Carlos Gallardo Serrano, Pastor de la Iglesia «Puerta del Rebaño»
El concepto cristiano de ser humano debería ser heredado de la concepción judía de humanidad, ya que es en este contexto social donde el Jesús histórico se desarrolla y cumple su ministerio. Esta visión de ser humano se remonta, originariamente, al concepto elaborado por una nación formada a partir de un grupo de esclavos salidos de Egipto y de grupos de nómadas que conjugan diferentes tradiciones y características. Estos grupos son designados en su época en el medio oriente con el término sociológico «hebreos», que significaba marginal o nómada, gente sin nacionalidad ni prestigio, conocidos también como «hapirú” (1).
El concepto de ser humano que aparece en este pueblo, se contrapone profundamente a los conceptos elaborados por la idiosincrasia y cultura de los otros pueblos de su época; esto, aun cuando en su formación no está ausente el eje teocéntrico, un elemento que regía también a los demás pueblos. La diferencia es que, a este pueblo, su Dios le da un código ético por el cual regirse y relacionarse (Ex 20-23).
Es una sociedad de iguales, sin diferencias sociales ni dominio de unos sobre otros; viven apegados a sus leyes y son gobernados bajo la dirección única de Dios. Es el tiempo de los Jueces, cuando se produce el primer intento de formar una sociedad igualitaria en la historia: «la Utopía de los Jueces». En esta organización, las aldeas no tienen murallas ni un ejército profesional, todos defienden sus aldeas, la tierra se reparte equitativamente para satisfacer las necesidades de cada uno y no se puede enajenar definitivamente (Lv 25:10-16). Los líderes surgen para defender o acaudillar al pueblo y liberarlo de algún opresor. También, estos líderes, llamados “jueces”, velan por la justicia y pueden dirimir los conflictos personales internos de la comunidad. La procedencia de los jueces, en muchos casos, es anti-noble (2); son hijos de prostitutas, como Jefté (Jue 11:1), o hijos de extranjeras, como Ehud (Jue 3:15) e incluso mujeres, como Débora (Jue 4:4).
Este concepto antropológico, de seres humanos en esencia libres, igualitarios y solidarios, guiados por Dios, en la práctica resultó ser una utopía. El relato bíblico de los Jueces revela que fue difícilmente viable «pero no fue el robo (Ex 22:1,2), las riñas (Ex 18,19), o el problema de los pozos (Ex 21:33-36) lo que hizo cambiar radicalmente la convivencia israelita. Lo que hizo que ya no se aguantara más el costo y sacrificio de ser diferentes, fue el reclamo y la oposición de sectores antidemocráticos dentro de Israel» (3).
En un último intento, el profeta Samuel advierte al pueblo de las desastrosas consecuencias de la monarquía (1 Sam 8:11-17). Pero el pueblo elige dejar su proyecto único y decide ser como uno más de los otros pueblos.
Origen cosmológico
La redacción del relato bíblico de la creación en el Génesis, se da como consecuencia de la revisión de estos hechos. En el relato de la creación redescubren la acción e intervención de Dios en la historia de su pueblo.
El pueblo de Judá se encuentra cautivo en Babilonia (segundo cautiverio): han retornado a su antigua condición de esclavos (4). Desde el estado de esclavitud, surgen interrogantes que requieren explicaciones para su dolorosa situación actual, y en la respuesta a estas interrogantes no existen argumentos que puedan eximir el reconocimiento de su culpa. Han transgredido los valores que les ha revelado su Dios y han sido seducidos por la visión de mundo de los otros pueblos. Entonces brota, desde el fondo de su olvidada tradición religiosa, una protesta profunda y trascendente contra las ideologías y conceptos de dios y de hombre que tenían sus dominadores y los otros pueblos que les circundaban. Esto se plasma en el mito de la creación bíblica, fundamentado en la experiencia de su historia con su Dios y su revelación, que se contrapone sistemáticamente a los otros mitos de la creación de sus opresores. Conviene hacer notar, aquí, que el concepto de “mito” se refiere a una explicación de la realidad, una forma de representación de una verdad, y no a una fábula, cuento, fantasía, falsedad o mentira, como se cree habitualmente.
