos estar seguros que Pedro vio al Señor hacer muchas cosas y escuchó al Señor decir muchas cosas, pero Pedro pudo decir, “él no pecó”.

En I Pedro 1:19, Cristo es descrito como “un Cordero sin mancha y sin arruga” ¡Jesucristo es el perfecto Cordero de Dios! En los tiempos del Antiguo Testamento, cuando los hijos de Israel presentaban un animal en sacrificio, éste tenía que ser sin defecto (ver Levítico 1:3,10; Éxodo 12:5). La impecabilidad era importante, porque estos animales estaban representando la perfección del Hijo del Hombre que se ofrecería a Sí Mismo como el sacrificio perfecto (Hebreos 9:14). ¡ÉL era el Salvador sin pecado que murió para salvar a hombres pecadores!

Pedro tiene más que decir. En 1 Pedro 3:18, leemos que Cristo sufrió una vez por los pecados, el Justo (Jesús) por los injustos (nosotros), para que Él (el Justo) pudiera llevarnos a nosotros (los injustos) a Dios. Cristo, el Justo, murió por los hombres injustos (pecadores). Aquel que es sin pecado, murió por aquellos que tienen pecado. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!

En Hechos 3:14, Pedro está predicando a un grupo de judíos. Notemos cómo describe a Jesús:”Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo” De acuerdo con Pedro, Jesús era santo (completamente apartado y separado de todo lo que fuera pecado) y justo.

Por lo tanto, de acuerdo con un hombre que conoció muy bien al Señor, Jesús no pecó; ÉL nunca pecó con Sus labios, ÉL era justo y santo y era el Cordero de Dios perfecto, sin mancha y sin contaminación.

Juan fue otro de los discípulos del Señor. De muchas maneras, él estuvo aún más cerca del Señor que Pedro. El fue el discípulo que se reclinó en el regazo de Jesús (ver Juan 13:23). Si hubo alguien que realmente conoció al Señor, ese fue Juan.

¿Qué dijo Juan acerca de Jesús? En 1 Juan 3:5 leemos, “Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él”. ¡No hay pecado en él! En Él no hay ni un solo pecado. ¿Quién dijo eso? Un hombre que conoció muy bien a Jesús. » (8)

El Testimonio de sus enemigos

«Alguien podría decir, “No es justo preguntar a los amigos de Jesús sobre la clase de vida que Él llevó. Pueden haber dicho cosas buenas e Él para proteger Su reputación, o quizás ellos quisieron decir cosas que le hicieran aparecer como justo, aunque sabían que en realidad no lo era.” Bien, para estar seguros sobre esta materia, preguntemos a algunas personas que no eran Sus amigos.

 

Tomemos a Judas, el hombre que traicionó a Jesús. En Mateo 27:4 Judas dijo, “He entregado sangre inocente”. Judas sabía que él era culpable (“he pecado”), pero que Jesús era inocente (Él nunca pecó).

Considere a Pilato, que fue el juez ante quien estuvo Jesús. ¿Cuál fue el veredicto de Pilato en cuanto a Jesús? ¿Decidió que Jesús era una persona culpable o que era una persona justa (Mateo 27:24)? “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.” Cuando Pilato examinó a Jesús, ¿encontró alguna falta en este Hombre (Juan 19:4)? “Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.”. También la esposa de Pilato supo algo de Jesús por un sueño que tuvo. ¿Qué clase de Hombre pensó ella que era Jesús (Mateo 27:19)? Justo.

 

Ecce Homo, obra de Antonio Ciseri donde puede verse a Poncio Pilato presentando a un azotado Jesús de Nazareth ante el pueblo de Jerusalén.

Consideremos al criminal que murió junto a Jesús. Éste hombre se había burlado de Jesús (Mateo 27:44), pero mientras observaba a Jesús muriendo, algo le sucedió que le hizo cambiar de parecer. A veces puedes aprender mucho acerca de una persona observándola morir. Este criminal observó a Jesús en las últimas horas de Su vida. ¿Qué pensó este hombre de Jesús (Lucas 23:41)? El dijo, “este hombre ningún mal hizo”. En otras palabras, él estaba diciendo, “yo estoy recibiendo lo que merezco porque soy un criminal culpable que merece morir, pero este hombre no merece morir, porque ÉL no ha cometido ningún crimen y no ha hecho nada malo.” Había otro hombre observando morir a Jesús. ¿Qué pensó él de Jesús (Mateo 27:54)? Verdaderamente éste era Hijo de Dios.

 

¡Hasta los demonios saben qué clase de persona era Jesús! En Lucas 4:33-34, un demonio inmundo e impío gritó y dijo,”Yo te conozco quién eres, el Hijo de Dios.”

Los enemigos del Señor habrían estado felices de encontrar algún pecado en Su vida. Siempre estaban tratando de encontrar algo de lo cual culparlo, pero no podían encontrar nada. ¡ÉL era impecable! Era como si alguien quisiera golpear a su enemigo en la cabeza con una sartén, pero al tratar de hacerlo, se encontrara con que la sartén no tiene mango para asirla. Jesús no daba un mango a sus enemigos. No había pecado o falta en Su vida que ellos pudieran haber usado en Su contra.

 

Un día Jesús desafió a Sus enemigos. Él dijo, “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46). “¿Quién de vosotros puede encontrarme culpable de pecado?” ¡Ninguno dijo una palabra! Comparar Juan 8:7-11. Más adelante, cuando Jesús fue arrestado y llevado a juicio, Sus enemigos tuvieron gran dificultad para encontrar personas que testificaran en Su contra (ver Mateo 26:59-60). Nadie quería hablar de los crímenes que había cometido, puesto que ¡Él no había cometido ninguno!» (9)

El Testimonio De Jesús Mismo

«A menudo yo puedo ocultar mis faltas ante a los demás, pero no puedo ocultarlos ante mí mismo. Otros pueden no saber que estoy pensando cosas malas, pero yo sí lo se. Otros pueden no ver lo que hago en la privacidad de mi alcoba, pero yo conozco todos mis pecados. Otros pueden pensar que estamos viviendo correctamente y bien, pero nosotros sabemos la verdad acerca de nosotros. ¿Qué dijo Jesús de Sí mismo? ¿Acaso dijo, “Todos creen que no tengo pecados, pero si sólo pudieran conocerme mejor, se darían cuenta que yo también tengo problemas con el pecado”? No, Jesús nunca dijo algo como eso. En realidad, dijo todo lo contrario.

En Juan 8:29, Jesús hizo una sorprendente declaración. Él dijo, “Yo siempre hago lo que le (al Padre) agrada”. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir eso? Quizás podríamos decir,”a veces hago las cosas que Le agradan”, pero Jesús dijo “siempre”. Jamás hubo un momento en que Jesús no haya complacido a Dios el Padre. » (10)

El Testimonio de Dios El Padre

«Jesús dijo que ÉL siempre hacía aquellas cosas que agradaban al Padre. ¿Estaba de acuerdo el Padre con esta declaración? En Mateo 3:17, en el bautismo de Jesús, el Padre habló desde el cielo y dijo, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”

Jesús tenía como 30 años cuando fueron dichas estas palabras. Dios nos dice muy poco en la Biblia acerca de esos primeros 30 años. ¿Cómo fue la infancia de Jesús? ¿Cómo fue Su adolescencia? ¿Qué de Su juventud? Se dice muy poco. Jesús enfrentó muchas tentaciones creciendo en esa corrupta ciudad de Nazaret. ¿Pecó alguna vez? ÉL creció en compañía de hermanos y hermanas pecadores. ¿Alguna vez discutió o peleó con ellos? ¿Cuál fue el veredicto del Dios santo cuando se completaron esos primeros 30 años? Cuando el Padre pasó revista a los primeros 30 años de la vida de Jesús, ¡Él estaba complacido! Como niño, como adolescente, como joven, Jesús hizo siempre hizo solamente las cosas que agradaban al Padre. » (11)

El testimonio de Dios el Espíritu Santo

«El Espíritu Santo es el verdadero Autor de la Biblia. ÉL es Aquel que movió de tal manera a los escritores de la Biblia para que escribiesen sólo lo que Dios quería que escribieran (ver 2 Pedro 1:21). Veamos a lo que el Espíritu Santo guió a los escritores de la Biblia a decir sobre la impecabilidad de Cristo:

 

«»Mientras El aún hablaba, una nube de luz los cubrió y he aquí una voz desde la nube que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a El oíd». Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: «levantaos y no temáis», y alzando ellos los ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo. Mateo 17:5-8 «

1. Isaías 53:9. Este versículo nos dice que Jesús (el Mesías) actuó bien (Sin Mancha) y habló bien (sin engaño).

2. 2 Corintios 5:21. Jesús no conoció el pecado. ¡Qué diferente es Jesús de nosotros! Nosotros conocemos el pecado (y lo hemos practicado personalmente) demasiado bien, pero nuestro bendito Señor no tuvo absolutamente ninguna relación personal con el pecado.

3. Hebreos 4:15. Jesús fue sin pecado. ÉL fue realmente tentado, pero ÉL siempre venció la tentación.

4. Hebreos 7:26. Nuestro Gran Sumo Sacerdote es descrito como santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores. Nosotros estamos manchados con el pecado, pero nuestro impecable Señor no. Jesús estuvo con pecadores, comió con pecadores y aún tocó a pecadores, pero Él era completamente apartado de los pecadores. Él estaba con ellos, pero Él no era como ellos.

5. Lucas 1:35. El niño que nacería de María es descrito aquí por el Espíritu Santo como “el Santo Ser. Jesús fue el único hombre que no nació con una naturaleza pecaminosa. La naturaleza pecaminosa es transferida de padre a hijo, y Jesús fue el único hombre que no tuvo un padre pecador, de modo que no heredó la naturaleza pecaminosa de Adán. Él fue el Santo de Dios. » (12)

Jesús fue todo lo que un hombre debiera ser

«Cuando Dios creó al hombre, ¿qué propósito tenía Dios para el hombre? Dios creó a Adán, pero Adán fue arruinado por el pecado y nunca llegó a ser todo lo que Dios quería que fuese. Aún el hombre más grande y piadoso que haya vivido ha fallado en ser todo lo que Dios quería que fuese. Noé se embriagó, Moisés tuvo sus fallas, David tuvo sus altos y bajos y aún cometió adulterio. De algún modo nos desilusionamos de las vidas de los más grandes hombres.

¿Cómo es el hombre ideal? El hombre Jesucristo es y fue todo lo que un hombre debiera ser. Podemos aprender de Moisés y Josué y Daniel y Pedro y Pablo, pero de algún modo nos desilusionaremos de sus faltas e imperfecciones. Si miramos al hombre Jesucristo, ¡jamás nos desilusionaremos! ¡ÉL es todo lo que un hombre debiera ser! ¡Él es el ejemplo perfecto de hombre!»(13)

Tal como Él anduvo, así deberíamos andar nosotros

«En 1 Juan 2:6, encontramos algo sorprendente. La Biblia dice que la persona que permanece en Cristo, debe andar como Él anduvo ¿Cómo anduvo Jesucristo? Él anduvo en santidad. Él anduvo por la senda de la rectitud y no por la senda del pecado. Hemos de andar como Él anduvo. Hemos de vivir como Él vivió. Él es nuestro ejemplo perfecto.

¿Cómo puede un pecador vivir y caminar como el impecable Cristo? Esto es imposible. Ningún hombre puede hacerlo. Sin embargo, mientras confiamos en Dios, ÉL puede hacer posible lo imposible. El Señor Jesús quiere vivir Su vida perfecta en nosotros. ÉL nos ha dado el Espíritu Santo para hacerlo posible.

Cuando Jesús caminó en esta tierra, Él nos mostró cómo debía caminar el hombre. Jesús estaba siempre lleno del Espíritu Santo. Jesús siempre anduvo en completa dependencia de Dios. Nosotros también deberíamos andar de esta manera. Por cuanto Jesús, como hombre, pudo y logró triunfar sobre cada tentación que cruzó Su camino, también lo podemos nosotros. Porque Jesús tuvo victoria sobre el pecado, también podemos nosotros. Porque Él fue un triunfador, también podemos serlo nosotros.

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis” (1 Jn 2:1). Jesús no pecó. Dios nos ha dado Su preciosa Palabra para que no pequemos, y si hubiéremos pecado, sabemos que tenemos un Salvador fiel en el cielo que sabe lo que es ser tentado (Hebreos 4:15) y que conoce lo que es la tentación y el pecado. En el próximo capítulo buscaremos entender mejor lo que es realmente el pecado.»(14)

Cristo Triunfante Sobre Tentación

«La Escritura es muy rica. Leyendo solamente un texto hay muchas cosas que podemos aprender. Y la tentación de Cristo es un pasaje que ofrece muchas lecciones. No hay lugar considerarlas todas. Si no está apartando tiempo los domingos para estudiar un rato, le exhorto que comience hoy mismo a aprovechar de este día para buscar a Dios no solamente en la iglesia, sino también en privado. Y si no está ya leyendo algún libro teológico o investigando algún texto bíblico, le recomiendo que aparte tiempo este domingo en la tarde para meditar un rato en la tentación de Cristo.

 

De este evento podríamos aprender acerca del diablo, de la tentación, de la variedad de la experiencia que tendremos en la vida cristiana. Si nos enfocamos en Cristo como el centro de este evento, todavía hay dos maneras de considerarlo. Podríamos pensar en Cristo como nuestro ejemplo, y aprender acerca de como vencer la tentación. Eso sería muy valioso, pero se tendrá que dejar para otro momento, porque hay algo más fundamental. No digo que cualquiera de las otras cosas no es importante. Tenemos que saber cómo vivir la vida cristiana. Pero hay algo que viene antes: hay algo que tiene que preceder ese tipo de estudio. Hay iglesias que dan sermones acerca de 7 pasos para mejorar la oración, 3 pasos para agradar a Dios, 19 pasos para obtener un matrimonio mejor, 156 pasos para descubrir la voluntad de Dios, etc., etc. Pero eso no es como somos transformados. Aunque un estudio como esa podría ser bíblico (y nuevamente les recomiendo mucho que mediten acerca de esta tentación de Cristo, y que investiguen el ejemplo que nos da Cristo de como vencer la tentación) no cambia a la gente. La ley de Dios no nos transforma: el evangelio, Cristo, nos transforma. Ciertamente, nos transforma para que conformemos a la ley; pero la ley en sí es débil. Si predico la ley, lo que Dios exige, semana tras semana, no avanzará la iglesia: no se transformará. La ley nos exige que hagamos algo; pero no podemos. Es el evangelio que nos anuncia que Cristo ha hecho por nosotros que nos transforma. La ley es útil; la ley es buena; la ley es inspirada por Dios; pero la ley no transforma. Cristo transforma: por lo tanto, me parece que antes de estudiar a la tentación de Cristo, tomándolo como modelo para saber nosotros como vencer la tentación, es necesario estudiar la tentación de Cristo, tomándolo como el anuncia de la victoria de Cristo sobre las artimañas del diablo.

 

Para hacer esto vamos a tener que regresar al jardín de Edén, y la primera tentación. Hacemos esto porque hay dos hombres en la historia del mundo; hay dos Adanes, como Pablo nos explica en Romanos 5 y 1a de Corintios 15. Y la historia depende de esos dos hombres. Mi historia personal depende de ellos. Si yo estoy unido a Adán me espera la muerte; si yo estoy unido a Cristo, el postrer Adán, me espera la vida. Y hay elementos en el texto que sugieren que esta tentación de Cristo fue una tentación en su carácter de Mesías, del ungido, del segundo Adán.

 

La tentación ocurre después de que Cristo es aprobado por el Padre y ungido por el Espíritu en su bautismo. Lo próximo que sucede es que Cristo es llevado al desierto por el Espíritu, el Espíritu que vino sobre él para capacitarlo para su trabajo mesiánico; y el Espíritu lo lleva al desierto precisamente para ser tentado por el diablo.

 

También se sugiere que las tentaciones de Cristo le vienen como nuestro Mesías, como nuestra cabeza, por el hecho de que al menos dos de las tentaciones se dirigen a expectativas mesiánicas. El diablo lo lleva al pináculo del templo, y le dice que se eche de allí: los judíos pensaban que el Mesías se manifestaría de ese punto del templo. Las promesas de Dios al Mesías eran que heredaría toda la tierra; y el diablo le dice a Cristo que le dará todas las naciones, si Cristo le adora.  

Además, podríamos considerar el hecho que Lucas pone la genealogía de Jesús entre su relato del bautismo y su relato de la tentación. En el bautismo Jesús es identificado cómo el Hijo de Dios. En su genealogía es identificado como hijo de Adán. Ahora Lucas ya había dejado claro que Cristo no es hijo de Adán así como lo son los demás: ya había narrado que Jesús nació de una virgen. Lucas también identifica a Adán como hijo de Dios (Lucas 3:38). Entonces hay dos hijos de Dios; Cristo y Adán. Pero a la vez que Cristo es Hijo de Dios es hijo de Adán, aunque hijo especial. No es el Hijo de Dios, obviamente, de la misma manera que lo fue Adán. Pero es interesante que Adán y Cristo no solamente comparten una naturaleza humana, también comparten que Dios hizo esa naturaleza humana de una manera especial. Creo que se está asumiendo la doctrina de los adanes.

 

Ahora el primer Adán fue tentado, y cayó. El postrer Adán fue tentado y no cayó. Cuando el hombre cayó, tuvo muchas ventajas: vivía en el paraíso, tenía suficiente para todas sus necesidades, y tuvo compañerismo. En la tentación de Jesús, él estaba solo, en un desierto, y ayunando por cuarenta días. Además, la tentación de Jesús fue muy prolongada. A pesar de la diferencia en las circunstancias, Eva y Adán cayeron, y Cristo triunfó.

 

El punto básico de la tentación, de las solicitaciones del diablo, tienen que ver con si escucharemos a la palabra de Dios o a las sugerencias del diablo. El diablo aprovecha de nuestra condición para que sus ideas parezcan razonables, y nosotros seamos llevados a olvidar, ignorar o torcer la palabra de Dios. Adán y Eva escucharon más al diablo que a Dios; y siempre que caemos, hacemos lo mismo. Damos más autoridad a nuestros deseos, a nuestros impulsos, a nuestra debilidad que a la palabra de Dios.

 

A lo mejor se acordarán que existieron tres elementos en la tentación de Eva. Ella vio que el árbol era bueno para comer; que era agradable a los ojos; y que era codiciable para alcanzar la sabiduría, y comió. Esto muchas veces se ha relacionado con lo que dice Juan acerca del mundo: Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo (1a de Juan 2:16). Y hay tres tentaciones principales que vienen a Cristo. Había sido tentado por todos los cuarenta días. Al final de ese tiempo, el diablo le trae las tres tentaciones que se nos relatan. No sabemos si son representativas de lo que el diablo había estado haciendo o si son las tentaciones especiales, máximas, que el pudo inventar. Pero son tentaciones significativas, porque se relatan detalladamente. Ahora la primera tuvo que ver con la comida; la segunda que relata Lucas (Mateo es quien nos da el orden cronológico de estas tentaciones) tuvo que ver con el deseo de lo agradable, y la tercera (según el orden de Lucas) con la vanagloria.  

 

Cristo venció todo lo que el diablo lanzó: rehusó todo lo que ofreció. Se aferró a la palabra de Dios en vez de escuchar las solicitaciones del diablo. El triunfó.

Entonces puede ser una cabeza, un Adán, diferente. Del primer Adán nos viene la condenación y la corrupción, es decir, el pecado original. Pero del postrer Adán, de Cristo nos viene vida y victoria. Si hubiera caído, no tendríamos salvación o esperanza.

Actuó en este caso como nuestra cabeza, nuestro representante. Por su obediencia somos constituidos justos.

Entonces hay perdón para nosotros por todas las veces que hemos caído en tentación.

Y también hay poder: este hecho es un anuncio que es posible ser tentado, con todo tipo de desventaja, con toda la furia y paciencia y sutileza del diablo, y no pecar.» (15)

 

 

Niko Kazantzakis

El sacerdote Jesuita Hermann Rodríguez Osorio , en una nota basada en su homilía del Primer domingo del Tiempo de Cuaresma, predicada el 25 de Febrero de 2007, titulada “(…) El Espíritu Santo lo llevó al desierto”, cuenta acerca de Niko Kazantzakis, novelista griego, quien «escribió hace algunos años un libro que tituló La última tentación, novela que fue llevada a la pantalla en 1988 por el famoso director cinematográfico, Martin Scorsese, con el título de La última tentación de Cristo. Tanto la novela, como la película, muy polémica por cierto, presentan a Jesús siendo tentado a lo largo de toda su vida, haciendo énfasis en la última tentación, que propiamente no fue casarse con María Magdalena, como casi todo el mundo interpreta de una manera superficial, sino negarse a morir en la cruz. En este sentido, podemos decir que la oración en el huerto de Getsemaní, tal como nos la presentan los evangelistas, fue un momento crucial de tentación, casi a las puertas de su pasión: “Padre mío, para ti todo es posible: líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu” (Mar. 14:36). Por otra parte, no podemos negar que algunas de las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz y que recordamos de manara particular en la Semana Santa, son reflejo de esta realidad que atravesó toda su vida. Es lo que el mismo Lucas expresa al final de este pasaje con esta afirmación: “Cuando ya el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de él por algún tiempo”.

Todo esto significa que Jesús fue tentado muchas veces y de muy diversas formas. San Lucas nos presenta aquí los Jesús y Satanás.deseos de aprovechar sus capacidades para su propio beneficio: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan”; deseos de tener poder: “Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo”; y, por último, deseos de tener fama, haciendo cosas espectaculares para llamar la atención: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropiece con piedra alguna”.

