«¿Cómo debe lidiar un cristiano con los sentimientos de culpa, en cuanto a los pecados pasados, ya sean antes o después de la salvación?»

«¿Cómo debe lidiar un cristiano con los sentimientos de culpa, en cuanto a los pecados pasados, ya sean antes o después de la salvación?»

Respuesta: Todos hemos pecado, y una de las consecuencias del pecado es la culpa. Podemos estar agradecidos por los sentimientos de culpa, porque éstos nos llevan a buscar el perdón. Al momento en que una persona se vuelve del pecado para poner su fe en Jesucristo, su pecado le es perdonado. El arrepentimiento es parte de la fe que conduce a la salvación (Mateo 3:2; 4:17; Hechos 3:19).

En Cristo, aún los pecados más viles son purificados (ver en 1 Corintios 6:9-11 la lista de hechos perversos que son perdonados). La salvación es por gracia, y la gracia perdona. Aún después de que una persona es salva, cometerá pecados. Cuando lo hace, Dios aún promete el perdón. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2:1).

La liberación del pecado, sin embargo, no siempre significa liberación de los sentimientos de culpa. Aún cuando nuestros pecados son perdonados, todavía los recordaremos. También, tenemos un enemigo espiritual llamado “el acusador de nuestros hermanos” en Apocalipsis 12:10, quien nos recuerda incesantemente nuestras fallas, faltas y pecados. Cuando un cristiano experimenta sentimientos de culpa, debe hacer lo siguiente:

1) Confesar todos los pecados conocidos y que no se hayan confesado. En algunos casos, los sentimientos de culpa son apropiados, porque la confesión es necesaria. Muchas veces, nos sentimos culpables ¡porque somos culpables! (Ver la descripción que hace David de la culpa y su solución en el Salmo 32:3-5).

2) Pedirle al Señor que le revele cualquier otro pecado que necesite ser confesado. Ten el valor de ser totalmente abierto y honesto ante el Señor. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad.” (Salmo 139:23-24ª).

3) Confía en la promesa de Dios de que Él perdonará los pecados y quitará la culpa, basándose en la sangre de Cristo (1 Juan 1:9; Salmo 85:2; 86:5; Romanos 8:1).

4) En ocasiones, cuando surgen los sentimientos de culpa sobre pecados ya confesados y abandonados, rechaza tales sentimientos como una culpa falsa. El Señor ha sido fiel a Su promesa de perdonar. Lee y medita en el Salmo 103:8-12.

5) Pide al Señor que reprenda a Satanás, tu acusador, y ruégale que te restaure al gozo que procede de la libertad de la culpa.

El Salmo 32 es un estudio muy provechoso. Aunque David había pecado terriblemente, él encontró la libertad, tanto del pecado como de los sentimientos de culpa. Él lidió con la causa de la culpa, y la realidad del perdón. El Salmo 51 es otro buen pasaje para investigar. El énfasis aquí es la confesión del pecado, la manera en que David ruega a Dios con un corazón lleno de culpa y dolor. Los resultados son la restauración y el gozo.

Finalmente, si el pecado ha sido confesado, ha habido arrepentimiento, y ha sido perdonado; entonces es tiempo de dejarlo atrás. Recuerda que nosotros que hemos venido a Cristo, hemos sido hechos nuevas criaturas en Él. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Parte de las cosas “viejas” que “pasaron” es el recuerdo de pecados pasados y la culpa que produjeron. Tristemente, algunos cristianos son propensos a sumergirse en los recuerdos de sus pecaminosas vidas pasadas, memorias que debían estar muertas y enterradas desde hace mucho. Esto no tiene sentido y es contrario a la vida cristiana victoriosa que Dios quiere para nosotros. Un dicho sabio dice “Si Dios te ha salvado de una cloaca, no regreses a sumergirte y nadar en ella.”

Recomendado libro: El Conocimiento del Dios Santo (J.I. Packer).

Valor, mesura y libertad de Hans Küng

Valor, mesura y libertad de Hans Küng

Javier Corral Jurado | 15-05-2010

Los enormes personajes de la Iglesia Católica de nuestro tiempo, han vuelto a separar sus posiciones doctrinales y reafirmar que, en la ruta que cada quien escogió, no habrá posibilidad de que los caminos se junten. Por más que así lo quiera Dios.

Joseph Ratzinger y Hans Küng, los dos teólogos más jóvenes del Concilio Ecuménico Vaticano II, de 1962 a 1965, hoy en día los de más edad y, “los únicos aún completamente en activo”, están de nuevo enfrentados sobre el futuro de la Iglesia y la manera en que la curia romana está respondiendo a esta etapa de enorme desprestigio para el catolicismo, manchado centralmente no sólo por los abominables y documentados casos de pederastia clerical, sino también por la enorme, brutal, red de complicidad y ocultamiento de esos hechos, de los que el caso Marcial Maciel es el mayor ejemplo.

Ratzinger es hoy El Papa Benedicto XVI, y Küng, un sacerdote católico, profesor emérito de teología ecuménica en la Universidad de Tubingen, en Alemania. No tienen la misma jerarquía, me dirán los detractores del segundo, pero no podrán negarme que en ellos se entraña la división doctrinal contemporánea más importante de la Iglesia Católica que se coloca en el mismo nivel. Tan es así que, la prensa vaticanóloga se dividió prácticamente en dos grandes pools de cobertura mediática cuando el cónclave del colegio cardenalicio eligió a Joseph Ratzinger como nuevo Papa de la Iglesia Católica.

Un grupo de reporteros estaba en Roma, al lado de la chimenea de la capilla Sixtina, por la que salió el humo blanco. El otro se trasladó hasta el poblado de Tubingen, donde Hans Küng, el teólogo suizo que desde 1979 se había enfrentado con el nuevo Pontífice, hasta ser incluso suspendido por él, para el ejercicio de la enseñanza católica, leía un pequeño texto en el que dio su punto de vista.

Contrario a lo que muchos pensábamos que sucedería, Küng no arremetió en contra de quien fuera su gran amigo y compañero perito de los proyectos y los debates conciliares, pero que luego con el paso del tiempo se convirtió en su más decidido perseguidor. Aunque se mostró decepcionado, Hans Küng tuvo palabras de aliento y esperanza para el nuevo jefe de la Iglesia:

“Hay que darle tiempo”, “démosle una oportunidad”, fueron las frases que se destacaron en las notas informativas complementarias al nombramiento papal.

Propuso que

“habría que conceder a los nuevos Papas 100 días, igual que se hace con los presidentes de EU”, y desde entonces marcó los retos del nuevo pontificado: “De lo que no cabe duda es de que tendrá que acometer tareas descomunales que su predecesor no ha resuelto y que llevan mucho tiempo estancadas. Entre ellas, fomentar activamente el ecumenismo de las iglesias cristianas, implantar la colegialidad entre el Papa y los obispos así como esa descentralización de la dirección de la Iglesia y garantizar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres dentro de la Iglesia”.

Hans Küng basó su esperanza en que al ser nombrado Papa, el cardenal Ratizinger actuaría como padre, que alberga y da cobijo a todos sus hijos. “La experiencia nos enseña que ocupar el lugar de Pedro en la Iglesia católica de hoy en día supone un reto capaz de transformar a cualquiera: se puede llegar al cónclave como cardenal progresista y salir convertido en Papa conservador (Montini-Pablo VI), o bien llegar al cónclave como cardenal conservador y salir convertido en un Papa progresista (Roncalli-Juan XXIII)”, fue la explicación y la apuesta que hizo por el milagro transformador, o mejor dicho, por el milagro de devolver al cardenal Ratzinger a sus posiciones reformadoras originales.

Ese gesto comprensivo, sin duda fue lo que propicio que ambos personajes se reencontraran de nuevo, pues desde 1979 no habían vuelto a cruzar palabra personalmente, pues fue cuando a Küng se le privó del título de profesor de teología católica por discutir, entre otras cosas, la infalibilidad papal y la doctrina sexual de la Iglesia. Mediante la publicación de un libro titulado “¿Infalible?, una pregunta”, Hans Küng rechazó la infalibilidad pontificia y alzó también su voz para criticar lo que considera «falta de libertad» dentro de la Iglesia.

De esta manera Küng tocó uno de los ejes del dogmatismo católico, por virtud del cual se ejerce una disciplina que, de entrada, acepta la restricción de la libertad de pensamiento, y en ello, el principal mecanismo de control como poder eclesial.

La infalibilidad del Papa es explicada por la Iglesia Católica como efecto de una especial asistencia que Dios hace al romano pontífice cuando éste se propone, por un acto definitivo y solemne, definir y enseñar como cierta y divinamente revelada una determinada doctrina sobre la fe o la moral.

La enseñanza de la infalibilidad pontificia no sostiene que el Papa no se equivoque en cualquier materia; tampoco sostiene que el Papa sea infalible cuando da su opinión particular sobre algún asunto; ni que el Papa esté libre de tentación ni de pecado.

De este modo la Iglesia entiende que es preciso que Dios preserve a la Iglesia, y al Papa que es su Cabeza Suprema, de cometer error en materia de fe o de moral, a fin de que pueda guiar correctamente a los pastores y los fieles y de que todos tengan seguridad de que la doctrina enseñada por ella es cierta.

No sólo Hans Kung ha postulado una obediencia racional al sumo pontífice. El entonces Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribió en 1968: “por encima del Papa se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica”.

La respuesta del Vaticano sólo vino en contra de Hans Küng, en 1980, porque fue dada precisamente por Ratzinger, que en ese momento era Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, quien le prohibió seguir enseñando teología.

Pasaron treinta años para que se volvieran a encontrar. En la residencia veraniega de Castengandolfo se reunieron los dos teólogos por más de cuatro horas en septiembre de 2005. Hubo un escueto boletín que dio cuenta de un diálogo cordial y sincero, y el reinicio de sus conversaciones sobre las diferencias doctrinales en diversas posturas de la Iglesia.

Pero hace tres semanas parece haber culminado esa tregua que ambos se dieron para dialogar, y la espera que Küng recomendó a la feligresía católica, que por supuesto duró más que 100 días. Al cumplirse el quinto año del pontificado de Ratzinger, el fundador del Foro para una Nueva ética mundial, ha llamado mediante carta abierta a todos los obispos católicos a que se animen a promover la convocatoria para un nuevo Concilio, o por lo menos, un sínodo de Obispos representativo, ante lo que el advierte es “la peor crisis de credibilidad de nuestra Iglesia, desde la Reforma”.

Dice:

“Mis esperanzas, y las de tantos católicos, de que el Papa pueda encontrar su manera de promover la renovación continua de la Iglesia y la reconciliación ecuménica en el espíritu del Segundo Concilio Vaticano desgraciadamente no han sido cumplidas. Su pontificado ha dejado pasar cada vez más oportunidades de las que ha aprovechado: se perdieron las oportunidades para el acercamiento con las iglesias protestantes, para la reconciliación a largo plazo con los judíos, para un diálogo con los musulmanes en una atmósfera de confianza mutua, para la reconciliación con los pueblos indígenas colonizados de Latinoamérica y para el suministro de asistencia al pueblo de África en su lucha contra el sida. También se perdió la oportunidad de hacer del espíritu del Segundo Concilio Vaticano la brújula para toda la Iglesia Católica”.

La dolencia que más irrita a Hans Küng en el presente, es la pederastia clerical: “hoy, además de estas muchas crisis, surge una serie de escándalos que claman al cielo: la revelación de que varios clérigos abusaron de miles de niños y adolescentes en todo el mundo. Para empeorar las cosas, el manejo de estos casos ha dado origen a una crisis de liderazgo sin precedentes y a un colapso de la confianza en el liderazgo de la Iglesia. Las consecuencias para la reputación de la Iglesia Católica son desastrosas. Importantes líderes de la Iglesia ya han admitido esto. Numerosos pastores y educadores inocentes y entregados a su labor están sufriendo bajo el estigma de sospecha que ahora cubre a la Iglesia”.

Luego el reto:

“Ustedes, reverendos obispos, deben hacer frente a la interrogante: ¿qué pasará con nuestra Iglesia y con sus diócesis en el futuro?”.

Lo interesante sería saber que opinan los obispos mexicanos de esta invitación.

P.D. El secuestro de Diego Fernández de Cevallos, que se dio a conocer al momento de concluir esta colaboración, consterna a la Nación completa porque, además de la cobardía y la injusticia intrínseca del plagio, señala la vulnerabilidad en la que se encuentra la sociedad en su conjunto frente a la acción del crimen organizado.

Nadie está a salvo, es el duro mensaje al país que mandan las mafias, para sembrar el terror entre la población y la confusión en el Gobierno, precisamente cuando la lucha contra el narco toca momentos cruciales. Así fue en Colombia, cuando el Estado empezó a ganar la batalla: se ensañaron en crueldad las ejecuciones, se secuestraron a personajes con un alto nivel de fama pública, y continuaron con líderes ligados a la política y a políticos en el Gobierno. Que Diego esté con vida y las autoridades puedan rescatarlo, es mi más profundo deseo.

http://www.diario.com.mx/nota.php?notaid=a1da6ff6948a0546fa4f5930066dbbc1

Despropósitos. Pederastia e Iglesia católica

Despropósitos. Pederastia e Iglesia católica
lunes, 10 de mayo de 2010

Alfonso Ropero, España

No por habitual ha dejado de sorprenderme la actitud secular de la jerarquía católica que ante cualquier crítica responde con una queja lastimera por la dice sentirse el blanco de los ataques de los enemigos de la Iglesia.

Este complejo de victimismo, tan usado y abusado por grupos que no tienen nada de víctimas, es la manera menos digna de enfrentar un problema y la menos respetuosa con los interlocutores. La Iglesia católica tiene que dejar a un lado el síndrome de mártir, y acometer seriamente su papel en la sociedad moderna, crítica y criticada a la vez, como cualquier otra institución o sociedad presente en el mundo democrático. No puede ni debe refugiarse en un limbo de intocabilidad, sino asumir con valentía los ataques a los que responder a la altura de los tiempos en que vivimos y no con lamentaciones que huele odio y ve complots por todas partes. ¿Tan mala conciencia tienen que son incapaces de imaginar simpatías y adhesiones de buena voluntad? Las personas y las sociedades son tomadas en serio cuando afrontan con realismo y suficiente autocrítica las acusaciones de que son objeto, desmontándolas o asumiéndolas, según sea el caso, con honestidad y transparencia. También aquí habría que aplicar el tan menciona slogan de Juan Pablo II: «No tengáis miedo».

En el caso de la pederastia y del abuso del poder de algunos miembros del clero no se trata de una crítica, ni de un bulo, sino de una larga lista de hechos comprobados, que hacen sentir vergüenza hasta al mismo papa. No es para menos.

En una cuestión tan delicada como este se podría esperar más sabiduría y sensibilidad en hombres, por otra parte, acostumbrados a la dialéctica de los estudios teológicos y canónicos. Pero, a la luz de algunas declaraciones hechas por algunos altos jerarcas, uno está tentado a pensar que no viven en el mundo del común de los mortales, ni tampoco, por desgracia, en el mundo del reino de cielos, que dicen representar, sino en un mundo irreal, siempre a la defensiva, lo que les lleva a proferir algunas declaraciones que rozan la provocación, si tuviesen poder de provocar.

En estos últimos días hemos escuchado y leído algunos de estos despropósitos, que dan verdadera vergüenza ajena. Cómo se puede decir con seriedad y sentido de la realidad que «los enemigos de la Iglesia han encontrado un filón de oro para desprestigiarla», según afirmó hace poco Demetrio Fernández, nuevo obispo de Córdoba.

¿De verdad que el escándalo de la pederastia en la Iglesia católica, con el dolor que supone para miles de victimas, constituye «un placer de demonios», según el mismo prelado? ¿En que mundo vive? ¿Cómo se puede ser tan despectivo con gente, que lejos de ser demonios, ni de sentir el mínimo placer por estos casos que no deberían haber ocurrido, les gustaría oír un mínimo de autocrítica sincera, de arrepentimiento verdadero, empezando por uno mismo, de modo que ese mismo mensaje de arrepentimiento dirigido a los demás puedas resultar creíble?

¿No es él un representante y seguro que predicador del mensaje de penitencia y arrepentimiento?

Escuchando este tipo de argumentos, que se suman a los desmanes cometidos, estos ya irreparables, no así las maneras de afrontarlos y enjuiciarlos ad intra y ad extra, no se preocupe el Sr. Obispo de Córdoba, que no necesita que nadie desprestigie a la Iglesia, se desprestigia, todavía más, por su propia boca. Lo cual, no deja de ser lamentable.

No es noticia que algunos eclesiásticos sean delincuentes, sino que personas dedicadas vocacionalmente a la infancia, a la vida y a la santidad, hayan podido incurrir en delitos tan graves en tantos lugares y durante tanto tiempo.

Nadie duda que haya miles de personas buenas que han gastado y gastan su vida en la noble tarea de la educación y cuidado de la infancia, y todos se duelen porque la institución que debería ser un baluarte de pureza ha demostrado no ser tal, porque cuando más se necesitaba una voz y ejemplo de virtud en un mundo de mentira e injusticia, se ha descubierto el desamparo y la orfandad en que se encuentran las personas de buena voluntad.

No se puede tomar en serio el dolor de los jerarcas católicos por los casos de abusos a menores, cuando en lugar de llorar de vergüenza y vestirse de saco cenizas, en una manifestación colectiva de arrepentimiento renovador, se atreven a justificar lo injustificable vinculando la pedofilia con la homosexualidad como hizo el pasado 13 de abril de 2010 el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone.