El énfasis bíblico en la creación no es tanto en el cómo, es decir, si es con elementos (materia prima) o de la nada (ex nihilo), aunque reconoce que el Dios todopoderoso crea de la nada. En la Biblia, vemos que el interés central del relato de la creación está en que Dios crea el universo y crea la tierra con vida en ella para el hombre (varón y hembra) creado a su imagen y semejanza (Gn 1:27) (todos los hombres y todas las mujeres), para que puedan vivir en plena libertad e igualdad. Muchos textos bíblicos nos hablan de este concepto de «creación-libertad» (Is 42:5-7, Is 40:21-23, Salmos 8, 136, etc.). «Todo el Antiguo Testamento habla del binomio creación-liberación, como si fuera una sola cosa”, incluyendo Génesis 1 (5).
Génesis 1:1 ya declara la primera controversia: «Dios creó el cielo y la tierra». No existe la participación de otros dioses o semidioses que tengan autoridad alguna en este proceso.
Génesis 1:2 describe: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». El mundo es un caos y, en los versículos sucesivos, el mundo es ordenado por Dios, para que esto, que es un ambiente de anti-vida, se transforme y sea una creación para la vida.
«En el mito de creación babilonio, una fuerte tormenta, producida por siete vientos, se movía sobre las aguas primordiales y tenían que procurar que ellas, representando el caos, no escaparan.
(El dios Marduk) puso los cuatro vientos
para que nada de ellas (las aguas primordiales)
escapara…
Produjo Imhullu,
el viento maligno
el torbellino, el huracán…» (Enuma Elis IV, 45)
(En la tablilla IV del poema babilónico de la creación, Enuma Elis) (6)
La Biblia, en los versículos 6 al 7 de Génesis 1, habla de la separación de las aguas. A las que están sobre la expansión les llama “cielo” y las que están bajo la expansión, Dios las juntó en el mar y apareció la tierra seca.
En el relato babilónico, «Tiamat, la monstruosa diosa del caos, representada por las aguas primordiales, es partida en dos:
Entonces el señor (Marduk) se detuvo
para mirar su cadáver (es decir: de Tiamat),
a fin de que dividiera el monstruo
e hiciera una obra de arte.
La hendió como una concha en dos partes:
la mitad de ella la puso como cielo
la encerrojó y puso guardias
y les pidió no dejar escapar sus aguas» (Enuma Elis IV, 135ss) (7)
Al final del versículo 10 de Génesis 1 en la Biblia, dice: «Y vio Dios que era bueno». En los versículos siguientes, crea la vida vegetal, luego los grandes astros y las estrellas. El sol y la luna son nombrados para ubicarlos en su lugar, al servicio de la tierra y de la vida; no son deidades que se hagan servir, como los consideran los babilonios, ni tienen sus representantes en la tierra, como el faraón en Egipto.
Esto, en tanto que en el Enuma Elis, el cielo es creado por causa de que la existencia de los dioses está en peligro, amenazados por Tiamat (el caos) y sus acompañantes, y la tierra es morada de dioses, como casa de retiro o donde se pueden hospedar cuando tengan que descender del cielo para una reunión.
He aquí, he endurecido la tierra
como sitio de construcción,
construiré una casa, la que será mi morada lujosa.
En ella fundaré un templo y
estableceré mi soberanía.
Cuando (los dioses) vengan del cielo
para la asamblea
pasarán la noche en ella.
Es para recibirles a todos.
Llamaré su nombre Babel
lo que significa:
‘las moradas de los grandes dioses’. (Enuma Elis VI, 121ss)
Ni en los cielos ni tampoco en la tierra ha sido preparado un lugar para el hombre.