 

 

Llama la atención el uso que hace Jesús de la Escritura para defenderse de la tentación; tanto es así, que el tentador recurre a la autoridad del Salmo 91 (versículo 12) para presentar la última tentación de esta serie. Pero Jesús vuelve a defenderse citando otro texto de la misma Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” (Deut. 6:16). Nuestra vida, como la de Jesús, no es una fotografía. Las tentaciones del egoísmo, del poder y de la fama, para no señalar sino las que aparecen aquí mencionadas, están siempre presentes. El Señor nos invita a recurrir a su Palabra para contrarrestar la fuerza del mal en nuestro interior. Sabiendo, por lo demás, que se trata de una realidad que no ocupa solo un momento de nuestra vida, sino que la atraviesa de principio a fin.» (16)

Fuente:

1.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

2.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

3.  http://foros.labibliaweb.com/archive/index.php/t-1419.html

4.  (Notas de pie Nº 153-154 de pág. 280, Los misterios de la vida de Cristo en Justino Mártir, Autor José Granados, Publicado en 2005, Editrice Pontificia Università Gregoriana).”

5.  (Notas de pie Nº 155 de pág. 280, Los misterios de la vida de Cristo en Justino Mártir, Autor José Granados, Publicado en 2005, Editrice Pontificia Università Gregoriana).”

6.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/lifeoc/c4.htm

7.  http://www.supercable.es/~miguelor/tentaciones.htm

8.  http://hjg.com.ar/sumat/d/c41.html#a4

9.  http://es.wikipedia.org/wiki/La_tentaci%C3%B3n_de_Cristo

10.  http://www.e-aquinas.net/pdf/aybar.pdf

11.  http://www.e-aquinas.net/pdf/aybar.pdf

12.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

13.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

14.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

15.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

16.  http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/manchrist/c6.htm

 

 

¿Como surgió el pecado?

¿Como surgió el pecado?  – Rebelión en los lugares celestiales y en la tierra

El dr. Ed Murphy se hace una pregunta que es bastante común en muchos intelectuales y hombres de ciencia, y es que ¿como surgió el pecado?:

¿Cómo pudo surgir el pecado en un reino de completa pureza, es decir, en el Reino de Dios? ¿Cómo pudieron pecar los ángeles puros? Las Escrituras no intentan en ninguna parte explicar cómo o por qué Satanás y los ángeles fueron creados con la capacidad de pecar, ni tampoco de qué manera o por qué causa fueron los seres humanos hechos con esa misma capacidad. Estos son sólo dos de una serie de datos que proporciona la Biblia.

Por dato entiendo un factor o suceso que registra la Escritura sin explicación alguna. El primero y más importante de toda la Biblia se encuentra en Génesis 1.1: “En el principio… Dios… “

No se intenta explicar la existencia divina, simplemente se afirma. El segundo en importancia lo tenemos en el mismo versículo:“… creó… los cielos y la tierra”.

Tampoco se da ninguna explicación del momento o del modo en que se efectuó la creación original.

El tercer gran dato se encuentra en el siguiente versículo: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (v. 2a).

En el versículo 1 se mencionan los cielos y la tierra. A partir del versículo 2 la atención se centra exclusivamente en la tierra. No se da ninguna explicación acerca del desorden, el vacío o las tinieblas. Los seis días de la creación (o de la recreación) que siguen son también datos. Y lo mismo sucede con el pecado tanto de los ángeles como de los hombres. Se trata de datos.

La siguiente explicación proporciona una respuesta parcial (la que creo, como muchos comentaristas bíblicos). Dios es el único ser no creado del universo. Como eterno, no tiene principio ni fin. Existe pero no fue creado. Está ahí, pero jamás tuvo un comienzo. Siempre fue, es y será. Por lo tanto, Él y sólo Él es absolutamente perfecto. Tiene mente perfecta. Sabe todas y cada una de las cosas. Sus emociones son perfectas. Lo que siente es siempre lo que debería sentirse. Tiene voluntad perfecta. Siempre elige lo correcto. Ciertamente, por su propia definición como perfecto, no puede escoger el mal, no puede pecar.

Sin embargo, todas las criaturas son imperfectas. Por definición Dios no puede crearse a sí mismo. Sólo puede formar seres que sean inferiores a Él y, por lo tanto, imperfectos. La criatura jamás puede igualar al Creador. Por el mero hecho de hacer criaturas a su imagen y semejanza, Dios crea seres con mente, emociones y voluntad semejantes a las suyas. Por definición no puede hacer criaturas a su propia imagen y semejanza que no sean libres para pensar, sentir y elegir por sí mismas.

Además, las criaturas no pueden ser hechas a la imagen y semejanza de Dios y, al mismo tiempo, ser programadas para hacer sólo la voluntad de su creador. Paul Schilling, en su excelente libro God and Human Anguish [Dios y la angustia humana], expresa que si eso hubiera ocurrido, aunque todos los participantes pudieran pensar que eran libres, no lo serían en realidad, y aunque fueran superficialmente felices, serían incapaces de tomar sus propias decisiones o de llegar a tener relaciones auténticamente sensibles con otras personas[ … ] Les faltaría cualquier valor intrínseco, ya que todos serían robots viviendo de forma inconsciente su destino predeterminado en un enorme y organizadísimo sistema[ … ] Ese arreglo concebiría a Dios como el hipnotizador supremo, cuyos súbditos cumplirían de manera inconsciente y estricta las órdenes que se les diera durante la hipnosis[ … ] el concepto de seres humanos [y ángeles] creados para escoger siempre lo bueno se contradice a sí mismo.

Si eran realmente libres, no podía haber garantía alguna de que siempre fueran a escoger lo correcto, mientras que si hubieran estado constituidos de tal manera que se excluyera la elección, no serían libres.

Además, la libertad de opción no comprobada es mera teoría y no realidad. Así que, tanto los ángeles como la humanidad tenían que hacer frente a la elección entre obedecer a Dios o desobedecerle.

El Dr. Scott Peck, siquiatra americano, cuenta en su libro People of the Lie [El mundo de la mentira] cómo se convirtió a Cristo. Él también forcejea con el problema del mal.

Para crearnos a su imagen, Dios nos concedió libre albedrío. De otro modo hubiéramos sido marionetas o huecos maniquíes. Sin embargo, con el objeto de darnos libre albedrío, tuvo que renunciar al uso de la fuerza con nosotros. No somos libres de elegir si tenemos una pistola en la espalda… En la angustia, él tiene que ponerse a un lado y dejar que seamos nosotros mismos.

También a Lucifer (si es que ese era su nombre) y a los ángeles se les dio libertad de elección. En el reino celestial todos los ángeles fueron sometidos a la prueba de la obediencia. Aunque el relato de esa prueba no aparece en ningún sitio, está implícito en todas partes. Aquellos que resistieron al engaño del ángel caído, probablemente Lucifer (Is. 14:12), fueron confirmados en santidad. Se les describe como “los santos ángeles” (Mar. 8:38) y los “ángeles escogidos” (I Tim. 5:21). Por el contrario, los que fueron engañados y siguieron al rebelde Lucifer están ahora, como su señor, confirmados en su iniquidad. Según las Escrituras, no hay provisión alguna para ellos de redención.

La experiencia con los demonios confirma este hecho. Ellos odian a Dios y jamás se arrepentirán o buscarán su perdón, aunque reconozcan con terror que están destinados al lago de fuego. Se hallan realmente confirmados en la maldad. El hecho de que la rebelión en el cielo se originara con el conflicto inicial de un ser angélico, Satanás o el diablo, parece cierto. A través de toda la Escritura se revela como único propiciador del mal y de la tentación (Juan 8.44; Lucas 4.1–13). Además, siempre se considera al diablo como señor de un ejército angélico sobrenatural maligno (Mateo 25.41; Apocalipsis 12.3–17). Es su cola la que arrastró «la tercera parte de las estrellas del cielo, y las lanzó sobre la tierra» (Apocalipsis 12.4). (Tal vez esas estrellas representan ángeles.) Aparece al mando de “principados… potestades… gobernadores de las tinieblas de este siglo… huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6.12).

Esta rebelión cósmica alcanzó a la tierra poco después de la creación del hombre y el mal que produjo afectó al universo en dos niveles: el natural y el moral.

Edward J. Carnell define el mal natural como «todas esas frustraciones de los valores humanos que son perpetradas, no por la libre acción del hombre, sino por los elementos naturales del universo, tales como la furia del huracán o la devastación de los parásitos

Seguidamente, Carnell cita al poeta John Mills: Matar, el acto más criminal reconocido por las leyes humanas, es algo que la naturaleza comete una vez con cada ser viviente y, en una gran proporción de casos, después de prolongadas torturas como sólo los mayores monstruos, acerca de los cuales hemos leído, infligieron intencionadamente a otras criaturas vivas semejantes a ellos[ … ] Empala a los hombres, los rompe como el tormento de la rueda, los echa a las fieras para ser devorados, los quema, los aplasta con piedras como al primer mártir cristiano, los mata de hambre, los hiela de frío[ … ] Todo esto lo hace la naturaleza con el más arrogante desdén tanto por la misericordia como por la justicia, descargando sus saetas, indistintamente, sobre los mejores y más nobles, y sobre los peores y más perversos.

Carnell continúa con algunas palabras acerca de un mal que se cuenta entre los mayores, la muerte. Habla de su crueldad, que golpea tanto al bueno como al malo con indiscriminación ciega. Y comenta que:

[ … ] La razón por la cual el mal natural es un problema cristiano es que el cristianismo enseña, no sólo que toda la naturaleza fue en un principio creada por el Altísimo y declarada buena por Él, sino que el movimiento presente de todas las cosas está guiado y guardado por el muy vigilante ojo «del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad» (Efesios 1.11).

¿Puede el cristiano andar por los atestados pasillos de un hospital infantil o tropezar con los escombros dejados por la devastadora potencia de un huracán sin sentir la fuerza de aquellas palabras de Job? «Mas yo hablaría con el Todopoderoso, y querría razonar con Dios» (Job 13.3).

La Biblia, de ninguna manera guarda silencio sobre el mal natural. Desde el Génesis hasta el capítulo 22 del Apocalipsis, a través de todo el relato bíblico, esta clase de mal ocupa un lugar prominente, sólo superado por su gemelo más destructor, el mal moral. Sin embargo, la Escritura no intenta explicar el mal natural fuera del contexto del mal humano moral. No dice nada acerca de la existencia del mal natural en el universo antes del nacimiento del mal moral en la experiencia humana.

Carnell define el mal moral de la siguiente manera: «Incluye todas las frustraciones de los valores humanos perpetradas, no por los elementos naturales del universo, sino por la libre acción del hombre». En sus definiciones, tanto del mal natural como del moral, Edward J. Carnell se limita en especial a la relación entre el mal y la humanidad.

Difiero de Carnell en que veo el mal como anterior al hombre, existente antes de su caída. En la Escritura se introduce el mal humano desde el contexto del mal prehumano cósmico. Sin embargo, el enfoque antropocéntrico de la Biblia omite sin embargo referencias directas a la existencia de mal natural en los cielos o en la tierra antes del pecado del hombre. ¿Hubo acaso una creación moral terrena anterior a Adán que sufriera una caída similar a la registrada en Génesis 3? ¿Es correcta la teoría de la laguna histórica que afirma que entre los versículos 1 y 2 de Génesis capítulo 1 se produjo un pecado preadámico en la tierra? ¿Hubo muerte física en el universo o en la tierra antes de la caída del hombre? ¿Existía el actual desorden dentro de la armonía de los cielos antes de la creación y la caída del ser humano?

Las Escrituras guardan silencio sobre estos y otros temas parecidos referentes al mal natural. Además, no vamos a la Palabra de Dios en busca de respuestas a las cuestiones básicas planteadas por las ciencias naturales aparte de la declaración: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1.1).

Sin embargo, la Biblia indica con claridad que la caída de la humanidad y el presente gemir de la naturaleza están íntimamente relacionados. En uno de los principales pasajes cosmológicos de la Escritura, Pablo afirma que:

[ … ] la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8.20–23).

Teniendo esto en mente, el apóstol presenta su razonamiento cosmológico con las siguientes palabras:

«Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios» (v. 19).

¿Por qué? Porque la redención completa de la humanidad, que sólo ocurrirá cuando tenga lugar la de nuestros cuerpos (v. 23), transformará la creación física entera. Entonces, y sólo entonces, el mal natural quedará destruido para siempre.

El apóstol Pedro declara que en determinado momento, coincidiendo quizás con la redención o poco después de la redención de nuestros cuerpos a la que Pablo también hace referencia, «los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos […] Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia» (II Pe. 3.10–13).

 

 

Y todo esto concuerda con las palabras de Juan en Apocalipsis: “Ví un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido “(Ap. 21.1–2).

 

 

 

El resultado será la destrucción eterna y casi completa del mal natural y moral de la creación de Dios y de la experiencia de la humanidad. Digo «casi» porque la excepción misteriosa es el infierno o lago de fuego. Cualquiera que sea la idea que uno tenga respecto a ese infierno, se trata de un «lugar» que existe. Jesús dice que el infierno está hecho “para el diablo y sus ángeles” (Mat. 25.41), y advierte a los hombres que ellos también irán allí si continúan viviendo en desobediencia a Dios (Mateo 5.21–22, 27–30). Pablo describe ese lugar de eterno mal como un sitio donde los hombres “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (II Tes. 1.9), un castigo reservado para aquellos “que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (v. 8).

 

 

Juan presenta el infierno como un “lago de fuego y azufre” al que serán arrojados el diablo y sus servidores para ser “atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap. 20.10).

 

 

Y añade:“Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (vv. 14–15).

Un cuadro horrendo, gráfico y aterrador del mal eterno. El lago de fuego es obviamente el concepto paralelo de los nuevos cielos y la nueva tierra de felicidad eterna, de ausencia perpetua de mal. ¡Misterio de misterios!

Con la entrada de la humanidad en el conflicto entre los dos reinos, la antes exclusiva rebelión cósmica se convierte en una contienda cósmico-terrenal.

El relato histórico-gráfico aparece en Génesis 3.1–24. La historicidad de la caída es confirmada por pasajes de la Escritura tales como 2 Corintios 11.3 y Apocalipsis 12.7–9. También Pablo, en Romanos 5 y 1 Corintios 15, utiliza el hecho histórico del pecado de Adán en conexión con la actuación redentora de Jesús en la historia como último Adán y segundo hombre. Afirmo que Génesis 3 es un relato gráfico a causa del vivo simbolismo empleado para describir los acontecimientos históricos. Las verdades más importantes de la historia son precisamente reales e históricas, si uno admite el simbolismo del pasaje como si siguiéramos un literalismo estricto.

El dr. Ed Murphy, dice en su libro que “Considera que Génesis 3 es el pasaje más importante sobre la guerra espiritual de todo el Antiguo Testamento….

Tres de las numerosas lecciones que pueden extraerse de este relato contribuyen a aclarar lo que estamos analizando.

1. La humanidad fue guiada a la rebelión contra el gobierno de Dios por un ser maligno y sobrenatural que ya existía. En el simbolismo de la historia, ese ser se presenta como una serpiente, un animal, parte de la creación buena de Dios. No tiene aquí ninguna importancia si el animal físico que conocemos hoy como serpiente es la criatura que aparece en ese pasaje. El punto principal de la historia es que la humanidad fue engañada e inducida a desobedecer a Dios por un sabio pero maligno ser ya existente.

Este ser demuestra su perversa sabiduría disfrazándose para que la mujer no esté consciente de su malignidad. Eva piensa que está hablando con una criatura conocida, parte de la buena creación de Dios. Luego, Satanás la lleva a una discusión acerca de Dios y de las limitaciones que les ha impuesto a ella y a Adán en el huerto. Hasta ese momento, Eva sólo había visto el lado positivo de su estado edénico, pero el diablo despierta en su mente la percepción del lado negativo, lo que ella y Adán no pueden hacer en el huerto. El engaño iba dirigido contra su mente, que por definición incluye también sus emociones y voluntad.

2. Él engaña a la pura pero inexperta mujer. Escoge con cuidado sus palabras para hacer que absorba los pensamientos que le sugiere. Esta sutil transición confunde la mente de Eva y deforma su visión de la realidad. No es capaz de rechazar las falsedades que se están fijando en su cerebro y acepta las mentiras y verdades a medias que escucha como si fueran la verdad real.

3. Como había sido una criatura sin pecado, la serpiente (Satanás) nota cuándo la forma de pensar de la mujer se distorsiona. Conoce en qué momento está lista para aceptar en su mente una negación directa de la Palabra de Dios y una tergiversación de sus motivos: «No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal» (vv. 4–5). Eso era lo que se necesitaba. Ahora el engaño es completo. La mente de Eva abraza los pensamientos de Satanás y la mujer ve el árbol prohibido desde una perspectiva nueva y equivocada en su totalidad. El diablo ha despertado en su interior emociones que nunca antes había conocido. Ahora ve, siente deleite, desea y toma el fruto de su engaño.

El pecado ha nacido. Y según su naturaleza jamás quedará solo. Siempre busca compañía. De modo que Eva disfruta de inmediato con su esposo, Adán, los placeres recién descubiertos. Es obvio que no hay todavía en su aspecto evidencia visible del pecado. Adán ejerce su libre albedrío y come del fruto prohibido, desobedeciendo la Palabra de Dios. Ahora se cumple el propósito del engaño de Satanás y el jefe de la nueva creación de Dios cae.

Una de las principales consecuencias de esto es la contaminación de la nueva creación divina. El deleite de Satanás alcanza su cenit. No sólo ha logrado engañar a la creación angélica de Dios, sino también corromper su creación terrena.

En segundo lugar, la rebelión cósmica se ha convertido en un conflicto cósmico-terrenal. La humanidad se ha unido a los ángeles caídos rechazando la voluntad revelada de Dios. La historia, tanto cósmica como terrena, jamás será la misma.

En tercer lugar, la humanidad no sólo participa del conflicto entre los dos reinos, sino que también se convierte en el ente central en torno al cual gira. De este modo, el género humano, tanto por naturaleza como por elección, pertenece al reino de Satanás (Lucas 4.5–6; Juan 12.31; 14.30; 16.11; Hechos 26.18; Efesios 2.1–3; Colosenses 1.13). Sin embargo, Dios, movido por su amor soberano, su misericordia, su compasión y su gracia (Efesios 2.4–9; cf. 1.13–14), ha actuado para proporcionar una redención plena a toda la humanidad (Juan 3.16; 2 Corintios 5.18–21; 1 Juan 2.1–2).

El enemigo de Dios, después de engañar a la raza humana para que le siguiera en su independencia de la voluntad divina, se convierte en su enemigo mortal, y por medio de sus huestes demoníacas resiste al programa de redención del Señor para la humanidad. Satanás no quiere que la gente oiga u obedezca el evangelio del amor de Dios. Hace cuanto está en su mano perversa para oponerse a la extensión del evangelio a las naciones (Mat. 13.19, 25–30; Hch. 5: 8, 13:19; II Cor. 4.3–4; 11.3–4, 13–15; I Tes. 2.18; 3.5; Ap. 2–3; 12.17–13.7).

La batalla se centra en la humanidad. Satanás engañó y esclavizó a toda la raza; Dios la ha redimido en potencia (II Cor. 5.18–19; I Jn. 2.1–2). Lo único que falta es la respuesta de la gente al amor redentor de Dios. La meta del diablo es que no responda al mismo, lo cual intenta conseguir mediante el engaño continuado.

El evangelio se predica en este contexto de pecado y engaño. El Espíritu de Dios convence a la gente de pecado, justicia y juicio (Jn. 16.18). El enemigo contraataca para mantenerla en esclavitud constante (Mat. 13.19; II Cor. 4.3–4). De este modo, repetimos, la humanidad en cierto sentido no sólo participa en el conflicto entre los dos reinos, sino que es el personaje central a cuyo alrededor gira el mencionado conflicto. Basándose en la carne humana pecadora activada por este mundo maligno, Satanás asalta la mente del hombre y de la mujer con mentiras continuas. La gente, así engañada, se convierte a su vez en engañadora (II Tim. 3.13) y difunde las mentiras del diablo a escala mundial al asumir inconscientemente la naturaleza de su mortal enemigo.”

 

 

Fuente:

  • Manual de Guerra Espiritual, Cáp. 4, Pág. 27-33. Dr. Ed Murphy, Nashville, TN: Editorial Caribe Inc. 2000, © 1994.

 

Rebelión cósmica- El problema del mal

Rebelión cósmica- El problema del mal

Autor: Paulo Arieu

El Ángel Ca�do (1877, Parque del Retiro, Madrid), obra de Bellver inspirada en El para�so perdido de Milton.

El Ángel Caído (1877, Parque del Retiro, Madrid), obra de Bellver inspirada en El paraíso perdido de Milton.

«La guerra espiritual tiene que ver con el mal. La guerra en sí es algo perverso y si el mal no existiera, tampoco habría guerra de ningún tipo. El mal es el problema más desconcertante que jamás ha enfrentado la humanidad. Los pensadores llevan milenios forcejeando con él. El filósofo griego Epicuro (341–270 a.C.), según Lactancio (260–340 d.C.), escribió:

O bien Dios quiere quitar los males y es incapaz de hacerlo, o puede hacerlo pero no quiere; quizás ni quiere ni puede, o tal vez quiere y puede. Si quiere pero no puede, es débil, lo cual no concuerda con su carácter; si puede pero no quiere, es envidioso, algo que también está en desacuerdo con él; si no quiere ni puede, es tanto débil como envidioso, y por lo tanto no es Dios; pero si quiere y puede, que es lo único que resulta apropiado para Él, ¿de dónde vienen entonces los males?, o ¿por qué no los quita?