«Muchos psicólogos y muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia —dijo—, pero muchos otros han demostrado, me han dicho recientemente, que hay relación entre homosexualidad y pedofilia”. Un despropósito que hace dudar de su capacidad crítica, y de hombre “culto”.

Por si fuera poco, y ayer mismo, 6 de mayo de 2010, el arzobispo de Porto Alegre, Dadeus Grings, ni corto ni perezoso ha explicado el problema de unos cuantos delincuentes implicando a toda la sociedad. «La sociedad actual es pedófila, ese es el problema”. Y a continuación aprovecha para arremeter contra los homosexuales, como si hubiera sido suficiente con las declaraciones de Bertone. En un verdadero delirio surreal informó al diario O Globo, que así como los homosexuales ganaron espacios lo mismo podría pasar con los pedófilos, literalmente: «Cuando la sexualidad es banalizada, es claro que va a alcanzar todos los casos. El homosexualismo es un caso. Antiguamente no se hablaba del homosexual. Y era discriminado. Cuando se comienza a decir que ellos tienen derechos, derecho a manifestarse públicamente, de aquí a poco van a tener derechos los pedófilos».

Con despropósitos como estos es difícil tomarse en serio la ética y la visión de la iglesia católica para un mundo mejor y más justo. Si encuentra difícil y extraño acusar a sus propios hijos, siendo que la labor del pastor y del profeta es precisamente cuidar de los suyos, y reprenderles cuando es necesario —que suele ser con mucha frecuencia—, también debería resultarle difícil y nada caritativo acusar y condenar a quienes está llamado a convencer y salvar llegado el caso. ¿Habrá que recordar el viejo texto bíblico que dice: «Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios», 1 Pedro 4,17?

Alfonso Ropero

http://www.nihilita.com

http://www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=2148&Itemid=1

La Taxa Camarae

La Taxa Camarae

Teofilo Gay

Tarifas Católico-Romanas para la «absolución de pecados»

Durante aproximadamente 10 meses en este sitio web se expuso un artículo sobre la Taxa Camarae, tomando como fuente principal lo registrado en el libro Diccionario de Controversia de Teófilo Gay (de fines del siglo XIX, traducido por Blas Maradei y publicado por Editorial Clie), quien dentro del texto adjudica a León X (Papa entre 1513-1521), listas conteniendo «los distintos precios que deben pagarse para obtener del papa el perdón por cualquier clase de pecados» (pp.391)

Al poco tiempo de expuesto, desde un sitio web católico comenzaron a argumentar acerca de la falsedad e inexistencia de dicha Tarifa de Precios (Taxa). Una interesante tarea realizada por estas personas fue haber dado con algunas de las fuentes citadas por Teófilo Gay. Pues, habiendo tomado conocimiento de ellas, como webmaster y responsable del sitio de Apologética Cristiana “Conoceréis la Verdad” considero adecuado realizar la siguiente

DECLARACION

1. Que si bien Teófilo Gay, en su «Diccionario de Controversia», afirma que el Papa León X (1513-1521) «estipuló» la tarifa simoníaca denominada «Taxa Camarae, las fuentes que cita no lo declararían de manera expresa.

2. No obstante esta aparente carencia de fuente que inculpe directamente al Pontífice Romano mencionado, ha quedado demostrado que las Tarifas de la Cancillería Apostólica («Taxa Camarae») si existieron, y que en manos de la Curia fueron, en muchos casos, instrumento de abusos (ver Claude D’Espence y Henry C. Lea).

3. Que ofrezco mis disculpas a quienes se hayan sentido afectados por la mención de León X como responsable directo de las tarifas simoníacas (Proverbios 12:15). No obstante, vale observar que la misma Enciclopedia Católica reconoce que su pontificado fue «infortunado para la Iglesia».

4. Que nunca fue (ni será jamás) la intención del sitio de Apologética Cristiana «Conoceréis la Verdad» el utilizar el engaño o la mentira consciente como herramienta viable para sustentar CUALQUIERA de sus exposiciones.

También vale aclarar que el sentido original de la publicación del tema «Taxa Camarae» fue exponer una arista más de la corruptela imperante en ciertas prácticas de la Iglesia Católica Romana medieval, y nunca hacer una imputación directa y específica contra la persona del papa León X.

5. Que las variadas expresiones peyorativas y/o insultantes hacia el sitio «Conoceréis la Verdad» en general y a su responsable en particular, recibidas producto del tratamiento del tema , aunque injustificadas, han sido perdonadas, en lo que a mi persona respecta.

(A modo de ejemplo, cito hoy 9/11/02, algunas de las expuestas en el sitio web católico romano Apologética.org, de manera explícita o implícita: «necio, majadero, buhonero, fabulador, calumniador, difamador, ignorante, delirante, falsificador, engañador, charlatán, resentido, sectario, fundamentalista, injurioso, ruin, mentiroso, prejuicioso, autoengañado, ignorante interesado, perezoso mental, arrogante, perverso, hipócrita…»)
6. Que me siento agradecido hacia todos aquellos que, trabajando en este tema, colaboraron para seguir manteniendo el nivel de certeza con el que pretende desenvolverse el sitio de Apologética Cristiana «Conoceréis la Verdad».

Daniel Sapia
Octubre 14, 2002

Actualizado al 27/10/2004: La Declaración ofrecida precedentemente tuvo como finalidad SOLO reconocer que no existen pruebas fehacientes que permitan inculpar directamente al Papa León X con las conocidas tarifas medievales para el perdón de pecados. PERO SOLO ESO (a saber, y lo reitero, la responsabilidad directa y personal en las Tarifas del Papa de turno). Esta aclaración y reconocimiento, entendida como necesaria conforme a lo que había sido aquí mencionado en lo previamente publicado según textos de Teófilo Gay, ha servido para que personas inescrupulosas, exagerando lo sucedido, propaguen la idea de que «Daniel Sapia se la pasa pidiendo disculpas…» (palabras más o menos), cosa que obviamente no es cierto. Es triste ver a estos «paladines de la verdad» siendo los principales verdugos de la misma. Lo mas risueño es que estos mismos individuos no dudarían en lanzar igualmente su crítica si, en lugar de haberse reconocido la imprecisión, se hiciera oídos sordos al asunto, o bien se eliminara directamente todo el artículo. En definitiva: es evidente (ha quedado demostrado) que NADA LES VIENE BIEN. O mejor dicho, cualquier circunstancia, cualquiera, puede ser hallada de utilidad para intentar denostar al ocasional enemigo. No descarto la posibilidad de que estas personas se den cuenta que ellos mismos padecen el mal que dicen combatir…

Reflexión general
por Daniel Sapia
Noviembre 10, 2002

Considero apropiado hacer una personal y breve reflexión general acerca de lo sucedido en el tratamiento del tema «Taxa Camarae».
El motivo central de mi prédica en Internet es extender hasta los confines de la tierra el Evangelio de la gracia de Dios en el sacrificio expiatorio de Su Hijo Jesucristo. Consecuentemente a dicho propósito, expongo al mundo, y en especial al honesto fiel católico romano, el falso evangelio que enseña la Cúpula jerárquica de la Institución Iglesia Católica Apostólica Romana, tarea que no persigue como fin un mero cambio denominacional producto de un vulgar proselitismo religioso, sino la salvación del alma a causa de conocer y seguir el único Camino de regreso al Padre: Jesucristo. (Juan 14:6).
Las vicisitudes históricas vividas por los componentes de la Iglesia católica romana (incluidos León X, Pío XII, Juan Pablo I, Adriano IV, etc.) guardan un carácter meramente complementario y secundario , y no forman parte de lo realmente medular de mi exhortación evangélica.
Para que quede más claro: aún si en la historia de la Iglesia Católica Romana el comportamiento humano y social de todos sus ministros hubiera sido intachable (que no lo fue, ni cerca), el mensaje central y mis ansias de predicarlo serían exactamente los mismos que ahora, ya que no dependo de aferrarme a traspiés de sus humanos componentes, sino, como dije anteriormente, al falso evangelio que ella enseña (con o sin Eugenio Pacelli, Juan de Médicis, Nicolás Breakspeare, Hipólito Aldobrandini, etc.).
No obstante, respecto al Papa León X, es interesante leer lo que afirman en la propia Enciclopedia Católica acerca de él:

«El único posible veredicto acerca del pontificado de León X es que fue infortunado para la Iglesia…»

«The only possible verdict on the pontificate of Leo X is that it was unfortunate for the Church. Sigismondo Tizio, whose devotion to the Holy See is undoubted, writes truthfully: «In the general opinion it was injurious to the Church that her Head should delight in plays, music, the chase and nonsense, instead of paying serious attention to the needs of his flock and mourning over their misfortunes». Von Reumont says pertinently-«Leo X is in great measure to blame for the fact that faith in the integrity and merit of the papacy, in its moral and regenerating powers, and even in its good intentions, should have sunk so low that men could declare extinct the old true spirit of the Church.»
http://www.newadvent.org/cathen/09162a.htm

Resumiendo
Con lo cual, y finalizando, aprendí que debo ser más prudente con los temas que expongo en el sitio «Conoceréis la Verdad», ya que un mero detalle de alguna cuestión histórica puede ser utilizado por personas inescrupulosas para desplegar un manto de duda y cuestionamiento hacia todo el resto de las exposiciones del sitio, especialmente a manos de aquellos que predican y exigen honestidad, pero resulta difícil comprobar que la practican.

Texto original de Teófilo Gay (Diccionario de Controversia)
Texto de Claude D’Espence, citado por Teófilo Gay
Conceptos sobre el tema del autor Henry Charles Lea
Indulgencias y sus reales abusos

Teofilo Gay

http://www.conocereislaverdad.org/Taxa.htm

LOS PECADOS DE LA LENGUA

LOS PECADOS DE LA LENGUA

Por Billy Graham

Para que no nos acontezca lo que la palabra de Dios nos dice: “Mi pueblo perece por falta de conocimientos” Oseas 4:6

Uno de los pecado de la lengua que prevalece en todo el mundo y que es la raíz de muchos de nuestros problemas actuales es el pecado de la mentira. Los Diez mandamientos condenan el falso testimonio y el Señor ordenó directamente a Moisés y al pueblo de Israel que no mintieran los unos a los otros. El apóstol Pablo hace eco de la misma palabra cuando dice: “no os engañéis”. La Biblia entera condena la mentira como uno de los pecados más graves. Pone la mentira lado a lado con el asesinato y el adulterio. Se han dicho mentiras en las campañas políticas de las cuales serán responsables los jefes de la política ante el juicio de Dios. Se hacen promesas que los que las hacen jamás intentaban cumplir y sólo las hacían para ganarse los votos y la influencia de los delegados o del pueblo. ¡Qué Dios tenga misericordia de ellos! ¿Cómo podremos limpiar el mundo de tanta infección de mentira?

La mentira no se relega solamente al campo de la política. Existe en la esfera de los negocios y en los intercambios sociales. A cuántas personas he oído contar, sin ruborizarse, las mentiras que han dicho para poder salir con ventaja de algún aprieto. Muchos cristianos son culpables de mentir. Algunas personas harán un esfuerzo para no mentir, pero si las circunstancias se vuelven comprometedoras, muchos no vacilarían en tomar el camino de la mentira para salir de su dificultad, considerando ellos que han escogido entre el menor de los males; el otro mal sería, según su opinión, las consecuencias que vendrían de admitir la verdad. A todo cristiano se le dice que él debe evitar la mentira y tener desconfianza de los que la practican.

Muchas personas han preguntado ¿qué es lo que es una mentira? Una mentira es cualquier clase de engaño premeditado. Si no hay un intentado engaño entonces no es mentira; pero si se hace el esfuerzo en dejar una impresión contraria a la verdad pura, entonces se está mintiendo. Cuán innumerables son las falsedades perpetradas cada día en los negocios y en las relaciones sociales. Con palabras, miradas y acciones, los hombres traman el dejar impresiones sobre otros, por razones egoístas, que son contrarias a la verdad.

Si usted es culpable de mentir, yo oro a Dios porque usted lo confiese y deje de mentir desde hoy. La Biblia nos avisa que el que se da al falso testimonio no dejará de ser castigado, y el que habla mentira no escapará. Jesús dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15:19,20). En otras palabras, Jesús pone el mentir lado a lado con todos estos terribles pecados.Otro pecado de la lengua que prevalece entre los cristianos es el pecado de criticar. Vamos por todas partes sacando las pajas de los ojos de nuestros hermanos cuando tenemos vigas en los nuestros. Jesús dijo: “No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” (Mateo 7:1,2). Y agregó: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (Mateo 7:5) Este consejo de Cristo no quiere decir que no debemos darnos cuenta de la maldad ajena, sino que debemos contender primero con el mal proceder en nuestra propia vida. Hay muchos cristianos que no se atreverían a hacer ciertas cosas mundanas, pero al mismo tiempo están llenas de orgullo, de chismes, de malicia y pecados del espíritu que son cosas mucho más mundanas y pecaminosas ante los ojos de Dios que algunas de las faltas visibles. Mundanalidad es cualquier cosa que se interpone entre el cristiano y Dios. Otro pecado de la lengua es el murmurar. La Biblia dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas.” (Filipenses 2:14) El único remedio que yo he encontrado para el murmurar es el orar sin cesar.

Otro pecado de la lengua es el lenguaje obsceno. La Biblia nos dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.” (Efesios 4:29) En otras palabras no permitas ninguna palabra obscena salir de tu boca. Los cuentos impuros y lo chistes ambiguos que se encuentran por todas partes deben ser evitados por los cristianos como si fuera una peste. Los problemas del mundo se pudieran resolver de la noche a la mañana si el mundo pudiera tener la victoria del dominio sobre la lengua. Supongamos que no existiera la ira, que no existiera la blasfemia y que no existiera la mentira ¾ que todos dijeran la verdad en cada palabra, que nadie murmurara o se quejara; supongamos que nadie hablara asquerosa y suciamente ¾ ¡Qué diferente sería el mundo! La Biblia dice: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz.” (Santiago 3:16-18)
Si usted es culpable de estos pecados, yo le ruego que venga a Cristo, confesando y dejando sus pecados, y pidiendo perdón. La Biblia dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9) En este momento usted puede arreglar cuentas con Dios. Puede entregar su corazón y su lengua a Cristo. Hoy, puede usted darle toda su personalidad a Cristo y así nacer de nuevo. Usted puede tener el poder sobrenatural del Espíritu Santo que le puede dar la victoria sobre la lengua.
Los que hacen de la mentira su refugio un  ministerios escribió: “Desde la caída de Adán, la naturaleza de todo ser humano pasó a ser una de pecaminosidad. Cada persona manifiesta su naturaleza caída de diferentes maneras, y “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Santiago 1:14-15. Uno de los pecados más frecuentes y comunes en casi todos es la mentira, desde la famosa y muy mal llamada mentira “blanca” hasta la murmuración malintencionada y la calumnia.
Algunos aman tanto el mentir, que con su boca bendicen pero maldicen en su corazón. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17:9.

Hay quien recurre a la mentira para evadir una verdad que no puede o no quiere enfrentar. Otros la tienen como juego, cediendo por hábito a las “inocentes” e hirientes bromas. Algunos echan mano de ella con premeditación con la sola intención de engañar a los demás. Están los que se ciñen a ella por escapar de un momento embarazoso, el cual no se atreven enfrentar por temor al menosprecio o al castigo. Otros tienen como hábito justificar todos sus errores mintiendo.
Hay los que piensan que mentir es nada porque ya es tan parte de su vida que no ven en ello ningún mal. Y aún están aquellos tan acostumbrados a mentir que hasta ellos mismos se creen sus propias mentiras. Carece de integridad, sinceridad, honestidad, rectitud y temor de Dios el que ha hecho de la mentira su refugio.
En una ocasión, Jesús, dirigiéndose a los judíos que querían matarlo porque hablaba verdad, les dijo: “Ustedes son de vuestro padre, el diablo, y los deseos de vuestro padre quieren hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Juan 8:44. O sea, que todo aquel que dice y hace mentira está siguiendo las insinuaciones y cediendo a la voluntad del diablo, el mentiroso por excelencia y padre de toda mentira. Es necio y negligente el que ha hecho de la mentira su estilo de vida, aunque esto lo haga esporádicamente y recurra a ello de vez en cuando y cada cierto tiempo. El mentiroso enfrenta y resiste a Dios que es la verdad y acarrea para sí mismo maldición. “Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento” Proverbios 12:22 “He aquí, el impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y dio a luz engaño” Salmo 7:14Seis cosas aborrece Jehová, y aún siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos. Proverbios 6:16-19 “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” Ap. 21:8 Es triste y preocupante saber que tantos suben a la mentira por no darle a la verdad la importancia que tiene, pero más doloroso y frustrante es el conocer que algunos que se llaman cristianos y que se supone hayan nacido de nuevo y hayan dejado atrás su vieja manera de vivir, todavía se cedan a tan peligroso hábito que en nada les edifica y que por el contrario les daña, pone en tela de juicio su testimonio y contrista y apaga al Espíritu Santo afectando seriamente su relación con Dios. “No se mientan unos a otros, habiéndose despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” Colosenses 3:9-10. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.” Efesios 4:22-25 “Huyamos, pues, de tan pecaminosa mala costumbre, crucificándola ahora mismo en la cruz, y tomando la firme decisión de no volver a subir a ella, ocupándonos así de nuestra salvación con temor y temblor. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:15-16.
“Dios es luz, y no hay ninguna tiniebla en Él. Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. 1 Juan 1:5-10 “De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.” Salmo 119:104“El justo aborrece la palabra de mentira; mas el impío se hace odioso e infame. La justicia guarda al de perfecto camino; mas la impiedad trastornará al pecador” Proverbios 13:5-6.

