El Sermón Dominical
Domingo 17 de Agosto del 2008
Pescadores de hombres
Pastor Tony Hancock
Introducción
Un muchacho se había quedado en la casa cuidando a su hermanita pequeña mientras sus padres se iban de compras. Aburrido, decidió irse a pescar – pero desde luego, tuvo que llevarse a su hermanita.
Cuando sus padres regresaron a la casa les contó lo que había hecho, y luego dijo: «¡Nunca vuelvo a cometer ese error! ¡No pesqué nada!» Su madre le preguntó: «¿Qué pasó? ¿Tu hermanita hizo mucho ruido y espantó a los peces?» . «No», respondió el joven, «no fue eso. Es que se comió la carnada.»
Estoy seguro que muchos de ustedes tienen historias relacionadas con la pesca. Parece que cualquier persona que se va a pescar regresa con un cuento, aunque quizás no regrese con pescado. Hoy encontramos a Jesús hablando con un pescador.
Los pescadores son famosos por sus exageraciones. El pez que se escapó se hace más grande con cada recuento. La historia que hoy leemos no es ninguna exageración. En ella, el pescador que se encontró con Jesús tuvo que enfrentarse a la realidad – y fue un cruel despertar. Sin embargo, la historia tiene un final feliz. Lectura: Lucas 5:1-11
5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 5:2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. 5:3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón,
le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
5:4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5:5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. 5:6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su
red se rompía. 5:7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. 5:8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. 5:9 Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,
5:10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. 5:11 Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
Encontramos a Jesús enseñando a orillas del lago de Genesaret, también conocido como el mar de Galilea. La orilla del mar formaba un anfiteatro natural, permitiendo a muchas personas oír sus palabras. Las palabras de Jesús no eran comunes; nos dice el texto que la gente empujaba para oír la palabra de Dios.
Me llama la atención el hecho de que el mensaje de Jesús es también el mensaje de Dios. Es decir, las palabras que salían de los labios de Jesús eran las palabras de Dios. Es por este motivo que merecen estudio y atención. Merecen nuestro más profundo esfuerzo.
Dime, si te llegara una carta con la Casa Blanca como dirección de remitente, ¿dejarías la carta para después? ¿Dirías: A ver cuándo tengo tiempo para leerlo? ¡Creo que no! Ansiosamente abrirías la carta para ver qué te dice el presidente.
Dios te mandó una carta. ¿La has leído con atención? O ¿la dejas para después? Las personas que buscaron a Jesús tenían hambre de oír la Palabra de Dios, y El los alimentó. Si compartes su hambre, también serás alimentado.
Cuando Jesús terminó de enseñar, volteó su atención hacia la persona que le había prestado su barca para usarla como plataforma para la enseñanza. Jesús había crecido con un oficio, el de carpintero. Estoy seguro de que El, humanamente hablando, conocía muy bien cualquier cosa relacionada con la madera. Pero ¿qué iba a saber un carpintero de la pesca? ¿Qué podría conocer de los efectos del clima, de las corrientes del lago, de las costumbres de los peces que un pescador busca pescar? ¡Nada!
Por este motivo, a primera vista, parece ilógico que Jesús le dijera a Pedro que volviera a echar sus redes. ¡Ha estado pescando toda la noche! Si hubiera peces en esa parte del lago, Pedro y sus compañeros los habrían encontrado. Sin embargo, Pedro aceptó.
Pedro había visto algo en Jesús que le inspiraba confianza. Había algo que lo impulsó a obedecer, a pesar de que todos sus conocimientos humanos como pescador profesional le decían que no había peces en esa parte del lago. El resultado fue una pesca desbordante. Los barcos se llenaron, a tal grado que las redes
se rompían y los barcos se hundían.
Algunas personas han sugerido que la vista de Jesús fue tan fina que El alcanzó a ver un banco de peces que los demás no vieron.
¿Te parece lógico? Jesús estaba mirando hacia la playa, donde la gente lo escuchaba; Simón manejaba el barco. Si alguien pudiera haber visto un banco de peces, habría sido Simón, no Jesús. Simón mismo sabía esto.
Es por eso que su reacción a lo sucedido es tan extremo. Lo que pasó, en realidad, es que Simón miró a Jesús, y luego se miró a sí mismo. Quiero invitarte a hacer lo mismo en esta mañana.
Primero, Mira a Jesús
Cuando te digo que mires a Jesús, no te estoy diciendo que formes una imagen mental de El. Quizás cuando pienses en Jesús recuerdas algún cuadro o alguna imagen que has visto de El. Quizás te viene a la mente el rostro de algún actor que lo ha representado en alguna película.
Nosotros no sabemos cómo se veía físicamente Jesús. No existe ninguna fotografía de El, ni cuadro ni estatua hecha cuando El vivía. Todo lo que tenemos es la imaginación. Debemos de tener cuidado, porque nuestras ideas pueden convertirse en ídolos, si tan sólo nos imaginamos la apariencia de Jesús cuando pensamos en El.
No; más bien, mira a Jesús en la realidad de su persona. En la apariencia de Jesús no había nada extraño; no tenía aureola. Fue sólo después de darse cuenta de quién era Jesús en realidad que Simón Pedro se postró ante El para rogarle: ¡Apártate de mí! ¿Por qué quería Pedro que Jesús se apartara de él? ¿No le acababa de regalar una pesca estupenda?