Ese fue el problema que mantuvo al gran C.S. Lewis encadenado al ateísmo durante la mayor parte de su vida. Lewis se refiere a él en su sugestivo libro The Problem of Pain [El problema del dolor], donde, narrando su antigua defensa del pensamiento ateo, describe gráficamente el mal y el infortunio a los cuales se enfrentan todos los seres humanos. Y concluye diciendo:

«Si me pide que crea que esto es obra de un espíritu benigno y omnipotente, responderé que todas las pruebas apuntan en sentido contrario. O no hay espíritu detrás del universo, o es un espíritu indiferente al bien y al mal, o es un espíritu perverso.»

Y la respuesta de Lewis a su manera de pensar antigua es interesante. Dice así:» Nunca había notado que la misma fuerza y facilidad del argumento del pesimista nos plantean de inmediato un problema. Si el universo es tan malo o incluso la mitad de malo, ¿cómo pudieron jamás los seres humanos llegar a atribuirlo a la actividad de un Creador sabio y bueno? Tal vez los hombres sean necios, pero no hasta ese punto… De modo que inferir la bondad y la sabiduría de un Creador del curso de los acontecimientos en este mundo hubiera sido siempre igualmente absurdo, y jamás fue así. La religión tiene un origen distinto.»

La nota a pie de página de Lewis menciona la palabra teodicea, que viene de los vocablos griegos theós (Dios) y díke (justicia). El diccionario Webster define teodicea como «la defensa de la bondad y omnipotencia de Dios en vista de la existencia del mal».

Edgar S. Brightman, profesor de Filosofía en la Escuela de Graduados de la Universidad de Boston, por su parte, la define como «el intento de justificar el trato de Dios para con el hombre, es decir, de resolver el problema del mal a la luz de la fe en el amor y la justicia de Dios».

El problema del mal es obviamente más agudo para el teísmo que para cualquier otra clase de filosofía o teología; en caso de no poderse resolver, el teísmo debe ser abandonado, retenido por la fe en la esperanza de una futura y hasta el momento inalcanzable solución, o sostenido como una verdad por encima de la razón.

C. S. Lewis tal vez estaría de acuerdo en que la solución es inalcanzable en la actualidad. Diría «que las verdades detrás del teísmo están por encima y más allá de la razón humana.» Como se atribuye a Pascal haber afirmado: «El corazón tiene razones desconocidas para la mente». Lewis está en lo cierto al decir que la teodicea no es algo nuevo con lo que sólo se ha forcejeado de manera adecuada en la era científica moderna. En verdad el gnosticismo, la mayor división que surgió dentro de la patrística de la iglesia primitiva, se centraba en esta cuestión del mal en el universo de Dios.

En Satán: The Early Christian Tradition [Satán: La primera tradición cristiana], Jeffrey Burton Russell explica que los orígenes del gnosticismo se remontan quizás hasta una época tan anterior como la comunidad de Qumram, con su teología de conflicto cósmico entre el bien y el mal. Sin embargo, el gnosticismo fue en esencia un intento cristiano de teodicea que se desvió y amenazó con dividir a la iglesia postapostólica hacia mediados del siglo II. Gran parte de los escritos apologéticos de los padres primitivos fueron dirigidos contra esta devastadora herejía. El gnosticismo, por tanto, prestó un enorme servicio a la iglesia, haciéndola reflexionar sobre el problema del mal, en especial a los grandes apologistas como Justino Mártir, Taciano, Atenágoras, Teófilo, Ireneo y Tertuliano.

Al sacar a la palestra la cuestión de la teodicea, los gnósticos obligaron a los padres de la iglesia a idear una demonología coherente que faltaba en el Nuevo Testamento y en el pensamiento apostólico. El énfasis del gnosticismo en el poder del diablo y en la maldad del mundo material, hizo que los padres reaccionaran definiendo meticulosamente dicho poder y defendiendo la bondad esencial del mundo creado por Dios.

Tal vez la dimensión más compleja y profunda de la concepción de la realidad presente como una guerra espiritual tenga que ver con el origen de dicho conflicto. Este no comenzó en la tierra con la caída, como deja bien claro la Biblia. ¿Se originó tal vez en algún lugar o momento del reino celestial, evidentemente antes del pecado del hombre? Tal parece ser el caso. El Antiguo Testamento sugiere con claridad una rebelión cósmica contra el gobierno de Dios mediante su frecuente referencia a seres malignos sobrenaturales que buscan hacer daño a los hombres y apartarlos de una vida de obediencia al Señor.

No podemos comenzar por Génesis 3, ya que la serpiente que tienta a Eva en ningún lugar del Antiguo Testamento se describe como un ser sobrenatural. El Nuevo Testamento, en cambio, la identifica como el diablo y Satanás (II Cor. 11.3; Ap. 12.9). Una cosa es cierta: cuando los maestros judíos leían y explicaban Génesis 3 a sus oyentes, al menos en la época del período intertestamentario, identificaban a la serpiente con Satanás. La interpretación que da el Nuevo Testamento de la caída del hombre y la de los judíos es idéntica en este punto. Aunque las referencias al diablo no sean tan frecuentes en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, se menciona a Satanás varias veces: una en I Crónicas, catorce en Job 1 y 2, una en el Sal. 109.6 y tres en Zac. 3.1–2.

La primera ocasión en la que se menciona por nombre a Satanás es en I Cró. 21.1. Este pasaje revela el intento de Satanás de arrastrar a David, un hombre de Dios, a la desobediencia. Dicho pasaje sugiere una forma o patrón de actuación del diablo contra la humanidad que se repite a lo largo de toda la Escritura, puede observarse en el transcurso de la historia y es experimentado tanto por creyentes como por no creyentes en cualquier parte hoy en día. En esa forma de actuar podemos ver la estrategia más importante de Satanás, su objetivo principal y su propósito básico.

En primer lugar, descubrimos la estrategia más importante de tentación del diablo, el engaño. El escritor relata que Satanás «incitó a David a que hiciese censo de Israel» (v. 1). (Para una perspectiva típicamente veterotestamentaria del aspecto divino de esa tentación satánica, véase II Sam. 24.1.) David, como su predecesora Eva, no tenía idea del origen de los pensamientos que de repente aparecieron en su mente. Y al meditar en ellos le parecieron correctos, lógicos y necesarios. Aunque su conciencia evidentemente le molestaba (v. 8), decidió seguir adelante con su plan. Lo que David se proponía estaba mal, tanto, que el propio Joab, comandante de su ejército que no era ningún santo, vio el error de su decisión y expresó su oposición a ella (vv. 2–4).

Estaba tan mal que cuando el juicio de Dios cayó sobre Israel, David supo que era culpa suya y de inmediato se arrepintió de su pecado ( v. 8 ), confesando:

“He pecado gravemente al hacer esto; te ruego que quites la iniquidad de tu siervo, porque he hecho muy locamente”.

Aquí descubrimos lo que encontraremos a través de toda la Biblia. El pecado humano siempre tiene un origen doble. Procede de una fuente humana, las propias decisiones equivocadas, y de otra sobrenatural, la tentación de Satanás. El diablo es quien planta en la mente y el corazón del hombre las semillas de los malos pensamientos e imaginaciones, intensificando el mal que ya hay en él (Hch. 5.1–3; I Cor. 7:5; II Cor. 11.3; I Tes. 3.5; II Cor. 10.3–5; Fil. 4.8).

Las Escrituras hablan mucho del engaño. En la Concordancia de Strong se dedican dos columnas enteras a consignar el número de veces que aparecen los términos y sus derivados en la Biblia inglesa. Esos términos los encontramos 150 veces, esparcidos por igual a lo largo de uno y otro Testamentos. W.E. Vine dice que engañar significa en esencia dar “una falsa impresión”. Esa es la forma en que Satanás se acerca a la gente y sin duda así fue como se aproximó al principio a sus congéneres, los ángeles, para guiarlos a la rebelión contra Dios.

Satanás casi siempre comienza con engaño, de ahí las advertencias de Pablo en II Cor. 11.3 y su mención de las maquinaciones del diablo en II Cor. 2.11. Sin embargo, una vez que Satanás tiene un pie dentro de la vida de una persona (Ef. 4.27), el engaño puede no ser ya tan importante y a menudo el diablo se quita la careta para atormentar y esclavizar aún más a su víctima.

En segundo lugar descubrimos su principal blanco para el engaño, los líderes. En el caso de aquellos que no aman a nuestro Dios, los ataca con engaño en todo nivel de liderazgo. Los líderes políticos, militares, económicos, educativos, sociales, familiares y de otras clases se convierten en el objetivo de sus falsedades. ¿Por qué? Porque son quienes controlan el destino de la humanidad.

Alguien ha expresado que si peca un hombre solitario, sólo él se ve afectado. Si peca un hombre de familia, su acción afecta a toda su casa. Si el pecado lo comete un dirigente local, toda la comunidad se resiente. Si es el líder que gobierna una determinada estructura social, toda la sociedad sufre las consecuencias. Si se trata de un dirigente nacional, su pecado afecta a toda la nación. Y si el culpable es un líder mundial todo el mundo resulta dañado. ¡Quién puede olvidar a Adolfo Hitler!

Cuando peca un líder del pueblo de Dios, es posible que una iglesia, una institución o un hogar cristiano resulten dañados o hasta paralizados. ¿Quién puede argumentar a esto? Todos somos en cierta medida víctimas de los actos pecaminosos de dirigentes cristianos utilizados por los medios de comunicación para el descrédito de la Iglesia de Dios.

En tercer lugar descubrimos el principal propósito del engaño del diablo, deshonrar a Dios trayendo vergüenza e incluso juicio sobre sus hijos. Mediante el engaño de su dirigente David, Satanás acarreó ignominia sobre el pueblo de Dios y también causó de manera indirecta el juicio justo del Señor sobre sus propios hijos (v. 7).

De modo que en esta primera aparición de Satanás, con explícita mención de su nombre, descubrimos en la Escritura los rasgos principales de sus perversas maquinaciones contra Dios y su pueblo. El diablo es un engañador que busca seducir a los líderes del Señor para que cometan actos de desobediencia en Su contra. El objeto de su existencia es deshonrar a Dios y perjudicar a su pueblo. Lo que declara el resto de la Biblia, con relación al satanismo, no es más que una ampliación de estas características principales del campo sobrenatural perverso.

Como revela un estudio de historia antigua, en el mundo del Antiguo Testamento la creencia en alguna forma de sobrenaturalísimo perverso era universal. El fallecido Dr. Merrill F. Unger escribe que: la historia de las diversas religiones desde los tiempos más primitivos revela que la creencia en Satanás y en los demonios era algo universal. Según la Biblia, la degeneración del monoteísmo dio como resultado el enceguecimiento de los hombres por el diablo y las formas más degradantes de idolatría (Ro.1.21–32; II Cor 4.4). Para el tiempo de Abraham (apr. 2000 a.C.), la humanidad se había hundido en un grosero politeísmo plagado de espíritus malos. Los hechizos, encantamientos, textos mágicos, exorcismos y diversos tipos de fenómenos malignos abundan en los descubrimientos arqueológicos de Sumeria y Babilonia. La antigüedad egipcia, asiria, caldea, griega y romana es rica en manifestaciones demoníacas. Las deidades adoradas eran demonios invisibles representados por ídolos e imágenes materiales.

Unger sigue citando al Dr. George W. Gilmore, en la Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge [Enciclopedia del conocimiento religioso], que dice que «todo el origen de creencias del que arranca la religión hebrea está lleno de demonismo». Más adelante Merrill F. Unger afirma que «el cristianismo primitivo rescataba a sus convertidos de los grilletes de Satanás y los demonios» (Ef. 2.2; Col. 1.13). En una medida asombrosa, la historia de la religión es un relato de creencias controladas por demonios, particularmente en su choque con la fe hebrea y, luego, con el cristianismo.

Otros indicios de la creencia en el campo sobrenatural maligno y la rebelión cósmica que sustentaba el pueblo judío se encuentran a través de todo el Antiguo Testamento. La serpiente como símbolo de un ser o seres espirituales malignos se menciona muchas veces (Génesis 3.1–24; Job 3.8; 41.1; Sal. 74.14; 104.26; Is. 27.1). Se habla de los espíritus malos unas ocho veces, siempre en relación con la posesión demoníaca de Saúl (I Sam. 16.14–23; 18.10; 19.9). Seis veces se mencionan espíritus mentirosos (1 Re. 22.21–23). Dichos versículos deben estudiarse a la luz de todo el contexto, empezando desde el primero. También se hace referencia seis veces a espíritus de adivinación (Lev. 20.27; I Sam. 28). Algunas versiones inglesas traducen la expresión hebrea «tener espíritu de adivinación» (o un espíritu familiar) por “ser médium”.

Al menos una vez, en Is. 19.13–14, se hace referencia a espíritus inmundos perversos (en la Reina Valera, revisión de 1960, “espíritu de vértigo”). John D.W. Watts, en su excelente comentario sobre Isaías, interpreta el término como “espíritu de distorsión”. Es discutible si se trata de un mal personificado o simplemente de una atmósfera de confusión. No obstante, los falsos consejos y planes de Egipto llegaron mediante adivinación. De modo que ambos significados podrían ser ciertos.

También se mencionan varias veces los espíritus de prostitución religiosa y física. Las referencias más frecuentes se encuentran en Oseas, asociadas a la idolatría, la adivinación y el baalismo. Al menos cuatro veces se habla de los demonios identificándolos exactamente con los dioses y los ídolos de las naciones paganas (Lev. 17.7; Deut. 32.17; II Crónicas 11.15; Sal. 106.19–39; I Cor. 10.20–21). Y en los libros históricos, los Salmos y Daniel se mencionan a los espíritus malos que gobiernan sobre territorios y naciones, y luchan tanto contra los ángeles como contra el pueblo de Dios. El pasaje más conocido es Dan. 10.10–21.

[..] El Antiguo Testamento insinúa que esos seres invisibles, perversos, sobrenaturales, cósmicos y creados son criaturas angélicas caídas. En algún lugar o momento, evidentemente antes de la creación de la humanidad, fueron guiados a la rebelión contra el señorío de Dios por un ángel, tal vez poderoso, llamado Lucifer. Los pasajes de Job 4.18 e Is. 24.21 parecen indicarlo así y también Is. 14.12–17 y Ez. 28.11–19 se utilizan a menudo para referirse a la rebelión cósmica. Aunque hay razones para dudar de esta interpretación secundaria tradicional (todos concuerdan en que el sentido principal tiene que ver con el rey de Babilonia y el dirigente de Tiro), la misma es consistente con el cuadro que presenta la Biblia de Satanás y sus ángeles caídos.

Sin embargo, cuando llegamos al Nuevo Testamento, dicho cuadro aparece mucho más claro. No se nos deja con meros atisbos de aquella rebelión cósmica, sino que se declara que en verdad ocurrió. Desde los Evangelios hasta el Apocalipsis nos enfrentamos a una guerra espiritual tanto en los cielos como en la tierra. El Nuevo Testamento comienza con el abierto enfrentamiento del campo sobrenatural perverso con el Hijo de Dios. En el primer capítulo de Marcos, Jesús confronta a Satanás en su tentación de los cuarenta días en el desierto (vv. 12–13). Y habiendo vencido en esa inicial y, en muchos aspectos decisiva batalla, el Señor comienza su ministerio público.

La resistencia demoníaca interrumpe Su ministerio en la sinagoga. Jesús silencia y despacha rápidamente a los airados y temerosos espíritus (1.21–26). En el mismo capítulo, a la mañana siguiente antes de que saliera el sol, vemos a Cristo confrontando y expulsando demonios hasta bien entrada la noche (1.29–34). Al otro día, después de su intensa actividad nocturna de liberación, empieza su ministerio itinerante. Visita las sinagogas de una ciudad tras otra. Y Marcos nos cuenta que en ellas Jesús realizaba una doble actividad: «predicaba… y echaba fuera demonios» (Mar. 1:39). ¡Increíble! ¡Un mundo de conflicto espiritual!

Y cuando comienza el relato de Juan, por primera vez la Escritura nos habla claramente del origen del mal. En Jn. 8.44, Jesús explica que empezó con Satanás. También nos dice que ha venido a atar al diablo, a romper su poder y a liberar a los que Satanás mantiene cautivos (Luc. 4.11–19; Mat. 12.22–29). Jesús revela que Satanás es el gobernante de un poderoso reino de maldad y que tiene sus propios ángeles perversos, como Dios los suyos santos (Mat. 25.41). En seguida descubrimos que son los mismos espíritus demoníacos que atan y oprimen a los hombres (Mat. 12.22–29; Luc. 13.10–16; Ap. 12.4–17; 13.1).

Lucifer es un arquetipo que proviene de la mitología romana y cristiana.

El término proviene del latín lux (‘luz’) + fero (‘llevar’) ‘portador de luz’) En la mitología romana, Lucifer es el equivalente griego de Fósforo o Eósforo (Έωσφόρος) ‘el portador de la Aurora’ proviene de la antigua dama oscura Luciferina.

Este concepto se mantuvo en la antigua astrología romana en la noción de la stella matutina (el lucero del alba) contrapuesto a la stella vespertina o el véspere (el lucero de la tarde o véspero), nombres éstos que remitían al planeta Venus, que según la época del año se puede ver cerca del horizonte antes del amanecer o después del atardecer.

La primera vez que se cita el nombre de Lucifer es en un texto del profeta Isaías (Is 14.12-14) de la Vulgata de San Jerónimo (siglo V), traducción que él hace de la Biblia, del griego (Nuevo Testamento) y hebreo (Antiguo Testamento) al latín, para designar, a la palabraLucero. Este texto aparentemente hablaba de un rey no creyente en el Dios hebreo Yahveh, pero los Padres de la Iglesia, vieron en este relato, el antiguo relato del ángel caído:

Español: «¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú que dijiste en tu corazón; ‘Al cielo subiré, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión en el extremo Norte. Subiré a las alturas del nublado, y seré como el Altísimo.» (Is 14.12-14)

Latín: «Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?! Deiectus es in terram, qui deiciebas gentes!, qui dicebas in corde tuo:In caelum conscendam, super astra Dei exaltabo solium meum, sedebo in monte conventus in lateribus aquilonis; ascendam super altitudinem nubium, similis ero Altissimo'» (Is 14.12-14)

No obstante, además del sentido grecolatino del término, Lucifer ya era identificado por la tradición veterotestamentaria con una estrella caída, ya que en el lenguaje bíblico las estrellas representan a los ángeles.

Otro texto del profeta Ezequiel (Ez 28.12-19) podría también explicar esa leyenda:

«Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre.»

Aún así, según algunos mitos hebreos no bíblicos (es decir, que no pertenecen al corpus de la Biblia propiamente dicha) Lucifer o Luzbel era un ángel muy hermoso que por soberbia se rebeló contra Dios, queriendo ser como Él, y fue expulsado del cielo por el ejército delArcángel Miguel como castigo, junto con el ejército de ángeles rebeldes que arrastró consigo. Relatos que consecuentemente adoptaría el cristianismo:

«Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de = las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra.» Apocalipsis 12, 3-4

A pesar de que el judaísmo consideraba a Lucifer y a Satanás como dos entidades separadas, el cristianismo fundió ambos conceptos para identificarlos, sin más, con el Diablo (Apocalipsis 12,9). Igualmente el gnosticismo considera a Luzbel y a Lucifer dos personajes completamente diferentes, siendo el primero un terrible demonio y el segundo la sombra del logos, el divino tentador, el entrenador psicologico, aquel que pone a prueba al adepto para lograr la iniciación.

Una vez organizado el Cristianismo consideró a Lucifer y a Satanás, como la misma persona, solo que Lucifer es el nombre del «Príncipe de los demonios» como ángel antes de su caída; y el nombre de «Satán» o Satanás, el que adopta después. Ya que «Lucifer» significa en latín «portador de luz«, mientras que «Satán» es «adversario» en hebreo.

Por lo demás, Lucifer forma parte también del panteón de deidades vuduistas, hecho éste que hace ostensible, una vez más, el carácter sincrético de este culto.

La Vulgata emplea también la palabra para «la luz de la mañana» (Job 11:17), «los signos del zodíaco» (Job 38:32), y «la aurora» (Salmo 109:3). Metafóricamente, la palabra se aplica al Rey de<!––> Babilonia <!––>. (Isaías 14:12) como preeminente entre los príncipes de su tiempo, que el sumo sacerdote Simón, hijo de Onias (Ecclesiasticus 50:6), superando por su virtud, a la gloria de los cielos (Apocalipsis 2:28), en razón de Su excelencia; finalmente a Jesús Cristo mismo (2 Pedro 1:19; Apocalipsis 22:16; el «Exultet» del Sábado Santo), la luz verdadera de nuestra vida espiritual. La versión siriaca y la versión de<!––> Aquila <!––> obtienen del Hebreo Helel sustantivo del verbo yalal «, que significa lamentar»; San Jeronimo está de acuerdo con ellos En Isaías 1:14), Lucifer es el nombre del principal ángel caído que debe lamentar la pérdida de su gloria original brillante como la estrella de la mañana. En este sentido la tradición cristiana de Lucifer ha prevalecido; sostienendo lo que los Padres del crisitanismo han dicho . Lucifer no es el nombre del demonio, pero sólo denota el estado del que ha caído (Petavius, De Angelis, III, iii, 4).