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Pecados religiosos

Pecados religiosos

[1]Una vez enumerados los pecados que puede cometer una persona contra su propio cuerpo, Pablo vuelve su atención hacia aquellos que son contra Dios: la idolatría y la hechicería o brujería. Aun cuando estos pecados se practiquen por ignorancia, invitan a los espíritus religiosos malignos a entrar en contacto con las vidas de los individuos que se mezclan en ellos. En una sección posterior de nuestro estudio tendremos ocasión de ocuparnos de ellos; por el momento vamos a trazar la historia bíblica y la naturaleza de la idolatría y la hechicería, considerándolas principalmente como manifestaciones de las obras pecaminosas de la carne.

Idolatría

La palabra idolatría viene del griego eidololatría, que es un compuesto de la palabra eídolon, «ídolo» y latreía, «adoración» o «servicio». Fung dice que idolatría debe su significado, aunque no su origen como palabra, a estos dos términos. Y del tratamiento escueto hecho en su comentario sobre Gálatas del carácter de la idolatría, extraigo los diez hechos siguientes acerca del tipo que existía en la época del Nuevo Testamento:

1. Era un pecado «típico de los gentiles».

2. Se oponía por completo «al culto del “Dios vivo y verdadero”» (1 Tesalonicenses 1.9).

3. Su error fundamental consistía en honrar y dar «culto a las criaturas antes que al Creador» (Romanos 1.25; cf. vv. 19–23).

4. El término «ídolos» podía referirse a las imágenes de los seres divinos (Hechos 7.41; Apocalipsis 9.20) o a los dioses que se escondían tras esas imágenes (1 Corintios 8.4, 7; 10.19).

5. El término idolatría comparte esta «ambivalencia en su significado». Podía referirse a la adoración del ídolo mismo como un dios o del ser espiritual representado por el ídolo. Ambas cosas son idolatría y están prohibidas por Dios (Éxodo 20.3–5). También tanto la una como la otra invitan a los espíritus religiosos malignos a dar a conocer su presencia.

6. Pablo considera a los ídolos como «meras cosas inexistentes, y al mismo tiempo reconoce las fuerzas demoníacas que acechan tras de ellos, de manera que participar en una fiesta sacrificial pagana es hacerse partícipes con los demonios» (1 Corintios 10.19–21).

7. Debido a esta dimensión demoníaca de todas las formas de idolatría, Pablo amonesta a los creyentes a apartarse de ella (1 Corintios 10.14; cf. v. 7; 5.11; Efesios 5.5; Colosenses 3.5). Si los misioneros pasan por alto o no disciernen esta dimensión demoníaca de la idolatría, tendrán graves problemas, tanto en la evangelización de los idólatras como en lo relativo a guiar a los nuevos convertidos a la victoria en Cristo. Habrán de producirse tanto choques de poder como de verdad.

8. En la Biblia, la inmoralidad sexual y la idolatría están muy conectadas. A menudo es también el caso hoy en día, como lo demuestran los símbolos fálicos en los templos de la India.

9. A consecuencia de ello, el típico adorador de ídolos de los tiempos bíblicos cometía tanto un pecado religioso como sexual siempre que participaba en determinadas ceremonias religiosas. Y esto era cierto en particular cuando la religión incluía la prostitución cúltico-ritual, como el culto a Afrodita, la diosa del amor de Corinto.

10. En el sentido más amplio de la palabra, «idolatría es rendir culto a cualquier cosa que usurpe el lugar que sólo Dios merece». Pablo habla de la «avaricia, que es idolatría» (Colosenses 3.5).

La idolatría en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento tiene mucho más que decir acerca de las prácticas idolátricas del mundo pagano circundante que el Nuevo. La idolatría del Nuevo Testamento no era más que un desarrollo posterior de lo que comenzó en el mundo antiguo. Para hablar de este tema me apoyaré en dos estudios panorámicos magistrales de la idolatría: el primero lo hace P. H. Garber en la International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia Bíblica Internacional]; y el segundo, F. B. Huey, hijo, en the Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible.

Garber examina en primer lugar el término ídolo y luego idolatría. Y ya que estamos enfocando el tema desde una perspectiva bíblica y no de religiones comparadas, utilizaremos muchas citas de la Escritura. P. H. Garber comienza con una larga lista de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamentos que se utilizaban para referirse a los ídolos y la idolatría. Existen unos veinticinco términos hebreos para la primera palabra y cuatro para la segunda. El Nuevo Testamento se limita a unos pocos términos básicos tanto para el concepto de ídolos como para el de idolatría. Examinemos los cinco más corrientes.

En primer lugar tenemos eídolon, la palabra utilizada con más frecuencia para ídolos y «algunos términos de la misma familia». En segundo lugareidolóthyton, que se emplea de manera específica para la carne sacrificada a ídolos. En tercer lugar está eidololatría, la palabra que ya consideramos en Gálatas 5.20, se utiliza también en la polémica bien desarrollada de Pablo contra los ídolos y la idolatría en 1 Corintios 10.7–33. En cuarto lugar tenemos kateídolos, que aparece sólo en Hechos 17.16, en el contexto del difícil ministerio del apóstol en Atenas, cuando vio «la ciudad entregada a la idolatría».

Y por último, está la palabra eikónos, que se utiliza en Romanos 1.23: una de las condenas más firmes que hace el apóstol Pablo de toda idolatría y adoración de imágenes. Allí el apóstol dice que la humanidad en general cambió «la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen (eikónos) de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles».

Garber explica que una palabra hebrea empleada para los ídolos se deriva de zana, que significa «tener relaciones sexuales ilícitas. Sus connotaciones sexuales sugieren la participación de prostitución idolátrica, una característica habitual de la adoración pagana cananea (y más tarde de los cultos grecorromanos)».

En el Antiguo Testamento, los peligros de los ídolos y la idolatría constituían la mayor preocupación para Dios y los líderes por Él nombrados. Incluso la firme prohibición de los matrimonios mixtos con los pueblos paganos de la tierra de Canaán se debía primordialmente a la corrupción religiosa y moral que esta práctica podía traer y trajo a Israel.

La terrible destrucción de las ciudades y los pueblos de Canaán por los judíos, ordenada por Dios, resultaba esencial a causa de la entrega completa de aquellos pueblos a la idolatría y las increíbles prácticas religiosas y morales asociadas con ella. Dichas prácticas incluían orgías sexuales cúlticas, tanto heterosexuales como homosexuales, y lo más horrible de todo: sacrificios humanos. Al principio los adoradores sacrificaban a sus propios hijos. El abuso ritual satánico (ARS) de niños en el satanismo moderno y en las sectas satánicas tan extendidas por los EE.UU. y otras partes del mundo occidental, parece estar relacionado con un avivamiento popular del paganismo antiguo enraizado en aquellas prácticas antiguas y malignas.

Garber dice que la familiaridad de los hebreos con las diversas formas de idolatría y con los dioses extranjeros se debió a varios factores. Uno decisivo fue el origen pagano del propio Israel (Génesis 11–12.3). La familia de Abraham era idólatra, es probable que fueran adoradores de Sin, el dios luna. Algunos de los centros de culto más importantes de esa divinidad estaban en Ur y en Harán, las ciudades donde se crió el patriarca.

El segundo factor fue la geografía de Palestina en los tiempos veterotestamentarios. Israel se codeaba con pueblos totalmente dados al politeísmo y la idolatría en algunas de las formas más perversas que hayan existido nunca. Los principales eran los sirios, los fenicios, los egipcios, los filisteos y los cananeos. Estos últimos abarcaban a una amplia variedad de pueblos cuyos nombres terminaban en «eos» (Deuteronomio 7.1), pero que a menudo se incluían en el término «amorreos» (Génesis 15.16).

La Tierra Prometida estaba situada en la principal ruta comercial y militar que unía Egipto, en el Sur, con Mesopotamia, en el Norte. Los hititas, los sirios, los babilonios, los asirios y los egipcios atravesaban la tierra de Palestina de un extremo a otro tanto para fines comerciales como guerreros. Si a esto añadimos los cuatrocientos años que Israel pasó en una de las naciones más idólatras de la historia, Egipto, los judíos se vieron expuestos a toda forma de idolatría y de sincretismo religioso existentes.

En cuanto a la batalla de Israel contra la idolatría y el sincretismo idolátrico, no falta material en el Antiguo Testamento que nos la narre. Dicha batalla comienza en el Génesis y continúa hasta los profetas menores, especialmente Oseas, Amós, Miqueas, Habacuc y Sofonías.

Para los protagonistas del monoteísmo ético hebreo, los peores pecados del pueblo de Dios eran la idolatría y el sincretismo idolátrico; es decir, combinar el culto a Yahvé con elementos del paganismo. Esto casi siempre incluía actividad ritual erótica bien de un tipo bien de otro.

El mayor pecado de Israel era el sincretismo y no tanto el rechazo abierto de Yahvé. La nación adoraba a otros dioses junto con el Dios verdadero; sincretismo que incluía hacerse imágenes de esos dioses y otras que representaran a Yahvé, inclinarse a ellas y adorarlas.

Eso fue lo que ocurrió con la adoración del becerro de oro después de la salida de Egipto (Éxodo 32). Una vez terminado el mismo, los líderes del pueblo proclamaron: «Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto[ … ] Y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová» (Éxodo 32.4–5). Todo Israel sabía que había sido sólo Yahvé quien los había sacado de Egipto. El becerro debía ser por lo tanto una imagen o un símbolo de Él.

El Decálogo (Éxodo 20.3–5; Deuteronomio 5.7) prohibía a los judíos hacerse ningún objeto de culto o imagen. No debían inclinarse a ellas ni honrarlas. Y ya que impedía hacer cualquier imagen «de lo que esté arriba en el cielo» (v.4), el mandamiento tenía también que ver con toda imagen física o símbolo de Yahvé. Sin embargo aquello no excluía el arte religioso. Se les dijo que colocaran querubines sobre el arca del pacto; pero no tenían que postrarse ante ellos ni venerarlos de ninguna forma (Éxodo 25.18–22).

No parece que hubiera ningún período en la historia de Israel en el cual el pueblo estuviera libre de la atracción de la idolatría ni del sincretismo idolátrico. Estas cosas se dieron durante la etapa de los patriarcas (Génesis 31) y mientras Israel estaba en Egipto (Josué 24.14; Ezequiel 20.1–32; 22–23).

Más adelante, aunque salieron de Egipto, Egipto no salió de ellos; y justo cuando se disponían a entrar en la Tierra Prometida, su adicción a la idolatría y la inmoralidad que ésta implicaba les hizo «fornicar con las hijas de Moab». Los moabitas los invitaron «a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a ellos. Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel» (Números 25.1–3).

Este fue el suceso culminante de idolatría, inmoralidad y rebeldía contra Dios desde que salieron de Egipto. Y fue entonces cuando Dios juzgó a la nación manteniéndolos fuera de la tierra hasta que toda la generación rebelde, excepto Josué y Caleb, murió en el desierto (Número 26).

Por último, justo antes de que la nueva generación entrase en la Tierra Prometida bajo el mando de Josué, Moisés les dio su largo mensaje de despedida (Deuteronomio 1–33). Y una parte importante de dicho mensaje versó sobre no hacerse ninguna imagen de Jehová ni de ningún otro tipo. Tampoco debían contraer matrimonios mixtos con las naciones del país. Los pasajes de Deuteronomio 4.15–20 y 7.1–6 son ejemplos excelentes de las apasionadas advertencias de Moisés:

Y no emparentarás con ellas [las naciones]; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo.

Porque desviarán a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto.

Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego (Deuteronomio 7.3–5).

Moisés afirmó además que cualquier persona que intentase seducir la fe de un judío para guiarle a la idolatría o al sincretismo debía ser ejecutada (Deuteronomio 13.6–16) y cualquier judío que adorase a algún otro dios distinto de Yahvé, o le sirviese, también debía ser muerto (Deuteronomio 17.1–7).

Huey escribe que los judíos:

[ … ]no obedecieron a las amonestaciones de Moisés en cuanto a destruir a la gente por completo, sino que se establecieron entre ellos. Continuaron adorando a los dioses extranjeros que habían traído de Egipto (Josué 24.14, 15, 23) y fueron también seducidos por los de los cananeos una vez que se hubieron asentado en el país (Jueces 2.11–13; 6.25–32; véase también Jueces 17–18).

La continua rebelión de Israel contra Dios y su contemporización con la idolatría y el sincretismo no hace sino empeorar en el resto del período histórico y en el profético. Samuel tuvo que luchar contra ella durante toda su vida (1 Samuel 7.3–4). Garner escribe al respecto:

La tensión entre la idolatría y el espíritu esencial de la religión israelita está reflejada en la protesta profética temprana de Samuel, cuando dice: «Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación» (1 Samuel 15.23). En esta afirmación, Samuel coloca la desobediencia a Dios y la idolatría en la misma categoría. En último análisis, la idolatría era rebelión, ya que constituía una violación de los mandamientos de Dios.

El período más brillante fue durante el largo reinado de David. Sin embargo, su hijo Salomón, que comenzó muy bien, en su vejez fue arrastrado a las peores formas de idolatría y paganismo por sus muchas mujeres (1 Reyes 11.1–9). Llenó sus jardines reales de repulsivas imágenes de los dioses de sus esposas y concubinas, y Dios tuvo que juzgarle y arrancarle de la mano diez de las doce tribus de Israel (1 Reyes 11.11s).

Jeroboam se convirtió entonces en el líder de las diez tribus separadas, a las que ahora se llamó Israel. Él también parecía empezar con buen pie (1 Reyes 11.26–40), pero pronto erigió dos becerros de oro, uno en Bet-el y otro en Dan, y obligó al pueblo a que adoraran allí en vez de ir al templo de Jerusalén (1 Reyes 12.25–14.19). De ahí en adelante se le llegó a conocer en la historia de Israel como «Jeroboam, el que hizo pecar a Israel».

Roboam, el hijo de Salomón, no fue mejor que él. También hizo que Judá pecara (1 Reyes 14.21–24). El escritor bíblico revela que bajo este rey, no sólo construyó Judá para sí misma lugares altos, estatuas e imágenes de Asera [símbolos de diosas asociadas con la fertilidad y la sexualidad] en todo collado alto, sino que «hubo también sodomitas [prostituto/prostitutas religiosos] en la tierra, e hicieron conforme a todas las abominaciones de las naciones que Jehová había echado delante de los hijos de Israel».

De allí en adelante, hasta el tiempo del exilio babilónico, la historia de Israel y Judá se caracteriza por una guerra espiritual continua e intensa. Tal guerra había sido muy fuerte durante toda la existencia del pueblo desde el momento de su salida de Egipto, pero ahora Israel se comprometía por entero en las maldades de la carne, el mundo y el diablo. Todos sus líderes eran perversos, sobre todo Acab y Jezabel (1 Reyes 16.29–22.40; 2 Reyes 9).

Al principio Judá permaneció más fiel al pacto que Israel. Aunque algunos de sus reyes anduvieron en los pecados de las otras diez tribus, otros hicieron volver al pueblo a Dios, destruyeron los ídolos y abolieron la prostitución idolátrica y los sacrificios de niños. Los avivamientos más notables tuvieron lugar bajo los reinados de Ezequías (2 Reyes 18–20) y Josías (2 Reyes 22–23.28).

Sin embargo estos avivamientos llegaron demasiado tarde, y Judá se envileció tanto como Israel; por esta razón Dios determinó que ellos también irían a la cautividad babilónica (2 Reyes 24–25) a causa de su idolatría, inmoralidad y rebelión contra Él. Esta fue la derrota final de Judá en su larga historia de guerra espiritual.

Durante este período, los profetas combatieron la idolatría y los males asociados a ella. En primer lugar lo hicieron los profetas predicadores tales como Elías y Eliseo; luego los profetas escritores. Desde el siglo VIII a.C., y a lo largo de todo el exilio, dichos profetas hablaron y escribieron la Palabra de Dios con valentía y pasión.

Oseas denunció la terca infidelidad física y espiritual de Israel (Oseas 2.16, 17; 8.4–6; 13.2). Amós habló contra los lugares altos cananeos que existían entre el pueblo y el culto a las imágenes por parte del pueblo de Dios. Isaías se lamentó de la idolatría de Israel.

Sofonías «advirtió contra la adoración a las deidades astrales, contra Milcom y contra las supersticiones paganas (Sofonías 1.2–9)», dice Huey. «Habacuc pronunció ayes sobre los que adorasen a un dios que hubieran hecho con sus propias manos (Habacuc 2.18–19). No hubo otros profetas que combatieran las apostasías de Judá con más vehemencia que Jeremías y Ezequiel, este último denunciando ardientemente los sacrificios de niños a los dioses» (16.20–21).