Pedro se estaba dando cuenta de quién era Jesús. Hasta ese momento, él quizás había visto a Jesús como un buen maestro, un hombre que se estaba haciendo famoso en toda esa área por sus dotes de sanador. Ahora se da cuenta de que Jesús es mucho más. Se da cuenta de que él tenía un ser sobrenatural en su barca, y
no estaba seguro qué podría suceder ahora.
Se dio cuenta, en otras palabras, de que Jesús era santo. Jesús no era un simple hombre como él, era mucho más; y ese reconocimiento le causó temor. Nosotros hemos perdido tanto el respeto para Dios que no nos damos cuenta de que la santidad es peligrosa. Frente a un Dios completamente santo, nosotros
estamos perdidos.
El profeta Isaías experimentó lo mismo cuando tuvo una visión de Dios, grande y exaltado, en su templo. El respondió: ¡Ay de mí! Nuestro Dios, como dice la Palabra, es un fuego consumidor.
Dime, cuando miras a Jesús, ¿qué ves? ¿Ves a un tipo desgraciado, triste, que lastimosamente fue clavado en una cruz por gente mala? ¿Ves a un bebé en los brazos de su madre? ¿O ves al Creador del universo, la gloria misma de Dios hecho hombre, perfecto y santo en cada aspecto? Ese es el Cristo que yo adoro
– y es el Jesucristo de la Biblia.
Después de mirar a Jesús, Simón Pedro se miró a sí mismo. Te invito a hacer lo mismo.
Mírate a ti mismo
¿Qué dijo Simón? ¡Apártate de mí, Señor; me incomodas! No, no dijo eso. ¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador! Después de darse cuenta quién era Jesús, Simón se dio cuenta de quién era él. ¿Era pecador? ¡Simón! Era indigno de estar en la presencia de Jesús, y quizás le daba miedo pensar en lo que le podría
suceder estando en esa presencia.
Cuando tú realmente te encuentras con Jesús, la primera cosa que pasa es que te das cuenta de tu estado verdadero. Mientras vivas ignorando a Jesús puedes pensarte una persona decente, normal, quizás no perfecta, pero sí más o menos buena. Puedes encontrar a mucha gente que es mil veces peor que tú.
Cuando te encuentras espiritualmente con Jesús, sin embargo, tienes que enfrentar la realidad. Todos tus pretextos, tus defensas, tus excusas se caen y te ves como eres. De hecho, el apóstol Juan nos dice que hay muchas personas que no se acercan a Jesús precisamente por este motivo. «Todo el que hace lo malo
aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto.» (Juan 3:20)
Estas personas incluso se encuentran en las iglesias; personas religiosas, pero que nunca han tenido un encuentro con Jesucristo. Escúchame bien: este paso es esencial para que tú conozcas a Cristo, y vivas para El. Si nunca has llegado a ver quién eres, en realidad, pídele a Dios que te abra los ojos.
A veces nos cuesta enfrentar la realidad acerca de nosotros mismos porque pensamos que nadie nos podría querer si vieran el verdadero yo. Preferimos quedarnos con la imagen que hemos construido de una persona autosuficiente. Sin embargo, es sólo cuando enfrentamos la realidad que podemos oír estas palabras de
Jesús: «No temas».
Es sólo cuando enfrentamos la realidad acerca de nosotros mismos que podemos experimentar el amor incondicional de Dios, ese amor que estuvo dispuesto a sacrificarse a sí mismo por nosotros. Es entonces que el Señor extiende su mano y nos levanta. Fue sólo así que Jesús pudo decirle a Simón: «Desde ahora serás pescador de hombres».
Cuando has mirado a Jesús y te has mirado a ti mismo, El te llama a hacer lo siguiente:
Mira la pesca
Cuando te has encontrado con Jesús, El te llama a unirte a El en su misión de rescatar a otros. Vivimos rodeados de personas que se están ahogando en un mar de desesperación, de pecado, de vicios, de perdición; personas que viven separadas de Dios.
Si tú has conocido a Cristo, ahora tienes una misión. Has sido llamado a unirte a Jesús en lo que El vino a hacer: a rescatar de la humanidad perdida un pueblo para sí mismo. Simón y sus compañeros oyeron muy bien el llamado; ellos lo dejaron todo para seguir a Jesús.
Cristo te está llamando también a dejarlo todo por El. Esto no significa que vas a abandonar tu casa y a tu familia para vagar por el mundo. Lo que significa es que vas a vivir con una escala de valores radicalmente diferente. Las cosas que te importan más van a ser distintos.
Considera esto: cuando Jesús regresa y tienes que dejar atrás todo lo que tienes – tu casa, tu carro, tus cosas – ¿te dolerá dejarlas? O ¿los olvidarás por el gozo de estar con El? Si El te llamara a servirle en el campo misionero donde tendrías que dejar estas cosas atrás, ¿lo harías?
Si tu corazón está enamorado de las cosas que tienes, de lo que puedes hacer o de los placeres, no podrás serle útil a Jesús en su misión. Sólo puedes conocer el gran gozo de servirle a El si dejas atrás lo material y lo que satisface tu ego.
Este es el llamado de Cristo: mírale a El, mírate a ti mismo y mira la pesca. Cristo te está llamando hoy a tomar una decisión. Quizás sea la decisión de acercarte a El por primera vez, de reconocerlo como Señor y Salvador de tu vida. Quizás sea la decisión de dejarlo todo atrás para seguirle y ser pescador de hombres. ¿Qué decisión debes tomar hoy?
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