A medida que el Nuevo Testamento va sacando a la luz el campo sobrenatural maligno, descubrimos que hay diferentes grados de autoridad en el reino de Satanás (Ef. 6.12 y Mat. 12.24–45; Mar. 5.2–9). Además, los demonios, espíritus malos y ángeles caídos (términos sinónimos en este libro) parecen pertenecer al menos a cuatro categorías distintas y no a tres como a menudo se afirma:

a.En primer lugar están aquellos que tienen libertad para llevar a cabo los propósitos malignos del diablo. Habitan en los lugares celestiales (Ef. 3.10 y 6.12), pero también pueden actuar en la tierra. Estos espíritus demoníacos afligen a la gente e incluso pueden mora en sus cuerpos (Mat. 12.43–45).

b.En segundo lugar están los ángeles rebeldes que ahora parece que se encuentran atados en el abismo. Es obvio que serán sueltos en algún momento futuro y causarán estragos en la tierra (Ap. 9.2–12). Satanás y todos los demonios libres se atarán en ese mismo abismo durante el reino milenial de Cristo en el mundo (Ap. 20.1).

c.En tercer lugar parece haber otro grupo de ángeles caídos que llegaron a ser tan malvados o fueron culpables de un crimen tan horrendo que no se les permitió estar ni en los lugares celestiales ni sobre la tierra. Están atados para siempre, no en el abismo, sino en el infierno. La palabra griega es Tártaros, incorrectamente traducida por «infierno». Vine dice que: “Tártaros […] no es ni el Seol ni el Hades ni el infierno, sino el lugar donde aquellos ángeles de cuyo especial pecado se habla en ese pasaje (II Pe. 2.4) están confinados para ser reservados al juicio´’. Esa región se describe como ‘abismos de oscuridad’. En realidad esos espíritus jamás serán liberados. Parecen estar retenidos en la oscuridad hasta el día de su juicio (II Pe. 2.4; Jud. 6). “

d. Finalmente, hay un cuarto grupo de ángeles malos que parece que de algún modo están atados en el interior de la tierra, si hemos de tomar las palabras de la Escritura de manera literal. Cuatro de ellos se mencionan como que se encuentran “atados junto al gran río Eufrates”. Cuando estén sueltos dirigirán a un ejército demoníaco de destrucción contra la humanidad (Ap. 9.13–21).

Pablo dice a la iglesia de Corinto que algún día los creyentes juzgarán a los ángeles (1 Cor. 6.3). Debe tratarse de los caídos, ya que a los de Dios se les llama “santos ángeles” (Mar. 8.38). Por tanto, la evidencia de que los malos espíritus y los demonios son ángeles caídos aumenta (véase Job 4.18; Is. 24.21–22).

Diferencias entre judaismo, cristianismo e islamismo

La vision que tienen las tres religiones monoteístas de Lucifer varía tremendamente. Mientras que para los judíos Lucifer y Satán son dos entidades diferentes, y Lucifer es un miembro de la Corte Celestial que ejerce como Procurador ó Fiscal del Cielo, asesorando a Dios como una especie de acusador, los cristianos ven en Lucifer y Satán a la misma entidad; un ser demoniaco, malvado, el Ángel Rebelde que inició una revolución contra Dios en aras de derrotarlo y no someterse a su voluntad. Para los cristianos, el Diablo es la personificación de toda la maldad del Universo, el origen de todo mal. En el Islam, el Diablo ó Iblís es sencillamente un djin ó genio malévolo, un espíritu de fuego pero no un ángel pues los ángeles son incapaces de rebelarse según el Corán. Incluso el nieto de Iblís se convirtió al Islam según un hadice.

Yezidismo

La religión nacional de Kurdistán, aún seguida por unos 200.000 individuos, es una religión que rinde culto a los ángeles, particularmente a Melek Taws, el Ángel Pavorreal que se supone es Lucifer y que, aunque se rebeló contra Dios para darle a la Humanidad la sabiduría, Dios lo perdonó y restauró como su ángel predilecto.

Luciferismo

Para la tradición esotérica occidental, Lucifer es el Dios del Fuego ó Portador de la Luz ó Sabiduría, y no es el Diablo ni Satán. Para los luciferinos y sus tradiciones esotéricas, Lucifer es la figura divina por excelencia, el verdadero dios espiritual de luz, opuesto al Demiurgo ó dios material, creador del universo físico (doctrina seguida por maniqueos, cátaros y gnósticos antiguos). Para muchos luciferinos la figura de Lucifer es la misma que se representa con diferentes dioses paganos como el nórdico Odín, el egipcio Thot, el griego Prometeo, el celta Cernunus y el etrusco Lupercus, etc. Diferentes tradiciones esotéricas occidentales son luciferinas como por ejemplo la Masonería, la Teosofía -la revista oficial de la Sociedad Teosófica lleva por nombre Lucifer-, la Orden Hermética del Alba Dorada, el rosacrucismo y el gnosticismo, todos los anteriores rechazan ser organizaciones satánicas y aseguran que el luciferismo y el satanismo no son la misma cosa.

La Biblia nos indica el estado privilegiado que tenía Lucifer y la razón de su caida:

Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza (Eze 31)

Tu esplendor ha caído en el Seol…¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?…Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono…Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo (Isa 14)

Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes (Eze 28).

EL PECADO DE LUCIFER

…no sea que llevado del orgullo venga a caer en la misma condenación en que cayó el diablo (I Tim 3)

El que obra la justicia es justo; quien peca es del Diablo, porque el Diablo es pecador desde el principio (I Juan 3)

Dios no perdonó a los ángeles pecadores, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a las prisiones tenebrosas en espera del juicio (II Ped 2)

Dios creó al hombre para la incorrupción y le hizo a imagen de Su propio ser. Mas por la envidia del diablo entró la muerte al mundo y la experimentan los que le pertenecen (Sabiduría 2)

El Señor ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el juicio del gran día, a los ángeles que no conservaron su dignidad sino que perdieron su propia mansión (Judas)

Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza, Yo le he entregado en manos del príncipe de las naciones para que proceda con él conforme a su maldad; le he desechado (Eze 31)

Tu esplendor ha caído al Seol…¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?…Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono; en el monte de la asamblea me sentaré, en lo último del Norte. Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo (Isa 14)

Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor (Ezeq. 28).

LA EXPULSION DE LUCIFER DE LA PRESENCIA DE DIOS

Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo (Luc 10)

Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las lanzó sobre la tierra (Apoc 12)

El Diablo ha descendido hacia vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo (Apoc 12)

Dios no perdonó a los ángeles pecadores, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a las prisiones tenebrosas en espera del juicio (II Ped 2)

El diablo fue arrojado al estanque de fuego y de azufre, donde están la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apoc 20)

El Señor ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el juicio del gran día, a los ángeles que no conservaron su dignidad sino que perdieron su propia mansión (Judas)

Tu esplendor ha caído al Seol…¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?…Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono…Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo (Is. 14)

Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles combatieron, pero no pudieron prevalecer y no hubo puesto para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran Dragón, la serpiente antigua, que se llama “Diablo” y “Satanás”, el seductor del mundo entero, y sus ángeles fueron precipitados con él (Apoc 12)

Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes (Ezeq. 28).

Fuentes:

Erudito moderno que reafirma valientemente la existencia del diablo

El Dr. Ed Murphy comenta acerca de erudito moderno que reafirma valientemente la existencia del diablo

«El Antiguo Testamento destaca la persona y la soberanía absoluta de Dios. El historiador Jeffrey Burton Russell escribe al respecto que «en la religión hebrea preexílica […] el diablo no existía. El concepto hebreo del diablo se fue desarrollando gradualmente a partir de ciertas tensiones en el concepto de Yahvé». A la luz de nuestros estudios de Génesis 3 tendríamos que cuestionar esa afirmación de que «en la religión hebrea preexílica el diablo no existía». En realidad sí que estaba presente, aunque se le llamara «la serpiente» en vez de «el diablo»; de otro modo el relato de Génesis no sería una versión fidedigna de la cosmovisión cultural hebrea patriarcal o prepatriarcal.

En una entrevista concedida a Christianity Today [Cristianismo Hoy], Russell aclara la cita anterior de la siguiente manera:

En el Antiguo Testamento existe una tensión entre la idea de que el Señor es absolutamente poderoso y que todo cuanto sucede es su voluntad, y el concepto de que existen fuerzas espirituales que obstaculizan o luchan contra la obra de Dios […] No es sino en el período intertestamentario cuando Satanás sale a la luz como una personalidad independiente y muy poderosa.

El que la cosmovisión judía temprana incluía fuerzas sobrenaturales que obstaculizaban o luchaban contra la obra del Señor está claro desde Génesis 3 hasta Malaquías. Y el hecho de que estas fuerzas no se describieran con el detalle y la claridad con que más tarde serían tratadas por los judíos durante el período intertestamentario, no supone un problema para aquellos que creen en la revelación progresiva. No se necesita contar con la última descripción de cierta realidad para experimentarla en su plenitud.

El hecho de que el diablo no esté plenamente desarrollado en el Antiguo Testamento no es razón para rechazar su existencia en la teología judeo-cristiana moderna. Eso sería la falacia genérica; la noción de que la verdad de una palabra o concepto se encuentra en su forma más antigua.

Cuando vamos al Nuevo Testamento, descubrimos en él una satanología y demonología en cierto modo muy desarrolladas. Russell dice que en el Nuevo testamento:

[ … ] Las potestades de las tinieblas, bajo el generalato del diablo, están en guerra con el poder de la luz… el cristianismo tiene la virtud de tomar en serio el problema del mal […] El conflicto entre lo bueno y lo malo está en el centro del cristianismo neotestamentario.

Luego, Russell critica sistemáticamente todo intento de tratar el problema del mal sin tomar en cuenta al diablo personal y a su reino de ángeles caídos. Ataca enérgicamente el constante esfuerzo de ciertos teólogos y escritores cristianos de restar importancia, e incluso descartar, la realidad de un diablo personal. Critica cualquier intento de rechazar el dualismo cristiano. Y lo mismo hace con los desmitificadores que tratan de quitar tanto lo milagroso como lo demoníaco de la Escritura. El enfoque desmitificador en lo referente al diablo es una posición imposible de mantener históricamente o en función de las evidencias contemporáneas. Según Russell, afortunadamente los estudiosos del cristianismo están apartándose ahora de ese enfoque infructuoso.

Resulta reconfortante leer las palabras de un historiador prominente y verle criticar cualquier intento de apartar al diablo y lo perverso sobrenatural de su posición central en la teología cristiana; como también lo es encontrar a un erudito de la reputación de Russell reconociendo tan plenamente la realidad de la guerra espiritual cósmico-terrena en la historia de la salvación. Cuando los cristianos occidentales se quiten sus lentes monistas, con los cuales ven a Dios directamente implicado en todos los males que les sobrevienen tanto a los creyentes como a los incrédulos, y empiecen a ver al diablo participando de una forma directa, empezaremos a vivir y ministrar de una manera más efectiva dentro de una cosmovisión bíblica.

Existe un consenso casi universal de que Satanás fue originalmente una criatura angélica, probablemente del rango del arcángel Miguel, que se rebeló contra el señorío de Dios antes de la creación del hombre y arrastró consigo a la tercera parte de los ángeles del Señor. Aunque los demonios afirmarán generalmente que fueron engañados por Satanás para rebelarse, no se explica en ninguna parte cómo pudo ser éste engañado en un principio. Se trata de un dato más de la Escritura.

Clinton E. Arnold dice que «la Biblia nunca trata explícitamente el origen de los espíritus malos o de su rey, Satanás. Los escritores bíblicos están mucho más interesados en el hecho de su existencia que en especulaciones acerca de cómo se rebelaron contra Dios

Fuente:

  • Manual de Guerra Espiritual, Cáp. 36, pág. 305-306, Dr. Ed Murphy, Nashville, TN: Editorial Caribe Inc. 2000, © 1994.

 

 

Las tentaciones al Señor Jesús

Las tentaciones al Señor Jesús

(Mar. 1:12, 13: Mat .4:1-11, Luc. 4:1.13).

Tentaciones mesiánicas

« ¿Qué intención tienen los evangelistas al describir estas “tentaciones”? Algunos, en la antigüedad, pensaron en una victoria ejemplar y eficiente de Cristo sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres: gula, vanagloria, soberbia, que cita San Juan (1 Jn 2:16). Así se podía Cristo compadecer de nosotros y animarnos en la lucha: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Para otros significan la absoluta impecabilidad de Cristo: “¿Quién de vosotros me argüirá de pecado?” (Jn 8:46). Otros querían ver que en el desierto donde Israel fue tentado y pecó, Cristo supera aquella conducta. Y hasta se pensó que, contra el pecado del paraíso, él era el nuevo Adán.

La interpretación general, sin embargo, es que tienen un valor mesiánico. Cristo es tentado en cuanto Mesías, pues el diablo le dice: “Si eres Hijo de Dios,” palabras que se refieren directamente al Mesías, aunque en esta redacción literaria, van a tener el sentido del Mesías-Dios.

Se producen, además, en el desierto, símbolo y escenario de la edad mesiánica. “Ya en tiempos de los profetas existía la tradición según la cual el tiempo de la restauración de Israel, los tiempos mesiánicos, se verán precedidos de un período más o menos largo en el que se repitan las experiencias del pueblo de Dios en su peregrinación por el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Pero, sobre todo, esta corriente de ideas penetraba íntimamente la conciencia del judaísmo contemporáneo de Jesús. Estaban convencidos de que el Mesías había de venir del desierto y que inauguraría la era mesiánica repitiendo la fenomenología del desierto”

Una confirmación de este ambiente se ve en un doble hecho:

a) Los relatos de Flavio Josefo presentando a diversos impostores pseudomesías que llevaban las gentes “al desierto,” prometiéndoles signos prodigiosos y desde allí conquistar prodigiosa y mesiánicamente Jerusalén, y de lo que se hace eco el mismo Ν.Τ. (Hch. 21:38). “Todos estos testimonios, de los que se hace eco el Ν.Τ., arguyen en el judaísmo contemporáneo de Jesús una corriente ideológica según la cual los tiempos mesiánicos, mejor dicho, escatológicos, estaban próximos y habrían de inaugurarse los ideales tiempos del desierto

b) Los recientes descubrimientos de Qumrán hablan también de esta expectación mesiánica que ha de realizarse en el desierto. Dice así la Regla de la Comunidad: “Cuando estas cosas sucedan en la comunidad de Israel, que se alejen de la ciudad, de los hombres de iniquidad, para ir al desierto, a fin de preparar allí el camino de El (Dios), según está escrito: En el desierto, preparad el camino de Yahvé.”

“Es bien probable que los hombres de Qumrán. También se fueron al desierto con el fin de repetir las experiencias de los cuarenta años, los mismos que peregrinó el pueblo antes de entrar en la tierra prometida.”

En este marco ideal del desierto es donde se comprende bien todo el sentido profundo del mesianismo que en esta escena se contiene. Todos los elementos concurren a ello: la cifra de cuarenta días, las citas del Deuteronomio, el “maná,” la condena de la idolatría recordando la escena del “becerro de oro,” son sucesos todos del pueblo de Israel en el desierto. Todo ello hace ver que el sentido de estas tentaciones fue mesiánico

Se comprende bien que Cristo, después del bautismo y antes de su vida pública de Mesías, se hubiese retirado algún tiempo a la oración, como hacía en otras ocasiones, máxime en momentos trascendentales, y que fuese este lugar una región desértica. Pero choca ya 25 toda esta escenificación calculada, y luego — como en el diálogo satánico del Génesis — que el demonio, al estilo de Job ante Dios, se ponga, sin la menor extrañeza, en diálogo con Cristo. Y si Cristo va realmente al desierto para ser tentado por el diablo, es extraño que ni allí, en el desierto, está Jerusalén ni ninguna montaña altísima. Aparte que las tentaciones son presentadas como un pugilato — entre Cristo y Satán — de textos bíblicos. “La lucha se desarrolla en la forma de una discusión entre peritos en las Escrituras” (J. Schmid). A esto se añade la gran discrepancia de este relato de la tentación de Mateo-Lucas con el relato de Marcos, y la misma divergencia entre Mateo y Lucas. En todo ello se ve un “maravillosismo” de afinidad con los relatos y géneros literarios conocidos y afines con esta exposición: no se ve el porqué de todos estos elementos. Sobre todo esta lucha demoníaca entre Cristo y Satán

¿No puede tener este relato una solución no histórica? La palabra “tentación” (πειρασμός) que se usa puede significar no “tentación” que solicite a Cristo al pecado — ¡increíble! — pero aun extraña que el diablo someta a Cristo al otro sentido de esta palabra: “prueba.” En cambio, son demasiado conocidos los procedimientos literarios judíos, especialmente apocalípticos y targúmicos — véase lo que se dijo a este propósito sobre el bautismo histórico de Cristo —, en orden a justificar, mediante dramatizaciones didácticas, algunos temas o preguntas que inquietaban aquel medio ambiente. Y esta escena parece ser respuesta del Kerygma de la comunidad cristiana primitiva a un problema inquietante entonces, tanto en la Iglesia como en las polémicas contra el fariseísmo rabínico. Si Cristo es el Mesías, ¿por qué no responde su actuación al concepto de Mesías brillante, triunfador, político y nacionalista, que estaba creído y esperado en el medio ambiente judío?

Los judíos contemporáneos de Cristo esperaban un Mesías así (Mateo 12:22.23; Jn 4:29). En este plan se presentaron una serie de pseudomesías, como se ve por los evangelios (Marcos 10:35ss; Lucas 24:21; Jn 6:15), Josefo y los apócrifos

Por eso, ya desde antes se proponía si no sería esto una dramatización de las “luchas” concretas, que no eran otra cosa que la gran “lucha” que tuvo Cristo en su vida contra Satán (cf. Jn 13:2ss). No sería ello, en el fondo, otra cosa que querer orientar la solución por un camino, no al margen de las “tentaciones” históricas de Cristo, tal como están relatadas en los evangelios: las luchas que tuvo de obstáculos en su vida de Mesías, que tenían en gran parte un jefe invisible en aquella concepción — y realidad — que era Satán.

Además, si no hubiesen sido históricas en su “núcleo,” no como están relatadas, la comunidad cristiana primitiva no parece que las hubiese inventado, lo que no es creíble, por la humillación, incluso victoriosa de Cristo, máxime en la hora del pleno conocimiento de su divinidad. Por eso, parece que ella hubiese querido exponer — hubiese tenido necesidad de justificar — en una dramatización oriental, tan del gusto y estilo ambiental, la solución de un problema gravemente inquietante. Sería un caso, en terminología cuasi técnica, de una Deute-Erzahlung (narración) o una Deute-Darstellung (exposición), es decir: una “narración” o una “exposición interpretativa.”

Esta sería la respuesta de la comunidad cristiana primitiva al problema inquietante del mesianismo desconcertante de Cristo.

Primero, ¿por qué el Mesías va al desierto a “ayunar” y a ser “tentado por el diablo,” y para ello, además, es “movido” o “llevado” por el Espíritu Santo? Es ya un misterio, pero que Dios traza. Son los planes de Dios.

Y en estas “tentaciones” A prueba,” en la primera — ¿y por qué el Mesías tiene “hambre”? — no se resuelve por el expediente fácil del milagro, sino por el abandono a la Providencia de Dios. Si se hubiese hecho conforme a la proposición diabólica, el Mesías no seguiría el mesianismo profético, espiritual y de dolor (Isaías), que Dios trazó.

La segunda “tentación,” la espectacular, de bajar en la hora esplendente del Templo en manos de ángeles — ¿la gente vería los ángeles? —, era provocar el mesianismo por aclamación de triunfalismo espectacular. Lo que no era el Mesías profético, que triunfaría, finalmente en la cruz.

La tercera “tentación” era exponer que Cristo no recibe el poder de Satanás — como los fariseos decían de los milagros de Cristo —, sino de Dios. No era por recursos políticos — piénsese en tantos tronos de entonces logrados por sangre, en el fondo, por Satán —. Es verdad que en el salmo 2:6.8 se prometen al Mesías los reinos de la tierra. Pero éstos no le vienen por donación de Satán, que no tiene, sino de Yahvé. Lo llamaron en vida “endemoniado” y que realizaba prodigios en virtud del diablo. Es aquí la proclamación de los poderes mesiánicos, y del mesianismo universal, que Dios le dio.

«El ansia judía de poder autónomo, aunque teocrático, pero político, encuentra aquí su respuesta. Cristo-Mesías rechaza ese poder político. ¿Acaso se quiere insinuar por rechazo, que esos otros falsos mesianismos y aspiraciones judías son satánicos? Cristo es el gran vencedor de Satán y su obra: no se inclina ante él para recibir el mesianismo: ni en lo religioso ni en lo político.

Es la gran confesión que se hace del mesianismo isaiano del “Siervo de Yahvé.” Es el mesianismo profético, el auténtico. Es el mesianismo espiritual y de sufrimiento. Es el mesianismo de la Verdad, que trae Cristo, el Hijo de Dios, como mensaje del Padre: éste es el mesianismo salvador.

Y con este cuadro también se adelanta y confirma la temática fundamental evangélica: la victoria de Cristo contra Satán, el gran enemigo del Reino.

Por eso, la escena del histórico bautismo de Cristo, expuesta por la catequesis primitiva como una Deute-Vision (visión interpretativa), y esta otra de la “tentación” de Cristo, expuesta como una Deute-Erzáhlung (narración interpretativa) o como una Deute-Darstellung (exposición interpretativa) son como dos condiciones “sine qua non” que había que deshacer ante las objeciones ambientales judías, previas a la exposición de la obra mesiánica de Cristo a narrarse, y totalmente opuesta al mesianismo judío material, político, nacionalista, triunfalista.