Luego vino el período postexílico: Esdras, Nehemías y Malaquías se opusieron con vigor a cualquier matrimonio de judíos con extranjeros, y aquellos que ya lo habían contraído tuvieron que dejar a sus esposas paganas. El pueblo respondió, y al final aprendieron la lección de su historia pasada. Escribiendo acerca del período intertestamentario, Huey dice:

En el siglo II a.C., los reyes seléucidas de Palestina intentaron revivir el culto a los dioses locales de la fertilidad y las deidades helenísticas. Antíoco IV Epífanes (175–164 a.C.) promulgó un edicto estableciendo una religión para todos sus súbditos. Erigió un altar a Zeus sobre el del holocausto en el templo de Jerusalén. Exigió de los judíos que tomaran parte en las fiestas paganas bajo amenaza de muerte. Sus opresivas medidas produjeron la revuelta de los Macabeos, la cual dio como resultado un breve período de libertad religiosa y política para los judíos.

Garber comenta: «Nunca más volvieron los judíos a tomar en serio la idolatría. Antes bien, el culto a los ídolos se convirtió para ellos en un asunto de sátira y ridiculización semihumorística (cf. Bel y el Dragón)».

La idolatría en el Nuevo Testamento

Todo el mundo del Nuevo Testamento se hallaba sumergido en la idolatría y en la inmoralidad sexual que ésta conlleva. La prostitución sagrada estaba por todas partes. Algunos de los ritos religiosos paganos eran incluso más inmorales que aquellos de las naciones paganas del Antiguo Testamento, incluyendo a los cananeos. Roma gobernaba al mundo, pero la cultura griega dominaba. Grecia tenía su panteón de dioses mayores y sus innumerables deidades y espíritus menores. Los romanos adoptaron como suyo el panteón griego y le añadieron su propio laberinto de divinidades y espíritus inferiores, así como aquellos de todos los pueblos conquistados.

A esto vino a sumarse el culto al Emperador y más tarde los cultos de misterios. Dioses, diosas y espíritus, tanto buenos como malos, estaban por todas partes y lo penetraban todo. La religión abarcaba desde el politeísmo y henoteísmo hasta el animismo y el panteísmo. Siempre que la gente honrara también a los dioses del panteón grecorromano y venerase, y más tarde adorase, al Emperador, podía creer lo que quisiera y hacer lo que deseara en el culto excepto sacrificios humanos. Los romanos mataban a menudo a quienes ellos querían y cuando querían, pero los sacrificios humanos directos no formaban parte de su cosmovisión religiosa.

Al emerger como salía del ferviente monoteísmo de un Israel postexílico, la iglesia cristiana primitiva, aunque nacida en un mundo tan idólatra, tenía fuertes raíces monoteístas y opuestas a la idolatría. Por lo tanto, aunque existía y constituía siempre una amenaza, ya no resultaba tan peligrosa como lo había sido para el pueblo de Israel antes del exilio .

Los miembros de la iglesia que vivían en comunidades paganas recibieron sus primeras advertencias acerca de la contemporización idolátrica, de los líderes de la iglesia primitiva que se habían reunido en el gran concilio relatado en Hechos 15 (vv. 26–29). Lucas describe el encuentro de Pablo con la idolatría y el paganismo en Hechos 13–20.

El apóstol tuvo que tratar el problema de los convertidos gentiles y el comer carne sacrificada a los ídolos en 1 Corintios 8.1–13 y 10.14–22. Y aunque negaba que los ídolos tuvieran ninguna existencia real en sí mismos (1 Corintios 12.2; Gálatas 4.8; 1 Tesalonicenses 1.9), sabía que la participación en el culto ofrecido, incluso por ignorancia, significaba tener parte con los demonios (1 Corintios 10.20–21). Por lo tanto reconocía plenamente las dimensiones de guerra espiritual demoníaca de la idolatría.

También el apóstol Juan advirtió a los creyentes contra la idolatría (1 Juan 5.21). El libro de Apocalipsis tiene mucho que decir sobre la misma, tanto en relación con las iglesias como con los incrédulos.

Apocalipsis 2–3 habla de la idolatría y de la morada de Satanás entre las iglesias de Asia. En el capítulo 9, versículo 20, dice que todos los incrédulos, de un modo u otro, participan de la adoración a los «demonios» y a «las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver ni oír ni andar», citando el Salmo 115.4–7. Ese mismo libro advierte contra la adoración de la imagen de la bestia y promete la gloria a aquellos que se niegan a darle culto (Apocalipsis 13.14–15; 14.9–11; 20.4).

Para terminar, cito el libro de F. B. Huey WHy Idolatry Is Condemned in the Bible [Por qué la Biblia condena la idolatría].

[La idolatría] niega la existencia del verdadero Dios que creó el mundo y a la humanidad, y cuya gloria no puede ser representada adecuadamente de ninguna manera tangible. Resulta absurdo que una persona pueda tallar un ídolo con sus propias manos y luego tener miedo de lo que ha hecho, o utilizarlo como un objeto de culto … Una representación visible de la deidad tiende a limitar el concepto que la persona tiene de Dios, ya que de manera consciente o inconsciente basará dicho concepto en la imagen o el cuadro que ve.

Finalmente, el hombre acaba por ser como aquello que adora (Oseas 9.10). Si su dios no tiene vida y es frío, no puede darle ni esperanza ni consuelo real algunos. Sólo el Dios vivo y verdadero puede satisfacer la esperanza de vida eterna.

Hechicería o brujería

Ahora debemos considerar la segunda clase de pecado religioso contra el cual Pablo advierte una y otra vez que luchamos. El término griego es extraño: pharmakeía, que se traduce por «hechicería» o «brujería». Fung dice que esta palabra en principio «indicaba el uso médico de drogas». El término farmacia procede de esta palabra. Vine explica que «en primer lugar se refería al uso de la medicina, drogas y encantamientos, y luego [tomó el sentido] de envenenamiento, brujería (o) hechicería».

Según lo afirma el catecismo de la iglesia católica, «con la Magia yhechicería, se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son mas condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. CIC 2117»[2]

Enseguida hace otro comentario. Antes de afirmar que posteriormente la palabra se aplicó a la brujería y la hechicería, expresa:

En la hechicería, el uso de drogas, sencillas o fuertes, iba acompañado por lo general de encantamientos e invocaciones a los poderes ocultos mediante diversos hechizos, amuletos, etc., supuestamente ideados para guardar al solicitante o paciente de la atención y el poder de los demonios, pero en realidad era para impresionarlo con los misteriosos recursos y poderes del hechicero.

Ronald Fung afirma paralelamente a las perspicaces palabras de Vine, y añade que el valor de los libros de artes mágicas que quemaron los cristianos efesios «son un testimonio elocuente del predominio de tales prácticas en aquellos tiempos» (Hechos 19.19; cf. 8.9–11; 13.8–10) a pesar de que la hechicería era un delito grave según la ley romana».

Resulta difícil encontrar la palabra idónea para lo que Pablo está condenando aquí. La mayor parte de las traducciones varían entre «brujería» y «hechicería», inclinándose más por esta última. Tal vez el término más amplio de «ocultismo» sería más apropiado, ya que la práctica en cuestión, en tiempos del Nuevo Testamento, abarcaba la mayoría de lo que hoy se realiza en las distintas ramas de las artes ocultas: hechicería, brujería, espiritismo, adivinación, magia, encantamientos, maldiciones y prácticas relativas a los médiums para entrar en contacto con los espíritus de personas muertas y proyección astral o espiritual.

Esta actividad de la carne en la esfera espiritual abarca por lo menos nueve áreas:

1. Cualquier clase de práctica que tiene como meta entrar en contacto con el mundo espiritual (ángeles, espíritu [fantasmas] de muertos y otros) con propósitos egoístas, tales como la furia del «channeling» (canalización) popularizada por la actriz Shirley MacLaine.

2. Intentar lo anterior incluso sólo por curiosidad.

3. Tratar de manipular el mundo espiritual para que haga lo que uno quiere.

4. Intentar obtener conocimiento del mundo espiritual fuera o más allá de lo que Dios ha revelado en su Palabra.

5. Conseguir poder del mundo espiritual sobre la vida propia, la de otros y/o sobre las circunstancias y acontecimientos de este mundo.

6. Conseguir poder del mundo espiritual para hacer el bien a uno mismo u otros, como por ejemplo: sanar, mejorar las finanzas u obtener placeres; o para dañar a quienes obstaculizan el bien que uno desea y busca.

7. Obtener protección de los buenos espíritus contra los espíritus malos y perversos.

8. Entrar en contacto con los espíritus [fantasmas] de los muertos.

9. Entrar en contacto o servir a Satanás en oposición al verdadero Dios o al Señor Jesucristo, por el motivo o idea, cualquiera que sea, que uno tenga sobre la persona y actividad del diablo.

La hechicería incluye la esfera de la magia (no la prestidigitación), es decir, el uso de drogas, salmodias y rituales que poseen en sí mismos poder para producir los resultados deseados o los cambios que se quieren obtener en las personas, circunstancias o acontecimientos, tanto «magia» negra como blanca.

Si los creyentes sinceros quebrantan las normas bíblicas buscando experiencias espirituales, incluso si con sinceridad las buscan del Espíritu Santo, pueden ser engañados por espíritus que falsifiquen al Espíritu de Dios y sus dones (2 Corintios 11.4; Gálatas 1.8; 1 Juan 4.1–4).


Fuentes:

[1] Murphy, Dr. Ed, Manual de Guerra Espiritual, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.

[2]http://www.corazones.org/moral/10_mandamientos/mandamien

¿Qué hacemos con un abusador?

Respondiendo de manera Bíblica a los conflictos- julio 2009

¿Qué hacemos con un abusador?

Para escuchar este artículo en formato mp3 ir a este enlace.

Artículo escrito por Roger Oliver

Estimado(a) Lector/a:

¿Por qué pedir a una persona que ha abusado sexualmente a otros deje de congregarse en la iglesia? Normalmente hay dos posturas. Algunos se preocupan por la protección de los hermanos en la iglesia. Otros se preocupan por el perdón y la restauración de un hermano caído. La pregunta teológica en el perdón y la restauración de tales personas es ¿cómo se relacionan la santificación y la justificación en la vida de la iglesia y la recepción y gobernación de sus miembros?

Por un lado, no recibirles es equivalente a negar la justificación del evangelio para todos nosotros. Sin embargo, tiene que afirmar el temor del riesgo de caer otra vez. La santificación del evangelio es un proceso que aplica a todos nosotros. El amor del evangelio no elimina la sabiduría del evangelio y la necesidad de discernir.

Para la mayoría de los que batallan con el pecado sexual es difícil superar sus hábitos destructivos. Si nadie los ayuda, es probable que tarde o temprano van a lastimar a otros. En otras palabras, si nosotros en la iglesia esquivamos a estas personas, estamos incrementando la probabilidad de que otros salgan lastimados eventualmente.

Veamos estas situaciones como oportunidades de romper el ciclo destructivo del pecado sexual, por lo menos en la vida de una persona, y aumentar la probabilidad que jamás va a lastimar a otra persona. Creemos que la mejor manera para lograr este cambio es ofrecerle la amistad genuina, proveerle un cuidado efectivo, y ayudarle cambiar las actitudes y hábitos destructivos que le guiaron a caer en este tipo de ofensa.

Tenemos que entrar en este tipo de relación con los ojos abiertos. Reconociendo la seriedad de sus ofensas y nos afligimos por eso. Además, nos consta que hay un riesgo de que caiga otra vez.

A pesar del riesgo, tenemos esperanza. Hemos visto el poder de Jesús para rescatar a la gente de sus pecados y transformar sus vidas radicalmente. Hemos experimentado este perdón y cambio en nuestras vidas y oramos que Jesús nos use para ayudar a estas personas encontrar la misma libertad.

Gálatas 6:1, “Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”

Adaptado de un estudio de caso real escrito por Alfred Poirier, pastor y autor



Para más recursos sobre este y otros temas, visítenos en: www.ObreroFiel.com

Rogelio Oliver

Director del Seminario Bíblico de Puebla

El Seminario Bíblico de Puebla ofrece educación y capacitación para apoyar a la iglesia en el avance del reino.

Te invitamos a que seas parte de nuestra familia.

www.SeminarioBiblicodePuebla.org

Teléfono 2222 481155

El bien de Dios siempre está por encima del mal y del pecado, explica el Papa

Vaticano

Audiencia General 

El bien de Dios siempre está por encima del mal y del pecado, explica el Papa

.- En la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI resaltó que el bien de Dios siempre está por encima del mal y del pecado; y precisó las líneas esenciales de la doctrina de San Pablo sobre el pecado original de Adán, que no puede ser entendido en su totalidad sin la realidad de la salvación obtenida por Jesucristo para todos los hombres.

En su discurso ante unas 7 mil personas en el Aula Pablo VI, el Santo Padre explicó que San Pablo «no pone en el centro de la escena a Adán con las consecuencias que tuvo el pecado sobre la humanidad, sino a Jesucristo y a la gracia que mediante él se derramó sobre la especie humana».

«Si en la fe de la Iglesia ha madurado la conciencia del dogma del pecado original es porque está ligado inseparablemente con otro dogma, el de la salvación y la libertad en Cristo. En consecuencia, no debemos abordar nunca el pecado de Adán y de la humanidad de forma separada, sino englobarlos en el horizonte de la justificación en Cristo», añadió.

Seguidamente indicó que «como hombres de hoy tenemos que preguntarnos: ¿Es sostenible todavía esta doctrina? Muchos piensan que a la luz de la historia de la evolución no habría lugar  para un primer pecado que después se difunde por toda la historia de la humanidad, y en consecuencia la redención y el Redentor perderían su fundamento. En consecuencia ¿existe el pecado original, o no?». 

Para responder a esta cuestión, debe considerarse dos aspectos de la teoría sobre el pecado original: uno «empírico, una realidad concreta, tangible, y un aspecto que atañe al misterio, al fundamento ontológico de este hecho. Efectivamente hay una contradicción en nuestro ser. Por una parte, todos sabemos que hay que obrar bien y en nuestro interior también lo deseamos, pero al mismo tiempo sentimos el impulso de hacer lo contrario, de seguir el camino del egoísmo, de la violencia, aun sabiendo que obramos contra el bien, contra Dios y contra el prójimo». 

«Esa contradicción interior de nuestro ser no es una teoría. La sentimos todos los días. Y sobre todo vemos siempre a nuestro alrededor el predominio de esta segunda voluntad. Basta pensar en las noticias diarias sobre injusticias, violencias, lujuria. Es un dato de hecho. De este poder del mal en nuestras almas ha crecido en la historia un río sucio del mal que envenena la geografía humana. Pero al mismo tiempo, esa contradicción de nuestra historia debe provocar el deseo de redención. En realidad, el deseo de que cambie el mundo, de que se cree un mundo de justicia, de paz y bien está presente en todos los lugares». 

El Pontífice dijo luego que «el poder del mal en el corazón y en la historia de los seres humanos es innegable, pero la cuestión es: ¿Cómo lo explicamos? En la historia del pensamiento, prescindiendo de la fe cristiana, hay un modelo principal de explicación con diversas variantes. El modelo dice que el ser humano es en sí mismo contradictorio: lleva en sí mismo el bien y el mal. El dualismo es insuperable y será siempre así«. 

«En la concepción evolucionista y atea del mundo se supone que el ser como tal lleva en sí desde el inicio el mal y el bien. El ser no es sencillamente bueno, sino abierto al bien y al mal, ambos originarios. Y la historia humana seguiría solamente el modelo presente en toda la evolución precedente. Lo que los cristianos llaman pecado original sería solamente el carácter mixto del ser entre el bien y el mal».

Esta perspectiva, precisó el Papa, «en el fondo, es una visión desesperada. Si es así, el mal es invencible, cuenta solo el propio interés y cualquier progreso se pagaría necesariamente con un río de mal y los que quieran seguir el progreso deberían pagar este precio. Este pensamiento moderno, en fin, puede crear solo tristeza y cinismo«.

«Nos preguntamos de nuevo: ¿Qué dice la fe? San Pablo confirma la competición entre las dos naturalezas, el dato de  la sombra del mal que pesa sobre la entera creación. Pero en contraste con el dualismo y el monismo desoladores la fe nos habla de dos misterios: de luz y uno de noche que, sin embargo está envuelto en el misterio de la luz«. 

Seguidamente el Santo Padre resaltó que «la fe nos dice: no hay dos principios, uno bueno y otro malo. Hay solo un principio que es el Dios creador y es un principio solamente bueno, sin sombra del mal. Por eso, también el ser no es un mixto de bueno y malo. El ser como tal es  bueno. Este es el gozoso anuncio de la fe: hay una sola fuente buena, el Creador, y por eso la vida también es buena».

Benedicto XVI afirmó que «también hay un misterio de oscuridad que no viene de la fuente del ser; no es originario. El mal viene de una libertad creada, de una libertad de la que se ha abusado. ¿Cómo ha sucedido? Sigue siendo oscuro. El mal no es lógico. Sólo Dios y el bien son lógicos, son  luz. El mal sigue siendo misterioso, en sí mismo ilógico».

Tras precisar que «el mal procede de una fuente subordinada«, el Papa subrayó que «Dios con su luz es más fuerte. Por eso, el mal puede superarse, por eso la criatura no sólo puede curarse sino que está ya curada. Dios ha añadido la curación. Ha entrado en primera persona en la historia y a la fuente permanente del mal ha opuesto una fuente de puro bien: Cristo crucificado y resucitado. Nuevo Adán que opone al río sucio del mal un río de luz presente en la historia».

