Tutankamón y su extraña familia

Aunque a todos nos gusta pensar que los sucesos más dramáticos de la historia se producen a causa de conspiraciones, cuanto más rocambolescas mejor, o de accidentes muy espectaculares, la verdad es tozuda y se empeña en contradecirnos. Así le acaba de ocurrir a Tutankamón, el joven faraón cuya muerte prematura estaba envuelta en numerosos misterios.
FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A. 17/02/2010
Entre esas hipótesis se contaba la del asesinato, pues en la momia se apreciaba una fractura en la nuca, aunque quizá ésta fue producto de las manipulaciones de Howard Carter y sus arqueólogos en 1922, cuando le arrancaron la máscara de oro que estaba pegada al cadáver con cuchillos calientes… o el envenenamiento. Pero también se especulaba con una caída brutal cuando corría en un carro, pues los restos también presentaban una fractura de fémur… Pues bien, ninguna de ellas va a resultar cierta.
El «Journal of the American Medical Association» ha publicado un estudio encargado por Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, y que a partir de biopsias, análisis radiológicos y de ADN de 10 momias relacionadas con el faraón -que murió siendo un adolescente de 19 años cerca del 1324 a. de C. durante la XVIII Dinastía del Nuevo Reino, tras casi una década de reinado- no sólo han permitido conocer qué pudo haberle causado la muerte, sino además diversas enfermedades que afectaban a su familia, así como también cuál era su filiación, al identificar a su padre y a su madre, entre otros parientes.
Empecemos por señalar qué enfermedades no padecía Tutankamón. En primer lugar, los investigadores descartan que sufriera el Síndrome de Marfan, una patología que se apreciaba en otros miembros de su familia. Este mal afecta al tejido conectivo y se caracteriza por un excesivo crecimiento de los miembros. En segundo lugar, también se ha descartado que sufriera ginecomastia, que es un desarrollo anormal de los pechos en los varones y que puede deberse a un desequilibrio hormonal. Los científicos tampoco han advertido en el joven faraón signos que apunten a ninguna patología que produzca feminización a pesar de que las representaciones artísticas que de él se tienen lo muestren con rasgos andróginos o feminoides. Esto puede deberse a que las figuraciones que se realizaban de los faraones y de los miembros de la familia real no eran reales sino idealizaciones, y éstas, durante ese periodo -el de Amarna- así los mostraban, quizá debido a las reformas religiosas impuestas por Akenatón.
La muerte de Tutankamón más bien pudo deberse a otras patologías. La principal sería la malaria. Los análisis genéticos han identificado varios genes: Stevor, AMA1 y MSP1, que son específicos del Plasmodium falciparum, parásito que causa la malaria, lo mismo en el faraón que en tres miembros de la familia. La malaria asociada con una necrosis vascular de los huesos (falta de vascularización que provoca la muerte de los osteocitos) sería probablemente lo que finalmente le causó la muerte.
Por último, Tutankamón también padecía la enfermedad de Kohler II, una falta temporal de vascularización que deforma el segundo metatarsiano del pie, provocando su achatamiento y que se da durante la adolescencia. Esta patología, también conocida como enfermedad de Freiburg, luego mejora, aunque puede tener como consecuencia la cojera. Es necesario diferenciarla de la enfermedad de Kohler I, la escafoiditis tarsiana -según explica a ABC el Dr. Mariano de Prado- pues ésta afecta al escafoides, y que según algunas informaciones nunca contrastadas ha padecido el tenista Rafael Nadal.
EL GRAN MISTERIO: ERA NIETO DE TIYE E HIJO DE AKENATÓN
El gran reto de la arqueología era saber de quién era hijo el faraón más famoso del Antiguo Egipto. Los investigadores realizaron análisis de entre 2 y 4 muestras del ADN de cada una de las diez momias vinculadas a él, así como de otras cinco pertenecientes al Nuevo Reino que se utilizaron como grupo de control. La identidad de tres de ellas ha quedado determinada. La conocida como KV35EL corresponde a Tiye, que era abuela de Tutankamón. La KV55 es con toda probabilidad la de su hijo Akenatón quien, a su vez sería el padre del joven faraón. Además de otras características morfológicas, padre e hijo compartían el mismo grupo sanguíneo. Por último, la momia KV35YL correspondería a su madre, aún sin nombre (¿Kiya, Nefertiti?)
Porque murió joven, a los 19 años; porque no dejó herederos; y porque en los relieves y en las estatuillas tiene una apariencia femenina. Mucho se ha especulado sobre las enfermedades y la posible causa de fallecimiento del faraón egipcio Tutankamón, como también se ha teorizado sobre quién eran sus familiares directos.
Fuente: Patricia Matey | El Mundo.es, 16 de febrero de 2010
Parte de la ‘verdad’ sale ahora a luz gracias a la utilización de varios métodos científicos, incluidos análisis genéticos, antropológicos y radiológicos que han sido llevados a cabo sobre su momia, como sobre otras 10 que posiblemente o definitivamente estaban estrechamente relacionadas de alguna forma con el joven faraón y que han formado parte del proyecto iniciado hace ya dos años, conocido como la Familia Real Tutankamón.
“Hemos identificado a su padre en la tumba KV 55 (la de Akenatón) y a su madre, en la KV35, aunque se desconoce su identidad”, aclara Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto y firmante principal de la nueva investigación en la que han participado también científicos italianos y alemanes.