Y, por lo mismo, ambas escenas son un excelente “prólogo” al resto de la exposición de la obra mesiánica de Cristo.» (1)

«Inmediatamente después de su bautismo Jesús pasó por un periodo de prueba conocida usualmente por Las Tentaciones. Estas experiencias son en extremo importantes. El era el Mesías venido a reivindicar un reino que Satán también quería para si. Según una tradición, la escena de esta lucha tuvo lugar en el monte Quarantania de Judea al oeste de Jericó y a unos mil quinientos metros del valle del Jordán. La región era desierta y apta para su gran lucha. El periodo de pruebas duró cuarenta días. Se suele pensar que las tentaciones de Jesús fueron tres, sin embargo, si Ieemos bien el relato de los Evangelios veremos que fueron más de tres.

Lucas dice:“por cuarenta días y era tentado por el diablo” y más adelante añade: “Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo” (4:2, 13).

El relato de Mateo dice “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (4:1).

Esta prueba tenía un propósito. Era una lucha consciente de dos líderes que deseaban al hombre. El diablo habla vencido a Adán y Eva y estaba sumamente preocupado por vencer al nuevo Adán. La esperanza de la raza humana estaba en la encrucijada. Satán sabía quién era Jesús y le aceptaba como el Hijo de Dios, pero a pesar de esto aún se atrevió a tentarle.”» (2)

«En su bautismo los cielos abiertos, la paloma que descendía y la voz divina son todos testigos de las perfecciones de los treinta años. Es decir, hablan de la victoria absoluta que Jesús había ganado sobre todos los embates del enemigo. El Maestro había enfrentado y triunfado sobre todas las tentaciones propias de la vida privada. Ahora Jesús entraba en los tres años de ministerio público, y le hacía frente al adversario de la raza, ahora el mal aparecía ante él con toda su tremenda fuerza y desnudo horror. Con toda probabilidad nunca antes hubo semejante ataque, y jamás volvió a ocurrir. Después de esta experiencia, su actitud hacia el derrotado Satanás y todos sus emisarios es la del Vencedor. De hecho, no se le vuelve a ver en el lugar de tentación del mismo modo específico. Obviamente, Satanás sí lo intento en otras oportunidades, por ejemplo por medio de Pedro, y luego en el jardín de Getsemaní, pero la victoria obtenida en el desierto es evidentemente la fuente de fortaleza en experiencias subsiguientes.

El ataque del enemigo va dirigido contra él en vista de su obra venidera. Su sutileza se manifiesta en estar dirigido contra tres aspectos de servicio triunfante. Para servir a Dios tiene que haber una fuerte humanidad en la concepción y realización de los ideales divinos. Contra esto se lanzó el primer ataque. También tiene que haber mucha de esa confianza implícita en Dios que se expresa en contentamiento con la disposición divina, con la negación de tentar a Dios mediante falsas demostraciones heroicas. La segunda tentación fue astutamente asestada con el fin de destruir esta confianza. Y, otra vez más, el Hijo debe aceptar los métodos de Dios cualquiera sea el costo para él mismo. La tentación final consistía en una insinuación de que un fin divino debía alcanzarse por un método que no fuese el divino.

En este estudio preliminar el tema principal es el trasfondo de la tentación en su relación con toda la misión de Cristo. » (3)

«Existen cuatro puntos a considerar: (4)

a. El tiempo de la tentación,

b. Su lugar

c. Su agente

d. Su importancia.

Este estudio se concentra en los relatos de Mateo, Marcos y Lucas. Juan no contiene una crónica de la tentación ya que se centra esencialmente en la Deidad de Jesús, y Dios no puede ser tentado.

a. El tiempo de la tentación

Al tratar el tiempo de la tentación, hay tres palabras significativas.

  • Mateo comienza la narración con la palabra “entonces” (Mat. 4.1).
  • Marcos emplea con referencia a esto una palabra característica del Evangelio,  “luego” (Mr 1.12).
  • Lucas empieza con la palabra “y” (Luc. 4.1, RV 1909).

Estas palabras “entonces”, “luego” e “y” muestran la conexión de la tentación con lo que le había precedido, y así marcan con gran claridad su tiempo.

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu”

¿Cuando? Inmediatamente después del bautismo, con su divino testimonio de satisfacción.

“Y luego el Espíritu le impulsó” (Mr 1.12).

Aquí el mayor énfasis se da sobre el hecho de que la tentación siguió inmediatamente al bautismo.

“(Y) Jesús… fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días” (Luc 4.1).

“Y” marca continuidad. De este modo el primer acto de la nueva fase de servicio era el de la probación del Siervo, y su perfecta victoria sobre el adversario. Dios había sellado como aprobada la primera fase de la obra. El Espíritu de la unción había indicado su preparación para el futuro. Su precursor, Juan el Bautista, había reconocido en él al Rey, de cuya venida había hablado a las multitudes que se reunieron en las riberas del río. Todas las circunstancias del bautismo debieron haber llenado de satisfacción el corazón de Cristo. Ahora, consciente de la fortaleza obtenida por la victoria, pasa a la tenebrosidad y soledad del desierto para ser probada, y mediante la prueba demostrar su fortaleza.

b. El lugar de los hechos

En cuanto al lugar de la tentación, observe nuevamente la triple descripción.

  • Mateo dice: “fue llevado… al desierto” (Mat. 4.1);
  • Marcos, “le impulsó al desierto” (Mar 1.12);
  • Lucas dice: “fue llevado… al desierto” (Luc 4.1).

El pensamiento común es que Jesús experimentó la tentación en el desierto. El significado de este pensamiento con relación a la misión de Cristo merece una atención especial. Jesús ahora se presenta como el segundo Hombre, el postrer Adán. Observe con especial atención esta declaración escritural. Con frecuencia se habla de Cristo como el segundo Adán, pero la Escritura no usa dicha expresión. Habla del «postrer Adán» (1 Cor 15.45). El primer Adán era cabeza de una raza. El postrer Adán es la Cabeza de una raza, por cuanto no habrá ningún cambio nuevo, tampoco otra posición como cabeza federal, ni ninguna otra raza. El postrer Adán, entonces, se fue al desierto a un combate singular y solitario con el enemigo. Allí, ningún otro adversario excepto el capitán de las huestes del mal se opone a él. Tampoco ningún amigo excepto Dios, cuya mano lo alienta y quien es el dueño de todos sus caminos, está con él. El desierto es el lugar de enfrentamiento directo con el mal, todo lo demás se encuentra a un lado.

Es interesante ver el contraste entre las circunstancias a las que se enfrenta el segundo Hombre, el postrer Adán, en la tentación, y aquellas que el primer hombre, el primer Adán, hizo frente. Jesús se hallaba en circunstancias menos favorables que las que experimentó Adán. En cada caso hubo un hombre perfecto: en Edén un hombre hecho por Dios; en el desierto un Hombre engendrado de Dios. El primero, sin embargo, estaba en Edén, rodeado de condiciones de hermosura y abundancia, un lugar donde no faltaba nada, y donde se satisfacía divinamente toda la naturaleza del hombre. El segundo estaba en el desierto, en un medio árido, de pobreza, y hambre del pan perecedero.

Además, observe un toque gráfico de Marcos: “estaba con las fieras” (Mar 1.13).

Hay quienes creen que esta declaración revela el horror de la situación, y que las fieras hacían aún más terrible dicha experiencia. Pero la palabra “con” sugiere, no que estaban en sus inmediaciones o él en las de ellas meramente, sino que había compañerismo entre ellos. El hecho es que aun estas bestias reconocieron al Hombre de Dios, y perdieron su ferocidad. Así en el mismo lugar de conflicto hay una indicación del día en que el cordero se acostará con el león, y cuando se cumplan todas las maravillosas profecías que anuncian la comunión del hombre con las formas inferiores de la creación y su dominio sobre ellas. Este hecho hizo florecer aun la soledad con gloria milenaria.

«Él te condujo por el desierto, y en esa tierra seca y sin agua ha hecho brotar para ti un manantial de agua de la roca dura» (Deut 8,15).

«El desierto te expone, en desnudez total, ante el misterio de Dios que envuelve. Nada ni nadie podrá interferir tu encuentro, «lo verás cara a cara, y llevarás su nombre en tu frente» (Ap 22:4). Sé consciente de que el lenguaje del Amor te es revelado como don del Espíritu que te capacita para entenderlo y vivirlo.

El desierto es el lugar del despojo del propio yo. La inmensa aridez que te rodeará, hará desaparecer de ti todas aquellas cosas que no son imprescindibles en tu vida. Desnudará tu alma, y te despojará de todo, incluso de lo que consideras como más amado.

Te acercará al encuentro con Dios, porque la vaciedad en la que vivirás, te hará plenamente disponible para Él, postrado ante el misterio insondable de su voluntad.

El desierto es indispensable para todo aquel que busca a Dios, fijos los ojos en Jesús, alentado por la nostalgia que el Espíritu hizo nace en ti gracias al don del agua que te dio vida.

El desierto te libera, te deja desnudo delante de Él, te ayuda a comprender las cosas desde dentro, desde otra perspectiva que todo tiene en Dios.

En el desierto la oración se simplifica mucho: descubres que orar es ser simplemente tú, ante Él. Porque nada ni nadie te condiciona, te limitarás a estar, en la transparencia de tu realidad ante Dios, al que buscas porque lo añoras, con un amor cada vez más fuerte. Y aprendes a vivir con un amor confiado, abandonado, en medio del desierto, y sumergido en el mar del Amor… consumido por su agua.

El Pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años. Moisés vivió en él antes de acoger la misión que Dios le quería confiar.

Jesús fue al desierto para enfrentarse a los cuarenta días de tentación y de prueba, en los que se preparó para la predicación del Reino, después de haber vivido en la plena voluntad del Padre que lo había enviado al mundo, para ser Palabra visible y cercana del Amor Salvador de Dios.» (5)

El Dr. Ed Murphy, en su libro Manual de Guerra Espiritual comenta que:

«Adán fue tentado en el huerto de Dios, donde tenía satisfechas todas sus necesidades. Contaba con alimentos, cobijo, el compañerismo de su esposa y la presencia divina. Todos los animales eran sus amigos. Aquí, en cambio, vemos a Jesús en un contexto hostil. Está solo, sin comida y probablemente sin el abrigo adecuado. Su única compañía son los animales salvajes que no viven en paz con la humanidad.

En el tiempo de Jesús también se consideraba el desierto como la morada de los demonios (Mateo 12.43). John Broadus comentando sobre Mateo 12.43 dice: “El que los espíritus malos frecuentaban especialmente los lugares desiertos o solitarios era una idea corriente entre los judíos. Véanse Tobías 8.3, Baruch 4.35… Esta imagen… se ve respaldada por el presente pasaje y por Apocalipsis 18.2”

Ya que Jesús debe penetrar en la morada misma del ámbito sobrenatural perverso, es apropiado que ésta sea simbolizada por el desierto. Allí reina Satanás. Todo el entorno es favorable al miedo y al peligro procedente del mundo espiritual. Esto resulta especialmente cierto cuando a uno le falta la comida y el abrigo durante un período prolongado de tiempo. En tales circunstancias el ser humano está aún más desvalido. Se encuentra exhausto; su mente no trabaja bien y sus emociones se hallan fuera de control; su voluntad y resolución están bajo mínimos; y es sumamente sensible a cualquier oferta de alivio. Este es el contexto en que Jesús se encuentra allí en el desierto mientras se prepara para el ataque del diablo.

Mateo dice: «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (4.1). El «entonces» de este pasaje es como un «por tanto» en otros. Nos devuelve al relato anterior. Y en este caso, lo que precede es el bautismo de Jesús en agua y su unción por el Espíritu Santo. Marcos lo aclara todavía más, cuando escribe: «Y luego el Espíritu le impulsó al desierto» (Marcos 1.12).

Mateo dice a continuación: «Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre» (v. 2). Aquí, tanto Lucas como Marcos añaden sus descripciones, las cuales nos ayudan a comprender lo que sucedió durante esos cuarenta días y noches antes de que se produjeran las tres últimas tentaciones del diablo narradas por Mateo y Lucas.

Marcos escribe: «Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían» (Marcos 1.13). Si tomamos estas palabras en su sentido más natural, significarían que fue tentado por el diablo durante todo el período de cuarenta días.

Lucas, por su parte, escribe que Jesús estuvo en «el desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo […]» (Lucas 4.1b–3a). Nuevamente la interpretación normal sería que Jesús fue tentado por el diablo durante todo aquel período. Aunque no todos los comentaristas concuerdan, parece que las tres tentaciones finales llegaron al término de los cuarenta días de tentación, cuando empezó a sentir todo el efecto de su prolongado ayuno y de los continuos ataques opresivos de Satanás.» (6)

Respecto “al “pináculo del templo”, que se cita en Lucas, “Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo” (Luc. 4:9-12)

Probablemente era aquella parte del templo conocida como el pórtico real de Herodes que sobresalía encima del valle (o barranco) de Cedrón y tenía una profundidad de 450 pies (1 ½ veces el largo de una cancha de fútbol).

Josefo, el historiador judío que vivió en el primer siglo D.C., redactó la siguiente descripción de este pináculo: “Era la obra más admirable que se haya visto bajo el sol. Tenía tanta profundidad la barranca que si alguien se inclinaba a mirar no lograba ver el fondo; sin embargo, Herodes construyó sobre el borde mismo un pórtico de dimensiones inmensas, de tal modo que si alguien trataba, desde lo alto del techo, de sondear esta doble profundidad, sentía vértigo, sin lograr medir con la vista la profundidad del abismo”. (Antigüedades, Libro XV, Capítulo XI, Sección 5) » (7)

«La tradición nos dice, apoyada por Eusebio, uno de los grandes padres de la iglesia y respetado historiador, que Santiago murió finalmente como mártir por causa de su fe, siendo empujado desde el pináculo del templo. El pináculo del templo era la pared que estaba en una esquina, alrededor del templo y que sobresalía sobre el Valle de Cedrón. Hay una caída de más de cuarenta y cinco metros de altura desde la parte superior de la pared al valle. En una ocasión estuve sobre esa muralla, situado sobre el pináculo del templo, y al mirar hacia abajo recordé que fue precisamente en ese mismo lugar donde el demonio llevó a Jesús con el propósito de tentarle para que se tirase desde el pináculo del templo.

Eusebio nos dice que fue alrededor del año 66 A.D., cuando Santiago el Justo, hermano de nuestro Señor, fue empujado por los judíos desde este pináculo, enfurecidos con él por causa de su testimonio cristiano. Eusebio afirma que la caída no le produjo la muerte y que se las arregló para ponerse de rodillas para orar por sus asesinos, de modo que acabaron la tarea apedreándole hasta matarle y Santiago pasó a formar parte de la lista de los mártires de la fe.» (8)

El portal mscperu, define que “la palabra pináculo proviene del latín: pinnaculum. Se refiere a la parte superior y más alta de un edificio o templo.”(9)

Este portal cita a Remigio, quien comenta que «El pináculo era el asiento de los doctores. El templo no tiene puntos altos, como lo tienen nuestras casas, sino que era plano, como se acostumbra en Palestina y en el mismo templo había tres explanadas. Y sépase que en el pavimento había una elevación y en cada explanada había un pináculo. Si lo colocó en el pináculo que había en el pavimento, o si lo colocó en la de la primera, segunda o tercera explanada, no se sabe; pero sí que lo colocó en donde pudo haber algún precipicio.»(10)

Es un remate característico en la arquitectura gótica (y, por extensión, en otros estilos.) Se trata de un adorno terminal, piramidal o cónico, con que se solían rematar los contrafuertes u otras partes del muro. Frecuentemente están decorados con motivos vegetales.

El portal mscperu.org  comenta de La Glosa « Por ello, pues, lo llevó a la cumbre del pináculo, cuando quiso tentarle con la vanagloria, porque la vanagloria había engañado a muchos en la cátedra de los doctores y por ello creyó que colocado Este en la silla del magisterio, podría engreírse con la vanagloria. Por ello prosigue y dijo: «Si eres Hijo de Dios, arrójate al fondo.»(11)

Josefo, el historiador judío que vivió en el primer siglo D.C., redactó la siguiente descripción de este pináculo: “Era la obra más admirable que se haya visto bajo el sol. Tenía tanta profundidad la barranca que si alguien se inclinaba a mirar no lograba ver el fondo; sin embargo, Herodes construyó sobre el borde mismo un pórtico de dimensiones inmensas, de tal modo que si alguien trataba, desde lo alto del techo, de sondear esta doble profundidad, sentía vértigo, sin lograr medir con la vista la profundidad del abismo”. (Antigüedades, Libro XV, Capítulo XI, Sección 5) (12)

El portal @wikiGuide, en una nota titulada “El tridente de Satanás”, comenta acerca de esta segunda tentación que el diablo le realizó al Señor:

«Entonces Satanás le mostró al Señor lo más sagrado, la capital de la religión judía, que era la verdadera. Le llevó a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo; como diciéndole: Ahora el que está sobre el pináculo eres tú, ya no soy yo; ahora estás tú en lo alto; ponte tú, como decir, rebélate contra el Padre, actúa por ti mismo. Ahí está la sutileza, el actuar por sí mismo, el arriesgarte a caminar sin tomarte de la mano de Dios; a ver qué resulta.»No moriréis», le dijo el diablo, porque quería matarlo. El diablo quería matar al Señor, insinuándole que se tirara del pináculo del templo; que probara, que actuara por sí mismo, que si El era el Hijo de Dios, entonces que actuara como lo que El era, nada menos que en Jerusalén. Que en vez de esperar la hora del Padre y pasar por la cruz, ¿por qué no aparecía el gran Mesías con una espectacular y tremenda planeada desde el pináculo del templo, en toda la plaza mayor? » (13)

Maqueta del 2do Templo de Jerusalén

c- El agente tentador

«Ahora en cuanto al agente de la tentación, Mateo dice: “Para ser tentado por el diablo” (Mat. 4.1);

Marcos: “tentado por Satanás” (Mar 1.13);

Lucas:“tentado por el diablo” (Luc 4.1).

El énfasis de este hecho es que, en la experiencia del desierto, Jesús se enfrentó al príncipe de la potestad del aire, el dios de este mundo. Le hizo frente a Lucifer, el hijo de la mañana, que había caído de su alto estado en el primer rango del cielo, y ahora era jefe de las huestes de destrucción.

Se ha tratado en muchas otras maneras de explicar la tentación. Se ha sugerido que algún hombre o alguna compañía de hombres le visitaron en el desierto, y expresaron las insinuaciones del mal. Algunos hasta sostienen que el tentador era un miembro de su propia familia, que le siguió hasta el desierto y, al sentir ansiedad por él, llegó a ser la voz del mal. Todo esto es pura imaginación, y no tiene ninguna base bíblica, por eso, es necesario desecharlo inmediatamente como declaraciones falsas.

El error más grave es creer que la tentación provino de las operaciones naturales de la mente de Cristo. Esta afirmación es tan injustificable como las demás. El mal se presentó al primer hombre desde afuera, y lo mismo ocurrió con el segundo Hombre. Pero no vale la pena desperdiciar el tiempo con estas tentativas inútiles que tratan de desestimar la exactitud de las Escrituras. Uno de los principales valores de este relato de la tentación se halla en el hecho de que Jesús sacó y expuso a Satanás a la luz. Jesús reveló a todos sus seguidores el hecho de su personalidad y el método de sus operaciones.

Negar la personalidad de Satanás es negar la Escritura. Además, es hacer insinuaciones con respecto a la humanidad en forma no justificada por todo el esquema de la revelación. Si no hay un diablo personal, todo lo malo que empaña la página de la historia humana es el resultado de la naturaleza del hombre. Esto no se puede creer. El mal no es un producto natural de la humanidad de Dios. No es un proceso de evolución. Mantener eso, en última instancia, es promover a Dios como el autor del pecado. Es evidente, por lo tanto, que con negar la personalidad de Satanás no se evita el problema del mal. Si el relato bíblico de la caída del hombre es incorrecto, todavía queda el problema sin resolver. Si bien se admite el misterio, el hombre se niega a creer que el génesis del mal se halla dentro de la naturaleza humana. Acepta la enseñanza de la Escritura de que el problema se halla más atrás, y que el mal se originó con anterioridad a la creación del hombre. La revelación no lleva al hombre más atrás que la caída de los ángeles, declarada y no explicada. De esa caída vino el primer movimiento del mal en la vida humana, y la ruina de una raza. La Cabeza de la nueva raza retrocede al punto del origen del mal en el hombre, y hace frente a la personalidad que es cabeza y frente de los ofensores.»(14)

Según nos explica el Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia «Satanás (del hebreo, Satán, que significa enemigo, adversario). Acusador del pueblo escogido y enemigo de Dios por excelencia. Genéricamente, puede aplicarse a todo opositor ante un tribunal (Sal 71.13; 109.6; 1 Sam 29.4), pero como nombre propio se refiere al  Diablo.

Según el monoteísmo riguroso de la Biblia, este ser sobrehumano fue creado por Dios y está sujeto a su voluntad soberana. Satanás, por ejemplo, aparece como uno de los “hijos de Dios” que rinden informes ante el trono, y necesita el permiso divino para tocar al piadoso Job (Job 1.6–2.7, cf. Luc 22.31). En Zac 3.1ss no se había desarrollado todavía el concepto pleno de Satanás como un ser maligno, pero en I Cro 21.1 (cf. //; 2 S 24.1), donde el sujeto es “Jehová”,  es evidente la hostilidad implacable de Satanás. Asimismo, aparentemente Jehová manda un espíritu mentiroso como instrumento de su voluntad (I Re 22.19ss) que, sin embargo, pertenece al “ejército del cielo”. La noción del acusador no aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento; pero, ya sea que aparezca como abogado acusador o como principio demoníaco y destructivo, siempre está dentro del plan redentor.