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EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES

27 nov 08

EL PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES

por Carlos Rey

Carlos Rey

Carlos Rey

Hierón, rey de Siracusa, temía que su orfebre lo hubiera engañado. El monarca le había encargado al artesano la confección de una corona de oro puro, pero sospechaba que había mezcla­do una porción de metal inferior, tal como la plata. Para salir de la duda, encargó al gran matemático e inventor griego Arquímedes que buscara la manera de averiguar si su sospecha tenía algún fundamento. Pero la corona no debía sufrir cambio alguno. No debía alterarse. Arquímedes, considerado uno de los hombres más sabios de la época, pasó muchos días pensando cómo satisfacer los deseos del rey.

Un día, al meterse en la tina del baño notó que, al sumergirse en el agua, su cuerpo no pesaba tanto como antes y sus piernas se levantaban con gran facilidad. Su ingenio le hizo deducir de este acto tan común y corriente un principio fundamental de la hidrostática, que estudia el equilibrio de los líquidos. Según esta ley de la física, todo cuerpo parcial o totalmente sumergido en un fluido inmóvil, ya sea gas o líquido, experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del fluido desalojado por el cuerpo. Aplicando este principio, Arquímedes dedujo que, si pesaba la corona en agua, podría determinar la proporción de metales que contenía. De ahí que hoy esa ley del peso específico de los cuerpos que descubrió el gran matemático se conozca universalmente como el principio de Arquímedes.

Según la Enciclopedia Británica, es probable que sea verídica la versión de la historia que dice que Arquímedes determinó así la proporción de oro y de plata en la corona, pero no es más que una exageración popular la versión que dice que, acto seguido, saltó de la tina, salió de la casa y corrió desnudo por las calles de la ciudad gritando: «¡Eureka! ¡Eureka! ¡Lo he hallado! ¡Lo he hallado!»

Así como Arquímedes descubrió el principio natural que lleva su nombre y se valió de ese principio para descubrir el engaño del orfebre, también Dios, el Rey del universo que creó a Arquímedes y a toda la raza humana a su imagen y semejanza, se vale de un principio espiritual para que se descubra el engaño pecaminoso en cualquiera de nosotros. Según ese principio, podemos estar seguros de que nuestro pecado nos descubrirá.1 El peso de ese pecado es tal que, al igual que el peso de la corona del rey Hierón, a la postre nos descubre.

Dios ha dispuesto que nos descubran las consecuencias naturales del pecado, y nos ha dado a entender que la paga de ese pecado es muerte. Pero como Rey nuestro que es, Él está dispuesto a perdonarnos y a darnos vida eterna por los méritos de su Hijo Jesucristo,2 que pagó el precio de nuestras faltas al morir en nuestro lugar. En lugar de sufrir las consecuencias de nuestro pecado, pidámosle perdón a Dios y aceptemos hoy mismo su oferta de vida eterna.

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1 Nm 32:23
2 Ro 6:23

http://www.conciencia.net

El pecado de Sodoma (IV)

Sodoma y la ausencia de compasión

El pecado de Sodoma (IV)

En las anteriores entregas referidas al pecado de Sodoma tal y como se describe en Ezequiel 16:49-50, he intentado subrayar que lo que se nos describe no es tanto una suma de ejemplos de quebrantamiento de la ley de Dios como un proceso creciente de descomposición moral de una sociedad que acaba abocándola al juicio divino. En el escalón de descenso hacia el juicio de Dios del que me ocuparé hoy ese aspecto de creciente decadencia queda notablemente reflejado.

 
Como vimos, de la soberbia de colocarnos en lugar de Dios es fácil pasar a una visión de los bienes materiales en la que éstos acaban poseyéndonos y, una vez que malutilizamos esos bienes. El paso siguiente es malutilizar igualmente nuestro tiempo. Todas esas conductas tienen una consecuencia directa y, casi me atrevería a decir, obligada: la desaparición de la compasión.

Algunos ignorantes tienden identificar la compasión con un precepto del Dalai Lama. Sin entrar en consideraciones sobre el teócrata tibetano, lo cierto es que la compasión es una característica de Jesús que deben asumir los cristianos.

El verbo griego que se utiliza en el Nuevo Testamento para describir esa conducta – splagjnízomai – tiene, de hecho, un contenido tan profundo que, difícilmente, se agota con la palabra “compasión”.

Es, a decir verdad, un movimiento de las entrañas que lleva a actuar ante la necesidad espiritual de la gente (Mateo 9:36-38), ante su enfermedad (Mateo 14:14) y ante su necesidad material (Mateo 15:32).

Hacia todos ellos –afligidos y menesterosos en un sentido u otro– debería volcarse una sociedad para fortalecerlos, pero la sociedad que ha incurrido en el pecado de Sodoma actúa de la manera diametralmente opuesta.

De hecho, aquellos que, por utilizar la terminología de Ezequiel, son afligidos y menesterosos se convierten de objetivo de nuestra compasión en gente a la que deseamos expulsar de nuestras vidas. Son –por decirlo de una manera sencilla y fácil de comprender– molestos.

Tenemos tan asumido, tan asimilado y tan decidido que el mundo gira en torno a nosotros y que cosas y tiempo derivan de nuestra única administración, que, sumergidos en ese autismo moral, cualquier cosa que incida en nuestro disfrute se convierte en insoportable.

No sólo eso. Llegado el caso, hasta podemos aplaudir que se legisle alguna manera de desembarazarnos de semejantes incordios. Sinceramente creo que tanto la despenalización del aborto como de la eutanasia son, palabrerías aparte, dos ejemplos de hasta qué punto la sociedad desea librarse de sectores de la población que sólo le provocan molestias.

En el caso del aborto es obvio. Las alternativas al aborto – entrega en adopción, tener el niño, etc –siempre son más costosas desde cualquier punto de vista. Incluso la madre que está dispuesta a dar a su hijo a otros padres al término de la gestación sabe que tendrá que pasar un embarazo que se ahorra la abortista y no digamos ya cuando la mujer en cuestión decide sacar a un hijo adelante con dificultades económicas e incluso sola. No. Reconozcámoslo. El aborto es un quitaproblemas… al coste, claro está, de una vida humana y de otros daños colaterales de no escasa envergadura.

Algo similar sucede con la eutanasia. Los ancianos –esos que cuando yo era niño se veían en todas las casas como personas sin las que no podía concebirse una familia– son otro incordio más. La prueba de ello es que a medida que las viviendas se han ido agrandando y mejorando y la gente que vivía en ellas disminuía, los ancianos en vez de tener más espacio se han ido viendo arrojados a las reservas como si fueran pieles rojas derrotados. Eso si han tenido suerte porque los más desafortunados se han visto abandonados en una gasolinera o en un hospital en época de vacaciones.

Para una sociedad que se siente molesta por los ancianos, la legalización de la eutanasia es una verdadera bendición. Abre la puerta a disfrutar de las vacaciones sin apenas molestias, permite hacer más divertida la agenda familiar e incluso agiliza los plazos para cobrar la herencia. El problema –una vez más– es que lo hace a costa de la muerte de inocentes.

Se podría –por usar la expresión de Ezequiel– fortalecer el brazo de las mujeres que piensan en abortar o de los enfermos y ancianos para que su vida sea más llevadera, pero resulta más fácil ahogar en sangre semejante molestia.

Sin embargo, no son ésos los únicos ejemplos que muestran hasta qué punto nuestra sociedad ha perdido la compasión demasiado centrada en disfrutar de su soberanía moral, de sus cosas y de su tiempo.

Quizá uno de los síntomas más claros del abandono de la compasión sea la manera en que millones de personas han decidido delegar la menor muestra de bondad en las ONGs.

Dedicar una tarde de sábado a visitar enfermos se considera una lastimosa pérdida de tiempo, pero se da con gusto una ayuda para salvar ballenas (las ballenas nunca exigen que pases con ella media hora, todo hay que decirlo). Charlar un rato con gente que está sola –anciana o no– es contemplado con horror, pero nos parece maravilloso ocuparnos de un calentamiento global que, dicho sea de paso, es ficticio.

Escuchar a los que necesitan un hombro amigo sobre el que llorar es un agobio, pero aplaudimos con fervor las medidas de expropiación que algún dictador loco adopta en el otro extremo del mundo (total nosotros no somos los propietarios de esos bienes).

En ocasiones, he señalado – no del todo irónicamente – que el primer director de ONG se llamaba Judas Iscariote. A fin de cuentas, cuando alguien quiso honrar a Jesús puso el grito en el cielo invocando la necesidad de los pobres, pero, en realidad, tan sólo deseaba quedarse con el dinero que era de todos (Juan 12:1-8). Ironías –y excepciones honrosas y matices más que justificados– aparte, lo cierto es que Jesús ni vio mal que se gastara dinero en honrarle ni dejó de decir una gran verdad, que a los pobres siempre – SIEMPRE – los tendríamos con nosotros (Juan 12:8). Intentar esconderse de esa realidad, parapetándose detrás de organizaciones no gubernamentales mantenidas con fondos que en más de un 95% son gubernamentales resulta una pobre solución y muestra –insisto en ello– como incluso deseando hacer el bien, la sociedad que incurre en el pecado de Sodoma es agobiantemente cómoda.

La segunda manera de huir de los afligidos y menesterosos es apartarse de la realidad –que es tan molesta y quita tanto tiempo– y arrojar la solución sobre las espaldas de los gobiernos. Semejante conducta, cómoda donde las haya, tiene consecuencias perversas. Por ejemplo, como si de un Robin Hood invertido se tratara, nuestras sociedades acaban despojando a las clases medias y bajas de Occidentes para enriquecer aún más a las clases opulentas del Tercer Mundo que son las que se quedan con la ayuda de nuestros impuestos. Esa terrible circunstancia sólo conoce una excepción real: cuando las iglesias son las que reciben la ayuda y la distribuyen entre los necesitados. Lamento que leer esto moleste a muchos, pero la realidad estadística al respecto resulta innegable.

Podemos sentirnos orgullosos de nuestro humanitarismo que ayuda a abortar a las mujeres y pasaporta con más facilidad a los enfermos al otro mundo e incluso podemos desbordar de orgullo porque cantamos las loas de las ONGs y de las ayudas sociales a todas las horas del día y de la noche, pero tantos motivos de jactancia, en realidad, no son sino muestras de una profunda decadencia moral.

Permítaseme ahora decir que esa decadencia ha llegado también a no pocos cristianos. No pretendo ser exhaustivo, pero quisiera dar algunos ejemplos para reflexionar.

Cuando yo me convertí hace más de tres décadas, era costumbre de los jóvenes de mi congregación visitar el hogar de ancianas con cierta regularidad. No era nada espectacular. Les llevábamos alguna cosa, cantábamos himnos con ellas y les hacíamos compañía toda la tarde. Ocasionalmente, les entregábamos un donativo. Bastaba verlas para saber que les habíamos alegrado el día y ciertamente lo habíamos hecho no porque nos consideráramos un ejemplo de la Humanidad progresista sino por puro amor a Dios y al prójimo.

También recuerdo que teníamos algunos enfermos crónicos en la congregación. Por regla general, era gente que no podía moverse o que tenía muchas dificultades. También se les visitaba con regularidad. En ocasiones, se oraba por ellos, se les limpiaba la casa o simplemente se les daba un rato de conversación y compañía. Jamás tuve la sensación de que ni mis compañeros ni yo nos quedáramos con la impresión de que habíamos perdido el tiempo o de que hubiéramos podido aprovecharlo mejor.

No me atrevería a decir que este tipo de actividades haya desaparecido, pero no suelo verlas en los boletines de las iglesias y, sinceramente, creo que constituían una muestra de compasión mucho más noble y profunda que la salvación del buitre leonado.

Pero hoy me estoy alargando mucho, así que de las formas de compasión hacia el afligido y el menesteroso hablaré, Dios mediante, la semana que viene.

Continuará una segunda parte de “Sodoma y la ausencia de compasión”

Artículos anteriores de esta serie:
     
  1   La soberbia de Sodoma  
  2   Sodoma y la `abundancia de pan´  
  3   La abundancia de ociosidad de Sodoma  

 

César Vidal es escritor, historiador y teólogo

¿Gimnasia o Magnesia?

¿Gimnasia o Magnesia?

Posted: 15 Oct 2008 11:57 AM CDT

¿Dile NO a la murmuración?Alguien me invitó gentilmente hace unos días a unirme a la campaña “Dile NO a la murmuración por Internet“.

Al investigar de qué se trataba, me encontré con hermanos bien intencionados, de buen corazón y loables deseos, que desean detener lo que ellos llaman “chisme y murmuración en la red“, lo cual, según ellos, lesiona la integridad de pastores y líderes cristianos.

Ciertamente hay quienes se escudan en el anonimato para calumniar, denostar y murmurar sin fundamento alguno y sólo para causar daño a personas o ministerios.  Pero, estudiando las escrituras, me quedé pensando: los promotores de esta campaña ¿no estarán confundiendo la gimnasia con la magnesia?. 

Analicemos el asunto.

  

¿Qué es Murmuración en la Biblia?

La Mujer del perfume

Mar 14:4-5 Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento? Porque podía esto ser vendido por más de trescientos denarios, y darse a los pobres. Y murmuraban contra ella.

murmurar. ἐμβριμάομαι embrimáomai; de G1722 y βριμάομαι brimáomai (bufar con cólera); tener indignación por, i.e. (trans.) culpar, (intr.) suspirar con disgusto, (espec.) encargar rigurosamente: encargar, estremecer, murmuración.

Esto dice el comentario de Jamieson Fausset Brown:

Y murmuraban contra ella.  “Mas dijo esto”(Judas), nos explica Juan (12:6), y esta observación es de mucha importancia, “no por el cuidado que él (Judas) tenía de los pobres; sino porque era ladrón, y tenía la bolsa”, o sea la tesorería del grupo, “y traía lo que se echaba en ella6. Mas Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la fatigáis? buena obra me ha hecho.  Fue buena la obra en sí, y acepta a Cristo como tal. Fué eminentemente oportuna y de grande valor, por cuanto ella “había hecho lo que podía”.

Aquí vemos cómo, al no discernir la verdadera intención de esta mujer, murmuraron contra ella.  El que llevó la voz cantante fue Judas, quien era ladrón y quería aparentar piedad y celo ¨por lo bueno¨.

Veamos otro caso:

Stg 4:11-12 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros; el que murmura del hermano, y juzga a su hermano, este tal murmura de la Ley, y juzga a la Ley; y si tú juzgas a la Ley, no eres guardador de la Ley, sino juez.  Uno es el dador de la Ley, que puede salvar y perder, ¿quién eres tú que juzgas a otro?..

Aquí “murmurar” tiene otra raíz griega.

murmurar. καταλαλέω katalaléo; ser un traidor, i.e. difamador: murmurador.

Veamos que dice la Real Academia Española:

traicionar. tr. Cometer traición. || 2. Fallar a alguien, abandonarlo. || 3. Delatar con algo de lo que se hace o dice la verdadera intención.

difamar. (Del lat. diffamāre). tr. Desacreditar a alguien, de palabra o por escrito, publicando algo contra su buena opinión y fama. || 2. Poner algo en bajo concepto y estima. || 3. ant. divulgar

Aquí, el comentario de Jamieson Fausset Brown de Santiago 4:11, 12

11. Habiendo mencionado los pecados de la lengua (cap. 3.) aquí enseña que el hablar mal procede del mismo espíritu de soberbia en perjuicio del prójimo que causó los “pleitos” condenados en este capítulo (v. 1. Hermanos—que demuestra la inconsecuencia en hermanos de hablar despectivamente los unos de los otros. murmura de la ley—porque la ley, al mandar, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (1Pe_2:8), virtualmente condena la murmuración y el juicio [Estio]. Aquellos que arrogantemente condenan los actos y palabras de otros que no les gustan, tratando así de alcanzar la buena fama de su propia santidad, ponen su propia morosidad en lugar de la ley, y se arrogan el derecho a censurar superior a la ley de Dios, condenando lo que la ley permite [Calvino]. Tal hombre obra como si la ley no pudiera realizar su propia función de juzgar, y pretende tomarla él mismo [Bengel]. Esta es la última mención de la ley en el Nuevo Testamento. Alford correctamente opina que la “ley” es la antigua ley moral aplicada en su comprensiva plenitud espiritual por Cristo: “la ley de la libertad”. si tú juzgas a la ley. Al hacer a un lado la hermandad cristiana, llamados todos por igual a ser hacedores de la ley, en sumisión a ella, tal hombre se arroga el oficio de juez.

Comentario de Matthew Henry del mismo texto:

Nuestros labios deben estar gobernados por la ley de la bondad, la verdad y la justicia. Los cristianos son hermanos. Quebrantar los mandamientos de Dios es hablar mal de ellos y juzgarlos, como si nos pusieran una restricción demasiado grande. Tenemos la ley de Dios, que es regla para todo; no presumamos de poner nuestras propias nociones y opiniones como regla a los que nos rodean, y tengamos cuidado de no ser condenados por el Señor.

Vemos claramente en estos ejemplos cómo el Señor reprueba la murmuración, que es “bufar con cólera”, “indignarse y culpar con disgusto”, “traicionar” por celos, envidia, contención carnal, etc.

chisme. ( del lat. cimex, ). m. Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna.( Que se hace por envidia , celos, Etc.)

Lev 19:16 No andarás chismeando en tu pueblo

chismear (del hebreo raquíl). Detractor (como que viaja por todas partes): calumniador, calumniar, chisme, chismear, chismoso. 

calumniar. (Del lat. calumniari). tr. Atribuir falsa y maliciosamente a alguien palabras, actos o intenciones deshonrosas. || 2. Der. Imputar falsamente un delito.