Ahora bien, para profundizar un poco más el mito babilónico en el cual está expresado cierto pensamiento sobre el hombre, agregamos un nuevo elemento.
En el festival del Año Nuevo, durante el cual se leía el Enuma Elis, era entronizado cada año el rey con su corte como representante de Marduk. Es decir, era reconfirmado cada año en su poder absoluto como dios en la tierra. Dicho de otra manera: el mito de la creación babilónico, en que no había espacio para el hombre, era aliado fiel de un sistema social feudal donde había mucho espacio para ‘el hijo de su dios’, como se llamaba al rey en Babilonia, y casi nada para el hombre común y corriente, el pueblo” (8).
«La misma falta de reciprocidad, o democracia si se quiere, entre el rey y su pueblo, vigente en la sociedad egipcia y babilonia, se reproducía en los mitos de creación donde el cielo no tenía mucho que ver con la tierra, y la tierra era un agregado, un apéndice del cielo.
El mismo pensamiento, la misma ideología, está articulada en la famosa astronomía babilónica. El destino del hombre está escrito en las estrellas; también el del hombre oprimido y sufriente. Y ya que el cielo no se puede equivocar, no es tampoco una equivocación el sufrimiento y la explotación del hombre. Los siete planetas son dueños de los siete cielos, y sus riñas y peleas producen las del hombre. Si el cielo no se equivoca y es inalterable su ritmo, también lo es lo que pasa en la tierra.
Es a esta cosmovisión, que conviene solamente al dominador, que se opone Génesis 1″ (9).
En el versículo 27 del Génesis 1, Dios crea al hombre, el centro de nuestra preocupación.
«Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla,
y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos,
y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.» (Gn 1:27,28)
En los mitos de la creación del Cercano Oriente Antiguo, el hombre, muchas veces, ni siquiera aparece, y cuando aparece, es asumiendo el rol de esclavo de los dioses.
En el mito babilónico, «terminada la creación, incluyendo la de los dioses inferiores, que son esclavos de los (pocos) dioses superiores, los primeros se rebelan y entran en huelga, no quieren trabajar y dar de comer a sus superiores. Es en ese momento, durante un conflicto económico social, que se le ocurre a Marduk, dios supremo, crear al hombre.
Amasaré sangre y crearé huesos,
Estableceré un ser humano:
‘hombre’ se llamará.
En verdad, un ser humano crearé
para que… cargando con el servicio
de los dioses, éstos puedan reposar… (Enuma Elis VI, 5-8) (10)
En esta concepción, el hombre es creado para ser esclavo, y la creación entera de la humanidad es con la sangre de los dioses enemigos de los dioses superiores.
«No fue sólo Tiamat quien conspiró contra los dioses, sino que hubo otro, el ideólogo mismo de la revuelta, llamado Kingsu. Este dios Kingsu instigó a Tiamat a rebelarse y, mientras Tiamat murió, Kingsu se escapó y está con vida. Es a este Kingsu, productor de caos, que ahora llaman los dioses y:
… Lo ataron … le impusieron su culpa…
y le cortaron las venas.
De su sangre confeccionaron la humanidad. (Enuma Elis VI, 11-40) (11)
Si bien en los mitos de creación del antiguo Oriente Medio, el hombre no es mencionado y, cuando aparece, se le menciona como esclavo, más difícil aún es encontrar en ellos la creación de la mujer. La creación del hombre y la mujer a imagen de Dios es una protesta absolutamente confrontacional contra este enfoque, como lo es también el día sábado, día de descanso. Para los esclavos, hombres creados para trabajar, y trabajar para que los dioses vivieran en su ocio (los reyes-dioses), esto no tenía sentido.