En el período intertestamentario varios conceptos originalmente independientes fueron combinados con la noción de Satanás: el ángel de la muerte, el principio del mal, la tentación interna del hombre, Azazel, el capitán de los demonios, etc. Se le identifica con la  Serpiente de Gen 3.1ss (cf. Ap 12.9) y por consiguiente como fuente de la muerte (Sabiduría 2.24). Se le llama Belial, Baal-zebub y Sammael. Es esencial recordar que en estos desarrollos Satanás sigue como una figura celestial, ya que una “caída del cielo” haría imposible su obra acusadora. Su identificación como príncipe de los ángeles caídos aparece muy tarde y no influye en el Nuevo Testamento, ya que Luc 10.18 describe una visión profética del Señor Jesús, y los otros pasajes aducidos (Is. 14.12–17; Ez. 28.11–19; Jud 6; Ap passim) son también de tinte apocalíptico y describen el triunfo final de Dios.

Los rabinos asimismo daban poca importancia a Satanás. Solían asociarlo con el impulso maligno interno del hombre y lo llamaban el tentador (cf. Mat. 4.3; 1 Tes. 3.5).

Dos ideas sobresalen en el Nuevo Testamento: la antítesis absoluta entre Dios y Satanás y la victoria del Reino de Dios sobre él. Satanás es el príncipe o dios de este mundo que dispone de sus reinos (Jn 12.31; 2 Cor 4.4; Luc 4.6) y mantiene dominio sobre la mayoría de sus habitantes (Mat. 6.13). “Guárdanos del maligno”; Hch 26.18; Col 1.13). Es el fuerte que, armado, vigila sus bienes (Mar 3.27). El hombre no puede, sin la gracia divina, escapar de su esclavitud. Por tanto, con el consentimiento humano, la hegemonía de Satanás produce un  Mundo cuyas obras son malas (1 Jn 3.8; 2.15, 16), y Satanás mismo es padre de todo lo funesto (Hch 13.10; Jn 6.70; 8.44).

Desde el nacimiento de Cristo, Satanás hizo todo lo posible por destruirlo y estorbarle en su ministerio (Mat. 2.16; cf. Ap 12.3, 4). La tentación en el desierto (Mat. 4; Luc 4) fue una tentativa satánica de arruinar el ministerio de Cristo. El hecho de que, después de la tentación, Satanás “se apartó de él por un tiempo” (Luc 4.13) significa que volvió a tentarle en otras ocasiones (cf. Heb 2.18; 4.15). Cristo vino precisamente “para deshacer las obras del diablo” (1 Jn 3.8; Heb 2.14), y por eso Satanás se opone a toda su obra. Cuando Pedro protestó por la idea de la muerte de Cristo, este le dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo” (Mat. 16.23). La traición de Judas fue instigada por Satanás. (Luc 22.3; Jn 13.2, 27).

La destrucción que Satanás ha efectuado abarca procesos nefastos de toda índole (Mar 3.23ss; Luc 13.11, 16; 1 Cor 5.5; II Cor 12.7; I Ti 1.20) que a menudo son efectuados por sus súbditos, los demonios. En este sentido Satanás tiene “el imperio de la muerte” (Heb 2.14 HA). Tras el paganismo están los demonios y, en fin de cuentas, su capitán (Hch 13.10; I Cor. 10.20). Satanás no deja jamás de ser el acusador (Ap 12.10). Contra este reino satánico, Cristo alza el estandarte de Dios. Él ha atado al fuerte y saqueado sus bienes; por Él el adversario es echado del cielo (Ap 12.10–13; Jn 12.31; Luc 10.18). Aun así, a Satanás le queda algo de tiempo en la tierra (Ap 12.12).

En los primeros días de la iglesia, Satanás aparece como protagonista hostil (Hch 5.3; Ro 16.20; I Cor 7.5; II Cor 2.11, etc.) que arrebata la semilla del evangelio (Mar 4.15) y siembra otra que es espuria (Mat. 13.25). Aunque los cristianos son salvaguardados de Satanás (2 Tes. 3.3) y le han vencido (1 Jn 2.13), se les exhorta a combatirle con todas sus fuerzas (Ef. 6.10ss).

En los últimos días, Satanás llama al Anticristo y al falso profeta para que estos le sirvan (Ap 13.2, 11; 2 Tes. 2.9s). Su éxito inicial es evidente, pero la Segunda Venida de Cristo resulta en la derrota del triunvirato satánico, y Satanás es echado en cadenas al Abismo. Después del Milenio, queda suelto brevemente, pero de nuevo Dios lo derrota y finalmente lo arroja al tormento eterno en el lago de fuego (Ap 20.1–10).» (15)

El sacerdote católico Leonardo Castellani comenta que «En la parábola de las «Dos Banderas» que inserta San Ignacio en sus «Ejercicios Espirituales», presenta a Cristo y a Satán como dos caudillos que están reclutando gente para sus campañas bélicas: San Ignacio ve la vida cristiana como una milicia, pues él había sido milico. El Mal Caudillo se sienta en un trono de fuego y humo, en figura horrible y espantosa… y haciendo llamamiento de innumerables demonios los manda a tentar por tres escalones… primero de codicia de riquezas… después de vano honor del mundo… por último a recrecida soberbia… de donde después los precipiten en todos los vicios y pecados. «Dale al diablo un cabello y te tomará todo el pelo» -dice el español.» (16)

Fuente:

  1. http://hesed.wordpress.com/2007/02/13/las-tentaciones-de-jesus-en-el-desierto/
  2. Introducción al estudio del Nuevo Testamento. H. I. Hester, Publicado en 2003
    Editorial Mundo Hispano, Pág.
  3. http://www.panodigital.com/homilias/ayuno_y_tentaciones_de_cristo_un_sermon_de_castellani
  4. http://ar.geocities.com/misa_tridentina/t_cuaresma/sermon.html
  5. http://www.desarrollocristiano.com/site.asp?seccion=arti&articulo=1566
  6. Manual de Guerra Espiritual, cáp. 36 Pág. 308-309, op. cit.
  7. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/lifeoc/c4.htm
  8. http://www.seminarioabierto.com/sinopsisnt21.htm
  9. http://www.mscperu.org/biblia/catena_aurea/catena/c37.html
  10. Ibid
  11. Ibid
  12. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/lifeoc/c4.htm
  13. http://help.atwiki.com/page/el%20tridente%20de%20satan%C3%A1s
  14. http://www.mscperu.org/biblia/catena_aurea/catena/c37.html
  15. Ibid
  16. http://www.pbc.org/files/messages/3267/0260sp.html

Las Tentaciones

Las Tentaciones:

Generalmente estamos usando mal el término “tentación”, veamos un enfoque bíblico de este término. La palabra tentación viene del hebreo. “Massah”, y del griego. “peirasmos”

En las Escrituras se presentan tres formas diferentes de tentación:


(a) Dios probando al hombre “Dios tentó a Abraham” (lo puso a prueba) cuando le pidió a Isaac (Gen. 22:1). Con ello, puso su fe a prueba, puesto que Dios le había ofrecido una multitud de descendientes e Isaac era su único hijo de la promesa. Esta es la verdadera aceptación de la palabra tentación. Ser probado. Las revisiones 1960 y 1977 de Reina-Valera traducen “probó” y “puso a prueba”, respectivamente. Pablo habla de su aguijón en la carne como su “tentación” (“prueba” en las ya citadas revisiones).


(b) El hombre probando a Dios Los israelitas tentaron a Dios.

“Tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto” (Sal. 78:18).

Pusieron en duda que Dios pudiera poner mesa para ellos en el desierto. Hubo otras ocasiones en que dijeron: “¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Ex. 17:7).

El Señor Jesucristo rehusó poner a Dios a prueba cuando fue tentado por Satanás para que se arrojara al vacío a fin de que los ángeles lo preservaran (Mat.4:5-7, etc.).

(c) El diablo probando al hombre: Tentación al mal. Esta tentación asalta al hombre, de una parte, del exterior. Satanás, el Tentador, busca constantemente empujarnos al mal (Mat. 4:3; I Cor. 7:5; II Cor. 11:3; I Tes. 3:5); el mundo también despliega sus atracciones, intentando alejar al creyente de Dios (1 Jn. 2:15-17). La fuente más poderosa de tentación, sin embargo, es nuestra propia carne:

“Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Stgo. 1:14).

Así, la tentación al mal halla en el hombre caído una adecuada caja de resonancia, aparte de todos los apetitos pecaminosos que surgen de la naturaleza caída del hombre. No es Dios quien nos invita a pecar (Stgo.1:13).

Satanás mediante la tentación, invitó a Eva y a Adán a elegir entre la dependencia de Dios o actuar siguiendo una voluntad independiente y opuesta a la de Dios (Gen. 3). Cristo mismo, en tanto que fue Hijo del Hombre, se vio ante la tentación, aunque, como en el caso de Adán antes de pecar, puramente externa, “sin pecado” (He. 4:15); también los súbditos del Milenio serán tentados, habiendo estado hasta el final de aquel período al abrigo de las astucias del Tentador (Ap. 20:3, 8). Sin embargo, el Señor es fiel, y no permite que seamos tentados más allá de nuestra capacidad, dándonos junto con el hecho de la tentación la salida, a fin de que podamos aguantar (I Cor. 10:13). Ante el gran período de tentación que viene sobre el mundo, da a los creyentes una especial promesa (Ap. 3:10). En todo caso, el creyente debe velar en oración, para no caer en tentación (Mat. 26:41; cfr. Luc. 8:13), sabiendo que el Señor pasó por amargas pruebas y tentaciones en Su encarnación, pudiendo socorrernos, y que se compadece de nuestras debilidades (He. 2:18; 4:15).

El Señor nos enseñó a orar al Padre y ese modelo de oración, nos dice algo acerca de la tentación, Mat. 6:13

“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, (Sal. 22.18) por todos los siglos. Amén.”

Esta oración nos está enseñando que Dios nos prueba al punto en que podemos caer pero le pedimos que nos libre del maligno en esos instantes de la prueba. No hay duda que Satanás aprovechará la ocasión para hacernos dudar de la fe y que busquemos la salida que el nos está ofreciendo.


El Señor Jesús también nos indica que la manera mas eficaz de evitar ser probado es mantenernos en oración y en este caso se refiere a la debilidad de la carne para ser probado, el Señor les había pedido que velaran mientras El oraba, pero ellos se dejaron vencer por la carne y se pusieron a dormir.

“Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. (Luc. 22:40) “Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.” (Mat. 26:40)


La oración nos mantendrá lejos de Satanás, por lo menos mientras estemos orando y he aquí que es tan importante la oración, veamos esto

“Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.” (Luc. 4:13)

No está demás hacer énfasis aquí que la oración se practica en secreto, de modo que usted puede mantenerse en oración mientras trabaja, mientras camina o mientras realiza cualquier actividad que no sea la de hablar porque esto si afectaría el poder orar


Constantemente Dios nos pondrá a prueba, se hace necesario que nuestra vida cristiana sea fortalecida en todo momento y para ello se necesita “pasar la prueba”, pero Dios mismo nos pondrá a disposición una manera de poder pasar esa prueba, ya que no es el deseo de Dios de que caigamos en la tentación.

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (I Cor. 10:13)

Hoy en día, la humanidad ha entrado en una carrera de enriquecimiento, todo el mundo aspira a ganar mas, sea por la vía del sueldo, del honorario, del juego, o de la lotería y hasta del robo y homicidio. Dios nos ha prometido darnos el sustento diario y a la vez nos avisa de que no nos preocupemos por el que vamos a comer o el que vamos a vestir, como dice el Apóstol en

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (I Tim. 6 8)

No seamos provocadores de la ira de Dios al tratar de probarle en el cumplimiento de sus promesas como sucedió con los israelitas cuando le probaron en el desierto

“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad. (Heb. 3:1-19)


Dios aprueba que pasemos por la tentación venciéndola y como premio nos entregara una corona de vida:

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. En cambio los que no creen en su palabra, los que contrarían la voluntad de Dios recibirán su adecuado premio“(Stgo.1:12)

“sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (II Pe. 2:9)

En la traducción Católica de la Biblia, la palabra “tentación” se utiliza con varios sentidos, siendo los principales los siguientes:

  • El acto de probar (Deut.4:34, Luc.22:28; etc.);
  • Incitación al mal (Mat.26:41; I Cor. 10:13; etc.);
  • El estar siendo tentado (Mat.6:13; Luc.4:13; etc.);
  • Aquello que tienta o incita al mal (Stgo.1:12; II Pe. 2:9; etc.);
  • El nombre de un lugar (Ex.17:7; Deut.6:16; etc.)

Tomado en un sentido desfavorable, como denotando incitación al mal, la tentación no puede ser referida a Dios o a Cristo, así que cuando leemos por ejemplo, “Dios tentó a Abraham” (Gen. 22:1)

«Hoc autem dicebat tentans eum», literalmente: “Esto lo dijo para tentarlo” (Jn 6:6) (Jesús a Felipe), las expresiones deben tomarse en el sentido de prueba.

De acuerdo a Santiago (1:12ss), la fuente natural de las tentaciones del hombre es la concupiscencia, o esa disposición al mal que es el resultado de la caída de Adán., la cual permanece en la naturaleza humana después de la regeneración por el bautismo, y aún cuando el alma esta en estado de gracia santificante (Cf. Rom 8:1). La concupiscencia se vuelve pecaminosa solo cuando libremente se cede a ella; cuando se resiste a ella con el auxilio de Dios, es ocasión de mérito. Junto con la concupiscencia interna, y criaturas externas, que pueden ser la ocasión de pecado (I Jn. 2:15 ss), la causa principal de la tentación es Satanás, “el tentador” (Mat.4:3), inclinado hacia la ruina eterna del hombre (Ef., 6:10 ss). En el Padre Nuestro, la cláusula “No nos dejes caer en tentación” es una petición humilde y confiada por la ayuda de Dios para que nos haga capaces de sobreponernos a la tentación cuando su Providencia Paternal permita que experimentemos las fuertes atracciones del mal. El hacer oración y estar en guardia, con las principales armas contra la tentación (Mar. 14:38, etc.). Dios no permite que el hombre sea tentado más allá de su fuerza (I Cor.10:13).

Como Adán, Cristo (el segundo Adán) sobrellevó la tentación solo desde lo exterior, ya que su naturaleza humana estaba libre de toda concupiscencia, pero no como Adán, soportó los embates del Tentador, desde todos los puntos, de esa manera proporcionó a todos sus miembros místicos un modelo perfecto de resistencia a su enemigo espiritual, y una fuente permanente de ayuda victoriosa (Heb.4:15-16).

En nuestros primeros tres Evangelios (Mat. 4:1-11; Mar.1:12-13; Luc.4:1-13), la narración de la tentación de Cristo está colocada en conexión inmediata con su bautismo, por un lado, y con el inicio de su ministerio público, por el otro. Está clara la razón de ello. Los Sinópticos naturalmente consideran el bautismo de Cristo como la designación de Jesús desde lo alto para que su Obra Mesiánica fuera lograda bajo guía del Espíritu Santo, que le fue otorgada en esta ocasión; y no menos consideran la permanencia de Cristo en el desierto, donde fue tentado, como su inmediata preparación para esa gran obra bajo la guía del mismo Espíritu Santo. Así como nuestros tres Evangelios concuerdan en lo relacionado al tiempo al cual asignan la tentación de Cristo, así también en el adscribir el mismo lugar en donde ocurrió, “el desierto”, por lo cual sin duda quieren decir lo inhabitado de Judea, donde en verdad estaría Jesús, como dice San Marcos: “con bestias”. De Mar 1:13 –con el cual se compara Luc 4:2—aprendemos que Jesucristo fue tentado durante los cuarenta días que pasó en el desierto (cf. San Agustín, “Armonía de los Evangelistas” 2:16), así que los tres embates que dan en detalle San Mateo y San Lucas son aparentemente los tres asaltos finales de Satán contra Cristo.

El primero de estos asaltos está directamente conectado, tanto en San Mateo como en San Lucas, con el ayuno prolongado de Jesús en el desierto. El Tentador sugirió a Jesús que debería utilizar su poder milagroso para aliviar su hambre, convirtiendo en pan las piedras del desierto. Los otros dos embates son dados en orden diferente, San Mateo probablemente en el relacionado al tiempo, y San Lucas en el de lugar. El lugar indicado por la tradición como la cumbre desde la cual Satán ofreció a Jesús el dominio sobre todos los reinos de la tierra, es el “Quarantania”, una cima de piedra en el camino de Jerusalén a Jericó.

En lo que respecta el pináculo del Templo, desde el cual el Tentador retó a Jesús que se arrojará de el, no fue lo alto de la Casa de Yahvé, sino probablemente desde el techo del pórtico de Salomón, desde el cual, en fecha posterior, Santiago fue lanzado hacia el suelo (Eusebio, “Hist. Eccl.”, IV, xii).

De acuerdo a Luc 4:13, después de haber expuesto a Cristo a toda clase de tentaciones –de las cuales la importancia Mesiánica es indudable—Satán se retiró, esperando una oportunidad favorable como la que siguió al ayuno prolongado de Cristo en el desierto. El conflicto posterior al que se alude no es otro que al de la Pasión de Cristo (cf Luc. 22:53; Jn.14:30). El auxilio de ángeles a Jesús, en conexión con sus tentaciones, se menciona en Mar. 1:13. El modo exacto de aparición de Satán a Jesús no se declara por los evangelistas.

A pesar de las dificultades aconsejadas, principalmente por estudiosos no-Católicos, contra el carácter histórico de las tres tentaciones de Jesús, como están registradas por San Mateo y San Lucas, está claro que estos escritores sagrados intentaron describir un aproximarse visible y actual de Satán, el hacer una crónica de un cambio actual de lugares, etc., y que la mirada tradicional, que mantiene la naturaleza objetiva de las tentaciones de Cristo, es la única que cumple todos los requerimientos de la narrativa del Evangelio.

El sacerdote católico Leonardo Castellani comenta acerca de San Juan Crisóstomo quien pone el tema de las tentaciones en estos tres escalones.

Las tentaciones comunes son:

1º querer tener mucha plata…

2º exceso de lujo, boato, diversiones y comodidades…

3º pecados carnales».

Eso es así, pero es un caso particular del esquema de San Ignacio y del esquema de las Tentaciones de Cristo: primero tienta el demonio con la codicia de una cosa creada (y todas las cosas creadas menos la salud pueden conseguirse con la plata), una cosa creada que no es mala en sí, pero que apegársele demasiado es malo -a veces muy malo… después tienta con una cosa ya mala, aunque no sea o no parezca un crimen… después tienta con cosas perversas. No está obligado el diablo a tentar en este orden lógico… y por eso tampoco los evangelistas las ponen en el mismo orden: Lucas lo cambia.

Codicia de riquezas: demasiado nos previno Cristo contra ella… el mundo de hoy ha olvidado esa prevención… y por eso anda trastornado… estamos en el Reino del Dinero.

[…]

Santo Tomás dice que si se permite a todos que lucren todo lo que puedan, sin límites, eso no es lícito, es aberrante

Fuente:

La Palabra De Dios Permanece En Vosotros Y Habéis Vencido Al Maligno

La Palabra De Dios Permanece En Vosotros Y Habéis Vencido Al Maligno

1 Juan 2:12-14. «Os escribo a vosotros, hijos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. 13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que ha sido desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, niños, porque conocéis al Padre. 14 Os he escrito a vosotros, padres, porque conocéis al que ha sido desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno».

Este es el último domingo de la Semana de Oración. La razón por la que ponemos la Semana de Oración entre un sermón sobre la oración y un sermón sobre la Palabra de Dios es que estos son los dos grandes instrumentos de la gracia que Dios usa para transformarnos a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29; Colosenses 3:10).

La Interdependencia de la Oración y la Palabra

En la Biblia, Dios nos habla, y en la oración, nosotros le hablamos. Y ambas son interdependientes en su efectividad. La Escritura nos enseña a orar y nos muestra qué orar y cómo orar, y nos da las bases para la oración, y nos anima porque Dios escucha nuestras oraciones. Y la oración aplica Las Escrituras sobre nosotros mismos y sobre otros. Convierte la Palabra en oración, e implora por la ayuda de Dios para la comprensión de la Palabra y para vivir la Palabra. Así que la oración y la Palabra son interdependientes en la forma en que nos ayudan a ser conformados a la imagen de Cristo.

Fuertes Por La Palabra De Dios

El verso en que nos estamos enfocando hoy es 1 Juan 2:14b: “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno”. Esta es la segunda vez que Juan dice esto: A mitad del verso 13, dijo: “Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno”. Así que en la segunda ocasión (para enfatizar, creo), no sólo dice que han vencido al maligno; dice otras dos cosas acerca de los jóvenes: Son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ellos. Creo que menciona estas dos cosas debido a que una explica por qué han vencido al maligno: porque son fuertes; y la otra explica cómo son fuertes: por la Palabra de Dios que permanece en ellos.