Con base en estas definiciones de murmurar, chismear y difamar, pregunto:

¿Denunciar el pecado, a los falsos maestros, a los pseudo apóstoles  y a los falsos hermanos es murmurar, chismear, difamar?

Veamos.

  

Denuncia del pecado.

1.    Miq 3:8 Pero yo estoy lleno de fuerza del Espíritu del SEÑOR, y de juicio, y de fortaleza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado..

¿Estaba Miqueas chismeando, murmurando y difamando al Pueblo de Dios?

CONFRONTACIÓN DE NATÁN A DAVID POR ADULTERAR CON BETSABÉ.

 2Sa 12:1-7 Y ENVIÓ EL SEÑOR a Natán a David, el cual viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; mas el pobre no tenía más que una sola cordera, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado, y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y él no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar al caminante que le había venido, sino [que] tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la aderezó para el varón que le había venido. Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive el SEÑOR, que el que tal hizo es digno de muerte; y que él pagará la cordera con cuatro tantos, porque hizo esta tal cosa, y no tuvo misericordia. Entonces dijo Natán a David: Tú [eres] aquel varón.

David y Natán Yo pregunto: ¿estaba Natán “tocando al ungido de Dios“? ¿ Porqué Natán reprendió el pecado de David?.

¿Porqué David no le dijo “¿Y tu quién te crees? ¡El que esté libre de pecado , que tire la primera piedra! No me juzgues Natán, porque con la misma medida con la que mides, serás medido¨.

¿Debia callar el profeta Natán? Si así fuera, entonces ¿porqué lo envió Dios a confrontar a David? ¿Porqué se encargó Dios que este asunto quedara escrito y que cualquiera que abriera la Biblia lo pudiera leer? ¿Es acaso un chisme o una calumnia atribuíble nada menos que al Señor?

¡HERMANOS, NO CONFUNDAMOS LA GIMNASIA CON LA MAGNESIA!

¿Porqué ese episodio triste de la vida David está en la Biblia?  ¿No debió Dios de guardar la reputación de su siervo amado, y no hacer público su pecado?

Si un pastor predica sobre el adulterio de David, ¿está chismeando y difamando a alguien que no está presente? Si un líder o pastor comete fraude, adulterio o cualquier otro pecado, ¿debemos guardar silencio?              

 

Falsos profetas.

Jesús dijo:   

Mat 7:15-16  Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.

¿Cómo vamos a guardarnos de los falsos profetas si, cuando los descubrimos, guardamos silencio al respecto? Cuando enseñamos a las ovejas que los mormones o los testigos de Jehová son sectas ¿estamos chismeando, calumniando y murmurando?

¿Cuándo le decimos a la gente que el Papa católico enseña y avala herejías, ¿lo estamos calumniando?  Aquellos que hablan de los errores del catolicismo ¿están murmurando?  ¿Acaso no hay falsos apóstoles y profetas que han introducido encubiertamente herejías al cristianismo evangélico? ¿Debemos callar con tal de no ser acusados de murmuración?

PABLO A TIMOTEO, SOBRE HIMENEO Y ALEJANDRO

1Ti 1:19-20  manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.

¿Pablo chismeó con Timoteo, calumnió y murmuró sobre Himeneo y Alejandro?

¿QUÉ SENTIDO TIENE ENTONCES LA ADVERTENCIA DE JUDAS?

Jds 1:3-4  Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.

¿Era Judas un chismoso, calumniador y murmurador?

PABLO Y DEMAS.

2Ti 4:10  pues Demas,  por amor a este mundo,  me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica.  Crescente se ha ido a Galacia y Tito a Dalmacia.

¿Estaba Pablo chismeando, hablando mal y murmurando de Demas que se había ido al mundo? ¿No estaba más bien afirmando una verdad?  ¿No ayudaba esta información a tener cuidado respecto de seguir a Demas o confiar en él?

PABLO Y ALEJANDRO EL CALDERERO.

2Ti 4:14-15  Alejandro, el calderero, me hizo mucho daño; el Señor le retribuirá conforme a sus hechos. Tú también cuídate de él, pues se opone vigorosamente a nuestra enseñanza.

¿Es esto mera murmuración o una advertencia de Pablo a Timoteo para cuidarse de esta persona?

JUAN Y DIÓTREFES.

3Jn 1:9-11  Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia.  Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.

¿Estaba Juan hablando mal de Diótrefes, chismeando y murmurando de él, o estaba reprendiendo a este líder abusivo y corrupto?

INFORMAR ¿ES SINÓNIMO DE CHISMEAR Y CALUMNIAR?.

1Co 1:11-12 Digo esto, hermanos míos, porque algunos de la familia de Cloé me han informado que hay rivalidades entre vosotros. Me refiero a que unos dicen: «Yo sigo a Pablo»; otros afirman: «Yo, a Apolos»; otros: «Yo, a Cefas»; y otros: «Yo, a Cristo.»

¿Pablo aceptó el chisme, la calumnia y la murmuración de los de la familia de Cloé?  Entendámoslo: ¡la Biblia nunca dice algo siquiera parecido a la novedosa campaña de internet ”Aquí no hablamos mal de ningún líder o pastor

PABLO Y EL FORNICARIO DE CORINTO

1Co 5:1-11 De cierto se oye [que hay] entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun (se nombra) entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de [su] padre.

¿Estaba Pablo murmurando sobre este vergonzoso pecado? ¿Le gustaba el chisme?

1Co 5:2 Y vosotros estáis envanecidos, y no tuvisteis duelo, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que hizo tal obra.

¿Porqué Pablo fue tan inflexible?

1Co 5:3 Yo ciertamente, como ausente con el cuerpo, mas presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que esto así ha cometido.

¿Pablo juzgando? ¿Por qué? ¡Porque en la iglesia de Cristo debe haber disciplina!

1Co 5:4-5 En el Nombre del Señor nuestro Jesús, [el] Cristo, juntaos vosotros y mi espíritu, con la facultad del Señor nuestro Jesús [el] Cristo, el tal sea entregado a Satanás para muerte de la carne, para que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.        

¿Le faltó amor a Pablo en su juicio contra este fornicario?  ¿Acaso Pablo no pecaba?  ¿Entonces por qué lo juzgó?  La propia Escritura nos provee respuestas:

1Co 5:6-11 No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poquito de levadura leuda toda la masa?  Limpiad pues la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como sois sin levadura; porque nuestra Pascua, Cristo, es sacrificada por nosotros. Así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la levadura de malicia y de maldad, sino en [panes] sin levadura de sinceridad y de verdad. Os he escrito por carta, que no os envolváis con los fornicarios; no del todo con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Mas ahora os he escrito, que no os envolváis, [es a saber], que si alguno llamándose hermano fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con el tal ni aun comáis.

¿No estaba exagerando Pablo?  Evidentemente no, su argumentación sobre cubrir a los falsos hermanos es impecable: ni aún coman con ellos. ¿Y porqué lo hacemos entonces?

  

¿Somos más buenos que Dios?

¿Dile NO a la murmuración?Los iniciadores de la campaña “Dile NO a la murmuración por Internet“, ¿no murmuran en secreto de “los caza herejías“? (así los nombran)  ¿No los mencionan por su nombre cuando hablan entre ellos? ¿Eso no es murmurar?  Si acaso responden que no, ¿qué es lo que hacen entonces?  ¿O sólo lo que ellos hablan de otros no es murmuración?

¿Cómo le llaman los promotores de esa campaña a sus debates en “Foroekklesia“?  ¿Murmuración o “ventilar un asunto“? ¿No están haciendo ellos mismos aquello de lo cual se quejan?  En todo caso eso se llama hipocresía.

Lamentablemente la campaña “Dile NO a la murmuración por Internet” está mal informando a muchos cristianos bien intencionados y de buen corazón pero ignorantes del tema.  Llegan con esta campaña a gente sincera, mas nunca la sinceridad ha bastado para librarnos del error.

Los falsos apóstoles, los falsos profetas y en general los falsos hermanos siguen devorando al rebaño del Señor con toda libertad, envueltos en la impunidad, protegidos para seguir introduciendo herejías… gracias entre otras cosas a campañas como ésta. 

Es una pena: han confundido la gimnasia con la magnesia.

Es nuestra oración que les amanezca.

El problema- El Pecado

 

Lo que la Biblia enseña- octubre 2008
El problema- El Pecado
Artículo escrito por: Gene Cunningham

Estimado(a) Paulo:

El libro de Génesis nos lleva al pasado, al comienzo de la historia humana. En los primeros dos capítulos vemos un ambiente perfecto creado por un Dios perfecto, una y otra vez Dios observó lo que había hecho y vio que era bueno. En este ambiente perfecto, Dios colocó al hombre perfecto y les dio el don de la libertad. Para que esa libertad fuera real, Dios les dio opciones auténticas. Y entonces, en el huerto de Edén, comenzó la prueba de la voluntad humana (Gn. 2:16-17). Dios sabía que en el instante en que él les diera libertad, surgiría el peligro en este ambiente perfecto. Sabía que con la libertad el ser humano podría tomar una decisión personal de rechazarle a él y, junto con él, todo lo bueno.

En Génesis 3:1 la palabra hebrea que significa serpiente es najash que significa “el que brilla”. Esta criatura, sea lo que haya sido, hasta este momento no tenía el aspecto de serpiente. No fue sino hasta la caída del hombre que Dios maldijo a la serpiente y ésta se convirtió en un símbolo de pecado. En Apocalipsis 12:9 a la serpiente se le identifica como el diablo: Satanás, el que engaña al mundo.

En el huerto de Edén, Satanás trabaja por medio de esa criatura. Se acerca a la mujer dándole a entender que Dios le está escondiendo algo a ella y, por lo tanto, no es un Dios bueno (Gn. 3:2-3). La mujer no se sorprende cuando le habla esta criatura. Hace un intento débil por defender a Dios, pero al hacerlo tergiversa lo que él había dicho. Dios no había dicho que no podían tocar la fruta, sólo que no podían comerla. Sin duda, aquí comenzó un problema en la raza humana: la ignorancia de la Palabra de Dios. Aunque Adán y Eva tenían la Palabra hablada y nosotros en la actualidad tenemos la Palabra escrita, el principio es el mismo: la ignorancia de la Palabra de Dios siempre lleva a la derrota.

Habiendo plantado en la mente de la mujer la semilla de la duda acerca de la bondad de Dios y su plan, Satanás ahora aprovecha aún más la falta de comprensión que ella tenía de la Palabra de Dios (Gn. 3:4-5). Le presenta una verdad a medias y le dice que el castigo por comer el fruto no es realmente lo que ella piensa. La advertencia de Dios en Génesis 2:17 usa dos veces la palabra hebrea que significa muerte, Dios le estaba diciendo que morirían espiritualmente y, como resultado, con el tiempo morirían físicamente. Comer del árbol, dice Satanás, no le causaría la muerte; le daría iluminación y haría que ella fuera como Dios. Sabemos por Isaías 14:13-14, que es exactamente lo que Satanás anhelaba para sí. Consideremos la lógica de Satanás: “Puedes ser como Dios rechazando a Dios”.

Eva se vio ante la tentación de ser como Dios. Cuando Adán se encontró con Eva después que ella había comido el fruto , vio a una criatura caída. 1 Timoteo 2:14 expresa con claridad que aunque Eva fue engañada, Adán no lo fue. Ella creyó que si comía del árbol sería como Dios. Adán no creyó así, él tomó una decisión: Eligió a Eva en vez de Dios y es por esto que a la caída se le llama “el pecado de Adán” (Gn. 3:6).

¿A Eva le dijo Satanás que sus ojos serían abiertos? Sí. ¿Resultó todo como él le hizo creer? No, el pecado nunca resulta en lo que Satanás prometió que resultaría (Gn. 3:7). Adán y Eva habían estado desnudos antes de la caída pero ahora, debido al pecado, la posibilidad de perversión entra en sus pensamiento. Responden tratando de cobijarse. Este es el primer caso de una religión humana, el primer intento del hombre de tratar de resolver ellos mismos sus problemas, de esconder su pecaminosidad ante los ojos del otro y de hacerse aceptables a Dios.

Adán y Eva tienen miedo y tratan de esconderse de Dios. En Genes 3:9 el Señor Dios los llama, el sabe dónde están; lo que quiere de ellos es una confesión, que también quiere de nosotros cuando pecamos. 1 Juan 1:9 promete que si confesamos (que significa reconocer) nuestros pecados, él nos perdona y limpia. Adán y Eva, en lugar de admitir su culpa, hicieron lo que generalmente hacemos nosotros: se culparon el uno al otro (Gn. 3:12-13). Adán le echa la culpa a Dios porque Dios le había dado la mujer, la mujer le echa la culpa a la serpiente. Ambos niegan hacerse responsables de su desobediencia.

Ya se hacen evidentes cuatro efectos de la caída: perversión, culpabilidad consciente, temor y hostilidad. Son los mismos efectos que enfrentamos nosotros todos los días. Perversión es el mal que podemos hacer con lo bueno que Dios nos da. Culpabilidad consciente es la percepción interior de que hemos pecado y somos responsables ante Dios. El temor, el gran poder del reino de Satanás, es el resultado inevitable de negarnos a admitir nuestra culpa y aceptar el perdón. La hostilidad hacia Dios y hacia otros es la expresión del temor descontrolado. Empezamos diciendo: “Si Dios fuera realmente Dios, no me negaría las cosas que yo quiero”. Enseguida tomamos nuestro propio camino para obtener esas cosas y entretanto, nos hacemos daño. Entonces le echamos la culpa a Dios porque en aquel daño y nuestra ira lo atacamos: “¿Por qué permitió Dios que me sucediera esto?”

Dios no tuvo la intención de dejar al hombre perdido y sin esperanza. Desde el principio tenía un plan. La primera revelación de ese plan se encuentra en Génesis 3:15. Esta es la primera promesa del Salvador, el Mesías. Lo que el Señor Dios describe aquí es la obra de la cruz, donde Satanás heriría a Cristo Jesús en el calcañar, pero Cristo Jesús destrozaría la cabeza de la serpiente. El pecado es la barrera entre Dios y el hombre. En la cruz, Jesucristo quitaría esa barrera y abriría la puerta hacia Dios para que cualquiera pudiera tener la libertad de acercarse a Dios por la fe en él.

El acto en el cual Dios arropa a Adán y a Eva es la primera imagen bíblica de la redención (Gn. 3:21). Un animal sin culpa es sacrificado para proveer una cobertura para el hombre pecador. Al aceptar esa cobertura, Adán y Eva reconocen que son impotentes para eliminar la separación espiritual de Dios que su pecado ha traído al mundo. Aunque son impotentes, todavía tienen libertad, y la ejercitan esta vez eligiendo mirar hacia adelante con fe la venida del Redentor prometido.

Seamos fieles reconociendo nuestros pecados frente a Dios,

Scott Yingling

Director General de ObreroFiel.com


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Si tiene alguna duda o comentario favor de escribirnos a: info@ObreroFiel.com

No os conforméis a este siglo…

No os conforméis a este siglo…

 
 
No os conforméis a este siglo…
Si te acercas demasiado
al “pecado deleitoso,
quién sabe qué podrá pasar!

El pecado de Sodoma (I)

La soberbia de Sodoma

El pecado de Sodoma (I)

De manera un tanto simplificada se suele identificar el pecado de Sodoma con la práctica de la homosexualidad. La identificación ha resultado históricamente tan clara que incluso el término “sodomita” se usa en diferentes lenguas, incluido el español o el inglés, como equivalente. Las razones para esa utilización del término es obvia.

 
Efectivamente, en Génesis 18 se describe como la vileza moral de los habitantes de Sodoma queda de manifiesto al intentar mantener relaciones homosexuales con los visitantes de Lot y como ese episodio muestra hasta qué punto el juicio de Dios sobre Sodoma y Gomorra está más que justificado. 

Sin embargo, creo que el episodio de Génesis 18 constituye, si se me permite utilizar el símil, sólo los últimos minutos de una película que se ha extendido a lo largo de años, quizá décadas, en la que el tema –bien trágico– es la degeneración moral de una sociedad y la conclusión es que Dios, soberano sobre la Historia, siempre acaba ejecutando Sus juicios sobre pueblos y naciones por razones morales.

Así, el pecado de Sodoma no sería la práctica de la homosexualidad, sino que la práctica de la homosexualidad sería la consumación del pecado de Sodoma y el episodio del Génesis únicamente reflejaría la conclusión de un proceso mucho más amplio. En este artículo y los siguientes, intentaré detenerme en las fases de ese proceso de degeneración moral que acaba desembocando, de forma irremisible, en el juicio divino.

Afortunadamente, el proceso aparece descrito en Ezequiel 16:49-50: “He aquí que la maldad de tu hermana Sodoma fue ésta: soberbia, abundancia de pan, abundancia de ocio tuvieron tanto ella como sus hijas, y no amparó la mano del débil y del necesitado. Y se llenaron de soberbia y cometieron abominación delante de mi, y al ver lo que perpetraban, las eliminé”.

La sucinta –pero, como veremos, sustanciosa– descripción de Ezequiel indica sin lugar a dudas cuál es el primer paso de depravación que concluye en la práctica de la homosexualidad (abominación) y el juicio de Dios. De manera quizá sorprendente para algunos no es la lujuria ni el deseo desaforado sino la soberbia. Lo que introduce la primera cuña entre Dios y los seres humanos es la convicción de estos últimos de que pueden actuar sin tener en cuenta la ley de Dios y de que, en lugar de someterse a Su Palabra, pueden someter ésta a sus opiniones humanas. Semejante conducta es mera soberbia y tiene consecuencias fatales.