Es en este contexto que el pueblo de Israel, reflexionando desde su estado de esclavitud, descubre el origen de su condición. Ellos han comido del fruto prohibido, el fruto que los haría como dioses y que los convirtió en hombres y mujeres solos que quieren enseñorearse los unos de los otros. Ya el hombre no es uno con la mujer, ni su igual, sino que se enseñorea sobre ella y la hace su objeto (Gn 3:16). Ambos se avergüenzan de estar desnudos, uno frente al otro (Gn 3:7), la unidad y la comunidad de iguales se rompe y ya no existe más. Ésta es la consecuencia de querer ser como los otros pueblos (1 Sam 8:5), querer ser o tener dioses-hombres y vivir en un mundo en donde el que se enseñorea pasa por encima del otro. Es el mundo en donde los Caínes pasan por encima de los Abeles y toman sus vidas (Gen 4:8), las vidas de los que no cuentan, los que son “vapor” (el significado de la palabra “Abel”), los que no son nada (12).
Esta es la condición crítica a la que el ser humano y todo pueblo de Israel han llegado: un anti- hombre en una anti-creación, perdida su libertad, su comunidad, su igualdad y su justicia.
Cristianismo
El cristianismo y su sentido antropológico no tendrían razón de ser sin la persona misma de Jesús, el Cristo. El relato de la creación en el Antiguo Testamento, y el concepto de hombre que de allí se desprende, no pasarían de ser un mito más o una simple protesta o respuesta a otro mito, dentro de otros tantos de su época, sin la irrupción en la historia del Dios hecho hombre en Cristo Jesús. Para nosotros, los cristianos, todo el relato elaborado por un pueblo, a partir de su experiencia de vida con su Dios, el Dios único, cobra sentido y carácter de texto inspirado por Dios en la relación con su pueblo, cuando Nuestro Señor Jesucristo lo confirma.
Jesús confirma el relato del Génesis y la experiencia del pueblo de Israel con Dios, cuando reivindica al ser humano «como hijo de Dios» y, con su ejemplo de vida, denuncia los sistemas de opresión y enseñoreamiento de hombres sobre hombres en sus expresiones tradicionales, poderes políticos, religiosos, militares y económicos.
El Señor Jesucristo también se opone a los abusos que los hombres cometen con sus semejantes, pretendidamente justificados por sus hábitos y tradiciones culturales. Así lo ilustran sus reivindicaciones de la mujer, de los enfermos, de los niños, de los endemoniados, de los discriminados raciales o por nacionalismos, y de los marginados o discriminados en general.
Jesús muestra claramente su postura frente a las relaciones humanas, al estipular como centro de toda su enseñanza “el amor”; amor al prójimo, amor a Dios e, incluso, amor por los enemigos. Es la esencia del evangelio para alcanzar “el reino de Dios y su justicia”.
Es una segunda oportunidad para alcanzar la misericordia de Dios y retomar el sentido original de seres humanos. Este ser humano nuevo tiene la oportunidad de reconstruir un nuevo orden en la tierra. Los que han conocido la misericordia de Dios, son capaces de creer en Él y depender de Él en la realización del proyecto de vida que Dios tiene para ellos. Entonces son capaces de amar y, así como han alcanzado misericordia, son capacitados para tener misericordia, buscar y amar la justicia y ser humildes ante Dios. Ya no aspiran a ser como Dios: quieren ser sólo hombres y mujeres, lo que implica mirar al otro u otra como un igual, con los mismos derechos y necesidades, y tener deseos de vivir y trabajar juntos, comunitariamente, sirviéndose mutuamente, dependiendo del único Rey y Dios.
Cristo y su ejemplo capacitan a la comunidad del Reino de Dios, al demostrar que el hombre debe defender el proyecto original aun con la propia vida, pues, a los que buscan este camino de justicia, Dios los restaura como a Cristo. Al que la justicia de los dioses-hombres condena a muerte, Dios lo resucita y lo restaura en el Reino de la Vida.
La iglesia
Es la iglesia la que reinterpreta y transforma el texto y su mensaje original. De este modo, un mito con inspiración divina y una revelación profundamente humana, que contiene respuestas a realidades concretas que afectan la vida cotidiana del hombre, se ha convertido en un mensaje literalista, exigido y mistificado, que describe supuestamente una realidad histórica.