Para Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, los “kits de amplificación de marcadores genéticos polimórficos empleados en la investigación, tanto en las momias masculinas como en las femeninas, son los utilizados normalmente en genética forense y permiten, efectivamente, analizar ocho microsatélites cromosómicos, lo que ha servido para la aportación más novedosa de este estudio que es saber quiénes eran los padres y otros familiares de Tutankamón”.
Publicado en el último número de la revista ‘Journal of the American Medical Association’ (JAMA), detalla además que la malaria y las anomalías óseas parecen haber contribuido al fallecimiento del rey faraón Tutankamón. “Debido a su muerte prematura, sin dejar descendencia, ha habido numerosas especulaciones con respecto a enfermedades que pudieron sobrevenirle a él y a su familia. Sin embargo, la mayoría de los diagnósticos establecidos son hipótesis derivadas de la observación y de la interpretación de los utensilios materiales encontrados en las tumbas y no por la evaluación de los restos momificados de las personas reales”, aclaran los autores del ensayo.
Una de las enfermedades que se han sugerido de forma insistente es una forma de ginecomastia (excesivo desarrollo de las mamas en los varones, normalmente como resultado de un desequilibrio hormonal) o síndrome de Marfán (enfermedad rara del tejido conectivo que afecta a muchos sistemas orgánicos y que se caracteriza por un aumento inusual de la longitud de los miembros).
“Sin embargo, las supuestas mamas aumentadas de Tutankamón, así como las de su padre, no han podido ser determinadas porque Akenatón es un esqueleto momificado y el joven faraón carece de parte frontal de la pared torácica. Por el contrario el pene de Tutankamón, hace tiempo separado del cuerpo, está bien desarrollado. En cuanto a los huesos de la pelvis están casi totalmente desaparecidos. Sin embargo, los de su progenitor, pese a estar fragmentandos, no muestran características femeninas tras su reconstrucción mediante el uso de tomografía computarizada”, reza el ensayo.
A pesar de que las nuevas inspecciones en el cráneo y el tronco del joven rey no revelan información novedosa, “sí se han producido hallazgos llamativos que proceden del examen detallado del pie”, comentan los investigadores. En comparación con la anatomía normal del mismo, el pie derecho de Tutankamón tenía un arco bajo. El arco longitudinal medial del pie izquierdo era ligeramente superior al normal, con la parte delantera del pie en decúbito supino y posición girada hacia adentro, similar a una deformidad del pie equino varo” (o pie zambo), agregan los autores.
Otras evidencias hacen referencia a la necrosis ósea en el segundo y tercer metartasiano izquierdos los que hacen pensar, junto con otros hallazgos, “en que la enfermedad de Freiberg denominada también como enfermedad Köhler II (una osteocondrosis, un trastorno óseo que afecta principalmente el segundo metatarsiano y que deteriora las articulaciones) estaba floreciendo en el momento de su muerte”, determinan.
“Este hecho demuestra que los bastones encontrados, como los de caña de azúcar, no obedecen a una cuestión meramente estética o simbólica sino a un problema físico real”, explica Carles Lalueza-Fox.
Tanto Hawass como su equipo insisten en sus conclusiones “que no hay signos de ginecomastia ni de craniosinostosis (fusión prematura de las suturas craneales tras el nacimiento) o del síndrome de Marfan en el joven rey, pero la acumulación de malformaciones en la familia de Tutankamón es evidente.
Diversas patologías como, la enfermedad Köhler II han sido diagnosticadas en Tutankamón, pero ninguna por sí sola le causó su muerte. Las pruebas genéticas para Plasmodium falciparum (el parásito de la malaria) han revelado indicios de la patología infecciosa en cuatro momias, incluida la de Tutankamón. Además, la fractura de una pierna, como consecuencia tal vez de una caída, progresó hacia una enfermedad crónica [una necrosis ósea vascular, enfermedad producida por la falta temporal o permanente de irrigación sanguínea al hueso] debido a su infección por malaria. Y ambas circunstancias fueron las causas más probables de su muerte”.
Para los científicos, “este estudio sugiere un nuevo enfoque en la investigación molecular genealógica y en la palogeonómica de los patógenos de la era faraónica. Una disciplina científica llamada Egiptología molecular podría establecerse y consolidarse con la fusión de ciencias naturales, ciencias de la vida, de la cultura, las humanidades, la medicina, y de otros campos”.
Reservas éticas
No obstante, en un artículo de opinión que acompaña al estudio, Howard Markel, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor (Estados Unidos) se pregunta por este tipo de ensayos y cómo deberían llevarse a cabo. “En el futuro lo que está menos claro es el desarrollo de las normas éticas con las que deben conducirse las investigaciones genéticas, médicas y radiológicas de otros humanos de la Historia. ¿Se podrán exhumar cuerpos para resolver ‘puzzles’ patológicos inquietantes? ¿Tienen las figuras históricas derecho a las mismas normas de privacidad que los ciudadanos normales y a disfrutarlas incluso después de la muerte? Y más pragmático, ¿qué es lo que realmente se gana con estos estudios? ¿Pueden cambiar la forma actual de pensar sobre el tratamiento y prevención de enfermedades mortales, como la gripe? ¿Van a cambiar la comprensión del pasado…?”.
Para Markel, “todos los historiadores son culpables de disfrutar de la lectura del correo electrónico y de los materiales personales de los demás. Sin embargo, antes de molestar a los muertos con las maravillosas técnicas científicas del siglo XXI es esencial seguir el ejemplo de los autores de este nuevo trabajo y ponderar todas las implicaciones éticas de estos trabajos para evitar abrir una caja de Pandora histórica”.
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