Dones Espirituales – Consideraciones bíblico -teológicas Parte 4 -Necesidad de los Dones del Espíritu
1. El hombre antes de la caída
El primer libro de la Biblia, Génesis, nos revela al Creador como principal artífice en todo el proceso de la creación incluyendo en esta, al ser humano, quien fue creado a la imagen y semejanza de Dios.
“Entonces dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn.1:26-27)
Esto devela que el hombre en su composición física, y pneumatológica (Esto no significa que el hombre sea una dualidad, sino, una unidad que se compone de dos elementos: Cuerpo y Alma-espíritu) es el único entre toda la creación, que tuvo un valioso privilegio y una estrecha relación y comunicación con Dios.
“Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre…” (Gn.2:22)
La perfección del hombre fue tal, que Dios le asigno la responsabilidad de administrar su creación. Solo un ser perfecto, en este caso el hombre, podía administrar de acuerdo a la voluntad de Dios una creación perfecta.
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra…” (Gn.1:28).
Esta perfección significa, que no era necesario, luego de ser creado el hombre, que este recibiera algún tipo de don a modo del Nuevo Testamento para ser edificado, perfeccionado, guiado o guiar, ayudar o poner en ejercicio alguna gracia o carisma otorgada por Dios. No era necesario algún tipo de don divino por que el hombre era perfecto.
Al hacer mención que el hombre era perfecto, lo era en cuanto a creación, más no en igualdad, atributo o naturaleza de Dios. La perfección del hombre significa que él fue poseído (no por sí mismo) desde su creación, desde su formación en la matriz, por la voluntad creadora de Dios de tales dones, pero en ese contexto de modo particular. Lo que hoy a la luz de las Escrituras llamamos dones era algo congénito tanto espiritual como físicamente inherente en el hombre antes de su caída en el pecado.
2. El hombre su caída y sus consecuencias
El capitulo tres de Génesis pone de manifiesto una horrenda tragedia. El hombre desde y a partir de su propia voluntad, fue gestor de una ruptura Psicobiologica ante Dios; la criatura se ha rebelado contra su creador, tal rebeldía ha traído como resultado el ingreso del pecado al mundo y a la vida integral del hombre, le ha hecho conocer al hombre que es solo un ser mortal y pecador a la vez. La secuela del pecado deprava la totalidad de la vida del hombre y de ahora en adelante, los que estábamos en los genes espirituales de Adán, nos uníamos a un nuevo pero terrible estado, el del pecado. No podíamos huir de esta terrible realidad:
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3.23)
Por lo tanto, la calidad perfecta y primigenia Psicobiologica del hombre se ve afectada tanto dones naturales como las innatas cualidades espirituales otorgadas por Dios. La permanencia y la duración de esta perfección estaban condicionadas por la obediencia del hombre a Dios.
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás…” (Gn.2:16-17)
Las cualidades espirituales le son quitadas al hombre, solo queda en él aquellos dones naturales que solo le sirvieron para reconocer a Dios a través de la creación: “”Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Rm.1:20). Este Tipo de revelación, por su carácter y limitado alcance espiritual no son suficientes para ver la perfecta y completa manifestación de Dios por medio de Jesucristo (Hb.1:1-3).
Desde entonces el estado ha entrado a su total depravación esto significa que: (1) La corrupción se extiende a cada parte de la naturaleza humana, incluyendo todas las facultades de su ser y (2) que no existe en el hombre ninguna cosa que pueda recomendarle delante de Dios Justo:
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef.2:1-3)
3. La Provisión de Dios para el hombre caído
La provisión para la salvación del hombre caído es Cristo, quien a través de su obra vicaria en la cruz del calvario redimió a los cautivos del diablo. La Salvación obrada por Cristo, determina, por las promesas de Dios, la presencia viva de su Santo Espíritu en nosotros, pero tal presencia trae consigo dones espirituales que empiezan a repartirse y a operar según la voluntad de Dios en cada creyente, tales evidencias y operatividad de dones ya estaban proféticamente anunciadas:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. 29Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:26-27)
Los dones entonces se constituyen (aparte de ser una promesa de Dios) en las capacidades que Dios nos otorga para uso y provecho de nosotros mismos (En cuanto a perfeccionamiento y crecimiento espiritual) y para la iglesia militante; la importancia es tal, que Dios por medio de la Salvación en Cristo busca restaurar aquella perfección original en el hombre caído (Pero con el hombre arrepentido), esto, sin embargo no inhibe que aunque seamos nuevas criaturas, la vieja naturaleza, la caída, todavía permanezca en nosotros, pero esto no significa que esta esté operativa potencialmente en los renacidos de nuevo. Por lo tanto debe ser vencida por la docilidad del creyente al Espíritu Santo y por aquellas donaciones recibidas de parte de Dios, es allí donde radica la pertinencia de conocer de ellas, es decir de los dones, tanto en su uso, así como su servicio a favor del creyente y de toda la iglesia de Jesucristo.
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