Los ejemplos de soberbia en las Escrituras comienzan en el mismo jardín del Edén cuando Adán y Eva deciden que van a actuar no según el mandato de Dios, sino según lo que a ellos les parece bello a la vista y agradable al gusto (Génesis 3:6). Por supuesto, ambos podrían haber aceptado humildemente que Dios sabía mejor que ellos lo que era bueno, pero, soberbiamente, hicieron lo contrario con unas consecuencias devastadoras para el género humano.

Esa misma soberbia –cuyo contrapunto es Abraham– es la que hallamos en Babel donde los hombres decidieron prepararse un abrigo frente a cualquier castigo divino y lo único que lograron fue sumirse en la confusión más horrenda (Génesis 11:1 ss).

Esa misma soberbia es la que, a fin de cuentas, hallamos en la descripción del proceso de degeneración moral que Pablo describe en Romanos 1:18-23, al señalar que los seres humanos en lugar de someterse humildemente a Dios, se crearon sus propias (y repugnantes) divinidades y se entregaron a razonamientos que les parecían sofisticados, pero que no pasaban de ser necedades tenebrosas.

El pecado de Sodoma comienza, al fin y a la postre, cuando un individuo o una sociedad decide que su opinión es tan buena –en la práctica, mejor- como la de Dios.

Cuando en lugar de atender a lo que la Escritura enseña, se dedica a indicarnos que esas eran ideas quizá buenas para otros tiempos, pero inaceptables para nuestro día; cuando decide que las enseñanzas sobre la sexualidad o la familia contenidas en la Biblia son inaceptables porque chocan con la ideología de género o cuando, a fin de cuentas, decide que –en su inmensa soberbia– sabe más que la Palabra de Dios y puede afeitarla o recortarla como si fuera la barba de un gañán, en ese momento se han dado los primeros pasos en el pecado de Sodoma y hacia su trágico destino.

Pero la soberbia, como, Dios mediante, veremos, es sólo el primer paso.

Un último comentario antes de concluir esta entrega. Ví a la joven hermana Raquel Sánchez Cereso en Antena-3. En medio de tantas manifestaciones de tibieza, su aparición en la pantalla fue conmovedor. El suyo fue un ejemplo de dar testimonio con valentía, con denuedo y con arrojo en medio de un contexto hostil, en la convicción de que, por mucho que diga el mundo, lo que Dios nos ha enseñado es infinitamente mejor. Que Dios la bendiga mucho –lo hará sin duda- por actuar de la manera debida.

Continuará: Abundancia de pan

César Vidal es escritor, historiador y teólogo

© C. Vidal, ProtestanteDigital.com (España, 2008).

ARTÍCULOS DEL/LA AUTOR/A PUBLICADOS EN P+D:

La soberbia de Sodoma (26/09/2008)
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Vendido al pecado – Romanos 7:13-23

Vendido al pecado – Romanos 7:13-23

Septiembre 21, 2008  

Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida,a mí me resultó para muerte.Romanos 7:10

Estos versículos se han comparado con los vanos esfuerzos de un hombre atrapado en arenas movedizas. Cada movimiento que hace para liberarse lo hunde aún más. Al verse perdido, grita pidiendo socorro.

Moralmente, este drama ilustra la historia de muchos hijos de Dios durante el período que sigue a su conversión. El recién convertido sufre cada vez más una nueva derrota, se hunde más y más. Vuelve a hacer lo que aborrece, aunque desea tanto hacer el bien. El apóstol se pone en el lugar de tal creyente y nos describe su desesperación (si no fuera salvo, por un lado no tendría estas luchas, y por otro no encontraría su felicidad en la ley de Dios, v. 22).«¡Ay!», exclama este hombre. «En lugar de ir de progreso en progreso, me siento cada día más malo.

He descubierto sucesivamente que estaba “bajo pecado” (Romanos 3:9), que éste reinaba sobre mí (5:21), que me dominaba (6:14), que me tenía cautivo (7:23) y que “mora en mí” (7:17, 20), tal como una enfermedad insidiosa que hubiera tomado posesión de mis centros vitales. Cuerpo de muerte, ¿quién me liberará de él? Yo me reconozco incapaz, sin fuerzas; estoy dispuesto, pues, a recurrir a Otro y Jesús me toma de la mano».

Nosotros también necesitamos esta experiencia, si de verdad queremos vivir con Dios y el Señor Jesús. Eso no significa que esta lucha tenga que durar toda la vida, pues hay un remedio: Desde el momento en que no espero más nada de mí, puedo esperarlo todo de Cristo.

Devocionales Cristianos – La ley revela el pecado

Devocionales Cristianos – La ley revela el pecado

Septiembre 14, 2008

¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley;porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.Romanos 7:7.

Serie La Epístola a los Romanos XXX

La ley revela el pecado (Leer Romanos 7:7-13)

La ley no solamente reprime los pecados que he cometido, sino que juzga mi naturaleza pecadora, por ejemplo: mi incapacidad para amar a Dios y a mi prójimo como ella lo prescribe. El pecado me coloca, pues, inexorablemente bajo la condenación de la ley de Dios… Pero de ella estoy liberado de la misma forma en que he sido liberado del pecado: por la muerte (es decir, mi muerte con Cristo, v. 4). Cuando un culpable muere, la justicia humana no puede hacer nada más contra él.

Entonces, ¿la ley es algo malo, ya que Dios ha debido protegerme contra su rigor? “En ninguna manera”, exclama nuevamente el apóstol (v. 7). Si en un museo tomo en mi mano un objeto expuesto, seguramente no tengo conciencia de cometer una infracción, pues no hay ninguna indicación que me lo prohíba. En cambio, soy plenamente culpable si existe un cartel que prohíba tocar ese objeto. Pero al mismo tiempo esta inscripción despertará en muchos visitantes el deseo de tocar los objetos expuestos. La naturaleza orgullosa del hombre lo lleva a infringir todo reglamento para afirmar su independencia. Así, por la ley, Dios me sorprende en flagrante delito de desobediencia y pone en evidencia la codicia que está en mí, para darme una mayor conciencia de mi pecado.

“Por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (3:20). Por supuesto que la ley no empuja a pecar, sino que me señala mi pecado.

Dale la espalda al pecado.

Dale la espalda al pecado.

«Con este fin oramos siempre por vosotros: para que nuestro Dios os haga dignos de su llamamiento y que él cumpla todo buen propósito y toda obra de fe con poder. 2 Tesalonicenses 1:11

El director de orquesta, tiene un trabajo muy ingrato. Todo el tiempo que dura la obra, está de espaldas al público. Tiene que gustarles mucho su trabajo para pasarlo sobre el escenario, pero sin que el público los vea. Lo contradictorio es que el espectáculo que ellos brindan está pensado en agradar a ese público al que le da la espalda. Pero para brindar un concierto excelente, deben hacerlo de esa manera. No se puede dirigir la orquesta mirando para otro lado.

Pablo oraba por esto. Tenemos un llamado supremo, Dios determinó un propósito eterno y perfecto para tu vida. Pero para dar un concierto excelente, es necesario que sepamos darle al espalda al público.

El llamamiento de Dios nos insta a darle la espalda a la comodidad, al ocio, al conformismo, a la simpleza, al pecado. Es siempre más agradable evitarlo. Seduce mucho el aplauso de las multitudes, la ovación de la tribuna. Seduce mucho lo que el diablo te ofrece para renunciar al llamamiento divino y recibir la palmada del conformismo.

Pero aceptarla implica dejar inconclusa la sinfonía de tu vida. Dios te diseñó para que seas una obra maestra, una composición musical de excelencia y brillo. Pero por nuestra terquedad, muchas veces
desafinamos. Cuando elegimos pecar, cuando optamos por la fácil, cuando nos dejamos seducir por la tentación, desafinamos. Y todos los demonios del infierno aplauden felices nuestro fracaso. Te estaban esperando y les diste lo que más deseaban.

No te dejés seducir por el aplauso fácil. Dios te llamó para que vivas dignamente, con valentía y honor. Solo de esa manera, se podrá cumplir el propósito que Dios tiene para tu vida de manera completa y acabada. Es una experiencia fuera de lo común, que solo puede apreciar aquellos que deciden pagar el costo de esa elección.

Hoy Dios te llama a que le des la espalda al pecado, para mirar de frente el propósito divino. No va a ser fácil, pero es necesario. Tal vez no sea divertido, pero es lo mejor. Tal vez no te seduzca, pero
es vital. Dios tiene pensado para vos una vida satisfactoria, abundante y plena. La única manera de vivirla bien, es aceptando sus reglas.

REFLEXIÓN – Dale la espalda al pecado.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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DEPRAVACION TOTAL

DEPRAVACION TOTAL

por Roger L. Smalling, D.Min

Definiciones:

«Depravación Total» significa que el pecado controla todas las facultades del pecador, a tal punto, que él es incapaz de desear o hacer algo para convertirse a sí mismo a Cristo o para prepararse para su conversión. Solamente un milagro de Dios, por medio del evangelio, puede capacitar al pecador para escoger a Cristo.

Implicaciones

Esta doctrina es interesante porque toca elementos de la naturaleza humana tales como el libre albedrío, la mente y las percepciones. Más aún, la depravación total se entrelaza con otras enseñanzas bíblicas, como la caída de Adán y el libre albedrío. Este capítulo no cubre todas estas doctrinas, por lo que se recomienda al estudiante tratar los capítulos 4 al 6 como una unidad.

En la próxima lección estudiaremos el libre albedrío y la responsabilidad del hombre. En este capítulo estudiaremos el soporte escritural de nuestra definición de depravación total.

La «depravación total,» NO significa que los pecadores sean tan malvados como sea posible ni que quisieran serlo. El hombre no ha caído al nivel de los demonios. Esto sería una depravación ABSOLUTA. Nosotros creemos que la benevolencia de Dios preservó al hombre de caer en esas profundidades absolutas. Por «total» queremos indicar que todas las facultades humanas, incluyendo el libre albedrío, están infectadas por el pecado y bajo su dominio. Por «depravación» entendemos que en un pecador nada es aceptable para Dios; esto incluye las buenas obras y las virtudes porque proceden de una fuente corrupta……el corazón pecaminoso del hombre.

En años recientes, algunos teólogos han usado la expresión INCAPACIDAD TOTAL para no dar la impresión de que pensamos que la gente es tan mala como los demonios. Sin embargo, esta terminología también puede ser malinterpretada. Algunos podrían asumir que Dios es la fuente de la incapacidad en lugar de la corrupción del hombre.

Cualquiera de las dos expresiones, Depravación Total o Incapacidad Total, son aceptables y ambas requieren explicaciones.

Nosotros recomendamos al estudiante usar la terminología «Depravación Total» para equilibrar la influencia del humanismo moderno que defiende la bondad del hombre. Este nombre golpea deliberadamente el orgullo humano y la autojustificación. Además, este término parece más de acorde con la enseñanza bíblica sobre la naturaleza pecaminosa del hombre.
(Vea Sí, Jesús, págs. 32-33 para definiciones completas).

La interrogante: ¿Cayó Adán más allá de su capacidad para creer y arrepentirse por iniciativa propia? Las dos ramas teológicas principales, la Reformada y la Arminiana, difieren grandemente en este punto. El modo de pensar arminiano sostiene que Dios detuvo la caída antes del punto donde el hombre perdería la capacidad de generar fe, amor y arrepentimiento por voluntad propia. El concepto reformado considera que el hombre cayó bajo ese punto. Examinemos la evidencia bíblica.

PRIMERA EVIDENCIA: La Caída De La Humanidad, Romanos Cinco

Pablo describe la caída de Adán en Romanos 5. (La palabra «Adán» significa «humanidad» en Hebreo). Pablo menciona cuatro cosas que heredamos de Adán: pecado, muerte, juicio y condenación.

Ninguna facultad humana escapó de estos efectos. ¿Está incluido el libre albedrío del hombre? Si. No es necesario mencionar la voluntad del hombre para mostrar que esta también fue sujetada a los efectos de la caída. Es suficiente mostrar que la caída afectó al ser humano entero.

El pecado de Adán fue una declaración de independencia de su Creador. En teología, nosotros llamamos a esta actitud «autonomía,» que significa «gobernarse a sí mismo,» lo que es opuesto a ser gobernado por Dios. La autonomía incluye la idea de no tener otra causa de sus decisiones que uno mismo.

Aparentemente Adán dio por sentado que la autonomía era posible. No es así. ¿Cómo podría algo llegar a ser independiente de un Ser omnisciente y omnipotente? Uno tendría que ser igual a Dios mismo para ser independiente así. Entre las actitudes estúpidas, esta fue la mayor que ha habido y aún lo es.

La caída de Adán no le dio la libertad que él esperaba, sino que lo esclavizó al pecado. No obstante, esta esclavitud no fue el peor efecto de la caída. Lo peor fue el engaño de que él había tenido éxito. Este engaño persiste en los pecadores hasta hoy.

Ser independiente de Dios, llegó a ser el principio que gobierna la naturaleza humana caída. A esta naturaleza, la llamamos naturaleza ‘Adámica’ porque se deriva de Adán. La Biblia usualmente se refiere a ella con los términos ‘la carne’ o ‘carnal.’

La moralidad, la religión y las buenas obras son perfectamente aceptadas por la naturaleza Adámica siempre y cuando no amenacen su autonomía. El pecador participa de buena gana en religiones estrictas, en filosofías elevadas o en maravillosas obras de filantropía……siempre y cuando él las pueda controlar y no le requieran una sumisión genuina a la autoridad de Dios.

SEGUNDA EVIDENCIA: La Muerte Espiritual, Efesios 2:1-3

Pablo aparentemente alude a la divina amenaza que hizo Dios a Adán en Génesis 2:17 : ..».porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Aunque Adán no murió físicamente ese día, él murió espiritualmente en su relación con Dios y en su propia capacidad para obedecerlo. Pablo describe esta esclavitud como:
1. Siguiendo la corriente del mundo.
2. Controlada por Satanás.
3.Cumpliendo los deseos de la carne y de la mente. (En Griego dice literalmente: «haciendo la voluntad de la carne.» Esto significa que la carnalidad determina la condición de la voluntad. El término «mente» o «NOOS,» incluye las percepciones. Pablo se refiere a las percepciones de la mente como controladas por el pecado de tal forma que la mente percibe la concupiscencia de la carne como preferible. La voluntad sigue lo que le gusta).
4. Una naturaleza que merece la ira.

Un pecador es tan capaz de escapar de su condición, como un muerto es capaz de resucitarse a sí mismo.

TERCERA EVIDENCIA: El Efecto Del Pecado Sobre La Mente.

La Escritura describe la mente como esclavizada y controlada por el pecado y Satanás. Esto incluye la voluntad puesto que la voluntad es una función de la mente.

1.El hombre natural no puede percibir ni entender las cosas de Dios. «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» 1Cor. 2:14.
2.Satanás ha cegado las mentes de los incrédulos. ..».el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos…» 2Cor. 4:4.
3.El entendimiento está entenebrecido. «Teniendo el entendimiento entenebrecido…por la dureza de su corazón» Ef. 4:18.
4.La mente carnal es incapaz de someterse a la ley de Dios. .»..los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden» Ro. 8:7.
5.La voluntad del pecador está esclavizada por el diablo, por tanto, el pecador no puede recuperar su razón sin que Dios le conceda el regalo del arrepentimiento. «Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él» 2Tim. 2:25-26
6.El pecador percibe las cosas de Dios como locura porque él está ciego a su condición moral. Sus percepciones son distorsionadas.1Corintios 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

Según estos versículos, la mente del pecador tiene un problema de percepción que la Biblia expresa como «entenebrecimiento» o «ceguera.» El diablo controla la voluntad del pecador controlando sus percepciones.

CUARTA EVIDENCIA: La Naturaleza Carnal, Romanos 3:9-20

Pablo se refirió a la condición de los no salvos como «bajo pecado,» es decir, «bajo el poder del pecado.»
Sin Cristo, no hay:
1.Persona justa. (Aun las buenas obras de los no salvos son como «trapos de inmundicia,» inaceptables para Dios).
2. Pecador que entienda su condición moral. (Aquí el término Griego «entender» se refiere a «discernir.» Ninguna persona tiene discernimiento espiritual sin Cristo, aunque pueda comprender los fundamentos del evangelio).
3. Pecador que busque a Dios. (Los pecadores religiosos buscan establecer su propia justicia. Vea Ro. 10:3).
4. Pecador que haga lo bueno. (El Nuevo Testamento define como «bueno» el obedecer a Dios. Los pecadores hacen buenas obras, no como señales de sumisión, sino como sustitutas de la misma. Sin embargo, todas las obras de los pecadores, aunque sean buenas en sí mismas, proceden de una fuente corrupta que es la naturaleza pecaminosa. Si un pecador realmente quisiera ser bueno, él haría la primera cosa que Dios le ordena hacer…… arrepentirse y creer en Jesús. Vea Sí, Jesús, págs. 38-41).
5. Pecador que tema a Dios. (Si los pecadores realmente temieran a Dios, buscarían agradarle).
6. Pecador en paz. (Sumergirse a sí mismos en placeres es una paz falsa).

Pablo está hablando de los pecadores antes de que Dios comience a
atraerlos a través del evangelio. Cuando Dios atrae a un pecador por medio del evangelio, las percepciones del pecador comienzan a cambiar. Ocasionalmente nos encontramos con un pecador que dice que está buscando a Dios. Esta afirmación podría ser sincera. Dios puede estar atrayéndolo al abrir sus percepciones por medio del evangelio. En el Capítulo Seis, veremos como esto funciona.