Por supuesto, esto no es cierto solo en los jóvenes. Juan los singulariza, creo, porque frecuentemente tiende a llamar a todos los cristianos “hijos” (catorce veces en esta carta) para asegurarse de que sepan que está cuidando a los ancianos (padres) y a los jóvenes en la iglesia, y de que existe una guerra que debe pelearse contra el pecado y Satanás, y de que hay un papel especial para los hombres en la batalla. Pero el principio es el mismo para cada cristiano, anciano o joven, hombre o mujer. El maligno (el diablo) es vencido por la fuerza que viene por tener la Palabra de Dios habitando en nosotros.

Ese es el mensaje principal que quiero enfatizar hoy: Nuestra fuerza o triunfo sobre el maligno viene de nuestra permanencia en la Palabra de Dios. Si usted no entiende mucho de lo que hablamos, por favor entienda esto: Su fuerza para vencer al maligno viene de su permanencia en la Palabra de Dios (1 Juan 2:14). Mi oración es que esto sea un incentivo en este año y para que cada vez se sature más de la Biblia. Quisiera que el Señor pudiera decir sobre ustedes al final del 2007: “Ustedes son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al maligno”.

La Victoria de la Palabra de Dios sobre Satanás

La Palabra de Dios nos capacita para vencer dos actividades de Satanás. Creo que todos sus esfuerzos por destruir la fe pueden ser calificados bajo estas dos actividades. Una es la acusación de Satanás, la otra es la tentación de Satanás. Él acusa y tienta. Él nos acusa con el pecado que ya cometimos, y nos tienta a cometer el pecado que no hemos hecho. Lo que Juan nos enseña es que la permanencia de la Palabra de Dios en nosotros es el método para vencer al maligno en estas dos actividades. Analicémoslas una a una y veamos cómo la Palabra de Dios obra en estos dos tipos de victoria.

1. La Victoria de La Palabra Sobre la Acusación de Satanás

Primero asegurémonos de ver que la acusación es una de las grandes actividades de Satanás contra los creyentes. El mismo nombre de Satanás significa acusador o adversario. Y Juan, toma este significado específico en Apocalipsis 12:10-11 y lo relaciona con la Palabra de Dios:

“Y oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. 11 Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte”.

Lo que Juan quiere decir es que las acusaciones de Satanás caen sobre la tierra (son vencidas) cuando los creyentes confían en la sangre del Cordero, Jesucristo, para cubrir todos sus pecados y convertir esa verdad en su testimonio, aun si les costare la vida. Pueden morir por la persecución, pero son más que vencedores sobre el acusador. Las acusaciones del diablo son anuladas cuando estamos bajo la sangre del Cordero –es decir, cuando estamos “en” el Hijo de Dios quien murió por nosotros.

Jesucristo, Nuestra Propiciación y Abogado

Volvamos ahora a 1 Juan y veamos cómo lo expresa allí. En 1 Juan 2:1-2, Juan escribe: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2 El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (vea 1 Juan 1:7; 3:16).

Esta carta tiene dos objetivos: 1) que no pequemos, y 2) en caso de que pequemos, que Satanás no pueda acusarnos de modo que perdamos la esperanza del cielo y la santidad y huyamos hacia la vana mundanalidad. Juan nos recuerda dos cosas: primero, que Jesucristo es la propiciación por nuestros pecados -eso significa que llevó la maldición por nosotros (Gálatas 3:13; Romanos 8:3) para que la remoción de la ira de Dios fuera segura (propiciación); y segundo, que por esta causa, Cristo es hoy nuestro abogado ante Dios en los cielos. En otras palabras, si alguna acusación llega en nuestra contra, Cristo se presenta ante Dios con la infinita dignidad de su propia sangre y justicia para cubrir todos nuestros pecados e implorar exitosamente por nuestra causa (vea Romanos 8:33-34). Esto es parte de lo que Juan quiere decir en 1 Juan 3:8b, donde dice: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”. Al morir por nosotros y propiciar nuestros pecados y presentarse como nuestro abogado en los cielos, Jesús anula el efecto de cualquier acusación que el diablo traiga en nuestra contra.

La Muerte Y Justicia De Cristo Son Nuestras

Ahora ¿para quién es hace esto? La respuesta es: Él es la propiciación efectiva y el abogado para todos los que están en él –todos los que están conectados con él a fin de que su muerte cuente como nuestra muerte y su justicia cuente como nuestra justicia. Esta es la manera en que Juan lo dice en 1 Juan 2:24: “que permanezca en vosotros lo que oísteis desde el principio [que es la Palabra de Dios ¡Y es la Palabra de Dios quien vence al maligno!]. Si lo que oísteis desde el principio permanece en vosotros, vosotros también permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Los que habitan en el Hijo, experimentan al Hijo como su propiciación y su abogado. Si usted no está en el Hijo, entonces no le experimenta como su propiciación o abogado. Y esto es una verdad, dice Juan (2:2), no solo para nuestro grupo, sino para todo el mundo. Todos y cada uno de los que están en el Hijo le experimentan como su propiciación y abogado. Y ustedes habitan en el Hijo cuando la Palabra de Dios permanece en ustedes.

Otra forma de decir que la Palabra de Dios permanece en nosotros es decir que la creemos. Es decir le damos la bienvenida y la recibimos, la abrazamos y atesoramos su verdad. Esto es lo que Juan llama fe; y la fe, dice, es lo que vence al mundo y al diablo. Aquí está 1 Juan 5:4-5: “y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. 5 ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”

¿Cómo trabaja la Palabra de Dios?

Déjenme por tanto, tratar de organizar las ideas a fin de que ustedes puedan ver cómo trabaja la Palabra de Dios para vencer las acusaciones del maligno. Estos son los pasos que hemos visto en el triunfo de Cristo sobre las acusaciones del maligno.

  1. Jesucristo, el justo (2:1), murió en nuestro lugar.
  2. La ira de Dios es propiciada; su remoción es asegurada.
  3. Cristo ha resucitado de la muerte e intercede por nosotros como nuestro abogado en los cielos sobre la base de esa propiciación.
  4. La Palabra de Dios –el evangelio- viene a nosotros y la recibimos por gracia y permanece en nosotros.
  5. De esta manera, habitamos en Cristo de modo que él se vuelve nuestra propiciación personal, y nuestro abogado; es decir, experimentamos lo que Cristo ha obtenido para nosotros.
  6. Satanás nos acusa de pecado (que es maldición) y trata de destruirnos con la culpa.
  7. Nosotros –como los jóvenes de 1 Juan 2:14- vencemos al maligno porque la Palabra de Dios permanece en nosotros y somos fuertes.

El Evangelio Permanece en Nosotros

No minimice el lugar crucial que la Palabra de Dios tiene en este texto. La recibimos y permanece en nosotros, y, por este medio, permanecemos o habitamos en Cristo, y entonces su gran victoria sobre la cruz derrota las acusaciones del diablo. Vencemos al maligno por la Palabra de Dios porque cada día esta Palabra permanece en nosotros. Está viviendo en nosotros. El evangelio –la gran historia de la redención y del gran Cristo de la redención y del gran Dios de la redención y del gran proceso de la redención y de los grandes efectos de la redención- este evangelio, esta Palabra de Dios, no es algo que creemos una vez y olvidamos. “Si lo que oísteis desde el principio permanece en vosotros, vosotros también permaneceréis en el Hijo y en el Padre” (2:24). Creemos la Palabra de Dios, y por eso “permanece” en nosotros. Y por esta fe que permanece en la Palabra que permanece, disfrutamos los beneficios de la obra de Cristo, de la derrota de Satanás y de sus acusaciones.

Por tanto, nunca piense que puede dejar atrás la Palabra. Piense en la Palabra como en algo vivo y activo, piense en ella como su conexión vital con Cristo en los cielos donde es su abogado infalible y lleno de gracia. Conviértase en un cristiano saturado de la Biblia. Todo en la Biblia es la Palabra de Dios. Todo en la Biblia es el fundamento inspirado de Dios y la explicación y aplicación del evangelio. Toda ella es inspirada y ella le es completamente provechosa. Sumérjase por tanto, y permita que la Palabra permanezca en usted para que disfrute el triunfo sobre las acusaciones del maligno.

2. La Victoria de la Palabra sobre la Tentación de Satanás

Dije que todos los esfuerzos de Satanás para destruir la fe podían ser calificados dentro de dos actividades: la acusación y la tentación. Juan dice que cuando la Palabra de Dios permanece en nosotros, somos fuertes y podemos vencer al maligno. Hemos visto cómo la Palabra vence en relación a la acusación de Satanás. Ahora veamos cómo trabaja en relación a su tentación.

Primero Juan 2:14b: “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno”. Si la Palabra de Dios permanece en ustedes, entonces son fuertes –fuertes primeramente para vencer la acusación del diablo, y luego para vencer la tentación del diablo. Si el diablo no puede socavar nuestra fe por la acusación, será implacable en su intento de socavarla con la tentación.

La Tentación Y La Prueba

Y la tentación es de todo tipo y clase imaginable. No piense solamente en los comportamientos inmorales. Piense en el cáncer y como una tentación para destruir su fe. Piense en el dolor insoportable. Piense en la pérdida de los seres queridos, y en la enfermedad de sus hijos, y en la adversidad financiera, y en las tensiones matrimoniales, y en el antagonismo político, y en los desastres naturales, y en el crimen amenazante, y en la violencia de las masas. La palabra para tentación en griego (peirasmos) es la misma tanto para expresar prueba como para expresar tentación. Esto es porque toda tentación prueba nuestra fe, y toda prueba de nuestra fe es una tentación a olvidar la fe.

Así que cuando 1 Juan 2:14 dice: “sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno”, quiere también decir que ustedes han vencido la tentación a vivir en pecado, y han pasado la prueba que pudo destruir su fe.

Venciendo Las Mentiras De Satanás

¿Cómo nos ayuda la Palabra de Dios a vencer las mentiras? Lo diré en muy pocas oraciones. Satanás tienta y prueba de una sola manera: miente. Y todas sus mentiras, concluyen en dos mentiras. En cada prueba, su mentira es: Dios es malo. Y en cada tentación su mentira es: el pecado es mejor. Dios es malo y el pecado es mejor. Él tiene una melodía que tocar y la toca de mil maneras.

La Palabra de Dios nos da la fuerza para vencer al maligno porque por la gracia de Dios, por medio del Espíritu, nos libera de esas mentiras con la verdad: Juan 8:32: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”; Juan 17:17: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad”. Tu palabra es verdad. Allí está. La Palabra de Dios nos hace fuertes para vencer al maligno porque satura nuestra mente con la verdad –la verdad acerca de Cristo, y la verdad acerca de la cruz, y del Espíritu, y de la fe, y de quiénes somos en Cristo, y del significado del pecado, y la calamidad, y la enfermedad, y la soberanía y bondad de Dios.

Y por esta verdad que enciende el espíritu y produce pasión, somos fortalecidos contra las mentiras del maligno. No somos engañados, nos sujetamos de la Palabra de vida, permanecemos en Cristo. Ésta no es una cura rápida para cada problema, es un estilo de vida. Pablo llamó Timoteo a pelear la batalla de la fe (1 Timoteo 6:12) y al final de su vida dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe” (2da de Timoteo 4:7). Durante todo el camino, hasta llegar al final, pelearemos con el maligno. Y peleamos utilizando la palabra que sostiene la fe, y ganamos: “esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5:4); “sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno” (1 Juan 2.14).

Que la Palabra Permanezca Ricamente en Ustedes

Cuando Noël y yo salimos un par de semanas atrás, en nuestro 38vo aniversario, nos dijimos el uno al otro: «hagamos que el último capítulo de nuestro matrimonio sea el mejor». No pensábamos en cosas más agradables, vacaciones más largas, más esparcimiento, más juegos, menos dificultades, menos trabajo, menos riesgo. Eso no es lo que quisimos decir. Quisimos decir: Entreguémonos de forma diferente a la oración y estemos juntos en la Palabra con la intención de ser más humildes, más amables, más pacientes, más empáticos, más cariñosos, más expresivos en el afecto, que podamos llevar más fruto en el testimonio, que podamos ser una mejor imagen de Cristo. Y para ese fin, nos establecimos a lo menos un nuevo plan para estudiar la Palabra y orar juntos por ese propósito específico.

Así sea soltero o casado, joven o anciano, hombre o mujer, chico o chica, ¿se nos uniría? Permita que la Palabra de Dios permanezca ricamente en ustedes y haga de sus vidas, vidas de oración. Su Padre en los cielos les dará buenas cosas cuando pidan. Y ustedes serán fuertes y vencerán al maligno.

By John Piper. © Desiring God. Website: desiringGod.org

Fuente: http://www.ministros.org/index.php?option=com_content&task=view&id=20535&Itemid=83

Meditaciones y reflexiones acerca de la tentación de Cristo

En Jesucristo hemos vencido ya la tentación

Un gran pensador francés católico dice que cada vez que se relee el Evangelio aparece un nuevo aspecto de sus exigencias y de su libertad, terribles y dulces como el mismo Dios. Dichoso el que se extravíe para siempre en este bosque de luz, el que quede preso en los lazos de lo absoluto que resplandece en lo humano. Cuanto más basta es nuestra experiencia tanto más nos sentimos lejos de practicar las costumbres evangélicas, pero al mismo tiempo más se graban en nosotros la idea y el deseo de su misteriosa verdad.

Si ha de nacer una nueva cristiandad, una nueva civilización del amor, será una edad en que los hombres leerán y meditarán el Evangelio más de cuanto lo han hecho nunca. Estos días son precisamente días para ejercitarnos permanentemente en meditar, contemplar a Cristo en el Evangelio.

Jesucristo ha lanzado una pregunta al mundo: ¿Quién puede acusarme a mí de pecado? Es una pregunta que queda pendiente, que cada uno ha de responder. ¿Quién puede al inocente y al santo, al Hijo de Dios acusarle de pecado? No es posible, el es la santidad misma. Sin embargo, Jesucristo fue tentado. Tentado como cualquier ser humano. El Evangelio no nos dice: «Jesucristo fue igual a todos menos en el pecado y en la tentación». Lo único que se nos dice es que es en todo igual a nosotros menos en el pecado. Luego también es igual a nosotros en la tentación.

Según los Evangelios, Jesucristo, antes de comenzar su vida pública, fue tentado por el demonio. Esta contemplación de las tentaciones de Jesús tiene por finalidad el sentirnos confortados espiritualmente por Cristo tentado igual que nosotros. Como que un Cristo tentado se nos hace más cercano, más próximo; sabe lo que también nosotros sentimos en el momento de la tentación.

Nos sentiremos también fortalecidos viendo cuál fue su reacción, su postura frente a la tentación.

Ciertamente la tentación es una experiencia universal. ¿Qué ser humano puede decir que no ha sido tentado? Pueden ser tentaciones muy diversas, pero la experiencia es universal. Podemos sentir, por ejemplo, la tentación de no aceptarnos a nosotros mismos, de rebelarnos contra lo que somos o contra lo que experimentamos en determinada fase de nuestra vida. Otra tentación es la vergüenza, que anonada y aplasta, que encierra en uno mismo, que va socavando espiritualmente el alma, que entristece y crea un estado de ansiedad…Tentación de desaliento, de aburrimiento, tentación de pereza, de lujuria; tentación de envidia y de rencor; tentación de insolidaridad y orgullo; tentaciones contra la fe, la esperanza y la caridad…Todas estas tentaciones y otras muchas más las podemos sentir, o las hemos sentido.

Composición de lugar

En este contexto, vamos a contemplar las tentaciones de Jesús. San Lucas (4,1-13) nos dice que el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto para ser tentado. El lugar tradicional de las tentaciones se encuentra entre la ciudad de Jericó y el inicio de las montañas de Judea. Jesucristo fue al monte a orar. Pero el demonio que es siempre muy hábil, aprovechó la ocasión de soledad, de hambre, de debilitamiento para tentar a Jesús.

Traten ustedes de recrear la escena: Jesucristo…, el monte…, la postura de Jesús: De rodillas o de pie, con los ojos hacia el cielo, hablando con Dios. O pueden elegir el momento de Jesús tentado por el diablo, sometido a la prueba de la ambición de poder, de la vanagloria, de la idolatría.

Contemplación de sentidos

¿Qué es lo que vemos con los ojos? Vemos en primer lugar a Jesucristo sereno y fortalecido espiritualmente por la oración. Las tentaciones de Jesús no son tentaciones raras, dicen referencia a experiencias humanas. Tener hambre, es una experiencia muy humana; sentir deseo de ser honrados, apreciados, es también un sentimiento muy humano; el querer influir, el tener poder sobre los demás, es algo que va muy con la psicología humana.

El diablo es muy sutil, conoce muy bien a los hombres y los tienta con una grande habilidad. Trató de entrar con grande habilidad en el alma humana de Jesucristo para tentarlo.

A) Entra con una condicional: «Si eres Hijo de Dios»…Uno no sabe si está dudando o no; si quiere provocar a Jesús, crearle perplejidad. No se atreve a negarlo, pero tampoco a decir abiertamente: «Tú que eres el Hijo de Dios…». El diablo se esperaba de Jesús una reacción tajante. Algo así como: «¡Para que veas que soy el Hijo de Dios!…». La respuesta de Jesucristo es fruto de su oración: «No sólo de pan vive el hombre…». Es una frase del Antiguo Testamento. Jesucristo se ha metido en el mundo de Dios y le resulta de lo más natural vencer la tentación con la oración, con la Palabra de Dios.

B) Otro recurso es la mentira y el engaño: «Te doy todos los reinos de este mundo, si postrándote me adoras». Es la misma tentación que usó con Adán y con Eva. Adán y Eva cayeron, Cristo el nuevo Adán venció. Es la misma mentira, la misma habilidad, la misma técnica. ¡Cuántas veces nos engaña Satanás! Jesús que había estado grande tiempo en adoración sabe vencer también esa tentación. «Adorarás al Señor tu Dios y a él sólo servirás».

Contemplación teologal

Entrando en el espacio de las virtudes teologales, ¿qué misterio podemos vislumbrar en las tentaciones de Jesús?

En primer lugar, que el Hijo de Dios sea tentado. Jesús es hombre, y como hombre se comporta a la altura de la humanidad entera. Pero no sólo es hombre, el tentado es Dios, es el Hijo de Dios. ¡Qué atrevimiento de Satanás: Tentar al Santo, al Señor, al omnipotente, personificado en Jesús! ¿Cómo no se va a atrever a tentarnos a nosotros, si se atrevió a tentar al mismo Hijo de Dios? El salto de la fe nos hace ver que la tentación no es pecado, es don, es ocasión para madurar en el amor, para fortalecer el espíritu. Por lo tanto, no hay que tener miedo a la tentación. Si el diablo se atreve a tentarnos, nosotros hemos de tener más osadía en nuestra fe, en nuestro amor frente a la tentación.

También, en el plano del misterio, Cristo vence la tentación. San Agustín dice: «Cristo ha vencido la tentación en ti y por ti». Jesucristo tentado no sólo es el hombre Jesús, sino el prototipo de la humanidad. Así como en la cruz él es el hombre que abraza a toda la humanidad y la salva, así en la tentación vence todas las tentaciones de la humanidad entera.

Finalmente, una contemplación del amor del Padre. Dios no ama menos a Jesús en el momento de la tentación; tampoco le abandona o se olvida de él. Dios le ama en la tentación. El Espíritu Santo le acompaña en la tentación. El amor teologal, que es una participación en el amor de Dios, nos debe llevar también a participar del amor del Padre y del amor del Espíritu a Cristo tentado. Amemos y dejémonos amar también por Cristo tentado, sometido a la prueba. En su tentación, nos ama y nos ama intensamente.

La tentación de Cristo, de Ary Scheffer (1854). Jesús siendo tentado por el diablo.

Fuente:

Poesía La tentación de Cristo

Poesía La tentación de Cristo

R E D E N T O R

La Esperanza se hizo carne,

En el vientre germinó,

De la virgen pura y madre

El Señor se complació.

Él creció en Alta Gracia,

A Jehová se sujetó,

Predicando la Palabra

Corazones despertó.

Muchos fueron sus amigos,

Otros más, sus enemigos,

A Jesús el Hijo Ungido

Éstos dieron el castigo.

En el áspero madero,

En la cruz de la vergüenza,

El Bendito de los Siervos

Dio su Vida, y Vida Eterna.

——————————

Fuente:

Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD).

Psicología de la tentación

A. La tentación:

La tentación es la forma más común de la cual se sirve el demonio para ejercitar su nefasta acción en el mundo. Nadie queda exento, ni siquiera los más grandes santos. El alma experimenta sus asaltos en todas las etapas de la vida espiritual. Varían las formas, aumenta o disminuye la intensidad, pero la realidad de la tentación permanece. También Jesús quiso ser tentado para enseñarnos cómo vencer al enemigo de nuestras almas. Es deber específico del demonio tentar, pero no todas las tentaciones que asaltan al hombre provienen del demonio. Algunas tienen origen en la propia concupiscencia, como dice el apóstol Santiago

«Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que lo atraen y lo seducen» (Stgo 1:14).

Pero está fuera de toda duda que muchas tentaciones son suscitadas por el demonio, que envidia al hombre y detesta a Dios.

Lo atesta expresamente la divina revelación

«Revístanse de la armadura de Dios para poder resistir a los asaltos del diablo. Porque nosotros no debemos luchar contra la carne y la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos esparcidos por el aire» (Ef. 6:11-12).

Y San Pedro parangona el demonio a un león rugiente que gira alrededor tratando de devorarnos

“Sed de espíritu sobrio, estad alertas. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar” (I Pe 5:8).

No hay una norma fija o un signo claro que nos permita reconocer cuándo una tentación proviene del demonio o de otra causa. Pero cuando la tentación es repentina, violenta y tenaz, cuando no existe ninguna causa próxima o remota capaz de suscitarla, cuando turba profundamente el alma y sugiere el deseo de cosas extraordinarias y con apariencias, se la puede considerar como una intervención más o menos directa del demonio.