Esto no hace menos importante el hecho que nos entrega la revelación inspirada en el Génesis bíblico: que Dios creó, y creó de la nada (creatio ex nihilo). Dios, el Único, crea lo distinto y lo distante de sí, el universo; pero no lo crea a partir de sí mismo, puesto que, en tal caso, el universo corporal sería una parte suya (idea que, por panteísta, no es congruente con el cristianismo). Dios tampoco crea el universo a partir de una materia prima preexistente, como tampoco lo crea en algo preexistente, como el tiempo o el espacio: todo cuanto es algo (universo, espacio, tiempo) ha recibido el ser que tiene (13).
El ser humano es también una criatura de Dios, puesto en la tierra para relacionarse con su creador en amor. Pero ni en la revelación bíblica del Génesis ni en las enseñanzas de Jesús hay respaldo para la aseveración tradicional del cristianismo, que ubica al ser humano como el centro del universo.
Es evidente que nosotros, los seres humanos, debemos mirar nuestra realidad como seres creados a imagen de Dios, pero no dioses; por lo tanto, seres que deben asumir sus limitaciones. No conocemos nuestro futuro, ni el destino de la creación. Sólo se nos ha revelado, a través de la resurrección de Cristo Jesús, que nuestra participación en la creación no termina con el fin de nuestra vida humana.
La resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, nos da certeza de la prolongación de nuestra existencia, y la esperanza en la consumación del reino de Dios y su justicia, justicia que deberemos enfrentar todos en el día de la consumación, cuando Jesús, centro de la revelación de Dios, regrese a juzgar a la humanidad.
La revelación de Dios en Cristo Jesús dice que Cristo nos capacita para ser personas que respondamos a la condición original para la que fuimos creados, reconociendo que somos seres humanos que dependemos de Dios y que, en esta condición, podemos ser hombres y mujeres felices, amados por Dios Nuestro Padre, capaces de ser igualitarios, libres, justos y solidarios, concientes de que Él estará con nosotros hasta el fin del tiempo.
Bajo esta nueva conciencia cristiana, podemos y debemos empezar a vivir el Reino de Dios aquí y ahora, en comunidad con nuestros semejantes, para luego prolongar nuestra existencia junto a nuestro Padre, por la eternidad.
Conclusión
Es en la realidad de hombres y mujeres que han vivido la experiencia de dependencia, opresión, discriminación e injusticia en donde se redescubre el sentido del mensaje bíblico. Es entonces cuando se hace carne el mensaje de un Dios que siempre se ha declarado defensor de los que sufren. Es entonces cuando la comunidad de fe puede tomar el mensaje de Dios y hacerlo propio, libre de las claves de lectura impuestas por las instituciones religiosas que han hablado desde la perspectiva de los sistemas dominantes, desde la perspectiva de los dioses humanos.
Es a la luz de este mensaje que el cristiano redescubre que Dios ha creado un ser humano en dignidad, libre, igualitario, solidario, gregal y misericorde que ama la justicia y depende de Dios para la eternidad.-
Concepción, 2001
Escritos relacionados:
Felipe Elgueta (2001). Génesis 2: Una historia de amor
Hans de Wit (1988). He visto la humillación de mi pueblo
Notas
(1) Milton Schwantes. “Historia de Israel, lugar y origen”. Cap 5 Pág. 68 al 70
(2) Hans De Wit . “Caminando con los Profetas”. Pág. 25
(3) Hans De Wit . “Caminando con los Profetas”. Pág. 26
(4) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(5) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(6) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(7) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(8) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(9) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(10) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(11) Hans De Wit. La canción de la Tierra. Capítulo 2 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(12) Hans De Wit. La tierra y sus hijos (II). Capítulo 4 de “He Visto la Humillación de Mi Pueblo”.
(13) Humberto Giannini. “Breve Historia de la Filosofía”. Pág. 107
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