Conclusiones:
A partir de la abundante evidencia bíblica, concluimos que los no salvos son incapaces de querer salvarse o hacer algo que contribuya a su salvación o que los prepare para la conversión. Sus voluntades escogen equivocadamente porque sus percepciones están cegadas por el pecado y controladas por Satanás. Por tanto, ellos se perciben a sí mismos como buenos, perciben las cosas espirituales como locura y a Dios, como no merecedor de ser buscado. Ellos no ven ninguna razón para temer a Dios y piensan que su carencia de paz es debido a una carencia de placer.
En el siguiente capítulo consideraremos si el término «libre albedrío» describe adecuadamente este estado.

De Este Ensayo Hemos Aprendido Lo Siguiente:

1.Sin Dios trabajando por medio del evangelio, los pecadores son incapaces de querer o hacer algo para contribuir a su salvación.
2.Por medio de la caída de Adán la humanidad heredó el pecado, la muerte, el juicio y la condenación.
3.La mente del hombre, que incluye sus percepciones y su voluntad, está cegada por el pecado y el diablo, así que él no puede escoger someterse a Dios.
4.La naturaleza carnal del hombre no tiene ninguna cualidad que podría guiarlo a obedecer a Dios.
5. Ninguna de las obras buenas de un pecador es buena porque todas son generadas de un fuente corrupta que es su naturaleza carnal.
6.Los pecadores hacen buenas obras de todo tipo. Sin la gracia, la única cosa que ellos no harán es arrepentirse y creer en el evangelio.

 

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http://www.smallings.com/LitSpan/Ensayos/depravacion.html

 

La Caida y sus consecuencias

La Caida y sus consecuencias:

El cap. 2 de Génesis nos presenta un cuadro hermoso de la vida del hombre en el Edén. Todo era bueno; sin embargo la escena cambia radicalmente en el capítulo cuatro, pues al mi los hombres conocen la envidia, el odio y la violencia. ¿Comí comenzó la maldad y todo el sufrimiento en el mundo? La única respuesta satisfactoria del origen del mal se encuentra en capítulo 3 del Génesis. Relata como entró el pecado en el mundo y cómo ha producido consecuencias trágicas y universales.

El tentado y la tentación: 3:1-6: Aunque Moisés no diga aquí que el tentador era Satanás, se lo indica en el Nuevo Testamento (Juan 8:44; Apoc. 12:9; 20:2). La actual forma repulsiva de la serpiente y su veneno la hace un buen símbolo del enemigo del hombre. También sus movimientos sinuosos sugieren las insinuaciones insidiosas que el maligno empleó para tentar a la mujer. Parece que Satanás tomó posesión de la serpiente y habló por medio de ella, realizando un milagro diabólico. Generalmente, él opera por medio de otros (Mat. 16:22-23), y es más) peligroso cuando aparece como ángel de luz (2 Cor. 11:14). La tentación siguió el proceso siguiente:

a) Comenzó con la insinuación de que Dios era demasiado severo «conque» (3:1) es una palabra que indica sorpresa ante el hecho de que un Dios solícito les prohibiera disfrutar del producto de cualquiera de los árboles en el huerto.

b) Luego, Satanás la llevó al terreno de la incredulidad, negando llanamente que hubiera peligro mortal en comerlo. Cuando uno duda de que la desobediencia produce consecuencias funestas, ya está en camino de la derrota.

c) Finalmente, el tentador acusó a Dios de motivos egoístas. Insinuó que Dios los privaba de algo bueno, es decir, de ser sabios como él. Así calumnió al Señor. Mientras que Eva no dudaba de la Palabra de Dios y su bondad, no sentía fascinación por lo prohibido. Fue la incredulidad lo que quitó sus defensas. Entonces vio que «el árbol era bueno . . . agradable . . . codiciable», y «comió».

2. Las consecuencias del primer pecado: 3:7-24. Siguieron al pecado, resultados desastrosos, como un río impetuoso. ¿No eran desproporcionalmente severos en comparación con el delito? Evidentemente Dios había provisto todo para el bien del hombre y había prohibido una sola cosa. Al ceder a la voz de Satanás, el hombre welegía agradarse a si mismo, desobedeciendo deliberadamente a Dios. Era un acto de egoísmo y rebelión inexcusable. En efecto, era atribuirse el lugar de Dios. Las consecuencias teológicas de la caída son las siguientes:

a) Adán y Eva conocieron personalmente el mal: sus ojos «fueron abiertos». Las mentiras de Satanás estaban entrelazadas con un hilo de verdad. Adán y Eva llegaron a parecerse a Dios, distinguiendo entre el bien y el mal, pero su conocimiento se diferencia del que tiene Dios en que el conocimiento de ellos fue el de la experiencia pecaminosa y contaminada.Dios, en cambio, conoce el mal como un médico conoce el II pero el hombre caído conoce el mal como el paciente su enfermedad. La conciencia de ellos se despertó a un sentimiento de culpabilidad y vergüenza.

b) Se cortó la comunión con Dios, y entonces huyeron de su presencia. El pecado siempre despoja al alma de la pureza y el gozo de la comunión con Dios. Esa es la muerte espiritual y cumple, en el sentido más profundo, la advertencia de que el hombre moriría el día que comiera del fruto prohibido

c) La naturaleza humana se corrompió y el hombre adquirtío la tendencia de pecar. Ya no era inocente como un niño, sino que su mente se había ensuciado y tenía vergüenza de su cuerpo. Otra prueba fue que echó la culpa a otros; pues Adán aun insinuó que Dios era el culpable: «La mujer que me diste… me dio.» Este es el pecado original, o la naturaleza caida del hombre.

d) Dios castigó el pecado con dolor, sujeción y sufrimientos. Un Dios santo no puede pasar por alto la rebelión de sus Daturas. La mujer sufriría dolores en el parto y estaría nieta a su marido. Pero ¿estar sujeta a su esposo es una maldición? ¿No debe tener la familia una cabeza? Además ¿no es licito una figura de la relación entre Cristo y la Iglesia? (Efe. 1:22, 23). El mal consiste en que la naturaleza caída del varón ya lo hace propenso a abusar de su autoridad sobre la mujer, del mismo modo que la autoridad del marido sobre la mujer puede traer sufrimientos, el deseo femenino respecto de su esposo puede ser motivo de angustia. El deseo de la mujer no se limita a la esfera física, sino que abarca todas sus aspiraciones, de esposa, madre y ama de casa. Si el matrimonio falla, la mujer queda desolada. Toda la raza y la naturaleza misma sigue aún sufriendo como consecuencia del juicio pronunciado sobre el primer pecado. El apóstol Pablo habla poéticamente de una creación que «gime a una, y a una que está con dolores de parto hasta ahora» (Rom. 8:22). Surge la pregunta ¿era inmortal el hombre antes de caer? La Biblia no dice esto, pero parece insinuar que el hombre habría recibido vida eterna si hubiera pasado la prueba exitosamente. El «árbol de la vida» era un árbol literal, pero posiblemente, era también un símbolo visible de la recompensa por la obediencia. Reaparece en Apocalipsis 2:7 y 22:2, y su fruto es para los que vencen el mal. Simboliza a Cristo, el único que da vida eterna.

Obtenido de:

Pablo Hoff, El Pentateuco, pp. 31-32,edit Vida

EL PECADO ORIGINAL

EL PECADO ORIGINAL
Por Pablo Santomauro

La mayoría de los cristianos entienden que Adán es el “Padre” de la raza humana en el sentido de que fue el primer ser humano del cual todos los demás descienden. Por esta razón es llamado el “primer hombre” en 1 Corintios 15:45.

Muchos cristianos hoy en día no conocen la doctrina del pecado original. En consecuencia, tampoco entienden la relación que el hombre moderno tiene con Adán. No solamente estamos relacionados con Adán genéticamente, sino también de muchas otras maneras.

La Caída

El primer hombre (Adán) fue creado a imagen y semejanza de Dios, y por ende con santidad original (Gn. 1:26-27). Cuando el hombre cayó en pecado perdió esa santidad. Por lo tanto, luego de la caída, en lugar de santidad, Dios vio maldad en el corazón del hombre (Gn. 6:5).

Esta maldad del hombre lo separó radicalmente de Dios (Is.59:1-2). El pecado del hombre debe ser extirpado si éste quiere establecer nuevamente una relación con Dios. Además, la santidad de Dios y su aborrecimiento del pecado demanda el enjuiciamiento del pecado. Su carácter moral no le permite a Dios soslayar la pena por violar el mandamiento de obediencia que Adán recibió en Edén. La pena por la desobediencia de Adán fue muerte (Gn. 2:17).

El pecado es una ofensa criminal contra Dios, por lo tanto para que el pecado pueda ser quitado, es necesario que un substituto sin pecado muera por el pecador. Muchos resienten que la muerte sea la pena adjudicada por quebrantar la ley de Dios. Hay quienes se oponen a la pena de muerte en el sistema judicial de las naciones hoy en día, y lo hacen porque concientemente o no, niegan el aspecto penal de la ley de Dios. Otro factor que los prejuicia es una comprensión limitada de la santidad de Dios y su aborrecimiento total del pecado (Gn. 2:17; Ez. 18:4; Ro. 6:23).

El Pecado Original transmitido

Pasajes como Romanos 5:15, 17 y 1 Corintios 15:21 comunican algo más que la simple descripción de que todos los seres humanos pecan. Es cierto que nosotros pecamos, pero existe una conexión necesaria de estos pecados individuales con algo más. En otras palabras, no es que todos pecamos y por lo tanto somos pecadores, sino que pecamos porque somos pecadores. Esto significa que el pecado original de Adán, de alguna manera, inevitable pasó a toda la humanidad.

El pecado pasó a toda la humanidad no solamente en el sentido que nadie es capaz de no pecar, o como dijo Agustín, el hombre non posso non pecare, sino que la culpa del pecado también se transmitió a toda la humanidad. La perspectiva bíblica es que Dios considera a toda la raza humana culpable por la transgresión de Adán. El pecado original es imputado judicialmente a todos sus descendientes.

Condenados en Adán y Justificados en Cristo

Romanos 5 y 1ra. Corintios 15 nos muestran varios paralelos entre Adán y Cristo. Jesús es llamado el “postrer Adán”, y Adán es llamado el “primer hombre” (1 Co. 15:45).

Estos pasajes establecen claramente que la caída de Adán en pecado fue de naturaleza sustitucional y vicaria, de la misma forma que lo es la expiación obediente de Cristo. Romanos 5 dice que todos estamos condenados en virtud de la desobediencia de Adán, como también estamos justificados en virtud de la obediencia de Cristo. El problema que todos los hombres confrontamos es la imputación del pecado de Adán, y el remedio para ese problema es la imputación de la justicia de Cristo (Ro. 5:17).

Como dijimos anteriormente, Dios no puede pasar por alto la transgresión de Adán, debido a que su carácter es inmutable (Mal. 3:6). La separación o alienación del hombre fue tan radical que nos hundió en tal deplorable estado, que no es posible para nosotros encontrar nuestro camino a Dios nuevamente, a menos que Dios mismo lo haga por nosotros (Ro. 3:10-12). La Ley de Dios requiere cierta clase de salvación donde:

1. Una obediencia personal, perfecta y perpetua debe ser ejercida por la persona o el sustituto, a los efectos de llenar los requisitos de la ley de Dios y por ende recibir la vida eterna.
2. Todo el juicio de Dios, hasta el extremo de la muerte, debe recaer sobre la persona o el substituto, a los efectos de satisfacer con plenitud la justa pena por desobediencia a la ley de Dios.

Alguien tuvo que vivir la vida perfecta de obediencia que Adán y sus descendientes no pudieron ni pueden vivir, para poder obtener la vida eterna para nosotros. Alguien tuvo que morir bajo el juicio de Dios para que nosotros fuéramos liberados.

La Víctima Perfecta

¿Quién más que el Hijo de Dios pudo haber vivido la vida que nosotros debimos vivir y sufrir el tipo de muerte que nosotros debimos sufrir. Ningún ángel, ni ningún pecador puede satisfacer las demandas de la ley de Dios.

Así como en el Antiguo Testamento el animal debía ser físicamente sin defecto, en el Nuevo Testamento aprendemos que no hubo ningún defecto moral en Cristo Jesús (He. 9:13-14; 1 P. 1:19). El Señor Jesucristo fue el cordero de Dios sin pecado.

En el Antiguo Testamento aprendemos que al posar las manos sobre la cabeza del animal, el sumo sacerdote confesaba y transfería todas las iniquidades del pueblo al animal, que luego era alejado al desierto. En el momento que se ponían las manos sobre el animal, la culpa del pecador y la sentencia de su pecado eran transferidos a la víctima sacrificial. La víctima es la que toma el lugar del pecador a modo de sustituto. De la misma forma, todos los pecados de los elegidos son imputados a Cristo. El se hizo pecado por nosotros (Is. 53:4-6; Jn. 1:29; 2 Co. 5:21; 1 P. 2:24).

Desobediencia en Adán y obediencia en Cristo — inseparablemente ligadas

Nuestra participación en la desobediencia de Adán y nuestra participación en la obediencia de Cristo están interconectadas de tal forma que si alguien rechaza la doctrina de la imputación del pecado de Adán — o sea, el fundamento de la doctrina del pecado original — debe, por lógica deducción, rechazar también la doctrina de la imputación de la justicia de Cristo – o sea, la base de la doctrina de la justificación judicial.

A través de la historia de la iglesia, habilidosos herejes han reconocido que la doctrina del pecado original, la expiación sustitucionaria, y la justificación forénsica, se mantienen de pie o se caen al mismo tiempo. Esta es la razón por la cual Socinio y Charles Finney en el pasado, y otros en el presente, se sienten lógicamente inclinados a negar las tres doctrinas.

Para el hombre natural es imposible aceptar culpabilidad por imputación. No hay nada más ofensivo para la noción de lo que es justo y recto en la mente del hombre natural. Esta doctrina de la imputación del pecado original es considerada indigna de Dios, e imposible de ser defendida mediante la razón. Se llega a decir que si Dios en realidad considera a los humanos culpables por el pecado de Adán, es un Dios que no merece nuestra adoración.

El error de esta posición se hace evidente ante la simple pregunta ¿Dónde se originó el pecado si no fue de la forma en que la Biblia declara? La únicas respuestas ofrecidas hasta ahora son: 1) El pecado o el mal es eterno; 2) La teoría de la reencarnación. La respuesta no. 1 no es respuesta en realidad, es nada más que la negación del problema. Es la negación de que el pecado y el mal tuvieron un comienzo. La respuesta # 2, la reencarnación, está desprestigiada por sus incoherencias internas. Estas son todas las respuestas, no hay más. Sólo la explicación bíblica tiene sentido, o sea, que el pecado es universal como resultado del juicio de Dios sobre la raza debido a la transgresión de Adán. Adán fue el representante de toda la raza.

La misma terminología

Nuestra relación con Adán se describe en los mismos términos que se usan para hablar de nuestra relación con Cristo . Por ejemplo, podemos estar en Adán de la forma que podemos estar en Cristo. La unión con Adán y la unión con Cristo son dos realidades que comparten significados mutuos. Todos los que están en Adán, o sea, unidos con Adán, reciben ciertas cosas en virtud de esa unión, del mismo modo que todos los que están en Cristo reciben ciertas cosas en virtud de esa unión con Cristo.

Rechazos incoherentes

Debido a que el mundo evangélico está plagado de maestros, pastores, y evangelistas que tienen muy poco entrenamiento teológico, poco conocimiento de la historia de la iglesia, y ninguna preparación en lógica, no nos debe sorprender que alguna gente plantee objeciones a la doctrina del pecado original, basados en que sería “injusto” que Dios nos castigue a nosotros por la maldad de alguien más. Para estos líderes, la idea de que Dios nos trate en base a lo que alguien pudo haber hecho, es absurda.

Sin embargo, al mismo tiempo, la misma gente que piensa así, una vez que se les presiona, admite que Dios trató a Jesús conforme a los pecados de ellos. Si Cristo “murió por nuestros pecados conforme a las escrituras” (1 Co. 15:3), ¿cómo puede ser injusto que muramos por el pecado de Adán?

Conclusión

La historia de la iglesia demuestra que el rechazo de la doctrina del pecado original, eventualmente conduce al rechazo del sacrificio vicario y de la justificación forense. Esto sucedió con la teología liberal del siglo XVIII.

Estos teólogos liberales comenzaron con la negación de la doctrina del pecado original y la depravación consecuente. Esto los llevó a negar la expiación sustitucionaria. Basándose en la “razón”, concluyeron que sería injusto condenar a alguien por las culpas de otros. Esta racionalización les hizo luego negar el sacrificio de la sangre de Jesús.

Por esta razón, la doctrina del pecado original es absolutamente esencial en la teología cristiana, y por eso la iglesia de Cristo ha condenado siempre como definitivamente heréticos el pelagianismo y el semi-pelagianismo. Estos sistemas niegan o debilitan la doctrina del pecado original y su resultante depravación. La validez del sacrificio sustitucional y la justificación judicial están basadas en la validez de la imputación del pecado de Adán a la raza humana.

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Bibliografía:

.– Genesis, An Expositional Commentary, James Montgomery Boice, Zondervan.
.— Studies in the Atonement, Robert Morey, Christian Scholars Press.
.— Elemental Theology, Bancroft.

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