Cuando sentimos surgir en nosotros de improviso sentimientos malos (rencor, resentimientos, envidias, movimientos sensuales, fuertes tendencias a acentuar nuestro yo) podemos pensar que, además de la concupiscencia que está en nosotros, estos sentimientos pueden ser debidos a la intervención del maligno, sobre todo cuando son imprevistos.


El diablo, mucho más inteligente que nosotros, conoce bien cuál es nuestro lado débil y sobre él inserta su acción maléfica. A aquellos que no viven una vida espiritual regular e intensa, el demonio proyecta el mal directamente, porque sabe que será muy fácil hacerlos caer. En vez, con aquellos que son más diligentes para cultivar su vida interior, busca rodearlos, asediarlos. Comprende, en efecto, que si propusiera el mal abiertamente, ellos reaccionarían y entonces busca de hacerlos desistir de las obras buenas. Así por ejemplo, en almas empeñadas en la oración activa y perseverante, buscará de inculcarlos disgusto por la misma oración, de modo que sean estimulados a abandonarla y así debilitarles progresivamente su espíritu.

A quien no puede superar sus propios defectos, el demonio procurará sugerirle sentimientos de desánimo, abatimiento y desmoralización. Buscará convencerlo que es inútil insistir y que es tiempo perdido dedicarse a la oración, a la frecuencia sacramental, a las prácticas ascéticas.

[…] Dios consiente que seamos probados por nuestros enemigos espirituales para ofrecernos la ocasión de mayores méritos. Él no permitirá nunca que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas.

«Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados por sobre vuestro poder, pero con la tentación proveerá también el buen éxito dándoos el poder de sostenerla» (I Cor 10:13).

El autor de la nota el análisis de la hora de la tentación, nos dice que «Son innumerables las ventajas de la tentación superada con la ayuda de Dios. Humilla a Satanás, hace resplandecer la gloria de Dios, purifica nuestra alma, nos llena de humildad, arrepentimiento y confianza en la ayuda divina, nos obliga a estar siempre vigilantes, a desconfiar de nosotros mismos esperando todo de Dios, a mortificar nuestros gustos y caprichos, estimula la plegaria, aumenta nuestra experiencia, y nos hace más circunspectos y cautos en la lucha.

Con razón afirma Santiago que:

«…feliz es el hombre que soporta la tentación porque una vez probado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a aquellos que lo aman…» (Stgo 1:12)

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla. (I Cor 10:13)

“No os ha tomado tentación, sino la humana; mas fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis llevar; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar.”(I Cor 10:13 SSE)

Tentación: #G3986 viene de #G3985 Peirasmo = experiencia del mal, provocación o pruebas.

El diccionario el mundo dice:

Que tentación es un estimulo que induce a obrar mal, Impulso repentino que excita a hacer una cosa.

Creo que explicar el concepto de la tentación es muy difícil, por que sencillamente lo que siempre explicamos es

un momento de peligro.

Lo difícil es que algunos traductores de la Biblia sustituyen la palabra tentación por prueba.

Pero debemos saber que la prueba es de Dios para desarrollar algo en nosotros como la fe y la paciencia, etc.

La tentación es traída por el diablo y es para llevarnos a pecar.

“Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman“(Stgo.1:12 LBLA)

“Bienaventurado el varón que sufre la tentación; porque cuando fuere probado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido á los que le aman. (SRV)

‘Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para probar a los que habitan sobre la tierra.” (Ap. 3:10 LBLA)

Porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar á los que moran en la tierra.” ((Ap. 3:10 SRV)

Por el pasaje anterior se puede entender que tentación es: Un problema que viene que «No os ha sobrevenido» es decir algo que viene.

B. Psicología de la tentación

«El diccionario Webster dice: que psicología es la ciencia que estudia el alma del hombre, y en el alma se encuentra la mente.

El diccionario de la real academia de la lengua española dice: Que es la parte de la filosofía que trata del alma, sus facultades y operaciones, Ciencia que estudia los procesos mentales, manera de sentir de una persona, síntesis de los caracteres espirituales y morales, etc..

Es entonces la psicología: La ciencia que estudia la mente, sus fenómenos, o el alma.

Podemos ver en la Biblia los problemas de carácter humano en las declaraciones de Job:

“No tengo reposo ni estoy tranquilo, no descanso, sino que me viene turbación.” (Job 3:26) (Roguez #H7267)

“Porque el hombre nace para la aflicción, como las chispas vuelan hacia arriba.” (Job 5:7)

(Amal #5999)

“El hombre, nacido de mujer, corto de días y lleno de turbaciones” (Job 14:1) (Roguez #H7267)

Roguez #7267 = Conmoción, intranquilidad como de la de un caballo, Retumbar como el del trueno, furor.

Amal # 5999 = Preocupación del cuerpo o de la mente, aflicción.

Es decir que los problemas los asocia como consecuencia de ser hombre, es decir algo común en su género humano.

Los problemas.

1. Los problemas que nos invaden = traído por algo o alguien

2. Los problemas que no nos invaden = alrededor es como segundo plano

3. Los problemas consecuencia natural = terremotos, inundaciones, etc.

Quizás en ninguna otra página inspirada aparece con tanta evidencia la estrategia usada por el demonio como en la narración de la tentación de la primera mujer, que ocasionó la ruina de toda la humanidad.

El examen del relato bíblico muestra la riqueza de sus enseñanzas.

1. Se acerca el tentador

El espíritu de la tentación: Según nuestras enseñanzas la tentación es traída por Satanás y por sus huestes de maldad y la base del análisis es la historia del Señor en el desierto. Como el enemigo crea las tentaciones y donde la crea, que elementos usa. Un principio espiritual que debemos tomar en cuenta es el siguiente: Las batallas contra espíritus inmundos se llevan acabo en el mundo espiritual y están conectadas con el mundo natural y el mundo espiritual esta conectado con la mente. Muchas batallas se inician en la mente ese es el campo de batalla mas importante para el enemigo.

No siempre tenemos al tentador junto a nosotros. Algunos Padres y teólogos han considerado que junto al ángel custodio, designado por Dios para proveer a nuestro bien, hay un demonio designado por Satanás para tentarnos e impulsarnos al mal. Tal suposición no encuentra apoyo en las páginas de la Escritura. Es más probable que la presencia del demonio no sea continua sino circunscripta a los momentos de la tentación. En el Evangelio se lee que el demonio, luego de haber tentado al Señor en el desierto, se apartó de Él por algún tiempo. Pero aunque a veces se aleje, permanece el hecho que el demonio nos tienta a menudo. A veces se presenta de improviso con el fin de sorprender. Más frecuentemente se insinúa cauto y más que proponer enseguida el objeto de la tentación, prefiere mantener un coloquio con el alma.

2. Primera insinuación

«¿Por qué Dios les ha ordenado no comer del fruto de todos los árboles del Paraíso?»

El demonio no tienta aún, pero hace deslizar la conversación sobre terrenos más propicios para él. Su táctica permanece la misma hoy como siempre. A personas particularmente proclives a la sensualidad o a las dudas contra la fe, propondrá en términos genéricos, sin instigar todavía al mal, el problema de la religión o de la pureza.

«¿Es cierto que Dios exige el consentimiento ciego de vuestra inteligencia o la ilimitada inmolación de vuestros apetitos naturales?»

Las clases de tentaciones:

1. La Biblia lo llama «Tentación de hombres» o «Tentaciones comunes»:

Pero dentro de ese concepto existen 2 clases:

a. La tentación conciente: Es la que podemos ver y palpar.

b. La tentación inconciente: Esta es la que esta siendo concebida en una de los hemisferios de la mente.

Y hace falta llevarlo a lo físico, al cumplimiento. Pero cada tentación tiene una psiquis o una psicología.

2. Tentación satánica:

La tentación es algo que primeramente es mental. La tentación es el ante-sala del pecado.

3. La respuesta del alma

Si el alma, cuando advierte que el simple hecho que el problema se plantee representa un peligro, rechaza iniciar el diálogo con el tentador, desviando por ejemplo, el pensamiento y su imaginación a otros argumentos, la tentación es sofocada en su misma preparación y la victoria es tan fácil cuanto manifiesta y el tentador se retira humillado. Pero si el alma acepta imprudentemente el diálogo se expone a un grave peligro.

«Y la mujer a la serpiente: Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos dijo que no lo comamos y que no lo toquemos, para no tener que morir«

El alma se da cuenta que Dios le prohibe cumplir aquella acción, entretenerse sobre esa duda, fomentar ese pensamiento o alimentar ese deseo. No quiere desobedecer a Dios, pero está perdiendo tiempo al recordar que no debe hacer eso.

4. Propuesta directa del pecado

El alma cedió terreno al enemigo, que se hace más audaz e intenta abiertamente el asalto: «Y la serpiente a la mujer: No, no morirán. Más aún, Dios sabe que cuando coman, se abrirán sus ojos y se convertirán en dioses como Él, conociendo el bien y el mal»

El demonio consigue persuadir al alma que detrás del pecado se oculta la felicidad. No le sugiere el pensamiento que «será como Dios»

(Una tal utopía la ha podido hacer creer una sola vez) pero le dice que será feliz si se abandona en esa circunstancia al pecado, ya que «Dios es infinitamente misericordioso y te perdonará fácilmente y será cosa fácil salir del pecado con un inmediato arrepentimiento».

Si el alma es condescendiente a estas insinuaciones, está perdida. Todavía hay tiempo para retroceder (la voluntad no dio aún su consentimiento) pero el peligro es gravísimo. Sus fuerzas se van debilitando, las gracias de Dios son menos intensas y el pecado le aparece cada vez más sugestivo.

Tabla esquemática del contraste ente la prueba y la tentación

EL CONTRASTE ENTRE LA PRUEBA Y LA TENTACION

La prueba de Dios.

La tentación satánica.

Dios prueba

Satanás tienta Mateo 4:1

Dios no tienta

Satanás es el tentador 1 Tes. 3:5

La prueba te aprueba Deut. 8:2

La tentación es destrucción Jn. 10:10

Dios te prueba y te deja gozo.

La tentación deja sin gozo.

La prueba construye el carácter.

Causa rajadura que afecta el carácter

La prueba construye Fe 1 Pe. 1:7

Destruye la fe.

Dios prueba para terminar un punto.

Satanás tienta p/ continuar Luc. 4:14

La prueba produce buen fruto.

La tentación produce mal fruto.

4. La hesitación

«Entonces la mujer observó que el fruto del árbol era bueno para comer y agradable de ver y apetecible para lograr el conocimiento…»

El alma comienza a vacilar y a turbarse íntimamente. El corazón late con violencia en el pecho. Un extraño nerviosismo se posesiona de todo su ser. No querría ofender a Dios, pero por otra parte, ¡es tan seductora la visión que se le presenta por delante! Comienza una lucha demasiado violenta para que pueda durar mucho. Si el alma, en un supremo esfuerzo y bajo la acción de una gracia eficaz, de la cual es indigna por su imprudencia, se decide a permanecer fiel a su deber, saldrá sustancialmente vencedora, pero con un pecado venial en su conciencia (negligencia, semiconsentimiento, hesitación frente al mal). Las más de las veces cumplirá el paso fatal hacia el pecado.

5. El consentimiento de la voluntad

«Por eso tomó un fruto y comió dándole también a su marido junto a ella y él también comió»

El alma ha cedido a la tentación, ha cometido el pecado y muchas veces, por motivo de escándalo y de complicidad, lo hace cometer también a otros.

6. La desilusión

«Enseguida se abrieron los ojos de ambos y viéndose desnudos, trenzaron hojas de higuera y las colocaron alrededor de sus cinturas»

En su realidad, ¡cuánto difiere el pecado de la representación que había hecho la sugestión diabólica! Después de haberlo consumado, el alma experimenta de improviso una gran desilusión y un enorme desconsuelo.

El alma se da cuenta que perdió todo. Ha quedado completamente desnuda ante Dios: sin la gracia santificante, sin las virtudes infusas, sin los dones del Espíritu Santo, sin la amorosa morada de la Santísima Trinidad, sin los méritos conseguidos en tantos años de penosos sacrificios. Su vida sobrenatural fue sacudida por una explosión. En medio de un cúmulo de ruinas permanece sólo la desilusión y la carcajada sarcástica del tentador.

7. La vergüenza y el remordimiento

La voz de la consciencia se hace oír inexorable, reprochando por el pecado cometido:

«Oyeron la voz del Señor, que paseaba por el jardín a la hora en que sopla la brisa y se ocultaron de Él entre los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó a Adán diciéndole: ¿dónde estás?

La misma pregunta hace la conciencia al pecador que en vano buscará una respuesta. No le queda más que caer de rodillas y pedir perdón a Dios por la infidelidad cometida, aprendiendo para el futuro, de la dolorosa experiencia a resistir al tentador desde el primer momento.

Conducta práctica ante la tentación

Es oportuno precisar mejor la conducta del alma antes, durante y después de la tentación, ya que será de gran utilidad en la lucha contra el enemigo.

1. Antes de la tentación

La mejor estrategia para prevenir las tentaciones fue sugerida por Jesús mismo a los discípulos en Getsemaní:

«Vigilad y orad para no caer en tentación» (Mat 26:41)

La vigilancia

El demonio no renuncia jamás a la posesión de nuestra alma. Si a veces parece que nos deja en paz, sólo es para volver al asalto en el momento menos pensado. Es necesario estar alerta para no dejarnos sorprender. Esta vigilancia nos debe llevar a la fuga de todas las ocasiones más o menos peligrosas, al control de nosotros mismos, al examen preventivo, a la frecuente renovación del propósito de no pecar nunca, a la lucha contra el ocio, etc.

Por donde llega la tentación a su vida. Por ej: Los lados de la mente:

Cuando Satanás desea manipular con tentación al creyente lo hace así:

1. Para atacar el hombre lo hace por el lado derecho de su hemisferio, por que el hombre es más inclinado al izquierdo.

Hemisferio izquierdo – Lógica – Razonamiento – Matemática – Lenguaje – Lectura – Escritura – Pensamiento Lineal Atributos y habilidades – Pensamiento analítico, abstracción – Características cognitivas racionales – Riqueza en el vocabulario, buena gramática y sintaxis – Capacidad de introspección, iniciativa, voluntad – Funciones especializadas, como lectura, escritura, aritmética y habilidades motoras finas – Noción de temporalidad secuencial y precisión – En aspectos sicoanalíticos, calculador y consciente –

2. Para atacar a la mujer lo hace por el lado izquierdo de su hemisferio por que ella es más inclinada al lado derecho.

Hemisferio derecho – Reconocimiento – Caras – Patrones – Ritmo – Visual – Imágenes – Profundidad de campo – Intuición – Concreto – Síntesis Atributos y habilidades – Pensamiento holístico – Características cognitivas de intuición y de creatividad – Funciones especializadas, como facilidad para la música, riqueza imaginaria y onírica, reconocimiento de rostros y gestos – Noción de temporalidad primitiva: vive el aquí y el ahora – Orientación espacial superior, delimita formas, fondos e imágenes – Prototipo Ideal:

Esto se comprobó cuando la mujer es más verbal que el hombre, ella habla 25.000 palabras por día y el hombre solo 12.000 pero el hombre es inclinado a la comunicación por sonidos.

Derecho: Este controla el lado izquierdo del cuerpo.

Izquierdo: Este controla el lado derecho del cuerpo.»

Las tentaciones usando lo emocional y racional:

La mujer: Emocional y necesita seguridad, atención y comunicación, creativa, imaginaria, hábil, etc

El hombre: Mira, los que disfruta hoy o ya, lo que posee, lógico, matemático, hábil, etc.

Jesús para no caer en la tentación durante 40 días, uso el equilibrio. Tuvo compasión, lloro al ver la ciudad pero reprendió también al ver la dureza de ellos. 

La tentación de Pedro

La Tentación de Pedro llego a través de la emoción.

1. Pedro con una respuesta acertada

“Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos.” (Mat 16:13-19)

2. Luego tratando de impedir Cristo cumpliera el programa de Dios.

“Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.” (Mat 16:21)

“Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá. “(Mat 16:22)

“Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó á reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca.” (Mat 16:22 SRV)

“Pero volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. “(Mat 16:23)

La oración

No basta por sí sola la vigilancia. El control más estrecho y los esfuerzos más generosos resultarían vanos si no nos socorriera la ayuda divina. La victoria sobre la tentación requiere una gracia eficaz y sólo la oración puede obtenerla. San Alfonso Mª de Ligorio, tratando de la gracia eficaz, afirmaba que ella sólo se podía conseguir por medio de la oración y repetía:

«Quien reza se salva y quien no reza se condena». Nos damos cuenta ahora por qué el Señor en el Padrenuestro nos exhorta a pedir a Dios «no nos dejes caer en tentación».

En esta oración preventiva es oportuno invocar también la ayuda de Maria, que nunca conoció el pecado y de nuestro Ángel de la Guarda, que tiene la misión de defendernos de los asaltos del demonio.

“Thou wilt keep5341 him in perfect peace,7965, 7965 whose mind3336 is stayed5564 on thee: because3588 he trusteth982 in thee. (Is. 26:3 KJV+)

“Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.” (Is. 26:3 LBLA)

“Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado. “(Is. 26:3 SRV)

“Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado. “(Is. 26:3 SSE)

«Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén.» (Mat 6:13)

“Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.” (Mat 26:41)

2. Durante la tentación

Nuestra conducta durante la tentación se puede resumir en una sola palabra: resistir. No basta mantener una actitud meramente pasiva sino que es necesaria una acción positiva, que puede ser directa o indirecta.

La resistencia directa

Afrontamos la tentación y la superamos haciendo lo contrario de cuanto nos sugiere. Por ejemplo: hablamos bien de una persona cuando tenemos un gran deseo de criticarla, damos una gran limosna cuando la avaricia nos pide cerrar la mano, prolongamos la oración cuando el enemigo nos sugiere acortarla u omitirla, pedimos el coraje de manifestar nuestra fe en público cuando el respeto humano nos hace sentir vergüenza, etc.

«Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén.» (Mat 6:13)

“Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.“ (Mat 26:41)

La resistencia indirecta

Más que afrontarla, huimos de la tentación, dirigiendo nuestra atención a otra parte. Se nos aconseja esta resistencia, de preferencia, en pruebas contra la fe y la castidad, en las cuales no está indicada la lucha directa, dado el carácter peligroso y resbaladizo de la materia. En estos casos mejor es distraer con serenidad y calma nuestras facultades internas, sobre todo a la memoria y a la imaginación, con otros diversos pensamientos. Son recursos que dan resultados positivos y excelentes, sobre todo si se recurre a ellos ni bien aparece la tentación.

A veces la tentación perdura, no obstante nuestros esfuerzos y el demonio vuelve a la carga con incansable tenacidad. No hay que perder coraje. Esta insistencia constituye la mayor prueba que el alma no ha cedido. Insista en su negativa una y mil veces si es necesario, con gran serenidad y paz, evitando el nerviosismo y la turbación. Casa asalto rechazado constituye un nuevo mérito ante Dios y un robustecimiento para el alma. El demonio terminará por dejarnos en paz, sobre todo si no consigue, ni siquiera, turbar la paz de nuestro espíritu, que era tal vez, el único objetivo de sus reiterados asaltos.

Conviene siempre, especialmente cuando tenemos ante nosotros tentaciones prolongadas, manifestar lo que nos pasa en nuestra alma al confesor.

El Señor suele compensar con nuevas y vigorosas ayudas tales actos de humildad y simplicidad, de las cuales el demonio trata de alejarnos. Debemos tener el coraje de manifestar cada cosa sin rodeos, sobre todo cuando nos sentimos fuertemente inclinados a callar. No olvidemos aquello que enseñan los maestros de la vida espiritual: una tentación manifestada está ya en su mitad, superada.

3.Después de la tentación

Nos encontramos ante uno de estos tres casos. O hemos vencido, o nos han vencido, o estamos en la duda.

Si hemos vencido

No olvidemos que la victoria es únicamente obra de la gracia. Debemos dar gracias al Señor con un acto simple y breve, acompañando nuestro agradecimiento con un nuevo pedido de ayuda para otras ocasiones similares. Podremos compendiar nuestro acto con esta, o con una equivalente invocación: Gracias, oh! Señor; debo todo a Ti; continúa ayudándome en todas las ocasiones peligrosas y ten piedad de mí.

Si nos han vencido

No debemos descorazonarnos. Recordando la infinita misericordia de Dios, arrojándonos como el hijo pródigo entre sus brazos paternos, pidiéndole sinceramente perdón y prometiendo con su ayuda, no ofenderlo más. Si la caída fue grave, no podemos limitarnos a un simple acto de contrición. Recurramos cuanto antes al tribunal de la penitencia y aprovechemos nuestra caída para redoblar la vigilancia e intensificar la oración.

Si estamos en la duda

Si dudamos en haber consentido en mayor o menor medida, no nos atormentemos con un examen minucioso y extenuante, porque una imprudencia tan grande provocaría otra vez la tentación y aumentaría el peligro. Dejemos pasar un cierto tiempo y cuando la calma vuelva, la conciencia nos dirá con suficiente claridad si hemos caído o no. En cada caso conviene hacer un acto de contrición perfecta y manifestar al confesor, en el momento oportuno, lo que sucedió tal como lo advirtió nuestra conciencia.

“Velad (MIRA) y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. “(Mat. 26:41 LBA)

Velad #G1127 GREGOREO = Presta estricta atención.

Fuentes: